jueves, 3 de diciembre de 2009

Terrores de ficción y horror real



No voy nunca a ver pel·lículas de miedo, ni tan sólo pel·lículas en las cuales los horrores reflejan verdades históricas. Sin embargo, de niña y de jovencita sentía por esos géneros una extraña atracción, supongo que porque todavía no había llegado a la época en la cual se percibe que mucho horror es o ha sido real y que la realidad, en esos temas, también supera la ficción. 


Sin embargo sentía respeto por Naschy, la verdad. Era todo un personaje, odiado por muchos ya que, decían, tenía mal carácter y era prepotente. Sin embargo, era también un gran trabajador. En el 2001 reconocieron su larga labor con la medalla de las Bellas Artes. Aunque había participado en alguna pel·lícula seria fue actor, director y de todo en un gran número de esas de monstruos de serie B, con efectos especiales un poco de zapatilla, mucha sangre y muchos sustos. 


Ayer, en uno de esos canales que también son de serie B, pasaban una entrevista con Naschy, de nombre real Jacinto Molina. Me pareció un hombre sabio, consciente de su próximo final, contento de haber hecho lo que le había parecido y triste por los muchos proyectos que ya no realizaría. Como no soy especialista en cine, remito a los interesados a un blog estupendo, Lady Filstrup, en donde se puede seguir el rastro y entrar en la intimidad profesional de muchos personajes del cine español. A mi me encanta ese blog porque soy algo mitómana, y porque me gusta saber el destino de personajes que fueron famosos y ya no lo son o de aquellos que siempre fueron secundarios de lujo. Hacer poco, en mi blog en catalán escribí sobre Jennifer Jones, por ejemplo, ya que una serie de casualidades tiraron de las cerezas de mi cesto mental y, gracias a internet y a google supe que todavía estaba en este valle de lágrimas, con noventa años, plácidamente retirada desde hace mucho tiempo. Cuando mi madre vivía también, de vez en cuando, le venía a la memoria algun actor o actriz antiguo, qué habrá sido de X?, me preguntaba. Y la mayoría de veces podía satisfacer su curiosidad consultando ese inmenso fichero IMDB, aunque los actores de casa no siempre están bien representados en él. En todo caso, en algún lugar u otro de internet hallaba siempre referencias y datos y, en muchas ocasiones, constatamos que los olvidados todavía estaban vivos aunque fuesen ya muy viejecitos.


En la entrevista que menciono, Naschy admitía que los monstruos de sus películas no existen, pero que en la vida real hay también monstruos próximos a nosotros. Y que la creación de los monstruos y seres extraños la ha realizado el hombre, posiblemente por necesidad, por una necesidad de aventar los miedos reales. Hoy está mal visto contar a los niños cuentos de miedo, parece de mal gusto. Una maestra amiga, todavía en activo, me explicaba que años atrás, cuando celebraban la castañada, apagaban las luces en clase, encendían una velita y contaban historias de sustos y terrores. Hoy, admitía, pronto vendrían unos papas modernos a protestar por los traumas que tales cuentos producen en los niños y encender la vela, con peligro de incendio, se consideraría irresponsable, hemos llegado a unos grados impensables de papanatería en general, pero en lo relacionado con los niños y niñas, ya roza el surrealismo, la cuestión pedagógica y metodológica.


Sin embargo los niños siguen inventando sus aventis sanguinarias si hace falta, en la intimidad. De bien  jovencitos ya leen a Stephen King y a otros autores del género. King, otro gran trabajador, con algunos libros extraordinarios, manifestaba en una entrevista  que intentaba escribir sobre sus propios terrores, para superarlos. De vampiros, en sentido metafórico, como hemos visto en estos últimos tiempos con tanta estafa y corruptela por nuestras geografías, hay un montón. En temas más complicados, el afán de una seguridad inalcanzable ha generado una especie de inquisición inquietante, que da resultados perversos como el de ese pobre muchacho de Tenerife, acusado de barbaridades y condenado de antemano por los medios de comunicación, médicos, policías... No es extraño, cuando alguien lleva a urgencias algún niño, a la esposa, incluso a la abuelita, porque ha sufrido un accidente doméstico, se somete hoy al pariente a un desagradable tercer grado, a menudo de forma algo brutal, porque hay que rellenar esos protocolos que intentan reducir, sin demasiado éxito, eso que se ha llamado violencia doméstica o de género, pues parece que la violencia debe adjetivarse para ser objecto de condena. Vaya, que la presunción de inocencia deja mucho que desear.


El estado también puede convertirse en un monstruo de mil cabezas y con grandes tentáculos, e introducirse en la intimidad con cierta facilidad, sobre todo si nuestros terrores colectivos se disparan, ayudados por esos medios de comunicación que también se están volviendo algo monstruosos. Para librarnos de unos monstruos acabamos por crear otros. Por eso las películas de miedo siempre tendrán éxito, sobre todo si finalizan con la destrucción del ser maligno.


Descanse en paz Paul Naschy, en el cielo de los monstruos inofensivos!!! Por cierto, este mes de diciembre, cosa extraordinaria, tendrá dos lunas llenas, la segunda en la noche de fin de año... 

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