
En las Terres de l'Ebre, muy activas literàriamente en estos últimos años, se ha hecho un homenaje al escritor Gerard Vergés y me sumo a la propuesta de colgar en el blog alguno de sus poemas. He encontrado en la Biblioteca Cervantes una breve antología suya, con traducciones al castellano excelentes, de Ramón García Mateos, una pequeña muestra de su genialidad poética. Las versiones originales, en mi blog en catalàn.
Sierra de Pàndols
En la tierra surcada de trincheras,
donde la flor azul
y dulce del espliego
sin tregua convocaba a las abejas:
Allí permanecían
los soldados vencidos.
Poema que versa sobre distintos olores
Gatos surrealistas fornicaban
blancos de luna por las azoteas.
Por la ventana —noches de verano—
entraba la fragancia del jazmín.
Y en las noches de lluvia me llegaba
un aroma de tierra y de simiente.
Yo tenía diez años, y aquel pueblo
era un pueblo río arriba, con huertas,
norias y una calle muy larga, polvo
y moscas rehilando entre las meadas
de perro y el estiércol. (Nada lírico
era en el mes de agosto, al mediodía,
aquel hedor hiriente). Bien distinto
el pequeño comercio de mis tías
—de María y Clotilde— siempre en sombra,
con fragancia y frescor de mejorana
y albahaca florida en el jardín.
Y recuerdo el aroma del tabaco
dispuesto en los estantes, el olor
de azúcar cande, olor de regaliz,
de pimentón, de moscatel, de cáñamo,
de pliegos de papel donde pintaba
altas torres y pórticos soñados.
(María me entregó un libro de solfa
y Clotilde, soldaditos de plomo
y bolas nacaradas de colores).
Hubo una vez que el río inundó el pueblo.
Cuando menguó, era todo hediondez
de albañales y escamas de pescado,
de fruta descompuesta y de sentina.
Cálida fue después la primavera,
brotaron los perales y sus flores
eran la espuma blanca del paisaje.
Los pájaros cantaban. Conocí
a Josefina: doce años y rubia.
(La piel le olía sólo a jabón y a agua).