domingo, 9 de febrero de 2014

PRINCESAS EN DECADENCIA Y REYES VIEJOS


Se la llamó la infanta catalana, con su prima iban a estudiar mi lengua a una institución con mucho prestigio en la cual, en el pasado, nadie tenía ninguna simpatía por realezas pero que babeaba al ver la categoría de tal alumnado inesperado. Su boda fue bonita y barcelonesa. No entiendo de qué manera la monarquía hispánica ha conseguido dilapidar el patrimonio populista que había conseguido. Se necesita ser poco profesional para hacer las cosas tan mal ya que los reyes y las princesas de nuestro tiempo no sólo tienen que ser honrados, si puede ser, sinó que deben parecerlo en todo momento.

Hace unos días, por facebook, bromee con una amiga llamándola reina de su tierra, una comarca catalana, y me contestó con ironía que no quería ser reina de nada. Las reinas y las princesas están en horas bajas, llegará a ser políticamente incorrecto llamar a alguien reyecito, reina mía, princesita querida? Puede que sí, cosas más raras he visto y escuchado.

Sin embargo las niñas pequeñas, en carnaval, seguirán queriendo ponerse, muchas de ellas, vestidos de princesita, eso no creo que cambie. En las bodas actuales, incluso en las civiles, parece que existe desde hace algún tiempo un extraño afán en princesearse. Hubo años en los cuales comuniones y bodas se volvieron algo hippies, la gente se casaba en tejanos, incluso. Ahora he visto hasta extrañas pamelas en bodas de gente de clase media tirando a bajo. Vanidad de vanidades.

Hemos visto como la princesa consorte, que había sido periodista, se transformaba en una especie de barbie muda y todavía hay gente que comenta qué elegante es y todo eso, aunque perdió nariz y personalidad en ese proceso de abducción progresiva y protocolaria. No sé cómo irá todo en el futuro. Hace años, muchos, en un programa de la BBC que, todo hay de decirlo, se pasó en España a horas intempestivas, nuestro rey cazador, entonces joven y simpático, prometedor y demócrata, aseguraba que en el futuro habría que ver si el pueblo seguía aceptándolo o no, se suponía que a través de alguna consulta.

Cómo ha cambiado todo. La Constitución parece intocable, la monarquía, lo mismo. Nada puede cambiar, según los que mandan, si no es que ellos mismos lo deciden por propia conveniencia. Prefiero no escuchar radios ni teles de esas de la caverna para no consolidar mi independentismo tibio e incipiente, inseguro todavía. Sabemos mas bien lo que  no queremos que lo que queremos que no era eso sinó todo lo contrario. La crisis nos ha enfrentado con nuestra propia imagen, reflejada en un espejo que nos distorsiona el rostro. O quizás es que somos así. 

Incluso los reyes de antaño, con el aumento de la cultura, se nos vuelven tontos, limitados, violentos, débiles. Sissí era una chiflada elitista y María Antonieta sólo fue una reina seria ante el cadalso. Me viene a la memoria un cuento en catalán sobre un rey borrachín que se hace traer vino de todas partes y promete la mano de su hija, la princesa, a quién le traiga el mejor. De tanto beber se muere y la princesa se casa con un trovador. El cuento, en su primera versión debió parecer demasiado atrevido y con el tiempo se hizo una versión en la cual el rey acaba por volverse abstemio y beber agua. No sé si embotellada o del grifo.

En aquel cuento de la muela y los pasteles, tan divertido, el campesino llega a la ciudad para ver si el rey es más que hombre y su primera decepción es comprobar que es un hombre normal. El hábito no hace al monje pero... a veces es tan bonito! Cuando éramos unas niñas ignorantes encontrábanos guapo a Constantino de Grecia, el que flirteó con los coroneles y tuvo que irse con la música a otra parte, e incluso una compañera de cole me decía que se casaría con Carlos de Inglaterra y así aquel país se convertiría a la verdadera religión, la católica, claro... Santa inocencia perdida!!!



jueves, 6 de febrero de 2014

SUEÑOS ANTIGUOS

Cuando era pequeña no entendía eso de que vivíamos en una dictadura rancia y extraña. En algún momento empecé a crecer y a pesar de la horrible situación política y de la tristeza de una sociedad que salía a trancas y barrancas de la pobreza ancestral tenía muchas esperanzas, pensaba que era mejor ser de un país en desarrollo que no de uno con hambrunas irreversibles o en alguno de esos que ya tenían de todo y no sabían que pedir a los Reyes Magos.

El cambio vino, ay, por muerte natural del dictador y no por movimientos populares masivos. Estábamos todavía demasiado ocupados, la gran mayoría, ganándonos la vida, enamorándonos, intentado sobrevivir a las circunstancias con dignidad pero también con cuarto de baño propio. Jamás pensé que vendría una monarquía, incluso parecía más probable otra guerra que el retorno de la corona. Pero las cosas fueron así y mi sueño, el de una república federal y respetuosa, en la cual se valorasen las diferencias y todas las lenguas y formas dialectales y costumbres e historia conviviesen en libertad e igualdad de derechos, me parecía todavía un futuro que se conseguiría de forma progresiva pero contundente.

También se hablaba hace años del comunismo con rostro humano, de los Estados Unidos de Europa, aquella Europa de los pueblos y de las nacionalidades y de lo que fuese, porque al fin y al cabo lo de menos es el nombre que se da a una forma de convivencia seria y eficiente. Y sin embargo... llegaron las decepciones, el barrer para casa, el retorno al centralismo brutal con rostro pintado de democracia imposible, llegó gente de todo el mundo que se encontraba en circunstancias lamentables y los miramos de reojo, casi sin querer.

No sé cómo hemos llegado hasta aquí. No es sólo un problema español, ni catalán, ni tan solo europeo. Es más fácil montar un supermercado universal que hacer el amor y no la guerra. Se retrocede en derechos humanos, renacen las cavernas, las ideas fascistoides que dormían como una bella durmiente encantada se despertaron al beso de no sé qué consignas que parecían muertas y enterradas. Los síntomas no los encontramos tan sólo cerca de casa; a nivel europeo, incluso internacional, se percibe asimismo un retroceso en eso que llamamos derechos humanos. Muchos medios de comunicación no hacen nada más que arrojar gasolina al fuego o a los rescoldos y hace falta mucha comprensión para no entrar en ese juego siniestro. Luego, la realidad, el día a día, es mucho más amable, porque la gente en su vida cotidiana pasa de la ideología y del dogma, pero no podemos olvidar que convivencias que parecían sólidas acabaron muy mal cuando el contexto fue favorable al enfrentamiento y al desastre. A veces, como en el famoso chiste, tan repetido, piensas: Virgencita, que me quede como estoy...