lunes, 10 de mayo de 2010

La fascinación de las viejas imágenes



Hubo un tiempo, no muy lejano, en el cual la representación de la realidad, relacionada con la pintura, era tan sólo accesible a los artistas y a las personas ricas, que podían pagarse un retrato. El fotógrafo fue, al principio, el pintor de cámara de la gente del pueblo y las fotos de nuestros antepasados, si las tenemos (tampoco retratarse estaba al alcance de todo el mundo) reflejan aquella dependencia de la pintura convencional, con sus falsos decorados y sus posturas estudiadas y serias. Después se fue valorando la espontaneidad, la naturalidad y actualmente fotografiamos de forma rápida y barata, nuestros hijos y nietos serán las generaciones más retratadas hasta ahora, de momento. También se puede filmar, todo ello muestra la vana pretensión de eternizar momentos felices, hoy a casi nadie se le ocurre retratar difuntos, como en otros tiempos, con excepción de los periodistas, claro, pero también sus muertos son espontáneos y no aquellos difuntos bien vestidos y bien colocados, de los que se quería conservar alguna imagen.

Un grupo de facebook, Fotografies antigues de Barcelona, está teniendo un gran éxito. Es curioso, existían otros grupos sobre ese tema, más antiguos, webs y blogs dedicados a fotografías antiguas de la ciudad, però por esas raras casualidades del boca-oreja éste ha crecido de forma exponencial. Sobre las fotos se generan comentarios diversos, lecciones de historia, opiniones políticas. Hay muchas cosas ocultas en esas viejas fotografías y, como pasa con la historia, cada cual puede interpretar la imagen según sus deseos, prejuicios o dogmas personales. Las fotografías y, hoy también, las películas, nos muestran realidades más exactas que nuestra memoria personal, tan frágil, pero tampoco son la realidad. El pasado emociona, inquieta. Al mirar una fotografía de los años treinta, por ejemplo, sabemos que aquellos jóvenes risueños, felices, que bailan sin temor, están a punto de vivir un gran desastre, quizá de morir de forma prematura. Desaparecen nuestros paisajes queridos y a menudo lamentamos no haber hecho una fotografía de aquella vieja casa, de la plaza remodelada, de la tienda cerrada para siempre, del teatro que ya no existe. En realidad, no importa. Todo pasa, nosotros mucho antes que nuestras fotografías, que serán recuerdos y poca cosa más.

He ha dado, motivada por el tema, por buscar poemas sobre fotografías y he encontrado, entre otros, éste de José María Valverde, gran escritor, crítico literario, ensayista, profesor, traductor, historiador de las ideas y hombre honesto, hoy quizá poco recordado.

A La Fotografía De Una Muchacha Desconocida


Tendrías quince años cuando quedaste inmóvil
aquí, en la cartulina de suavísima niebla.


Te vuelves a mirarnos -con unos ojos negros,
dulces, hondos y frescos como grutas-
desde el escorzo grácil de tu cuerpo.
Dime, ¿de dónde viene tu mirada?
Habla de cosas dulces y pequeñas,
de tu vida, tu casa,
tu piso, bosque umbroso de sueños y recuerdos,
-tú eres la cierva blanca en su espesura-,
el balcón donde ves pasar las nubes,
los viejos y borrosos retratos de la sala,
las butacas de verde terciopelo gastado,
el piano, negro, mudo, con ecos, -como un pozo-,
y el bullir y las voces, apagadas
y vagas, de la sombra en los rincones…
(¡Ay tus sueños de niña!
¡Cómo están en el fondo de tus ojos
muriendo dulcemente!
Estrenabas la vida;
aquel día morías y nacías.
Y aquí, en este retrato,
frente al blanco camino,
dejaste tu niñez en la mirada.)
Esa luz que ha quedado contigo prisionera
en tu clara laguna,
es la luz que conservan
las cosas de la abuela puestas en la vitrina.


Ya te habrás olvidado. ¡Qué muerta estás aquí!
¿Dónde estarás ahora?
…Días, calles, olvidos, amores y tristezas,
relojes, calendarios, trajes, cuerpos, ventanas,
tejas, lluvias, tarjetas, zapatos ya gastados,
tranvías, ruedas, nubes, sueños, tardes, mañanas,
inviernos y veranos, rosas secas, revistas,
muertos, libros, silencios, músicas, risas, llantos,
arroyos y caminos, montañas, bosques, mares,
y un montón de minutos iguales como arenas
me separan de ti.
Pero en mi orilla queda tu retrato olvidado.


…Tendrías quince años. Yo, entonces, estaría
paseando mis sueños de niño no sé dónde.
¿Dónde estarás ahora?
Oh muchacha lejana que quizá hubiera amado
de no ser por el tiempo, el tiempo… siempre el tiempo…


Publicada por primera vez en «Entregas de Poesía» n° 14, 1945


De “Hombre de Dios”

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