viernes, 10 de octubre de 2014

CINE DE HOY INSPIRADO EN EL AYER


No hay que ir al cine con demasiadas expectativas, lo sé. Sin embargo había oído y leído tantas cosas favorables sobre La isla mínima que me sucedió algo que me ha sucedido ya en otras ocasiones, la película no me acabó de convencer y no me resultó tan redonda como me esperaba.

Sin embargo tiene méritos abundantes, buenos actores, paisajes devastados y poéticos a la vez, una evocación de esa miseria transicional que hoy parece no haber existido, cierta extraña poesía, la poesía del fracaso y de la sordidez. Cuesta pensar en qué todo aquello sucede en los ochenta y no en los cincuenta o en los sesenta. En aquellos años nos creíamos más ricos de lo que éramos, de aquellos polvos vinieron estos lodos.

Es una historia más de atmósferas que de guión narrativo. La anécdota terrible daba para mucho más, incluso ese pasado turbio del policía queda algo diluido y si a eso le añadimos que el sonido no es del todo claro en muchos momentos llegamos a un final algo confuso. Hay muchos silencios, interesantes, pero que contribuyen a qué los personajes no acaben de resultarnos coherentes en algunos momentos. Si alguien conoció gente que trabajase en la policía en aquellos años también encontrará fallos diversos relacionados con la labor profesional de un cuerpo bastante castigado por todos lados pero, claro, con sus pecados ocultos en las recientes circunstancias del pasado político.
Me ha gustado más la película al recordarla que cuando la vi, hace tan poco. Es una buena señal. En una crítica que leí  muy positiva sobre La isla mínima se hacía una referencia a otra de hace unos años, La noche de los girasoles, en aquel caso fui al cine sin ninguna perspectiva y me impresionó mucho más que ésta, la verdad. Claro que son dos historias muy distintas y no admiten comparación. Las películas españolas suelen pasar a menudo por los cines casi de puntillas, pasó con La noche de los girasoles y con muchas más, dignas e interesantes, recuerdo a Sancho Gracia quejándose de eso cuando aún vivía, con toda la razón. Sancho Gracia tuvo una aparición breve y memorable, que no he olvidado, en La caja 507, otro título emblemático del cine negro hispánico.

A menudo se evoca la época de aquellos inolvidables Estudio 1 y de los grandes actores de teatro de aquella época. Los hemos valorado más en retrospectiva, la verdad. Hoy también hay actores magníficos, jóvenes y maduros, sin grandes oportunidades más allá de las series machaconas e inacabables de las televisiones del presente. Emilio Gutiérrez Caba evocaba hace poco, en una entrevista, las grandes series sobre obras literarias de categoría, Fortunata y Jacinta, Cañas y Barro y tantas otras e incluso aquel espacio antiguo en el cual se emitían por capítulos novelas clásicas, la más recordada ha sido El Conde de Montecristo pero la lista es impresionante. 

Todo cambia y evoluciona pero afortunadamente siempre hay quién se arriesga a pesar de todo. La isla mínima es una propuesta arriesgada y valiente. Aunque leí la crónica de un amigo en la cual se quejaba del poco público que compartió sala con él al ir a verla he de decir que cuando fui yo el cine estaba casi lleno y eso que se trataba del Aribau clásico, el grande, un cine de los de antes. Claro que era miércoles, el día del espectador, todo cuenta.




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