sábado, 20 de abril de 2013

EL RETORNO DE LOS VENCEJOS



Nunca acierto a saber en qué preciso instante llegan los vencejos a mi barrio y al cielo de la ciudad. En una obra de Guimerà, La filla del mar, la protagonista explica cómo se enamoró y cuenta que no sucedió de golpe, sinó sin darse cuenta, tal como la noche se hace día. Cuando era pequeña quería ser consciente del momento en el cual me dormía, pero siempre me resultó imposible. Muchas cosas no suceden de repente sinó con una especie de lenta magia que no podemos aprehender.

Así llegan esas aves, como el amor. Sin darme cuenta una mañana percibo sus chillidos extraños y contemplo en el cielo su vuelo constante. Cuando se van pasa lo mismo. Un día percibimos el silencio de la mañana, persistente, el verano retrocede. No supe su nombre de verdad hasta que fui mayor. Mi escuela era en castellano y en algún libro de lectura tropecé con la palabra que les correspondía pero no la relacioné con unas aves tan cercanas, creía que eran pájaros campestres, esos vencejos de mis lecturas infantiles.

Falciot, su nombre en catalán, que hace referencia a su forma cuando vuela, de falç (hoz) tampoco me era conocido entonces. En mi infancia todo eran golondrinas, orenetes, una palabra que utilizábamos como genérico. Mi madre, cuando yo era pequeña y ella era todavía joven, me anunciaba su llegada con alegría, avui he vist una oreneta. Pocas veces pudimos contemplarlos de cerca pero en una ocasión uno de ellos cayó en el lavadero familiar del patio de luces. De cerca me dio casi miedo, aunque él estaba más asustado que yo. ¡Qué feo era! En el libro de Sagarra sobre aves, Els ocells amics, también se incide en su fealdad. Mi madre lo cogió con cuidado y lo lanzó sin miedo al exterior, estaba acostumbrada a matar pollos y conejos navideños y los animales no le daban miedo. El pájaro voló sin dificultat, libre. Los vencejos tienen unas patas deficientes, no podemos verlos andar ni picotear por ahí, como a tantos otros. Su nombre científico, Apus apus, evoca esta característica.

Son un dibujo en el cielo. Un dibujo recurrente, que ilustraba nuestros paisajes convencionales con la casita de campo típica y el pozo al lado. Entre las nubes, en aquellos cielos de lápices de colores, los pájaros daban vida a un espacio desconocido en el cual, suponíamos, habitaban los ángeles. Unamuno tiene un hermoso poema sobre los vencejos y las cosas naturales que siempre regresan. Sí, pero nunca son las mismas, como sabía muy bien el romántico Bécquer al evocar golondrinas y madreselvas perdidas. O Machado, que esperaba un milagro primaveral imposible. Vuelve la vida genérica, claro, pero nuestras vidas individuales e instranferibles no pasarán de algún otoño, de algún invierno, nos guste o no. Sin embargo, con los vencejos en el cielo la esperanza, tan fràgil, siempre parece recuperada aunque sea de forma temporal. Son todo un símbolo, esos habitantes del espacio que no pueden sostenerse  a gusto en el suelo puro y duro. Claro que sus víctimas, los mosquitos, los pequeños insectos casi invisibles, no deben tener por ellos demasiada simpatía. Así es el mundo y así es la naturaleza.




1 comentario:

Josep_Salvans. dijo...

-S'ha mort en Mohammed! S'ha mort en Mohammed! -m'han despertat els ocellets xisclant-.

He posat les notícies: Declaracions a l'informatiu de l'arquebisbe: -No passa res! S'ha mort un moro que sabia fer-se el nom del pare-.

Jo he demanat als ocellets mentre em llevava a veure qui era en Mohammed.

-En mohammed!, en Mohammed! tota la multitud està revoltada-, tot el poble que li havia ensenyat a fer-se el nom del pare, -Jo n'hi vaig ensenyar! jo n'hi vaig ensenyar!-, corrien cap el pujol del mossèn.

De sobte he tancat els ulls i he pogut veure que en Mohammed, que era solter i no tenia fills, aquell any havia anat a la final de la Champions League, i desde alla dalt a la graderia de l'estadi havia pogut veure com els porters dels dos equips, en una trifulca es donaven alguna que altre cossa. En aquella final entre un equip portuguès de samarreta blanca i ratlles verdes i un altre equip de porter italià, on el públic, la policia i la plana baixa de l'organització pacificadors tots, havien envaït el terreny de joc per deturar la tangana entre els porters, però alts i grossos com eren passaven i s'escapolien entre la gent per esbatussar-se.

En Mohammed, que ha via complert el somni de la seva vida, estar en una final de la Champions League, del seu equip preferit des que va marxar del seu llunyà país i va aprendre a fer-se el nom del pare, no havia pogut suportar aquell espectacle des de les alçades que suposaven estar en una graderia d'un estadi de nivell europeo i no al camp de l'equip del barri com fins ara, i s'havia afartat de whiskey i altres coses fins a la mort en tornar a casa tot esplicant-ho als seus ocellets que fa un moment eren aquí xisclant.

He tornat a posar la ràdio. Aquest vol l'arquebisbe s'havia penjat després de les infortunades declaracions, i algun del poble encara deia: -Aquesta sí que es bona! Es mor un moro de Tona i dimiteix l'arquebisbe! Quin sidral!-.

He tornat a aclucar els ulls i desenes de seguidors del Barça vinguts en autocar i obrers de la construcció, -ram on treballava en Mohammed- pujaven el desnivell on hi havia el mossèn penjat fent-se reiteretivament el nom del pare. No se sap si perquè el cadàver penjat no fossi manipulat, ultratjat, o, romangués allà dalt una bona estona.