domingo, 25 de diciembre de 2011

Melancolía patufetista navideña






Llegó Navidad de nuevo con su mitología propia, que se te va acumulando con los años en la memoria sentimental. Muchas cosas cambian y se renuevan pero Navidad sigue siendo el Belén, con árbol y Papá Noel añadidos, la decoración habitual, las lucecitas en la calle, aunque ahora sean de bajo consumo y sus canciones de siempre, a las cuales se va incorporando repertorio nuevo, incluso en inglés.

Una alegría infantil de mi época autárquica eran los almanaques de los tebeos, algo caros. El del TBO era el rey de todos, claro. Esta portada que he encontrado por internet es ya moderna y veo que el almanaque valía la friolera de más de cuatrocientas pesetas en esa época. Muchos de sus personajes fueron incombustibles hasta que desaparecieron, a finales de los noventa, aunque todavía es posible encontrar reediciones y recopilatorios de aquellas historietas irrepetibles. 

Unos de los personajes más famosos de aquella revista fueron La familia Ulises, con su abuelita sin dientes, una familia típica de una época, con la cual se identificaban las familias modestas, o sea, ni pobres ni ricas, que eran muchas. Cuando a alguna familia una persona, normalmente con algunos añitos, nos dice que parecemos La familia Ulises sabemos que hace referencia a cierto pintoresquismo indefinible, algo parecido a lo que pasa con la expresión los de Calatorao, cuando un gran grupo de gente se desplaza de forma gregaria y unida haciendo un poco de ruido y que procede de una famosa zarzuela, cosa que ignoré durante años.

Los Ulises salían en la contraportada del tebeo TBO, que es un lugar indicado para promocionarse, como saben muy bien los periódicos actuales. En Navidad, durante años, el TBO también incluyó en su almanaque un magnífico Belén recortable del prolífico y genial Opisso, un artista cada día más valorado, polifacético, cuya obra muestra de forma muy gráfica el paso del tiempo y los cambios en las costumbres. Un día me sorprendí, hojeando unas antiguas revistas del inicio del siglo XX, Hojas Selectas, al encontrar en ellas un chiste político, a toda página, genial, de Opisso. Me pareció que no podía ser el mismo pero sí que lo era, dibujó mucho y bien durante años, pintó cuadros extraordinarios y creo que a las personas trabajadoras las perjudica este exceso que pone en evidencia la pereza de muchos supuestos genios poco productivos.

En mi casa y en mi tiempo infantil y adolescente había, como es natural, una enorme melancolía tras el paso de aquella horrible guerra civil, no se hablaba mucho de ella y a veces se hacía como si se tratase de una especie de cuento, de leyenda antigua. O así lo vivía yo entonces, de pequeña, ya que la dimensión del tiempo varia mucho con la edad y de niño las cosas de veinte o treinta años atrás resultan tan lejanas como la prehistoria o el tiempo de los romanos.Tardé en darme cuenta de lo cercanas que estaban para mi familia, todavía. Había un mundo, el de antes de la guerra, en el cual habían pasado cosas extraordinarias y la llegada de los almanaques de tebeos de los cincuenta evocava cada Navidad, en casa, unos almanaques míticos, los del Patufet en catalán, como aquellos no había nada.

El Patufet tuvo una época de gran esplendor, se leía en Barcelona y en todas las zonas rurales, creó una mentalidad muy particular y conectó con la gente de todas las clases sociales de la época. Los intentos de tebeos en catalán posteriores, cuando la cosa fue posible, no lograron nunca aquel éxito multitudinario. Sin embargo tuvo sus detractores, se le achacaba sentimentalismo, excesiva religiosidad, carrincloneria. Sus virtudes eran sus defectos. En el fondo casi todos tenemos una vertiente sentimentaloide y aunque tomemos las cosas en broma e ironicemos sin piedad sobre ese costumbrismo que conforma nuestra memoria sentimental no podemos olvidarlo ni dejarlo aparte. Ser patufetista, en catalànes una expresión ligada a esa devoción por tradiciones y sentimientos algo horteras.

Vino la tele y sus programas navideños, sus anuncios y sus canciones, que hoy también, a los que somos mayorcitos, nos despiertan ese patufetismo universal inexplicable. 


FELIZ NAVIDAD, aunque sea un tópico, a todas las personas de buena voluntad que pasen por aquí. Recupero del moderno youtube una de aquellas canciones de mi juventud, Ven a mi casa esta Navidad, aunque si viene todo el mundo no cabremos. Patufetismo universal en estado puro, vaya.








miércoles, 14 de diciembre de 2011

Solidaridades navideñas incombustibles





Comenzaré por decir que asistiré a los actos que en mi barrio, con entusiasmo vecinal, se preparan para recoger dinerillo con destino a la Marató de TV3 y que he participado en alguna otra cosilla con este mismo objectivo ya que las persones somos contradictorias y no soy partidaria de aquello que dice en la duda, abstenerse; creo que vale más equivocarse actuando, si se puede. No tengo dudas sobre el buen destino de lo recaudado, hay una fundación que lo gestiona y espero que ese destino sea transparente ahora y siempre.

Dicho esto diré también que no me gustan nada de nada estas cosas, las parafernalias que suscitan, los discos solidarios, las llamadas a nuestra conciencia y nuestro bolsillo con un gran despliegue de medios, la insistencia, cada año, en una enfermedad o situación médica determinada, cosa que en este 2011 ha posibilitado que se aumente la emisión de operaciones quirúrgicas, un género televisivo recurrente, sobre todo a las horas de comer y cenar. He visto hígados y corazones y tejidos diversos estos días, suerte que yo no soy aprensiva. La traca final es ese programa larguísimo de colofón en el cual nos van diciendo como sube el termómetro de las aportaciones y sale gente muy conocida y afectados por el tema del año que explican su experiencia.

Los famosos aprovechan la ocasión para salir en la tele, cantan gratis, se promocionan un poco pero, claro, lo hacen para ser solidarios, una palabra que de tanto usarse ya no dice nada y parece casi de chiste. En tiempos franquistas esas cosas estaban muy mal vistas. Había muchas necesidades y también en Navidad se celebraban campañas benéficas, como la de Radio Nacional, con los señores Dalmau y Viñas, todo un éxito de audiencia. Una vez, con la escuela, fuimos a llevar al programa algún dinerito recogido solidariamente, fue toda una fiesta ir a la radio y recité un poema, Mi vaquerillo, que también es una muestra de caridad mal entendida y no de justicia, un señor rico se da cuenta de lo mal que vive el pastor que le cuida las vacas, de la edad de su hijo, y le sube el sueldo. Lo copio al final, para nostálgicos.

Las maratones y otras iniciativas parecidas son, en el fondo, la caridad mal entendida de entonces puesta al día y publicitada a todo trapo. Comprendo que el sector médico, hoy más recortado que ayer, y la investigación que se relaciona con él,  consigan con estas iniciativas un buen pellizco que nos va, dicen, a beneficiar a todos, ya que podemos ser víctimas en cualquier momento de enfermedades diversas o situaciones dramáticas que requieren intervenciones caras y investigaciones profundas. Pero no me gusta el sistema, no me gusta el ambiente que se genera, esa falsa solidaridad navideña, tan folklórica. Esos entusiasmos caritativos de temporada.

Los temas se suceden año tras año. El primer año de la Marató, ya van diecinueve, creo que la dedicaron a la Síndrome de Down, era una novedad y pensaba que seria una cosa puntual. Pero la cosa funcionó y ahora cada año tenemos una enfermedad o un tema sanitario distinto, desgraciadamente hay cuerda para rato. Yo preferiría, en todo caso, que algún año el tema no fuese tan interior sinó más universal, muchos niños mueren por el mundo de cosas que aquí curamos con un simple antibiótico. 


No sé si algún día el mundo será un solo país, esa patria universal que tan lejana parece y dejaremos de mirar-nos el melic (el ombligo), como decimos en catalán. Hoy incluso decir que te sientes ciudadano del mundo parece una vulgaridad, los orgullos patrios, minoritarios o mayoritarios, están en alza y la diferencia se valora mucho más que lo que nos une, esa pertenencia a la especie humana que hace que todas la guerras sean civiles.

También a nivel mediático universal surgen a menudo esas grandes iniciativas,  promocionadas a lo Hollywood. Cantantes famosos a nivel mundial celebran de vez en cuando conciertos a beneficio de algo, como las damas del ropero de antaño y encima son alabados por ello, cuando algunos de esos grandes nombres si dedicasen una mínima parte de sus ganancias a la verdadera solidaridad acabarían rápidamente con muchas miserias. Claro que si eres pobre o tienes necesidades te da igual de dónde viene la ayuda y no puedes permitirte el lujo de ser crítico, como lo estoy siendo yo ahora con ese tipo de cosas.

Incluso Rapahel y Ana Torroja cantarán en catalán para ese disco anual que nos vamos a encontrar hasta en la escudella de Navidad. Nadie famoso o conocido puede negarse a participar en tal evento de forma explícita, correría el peligro de ser tachado de egoísta, de traidor o de cosas peores aunque en su vida privada, de forma discreta, y, cómo dice el evangelio que ha de ser, sin que la mano derecha sepa lo que hace la izquierda, sea sinceramente solidario y generoso de forma constante y no puntual o navideña.


Prácticamente no existen críticas hacia el tema, en todo caso han sido sutiles, moderadas, se necesita dinero y hay que sacarlo de dónde sea para investigar y todo eso. En un país serio, verdaderamente democrático, quizá podríamos hacerlo de otra forma, más organizada y menos sensiblera, con impuestos bien gestionados, se suponía que la justicia superaría esa caridad de baratillo. La palabra caridad ha sido siempre muy mal utilizada cuando es una palabra inmensa, esa virtud teologal que quiere decir también amor generoso, compañera de la fe y la esperanza. Pero ha acabado por tener tintes limosneros, què hi farem. 

En esos discos deberían participar personas con afición profunda a recaudar de verdad, pecadores conocidos: Camps, Roldán Millet, Urdangarín y tantos otros, quizá muchos de ellos todavía ocultos y secretos. Sería toda una forma de redimirse de un pecado capital como la avaricia, tan grave. Deberían llamar a esos teléfonos solidarios arrepentidos, hacer una especie de confesión pública y colaborar con el tema anual entregando una parte de todo lo recaudado, solidaria y navideñamente para poder ser públicamente perdonados.






MI VAQUERILLO (Gabriel y Galán)


He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecito!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara…
Los valles dormían,
los búhos cantaban,
sonaba un cencerro,
rumiaban las vacas…
y una luna de luz amorosa,
presidiendo la atmósfera diáfana,
inundaba los cielos tranquilos
de dulzuras sedantes y cálidas.
¡Qué noches, qué noches!
¡Qué horas, qué auras!
¡Para hacerse de acero los cuerpos!
¡Para hacerse de oro las almas!
Pero el niño ¡qué solo vivía!
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cuando el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas!…
¡Recordar que dormido pudieran
pisarlo las vacas,
morderle en los labios
horrendas tarántulas,
matarlo los lobos,
comerlo las águilas!…
¡Vaquerito mío!
¡Cuán amargo era el pan que te daba!
Yo tenía un hijito pequeño
-hijo de mi alma,
que jamás te dejé si tu madre
sobre ti no tendía sus alas!-
y si un hombre duro
le vendiera las cosas tan caras!…
Pero ¿qué van a hablar mis amores,
si el niñito que cuida mis vacas
también tiene padres
con tiernas entrañas?
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma
me habló la conciencia
muy duras palabras…
Y le dije que sí, que era horrible…,
que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso del padre
se lo puso mi boca en su cara.
Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
-¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico… ¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas,
y a la noche te vas y las dejas…
¡San Antonio bendito las guarda!…
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada…

domingo, 11 de diciembre de 2011

Milagros mediáticos del fútbol de masas



Hay cosas en las cuales, por más que me esfuerce en entender y en participar, me son indiferentes, me aburren o no les veo la gracia. Una de ellas es gran parte del arte llamado moderno y la otra, el fútbol.

Un profesor que tuve, muy bueno, de Historia del Arte, comentaba que para entrar en algún tema hay que tener voluntad de creer. Así, para un no creyente, en general, ir a misa no tiene ningún sentido. También el contexto tiene importancia, la imagen de una virgen en un museo no es lo mismo que esa misma imagen en una iglesia, en una ermita. Incluso así, no todas las imágenes son iguales aunque representen la misma virgen.

Creo que ir al campo de fútbol, como ir a cualquier manifestación multitudinaria, debe hacer sentir algo extraño, esa comunión con la gente a la cual somos tan sensibles. Es lo que ocurre, a menudo, en las grandes manifestaciones, engañosas, ya que mover mucha gente no quiere decir nada a la hora de la verdad o, por ejemplo, de las votaciones. La masa emociona y también asusta. Me inquieta el contexto en el cual se pierde o diluye la individualidad.

Hoy el fútbol ha ocupado, en nuestra hispánica sociedad occidental, en muchos aspectos y, en cierto modo se puede considerar un factor positivo del deporte, el lugar de las peleas y las batallas. Como en política, parece que el interés se va concentrando en España en un evidente bipartidismo, Barcelona y Madrid, claro. Dos conceptos de ciudad, de política, incluso de cultura, se identifican con sus equipos. El resto son secundarios de más o menos lujo, pero secundarios.

Sin embargo, he visto a menudo más violencia en partidos de fútbol locales, de pueblo, que en los grandes estadios hispánicos. Lo sabían muy bien los pobres árbitros de tercera regional que habían sufrido ataques incluso físicos aunque ahora todo ha cambiado, porque la vida rural también es muy distinta a cómo era hace años. Las rivalidades entre pueblos vecinos, entre barriadas cercanas, habían provocado mucha violencia, hoy casi olvidada.

Me sorprende todavía la cantidad de información deportiva que ocupa los telediarios, los informativos, los programas de televisión. Los héroes de nuestro tiempo son esos chicos ricos, uniformados, que juegan bien a pelota y cobra millonadas que la gente normal no puede ni soñar. Claro que su vida profesional es corta, cortísima, pero también lo es la de los bailarines y nos resultan mucho menos conocidos y están peor pagados.

El fútbol canaliza todo tipo de manías y creencias. También es política, claro, mucha política sobretodo en el caso del Barça. Hay quién cree que se debería exigir a esos héroes un compromiso mayor. En el caso de Guardiola hay quién cree que debería manifestarse abiertamente como independentista, por ejemplo. Y quién no entiende que los futbolistas catalanes no hagan una plantada ruidosa cuando son llamados a jugar en la selección. Demasiadas exigencias que parten de un autoengaño colectivo algo peligroso. Sin embargo nadie dejará de ir al fútbol porque los jugadores o el entrenador no sean héroes políticos.

Hoy seremos felices en Catalunya, porque el Barça es lo que no debiera ser, más que un club, eso que dijeron que dejaría de ser con la democracia, hace muchos años, ya que entonces los partidos políticos tomarían el relevo del catalanismo militante. Los madridistas me imagino que estarán de  mal humor y que incluso la Cibeles, a la que habían tenido que proteger con vallas de los entusiasmos previstos en caso de victoria, pondrá mala cara.

En los años sesenta Delfí Abella, un médico cantante, ya fallecido, compuso una canción muy crítica con el fútbol, que tuvo bastante éxito. Sin embargo, Guillermina Motta, entonces joven y amiga de algunos jugadores, hizo una nueva versión de una canción de antes de la guerra, La Barcelonista, muy divertida, cambiando la alineación original por la de su época.

No sé si mi rechazo relativo del tema futbolero tiene que ver con mi infancia, asocio los partidos a mi pobre padre, que las tardes de domingo se ponía a hacer la siesta con la radio al lado, escuchando las retransmisiones. Tardes tristes de tiempos pobres. Por la noche se iba a trabajar de panadero. En aquella época el futbol se jugaba en horarios normales de tarde, no había televisión. Rita Pavone también cantaba aquella canción del señor que dice que se va al fútbol, solo, y del cual la mujer sospecha alguna infidelidad, que nuestra Gelu versionó muy bien. Hoy día van muchas mujeres al fútbol, muchas más que antes, pero diría que todavía predominan los varones, en la afición.

A menudo se habla de escuelas y pedagogía. Pero nadie se mete con las escuelas de fútbol. Se supone que en la escuela se debe controlar mucho el tema de ser competitivo y en esas escuelas lo importante es la competición. La escuela pública es hoy mixta y se critica algunos centros religiosos que separan por sexos, pero en el caso del fútbol eso parece bien a todo el mundo y la aspiración de muchos papás y mamás sería tener un hijo jugando en un equipo importante. Se critican los uniformes pero los futbolistas han de ir uniformados. En Catalunya las escuelas públicas realizan inmersión lingüística y se supone que todos los niños salen con un nivel aceptable de esta lengua pero futbolistas que han pasado años, a veces desde pequeños, en equipos catalanes no son capaces de decir ni bon dia en catalán, a menudo, si son extranjeros, tampoco es que hablen el castellano con una corrección excesiva. Lo importante, claro, es la pelota, la excelencia en el juego, lo demás son francesillas culturales para la tropa.

Nos movemos entre grandes contradicciones pero me asusta un poco la gran capacidad de convocatoria del fútbol, sobretodo de esos grandes equipos que generan tantas expectativas. Los políticos envidian ese poder para convocar multitudes. Ah, si Guardiola tuviese aspiraciones políticas, parece ser que tendría el éxito asegurado aunque las cosas pueden cambiar y quizá eso creía el señor Laporta, que fue quién contrató al técnico, contrato que en aquella época, a veces hay que tener un poco de memoria, fue bastante criticado entre el pueblo porque, entre otras cosas, decían que el chico estaba aún verde.

De fútbol, como de educación, todo el mundo entiende poco o mucho, sabe qué se debería hacer, critica al entrenador cuando las cosas no salen bien y es ese un tema de conversación habitual en cualquier grupo humano con mayoría masculina, en general, aunque las cosas hayan cambiado. Los partidos que se retransmiten pagando han propiciado un resurgimiento de los bares vecinales, donde te puedes comer un bocadillo mientras vociferas y hacer nuevas amistades, un aspecto muy positivo del tema. 

Debe existir una necesidad colectiva de canalizar muchas cosas en el fútbol. Como a los héroes olímpicos a los vencedores de las Ligas y los Mundiales se les pasea en procesión. Si pierden o juegan mal se les puede insultar sin piedad, hace años, cuando las cosas no iban tan bien para el barcelonismo me hacía mucha gracia un insulto amable que se incluía en los chistes futboleros, yogures caducados. Creo que su creador fue el dibujante Óscar Nebreda. No hace mucho, en un programa dedicado a Carles Reixach, éste recordaba como en un mismo partido pasaban de lanzarles piropos a cubrirlos de insultos en cinco minutos. 

Estos días se pasa por la tele un anuncio bastante educativo y de buen rollo, en el cual un jugador del Madrid, Xavi Alonso, y uno del Barça, Puyol, comparten la gula del Norte tan amigos. Así es la vida, afortunadamente y creo que podían haber hecho el anuncio incluso con políticos de partidos distintos. En el fondo, en ambos casos, la gente anónima nos peleamos, miramos el anuncio, compramos el producto, y ellos se lo zampan alegremente y encima cobran por publicitarlo. El anuncio me ha recordado aquellos suquets de peix en los cuales los políticos antiguos confraternizaban en tiempo de vacaciones.





sábado, 3 de diciembre de 2011

Hojas somos en el viento



Asisto cada mes a un interesante grupo de lectura y debate sobre libros de historia. Los libros se eligen y votan a través de los participantes, es un grupo abierto, con un núcleo fiel y personas que colaboran o participan en él de forma puntual, por motivos diversos.

Los grupos de lectura han proliferado en los últimos años. Los de las bibliotecas tienen mucho éxito pero por sus mismas características adolecen de limitaciones graves. Los libros suelen venir dados por los organizadores, ya que se prestan a las personas que participan y los grupos suelen ser cerrados, a causa de la demanda. Si alguien no asiste con regularidad se le da de baja. 

Tanto éste grupo sobre libros de historia como otro de lectura de novela organizado por la Editorial Meteora son muy distintos. Se puede acceder a ellos con libertad y si no te es posible asistir a algunas de las sesiones no pasa nada. Las obras se eligen a base de elaborar listas con sugerencias de los participantes y votarlas. En alguna ocasión, en ambos, se ha podido contar con la presencia de autores y autoras, cosa que puede ser interesante aunque a veces limita la espontaneidad del debate. Los libros pueden ser en castellano o catalán, indistintamente. Valoro mucho las actividades en las cuales se puede ejercer una cierta libertad ya que a menudo tengo la impresión de que aquello que se organiza de forma más o menos oficial, para adultos, tras una coartada culturalista, se asemeja cada vez más, de forma preocupante y progresiva a una escuela convencional.

Ayer, en el grup de historia, se comentó el libro Los orígenes del mundo moderno, de Robert B. Marks, parte del cual se puede leer en el enlace indicado, en google books. Es de la Editoria Crítica, una editorial con muchos títulos importantes y de interés, cosa que suele ser ya un sello cualitativo. En la tertulia se producen de vez en cuando debates enconados, incluso diría que discusiones serias en alguna ocasión, ya que los participantes tienen, además, ideologías diversas y visiones diversas del mundo. 

Sin embargo, el libro que cito suscitó un gran consenso. Es un libro que se lee con facilidad, bien escrito, apto para todo el mundo, que intenta explicar los defectos del eurocentrismo y como a menudo la historia se escribe a posteriori de forma oportunista, cuando muchos acontecimientos se deben a la contingencia o la casualidad, a factores que algunas escuelas de historia no han querido o sabido tener en cuenta y que no es, evidentemente, determinismo.

El autor incide en el importante papel de países como India o China, en unas épocas en las cuales los europeos eran, como decimos en catalán, quatre arreplegats. Tal y como va el mundo es posible que el centro de la historia se vuelva a desplazar a esas zonas de Asia en un futuro no tan lejano, aunque hacer política-ficción o previsiones políticas es perder el tiempo pues a menudo sucede lo más inesperado.

Quizá el libro, como se comentó, tiene una excesiva ambición en su planteamiento pero para los no iniciados resulta absolutamente educativo ya que la visión oficial que hemos aprendido en la escuela, el instituto o la universidad ha olvidado siempre incidir en esa historia universal no eurocéntrica, que todavía desconocemos muchísimo. Marks, profesor de historia estadounidense pertenece a ese tipo de profesor anglosajón que sabe explicar lo difícil de forma fácil y que es capaz de ejercer una autocrítica intensa y desacomplejada sobre su propia cultura. Lo hace en muchas ocasiones a partir de temas concretos, como la necesidad de carbón, la producción de algodón, de te. 

Aunque hubo unanimidad en la valoración del libro y en sus virtudes también personas más entendidas que yo formularon alguna crítica, como, por ejemplo, la poca relevancia dada al imperio otomano. Aquí, en una web en la cual se comentan algunos libros, he encontrado otra referencia a las posibles limitaciones del libro, que intenta ofrecer una síntesis  excesivamente ambiciosa en poco más de trescientas páginas. Son las limitaciones de la divulgación, de la necesidad de plantear un tema para un público amplio. Sin embargo en el comentario también se incide en los valores positivos del libro, la mirada poliédrica sobre fenómenos que se han interpretado de forma unívoca durante décadas y la profundización en eso que llamamos globalización, un fenómeno, por cierto, no tan nuevo como se pretende.

Un título muy recomendable para aquellos que empezamos demasiado tarde a intuir que Europa no era ni había sido casi nunca el ombligo del mundo ni la cuna de la civilización.