domingo, 24 de enero de 2021

LOS PÁJAROS QUE CANTAN, ANTES DE LA PRIMAVERA



Cuando yo debía tener unos diez años tuve la suerte de que en mi gris escuela de monjas de la cual, sin embargo, no tengo malos recuerdos, aterrizase una maestra joven y moderna. Moderna considerando que estábamos a finales de los años cincuenta. Juan Ramón Jiménez, de quien sabíamos poca cosa, se puso de moda, y leíamos Platero y yo, un libro para mayores que se suponía que era para niños.

La profesora, que no debía tener ni veinte años y que nos parecía que recordaba a Roy Schneider, nos habló de la esposa de Juan Ramón, Zenobia Camprubí, que había traducido a Tagore y que era muy brillante e inteligente. Una reciente y magnífica biografia de Zenobia deshace muchos malentendidos y tópicos sobre la relación matrimonial y la personalidad de los cónyuges, tan diferentes y, sin embargo, tan unidos. Juan Ramon era un hombre especial, con tendencias depresivas. Ella era una persona luminosa, que hizo un montón de cosas, además de cuidar al marido y facilitarle la labor intelectual. 

Fue una lástima que esa pareja no pudiese disfrutar del Nobel, que no tuviesen hijos, que fuesen mirados de reojo por tirios y troyanos por no ser unos revolucionarios al uso ni unos conservadores dispuestos a adaptarse a la nueva situación de España. Zenobia, llama viva, como el título de la biografía, fue un ser excepcional y luminoso, inteligente, brillante, trabajadora, consciente de què había tenido una vida privilegiada en muchos aspectos, en la cual también hubo sombras y problemas. 

La biografía contiene unas fotos excelentes, evocadoras. He publicado una reseña en catalán en un blog cultural, hace poco. 

https://www.llegir.cat/2021/01/zenobia-camprubi-la-llama-viva-emilia-cortes/

Hoy paseaba por Montjuïc, en estos días de invierno, con esas limitaciones a causa de la pandemia, el viento se llevó las nubes y las panorámicas eran espléndidas. Todo era luz. He escuchado muchos pájaros y me vino a la cabeza un conocido poema de Juan Ramón, por cierto. Mi hija me mandó unas fotos de herrerillos, mallarengues, que se habian detenido en su jardín, a comer algunas semillas. Volverá la primavera y, aunque sea difícil, hemos de valorar lo que tenemos y no lamentarnos en exceso por lo que hemos perdido o por las actuaciones erráticas o desafortunadas de los políticos. Nos queda la música, la lectura, la poesía...


Cantan, cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?

Llueve y llueve. Aún las casas
están sin ramas verdes. Cantan, cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?

No tengo pájaros en jaula.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada...

Nada. Yo no sé dónde cantan
los pájaros (y cantan, cantan)
los pájaros que cantan.