martes, 21 de junio de 2016

POSTALES ANTIGUAS: RICKY NELSON


En mi adolescencia, entre las niñas de mi edad, se puso de moda coleccionar postales con rostros de chicos guapos de la época, actores y cantantes sobre todo. Las papelerías tenían unos grandes muestrarios temáticos que consultábamos con cierta emoción cuando nuestras modestas economías nos permitían acceder a la posesión de aquellas fotos convencionales de jóvenes famosos, un estilo que la gente corriente imitaba, cuando se retrataba para poder hacer un obsequio a su pareja.

Existía en la Gran Vía de Barcelona, no recuerdo bien a qué altura, entre la plaza Universidad y la plaza de España, una minúscula papelería que colgaba en su escaparate un montón de aquellos rostros tan admirados y deseados por las niñas de entonces. Esa mitomanía, hemos de admitirlo, afectaba y afecta más a la mujeres que a los hombres y quizás por eso había en aquel escaparate muchos más chicos que chicas.


Uno de los actores cuyo rostro pasó de forma breve por nuestras pequeñas colecciones fue el de Ricky Nelson. Hoy lo he recordado, al escuchar una canción suya por la radio, una de principios de los sesenta. Trabajó en el cine, en la televisión, pero casi sólo se le recuerda por su papel en Río Bravo. Hoy internet nos permite saber en muy poco tiempo qué fue de tantos olvidados que antiguamente no habríamos encontrado citados ni tan sólo en aquellas voluminosas enciclopedias compradas a plazos. La imagen de Nelson respondía a un tipo que nos suele gustar cuando somos jovencitas, el estilo cara de niño. Un estilo estètico que, de forma inevitable, desaparece con el paso del tiemo. Constato, sin embargo, que siempre resucita ese aspecto aniñado, en algún nuevo cantante de moda.

Ricky Nelson no se llamaba Ricardo, como era de esperar, sino Eric Hilliard Nelson.  En su familia ya existía tradición musical y el empezó pronto en el oficio. Tuvo una adolescencia complicada, con episodios de rebeldía, paso por la cárcel, se junto con eso que en lenguaje vulgar llamábamos gamberros.  Era la época de oro del rock, tuvo éxito, durante un tiempo tan sólo Elvis Presley vendía más. A pesar de amar la música y ser un buen profesional su estrella declinó pronto por motivos que, mirados en perspectiva, parecen bastante aleatorios, pero el mundo de los ídolos juveniles precisa de ser alimentado de forma constante.
Se casó, tuvo cuatro hijos, pero de pronto todo empezó a ir mal, su mujer lo abandonó, el divorcio resulto caro y complicado. Nelson, sin embargo, volvía siempre a intentar cosas nuevas y a pesar de sus muchos problemas personales y algunos fracasos profesionales siguió actuando de forma esforzada. Se dice que tenía miedo a volar pero murió en un accidente  de avión complicado, que provocó bastantes especulaciones, y en el cual fallecieron otros compenentes de su banda. Era el último día del año 1985 i se dirigían a Dallas, Texas, para participar en un programa de Nochevieja, sólo tenía cuarenta y cinco años.

Una de sus virtudes fue ser fiel a los amigos de su juventud, eso cuentan. Las imágenes de su etapa adulta nos muestran a un hombre muy diferente de aquel muchacho de las postales de principios de los sesenta, pero los tiempos habían cambiado y nosotras, también. Sorprende su pelucón de señor maduro, ignoro si era natural del todo, imagino que debía ser la moda de los ochenta. Un pelucón que quizás se vuelva a poner hoy de moda en Catalunya gracias al president Puigdemont, quién sabe. Aunque nuestro presidente no sea cantante profesional, hace poco hizo algunos pinitos en el escenario, junto a Gerard Quintana.

Las persecuciones de las admiradoras llegaron a inquietar bastante a Nelson, un grupo de chicas se lanzó una vez contra su coche, esas cosas sucedían y suceden y resultan absolutamente inexplicables todavía. Las damas deberíamos reflexionar a fondo sobre ello cuando nuestras hijas o nietas repiten ese tipo de comportamientos raritos pero parece que incluso nos hace cierta gracia comprobar que son casi cómo éramos.


sábado, 11 de junio de 2016

AQUELLOS AÑOS, AQUELLOS LIBROS, AQUELLOS COMUNISTAS



En la época de su publicación fui una seguidora casi incondicional de las novelas negras de Vázquez Montalbán. No vivíamos todavía el exceso actual de misterios literarios a granel. Pepe Carvalho tuvo suerte, pronto se convirtió en un personaje conocido y valorado, incluso ha dado nombre a un premio literario patrocinado por el ayuntamiento barcelonés. Sin embargo recuerdo poca cosa de aquellos libros, se dice que la memoria es un buen crítico y dejaron en mi pocas huellas.

Tenían el valor añadido de suceder en mi ciudad, los escenarios nos eran próximos, los personajes, aunque pasados por la pluma o la máquina de escribir del escritor, también. Vázquez Montalbán fue un escritor conocido y apreciado en aquella época en qué leíamos Triunfo y sus artículos. Todo ha envejecido, Vázquez Montalbán no existe y con él murió su personaje de ficción aunque esos personajes imaginarios no mueren nunca del todo.

En mi opinión la literatura de Vázquez Montalbán, que fue además un poeta bien intencionado, denota sin piedad el paso del tiempo. La gente joven del presente no sé si conectarà con esas novelas de aquella época, la de la juventud de los jubilados actuales. Le valoro a Vazquez Montalbán una cierta sinceridad que no abunda por aquí, cuando ya era un escritor en la órbita planetària (de editorial Planeta) respondió a un periodista que le preguntava por su comunismo y obrerismo que cuando vives en un piso de doscientos metros cuadrados ya no sabes si tienes crédito suficiente como para hablar de opresiones y el resto. Cito de memoria, pero más o menos ese era el mensaje.

Estos días han pasado por televisión el Asesinato en el Comité Central. En el cine y la televisión ha habido más Carvalhos que agentes 007, sin que, en mi opinión, se haya encontrado todavía uno de ideal y creible. Los argumentos policíacos del autor son hoy casi un testimonio periodístico de la época. La película es flojita, pero bastante fiel al texto, que hoy me parece también flojito e incluso poco convincente empezando por ese crimen rápido y silencioso, demasiado teatral con esa tontería de la dulzaina luminosa que ya te ves venir desde el principio. Carvalho folla y cocina en exceso en esas historias y eso también sale en la película aunque sea introducido con calzador. 

Patxi Andion era una de mis devociones juveniles como cantante, como actor cumplía y poco más aunque el guión tampoco da para mucho lucimiento y se limita a hacer miradas interesantes y enigmáticas y dejar ir frases cínicas supuestamente inteligentes, habla como un libro, como el libro original, vaya. Victoria Abril estaba muy bien aunque haga un poco de florero explotado, Conrado San Martín, hoy un superviviente de toda una época, estava tan guapo como siempre, en una madurez espléndida pero asimismo en un papel excesivamente discursivo, como la mayoría de los que pueblan esa historia algo surrealista, con el espionaje internacional interviniendo en las cuestiones caseras del comunismo casero. El mejor del equipo, para mi gusto, José Vivó, ese gran secundario que aquí hace de policía bruto reconvertido en demócrata a la fuerza, ex torturador de comunistas pero que se enoja cuando los extranjeros meten caña a un español de pro como el protagonista, en esa especie de chantaje inexplicable y pretencioso.

La película es hoy histórica, sociológica, divertida incluso en algun momento, aburrida en muchos otros. Mi Pepe Carvalho preferido, aunque hoy no tengo la misma devoción por ese personaje de ficción, es todavía Ballesteros, que fue el investigador en la primera de la serie, Tatuaje, y es que, como dice el romance, los amores primeros son muy malos de olvidar. Ballesteros fue nuestro canoso preferido, mucho más que Jeff Chandler, en una época en la qual el cabello plateado no era del gusto de la mayoría porque hacía mayor. Ha habido intentos de rodar una serie larga sobre esas novelas, pero los resultados han sido mediocres, y no por culpa de las historias, aunque en la actualidad no me convenzan, sinó porque no se debe haber encontrado la persona capaz de dirigir versiones interesantes, realistas y con gracia.

Hoy esos años ochenta son ya lejanos. No quedan ni comunistas, bueno, sí, pero no son cómo los de antes, claro. Los de antes tampoco eran cómo nos lo contaban, Rusia no era un paraíso ni Carrillo ningún angelito dialogante aunque se adaptó com un guante a los nuevos tiempos transicionales. Hoy gracias a los libros, a internet y a qué ya tenemos poca afición a los dogmas, vengan de dónde vengan, sabemos las miserias e interioridades de unos personajes que admirábamos por haber resistido y luchado contra el franquismo, aunque nos preguntemos de qué sirvió tant sacrificio por unas ideas que no llevaban precisamente a la democracia sinó a otro tipo de dictaduras, incluso bastante peores que la nuestra, ya que los humanos somos cómo somos y no como las grandes ideas pretendían.

Patxi Andion nos dio a las chicas un disgusto cuando se casó con la pobre Amparo Muñoz, la cosa duró poco pero nos pareció una frivolidad aunque hoy, mirando fotos de aquella época no podemos dejar de admitir que fue una de las parejas más hermosas de su época, estéticamente hablando. Las nieves del tiempo, esas nieves que platean las sienes en el tango y caen sobre Irlanda en la narración de Joyce, dan a nuestra vida un tinte romántico, es la poesía de la brevedad de la existencia, y eso aunque no seamos de tierra de nevadas. 

En la película no se aprecia, pero en algunos fragmentos de los libros de Montalbán con Carvaho incluído, me pareció siempre percibir un cierto resentimiento cuando salían catalanes de toda la vida, aunque no llegase al sarcasmo amargo de Marsé. Los autores catalanes que escribían en castellano se encontraron durante unos años algo cuestionados, parecía que se les exigía que se explicasen, hubo agrios debates sobre si la literatura escrita en castellano en Cataluña era o no catalana. Todo se volvió rancio por muchos motivos, tan solo en González Ledesma no percibí ese resquemor aunque fue algo marginado durante un tiempo mientras vendía mucho en Francia, no es el único caso. Pero también se vio obligado a justificarse en algún momento. En el fondo había una cuestión de competencia, una cuestión comercial y también mala leche, no diré que no.

En general algunos puristas se pasaron al castellano cuando les convino, no sólo en el campo literario, La Trinca escribió una letra sobre las dos patrias y todo eso y a partir del éxito empezó a montar programas de la tele en la lengua de Cervantes y a ganar dinero a espuertas. Con el tiempo te desengañas de los grandes predicadores, trabajé durante años, precisamente en esos ochenta, en un barrio con muchos comunistas entre las familias de los alumnos y mucho después me contaron como la mayoría de los que más pontificaban se había colocado en la política, en plan funcionario, o se había aburguesado absolutamente y sin ningún tipo de mala conciencia, vaya. Y habían colocado a los hijos y parientes, claro, para que esté otro que esté mi hijo, me dijo un sindicalista socialista en una ocasión, hablando de su relevo en el ayuntamiento de una ciudad catalana. Hay que avisar a la gente joven sobre ese tipo de cosas aunque cuando eres joven no haces caso de los mayores, lo mismo pasó y todavía de forma más dramática durante la guerra y la postguerra y por eso en mi entorno había mucho franquismo sociológico resignado, los espabilados sobreviven con éxito a todas las tempestades.

Hoy, en un contexto muy diferente, incluso con la tendencia independentista en alza, eso de la literatura en una lengua o en otra ya no parece un problema. Los libros salen indistintamente en castellano y catalán, con los programas de traducción y lo poco que se paga a los traductores, no hay problema. Nadie se metió en exceso con Sánchez Piñol y su Victus. No se sabe ni siquiera qué version es la original. La gente escribe y canta cómo quiere, incluso en inglés directamente, se expresa en el idioma en el cual piensa que podrá publicar y vender com más facilidad, cosa hoy bastante difícil se escriba cómo se escriba. Debe ser eso de la sociedad liquida. 

Vázquez Montalbán había sido muy comunista, parece que se decepcionó. Lo recuerdo en unas charlas en una de aquellas escuelas de verano de los setenta, tan moviditas y llenas de inquietudes políticas, también nos vino a dar una charla Jordi Pujol. Incluso ellos eran también algo inocentes entonces, me temo. Puede que fuesen sinceros y algo consecuentes todavía. En la película que menciono, de principios de los ochenta, ya se percibe el desencanto ante una transición reformista. Que no se crea nadie que no nos dimos cuenta de las trampas, no hubo ruptura, ni retorno a la República, y a nadie le convenía asesinar al líder comunista, qué va, con lo bien que se integró al sistema, con esa vieja Pasionaria inquietante al lado, cómo si fuese un florero. Durante un tiempo creí de buena fe que todo era temporal, que el mismo Juan Carlos organizaría más adelante un referéndum sobre si queríamos república o monarquía, incluso el mismo lo insinuaba en una entrevista que le hizo la BBC pero que se pasó a altas horas de la noche en su época, puede que para limitar la audiencia, entonces no existía todavía ni el vídeo ni eso de a la carta.

Los ochenta fueron muy decepcionantes, con tanta gente intentando hacer dinero, con las corruptelas de los socialistas, la reconversión de los comunistas y la pérdida de tantas iniciativas excitantes de los sesenta y los setenta, incluso se perdieron cosas inocentes, cómo el ciclo de teatro de Cavall Fort y un montón de publicaciones que provocaban debate y controversia pero también cómics, por ejemplo. Todo va y viene y la historia se cuenta como conviene, no siempre según los vencedores, tambien segun interesa a los perdedores revanchistas o nostálgicos de un tiempo que nunca existió. O a los que nunca fueron perdedores pero presumen de ello.