sábado, 2 de febrero de 2008

Resbalones... musicales


En unos comentarios a un tema tan serio como el aborto, en el blog d’en Francesc, por una extraña asociación de ideas, de los embarazos no deseados derivé a aquello que llamaban ‘los resbalones’ y de estos a la frivolidad del título de una opereta en catalán de hace años, La reineta ha relliscat, que fue una de tantas en un contexto social que permitió una gran producción en catalán del género ligero y picante.

Poca gente recuerda, hoy, que el famoso Remena nena era un número de esta opereta, la cual, por cierto, se recuperó durante los setenta en un disco, disco que regalé a mis padres y que en algún lugar debe estar, y en el cual colaboraron Motta, Feliu y otros. Claro, tanto meneo inducía a los resbalones más o menos serios, aunque, en el caso de una reina, había soluciones evidentes. En el disco intervenía Vendrell hijo, que tuvo una carrera breve, pero remarcable, y que cantaba el tema principal: la reineta ha relliscaaat, fent entrega del seu cooor...

Otro número de la opereta era el de la noche de bodas: la nit més dolça, la més inquieta, pels que s’estimen de debò, és la que a totes ens fa l’aleta, la nit de nuvis, nit d’amooor... La noche de bodas, hoy un tema de arqueología sentimental, había generado, además de canciones, muchos comentarios, chistes, incluso escritos atrevidos que nos pasábamos en secreto, de jovencitas. De una revista del Paralelo también surgió una de las más famosas canciones de Carmen de Lirio, aragonesa como la Meller, sobre este tema, entonces enigmático: si en la noche de bodas hay en tu cama colcha de seda, colcha de sedaaaa...

Creo que en uno de aquellos libros educativos entrañables de nuestra adolescencia aperturista que fueron El diario de Dani y El diario de Ana Maria, de Michel Quoist, la protagonista encontraba uno de esos textos sobre aquella noche misteriosa, y lo rechazaba, por la carga inmoral, claro. De hecho, cuando alguien se casaba, el imaginario colectivo de los conocidos y parientes dormía aquella noche entre la niebla de la mitología sexual que el hecho generaba. Cuando alguien ‘resbalaba’ y se casaba de penalti, por ejemplo, uno de los comentarios más habituales era: no se han podido esperar?

El cuplé revivió a finales de los cincuenta con el éxito, inmenso e inesperado, de las películas de Sara Montiel. Las mamás y abuelitos ya nos habían cantado algunos, en la intimidad de la familia, porque los recuerdos musicales siempre afloran y se transmiten de generación en generación, aunque sea en versiones apócrifas. Recuerdo que nos aprendíamos cuplés de memoria, nos disfrazábamos con ropa vieja, y con algunas amiguitas que venían a jugar a mi casa, delante del inmenso espejo de la habitación de mi abuelo, montábamos representaciones cupletísticas adecuadas al momento musical. Cuando recuerdo todo eso, me sorprende que una canción con tan doble sentido como La chica del diecisiete fuese uno de mis éxitos infantiles en el ámbito familiar y que nadie dijese nada en contra, sinó que incluso me la solicitasen a menudo y se divirtiesen escuchando mi cante y contemplando mi garbo infantil: dónde se mete la chica del diecisiete, de donde saca, pa tanto como destaca... A mí, los que más me gustaban eran los dramáticos, como Flor de Té, o aquel que hacía: la aldea antes callada se agita inquieta ahora... y que narraba la historia de un chico que ha de ir a la guerra y quiera ganar medallas para su novia. Vuelve con las medallas, pero ciego, un drama, y, además, poco educativo, parecía que la guerra fuese una cosa heroica, hermosa y deseable. Muchos de aquellos temas los cantó Lilian de Celis más próxima a la forma clásica del género que no la Montiel, que hacía otra lectura y que a las niñas de entonces nos parecía mucho más moderna.

Era viva todavía Raquel Meller, en aquellos años, ya muy mayor y con un aspecto físico decadente, y criticaba las versiones de Montiel y no me extraña, mirado desde mi percepción actual, pero la Saritísima supo encontrar su momento y lo aprovechó. De Meller, decían que vivía en la miseria, pero Badenas, en sus libros sobre el Paralelo, lo desmiente. Meller fue una mujer de carácter fuerte y raro, difícil, que llego a tener un gran éxito, fue a Hollywood y seguramente no acabo de aceptar el hecho del crepúsculo de su mundo, como suele pasar. Le hicieron un monumento modesto, al comienzo de la calle Nueva (Conde del Asalto), con una fuente. Al menos es un monumento realista, que la muestra cantando La Violetera, y no de hierro oxidado simbólico. Meller, de origen aragonés, había vivido, como tantos emigrantes de aquellas tierras, en el Pueblo Seco, de joven. Y creo que de mayor también vivía cerca del Paralelo.

Aprovechando aquellos éxitos, se editaron unos discos que se llamaban Recuerdos de Eldorado, con canciones en catalán como El Vestit d’en Pasqual, els Tres Tombs y otras. Años después, figuras importantes como Guillermina Motta y Núria Feliu hicieron grabaciones con cuplés catalanes, incluyendo muchos de conocidos y otros que no lo eran tanto. En catalán hubo estrellas importantes, hoy poco conocidas, como la Serós o Càndida Pérez. Para quienes se quejan de los precios de la vivienda, quiero recordar que había un cuplé que cantaba Núria Feliu y que decía: Per carrers i carrerons jo no em canso de mirar, els cartells que hi ha els balcons d’algun pis que hi ha per llogar... Reso a Santa Tecla, reso a Sant Benet, per què em concedeixin trobar algun piset, però si no me’l troben, amb el meu Narcís, no podré casar-m’hi... pel pis. De alguna manera, esta canción de la pareja que no encuentra piso tenía relación con el tema de la noche de bodas, porque el chico de la historia, Narcís, ya esta harto de esperar y también la chica, que asegura que si por falta de vivienda no llega a ‘tomar estado’ hará algún disparate. Eso de ‘tomar estado’ ya no se dice, hoy en día, yo, de pequeña, creía que tenía relación con ‘estar en estado’ frase que definía el misterioso embarazo.

La cultura elitista y moderna dejó de lado la canción popular, incluso, en ocasiones, la tradicional. En una canción Espinàs hacía una llamada a olvidar viejas canciones que provocaban tristeza y a componer nuevas melodías, que es lo que hizo la Nova Cançó, la cual, en sus inicios, miró hacia Francia, olvidando nuestra tradición, cosas del país. Más adelante, como suele pasar, alguien se dio cuenta de que aquellas canciones que cantaba Vendrell eran muy bonitas y que los cuplés resultaban muy ingeniosos. Hace días escuchaba por radio una cantante actual la cual, como pasa con los jóvenes cuando descubren la sopa de ajo, hablaba de los valores modernos de las canciones del pasado. La chica ha recogido canciones antiguas en catalán que hablan de la situación de la mujer, de la violencia doméstica, como la de la dama de Alió, en la cual un marido mata a golpes a su mujer porque la suegra le ha dicho a su hijo que estaba hablando con unos señores mientras lavaba en el río. O aquella de la chica que se va al baile sin permiso del padre y éste la va buscar y también la mata a golpes. Esta última la escuchaba yo cantar a una abuelita de mi escalera y me ponía los pelos de punta: a la plaça fan ballades, mare deixeu-m’hi anar... Caterina, Caterineta, el teu pare no voldrà...


Pere Sagristà ha hecho un gran trabajo recogiendo canciones populares en catalán de toda aquella antigua época del Paralelo, muchas se han perdido y parece que recuperar las letras todavía es posible en muchos casos, pero que recuperar la música es un trabajo de chinos –y digo ‘chinos’ en positivo-. Lo mismo pasa con muchas zarzuelas, castellanas y catalanas, con libretos de autores tan remarcables en catalán como Guimerà, que duermen, como el arpa becqueriana, en alguna parte. Siempre se hace lo de siempre y lo de siempre se vuelve un clásico, hasta que alguien tropieza con lo que no se hace ni se ha hecho desde hace tiempo y lo redescubre, para disfrute de los nostálgicos impenitentes y desacomplejados. A veces se descubren cosas por casualidad. Recuerdo que tuve noticias de Jacques Brel porque en el libro del diario de Ana María que he citado se le nombra y también porque Vendrell hijo cantaba una versión muy digna de Le Plat Pays, adaptada a la realidad geográfica catalana, me parece. Ya no hay noches de bodas como aquellas, pero, de vez en cuando, alguna cancioncilla del pasado nos recuerda que tampoco existe nada excesivamente original, bajo el sol.


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