lunes, 16 de abril de 2012

Cazadores mediáticos



Es lamentable de que triste manera se está reconvirtiendo en patética una monarquía que durante los primeros años de la transición fue también reconvertida, no sé si por méritos propios o por una muy bien orquestada operación de imagen, en algo moderno, posible y avanzado.

Me molesta escribir sobre el tema, casi debo hacer un esfuerzo personal, porque si patético me parece todo eso todavía me lo parecen más los miles de chistes facilones y groseros sobre yernos reales, principitos accidentados y reyes grotescos cazando elefantes que viajan por internet. También me he encontrado, por ejemplo, parrafadas en favor de los animales absolutamente pasadas de rosca. Hay en todo esto, como en casi todo, toneladas de hipocresía, la verdad.

De según qué animales, claro, pues a nadie le parece mal matar moscas y mosquitos, incluso molestos ratones o castrar a nuestros amigos domésticos, gatos o perros, de forma, eso sí, indolora. Más allá de los elefantes, nuestra relación con nuestros hermanos animales todavía requiere de debates un poco serios, la verdad. Los circos tienen graves restricciones para mostrar animales domesticados pero los delfines siguen haciendo acrobacias en los zoológicos. 

Hace años, en un Patufet, encontré un poema muy interesante, siento no poder recordar de qué autor, una especie de fábula, sobre un cazador de elefantes que va a visitar al médico y presume ante él de su caza mayor, su arrojo y su valentía. El médico, después de examinarlo y escucharlo, le dice que si bien caza animales enormes uno de los más pequeños va acabar con su vida, pues lo ha picado un mosquito que le ha transmitido una enfermedad mortal.

Me molesta que la excusa para hablar o debatir sobre una república tanto tiempo olvidada sea el elefante cazado, la verdad. Vivir para ver. Asistí de jovencita a campañas en contra del entonces príncipe heredero de un régimen extraño y camaleónico, en una escuela de verano, de maestros, corrían por todas partes cartelones y aleluyas con versos bastante malos, pero eficaces, criticando al heredero y caricaturas del hoy rey, cayéndole los mocos, cosas así.

La misma institución progre que organizaba aquella escola d'estiu acogió años después, con servilismo devoto, a la infanta catalana y a su prima, que iban a hacer cursillos de catalán allí. Escuché emocionados relatos de personas muy de izquierdas ante la asistencia de las simpáticas princesas, en plan una más, a aquellos cursillos. Vi a gente impredecible, mayor, llorar cuando, en su primer discurso en Catalunya, ya coronado, el rey dijo cuatro cosas en catalán. Somos así de inocentones, de susceptibles al pensamiento gregario, a la propaganda, a los tópicos, al magnetismo inevitable del poder y de los oropeles. 

Con el tiempo todo ha vuelto a cambiar. En las actuales condenas a la monarquía se mezclan muchas cosas que alejan un debate serio, posibilista, razonado. Sin embargo a veces la anécdota es mucho más peligrosa que la realidad y la leyenda más real que la evidencia. Durante décadas dijeron y escribieron que María Antonieta había dejado ir aquello tan feo de si no tienen pan que coman tortas, cuando resulta que jamás dijo tal cosa.

Vi y escuché a muchos que ahora echan gasolina al fuego hacer parabienes a la aristocracia recuperada. Algunos concejales o alcaldes de nuestros tiempos, de nuestros pueblos, de extracción bastante humilde, han sufrido una transformación absolutamente aristocratizante cuando han tenido algunos gramos de poder. 

La campechanía de la familia real de otros tiempos se comparaba con la tirantez distante y antipática de la saga Franco. No quiero ni pensar qué diferentes hubiesen sido las cosas sí, por ejemplo, doña Carmen Collares hubiese sido, por casualidad, una dama simpática, afable y carismática, con collares o sin ellos. 

Hay quien todavía cree en aquello de muerto el perro, muerta la rabia, y se está extendiendo un estado de opinión que pone en el centro del huracán y de las críticas a la familia real, cuando por ahí hay muchos más responsables, en la sombra o en la penumbra, de nuestros males patrios, muchos reyezuelos de poca monta muy respetados y protegidos. ¿Dónde está el señor Millet y su dinero? Por poner un ejemplo. 

No le quito responsabilidad a actuaciones irresponsables, como esas cacerías reales, tan absurdas y anacrónicas. Sin embargo me gustaría sentirme parte de una sociedad dónde las cosas serias se debatiesen siempre, más allá del pretexto de las fantochadas monárquicas y mediáticas, de forma profunda y responsable. Siempre me he preguntado por qué no se ha hablado de la república legal hasta hace, como quien dice, cuatro días y todavía muy poco. Tanto hablar de educación, de escuela, y nadie se ha molestado ni tan siquiera en intentar un retorno a aquellos planes profesionales republicanos para la formación de los maestros, evidentemente, con sus adaptaciones pertinentes al presente. Por ejemplo.

Hay más debate en Catalunya actualmente -aunque sea un debate a menudo bastante folklórico- sobre autodeterminación que sobre valores republicanos. Nos hemos acomodado a todo hasta que ha llegado la crisis. Los de arriba se van a cazar elefantes y los del medio o de abajo se van donde pueden, la mayoría, o justifican rabias inútiles y estériles que no hacen nada más que provocar daños colaterales.

A perro -o elefante- caído, todo son pulgas.

2 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

Hay una observación -creo que de Kipling-, dónde cuenta qué diferencia hay entre los niños europeos y los de la India. Los europeos, cuando ven una hormiga la aplastan, y los indios le abren camino para que llegue a su destino más fácilmente.
Aquí, el rey mata elefantes. No se trata de otra cosa, aunque el chiste sea fácil: hay que ser mala persona para irse a matar elefantes. Seas rey o portero de discoteca, eso da igual.
Aunque es cierto: ciertos sucesos aparecen como para despistar y crear debates, y ese podría serlo. pero no está mal replantearse si eso de la democracia casa con la monarquía, por más campechano que sea el asesino.

Júlia dijo...

Lluís, la caza existe y se practica, en el tema de los animales también tenemos nuestro racismo, los hay de más apreciados y protegidos que otros y si se cazaban, se cazaban antes que el rey los cazase sin que hasta ahora nadie hubiese dicho casi nada. A Miguel Delibes, en paz descanse, lo tengo por una buena persona y era un gran cazador. Quiero decir que el debate es mucho más amplio.

Tampoco está comprobado que alguien que no ame a los animales ame a las personas, muchos nazis eran muy buenos con sus perros y creo que era Goering que iba con cuidado para no pisar hormigas.

Creo que hay que situar cada cosa en su sitio, muchos niños europeos tampoco aplastan hormigas, a lo mejor era así en la época de Kipling pero me temo que ahora encontraríamos de todo.

No quiero que esto parezca una defensa de la monarquía, antes al contrario, debe cuestionarse absolutamente como símbolo y sistema pero no en la persona individual, un presidente democrático infumable no 'és' la democracia. Tenemos tendencia a confundir según nos conviene, de eso me quejo.

El rey podría ser un santo y inspirarnos devoción pero el sistema continuaría con sus mismos defectos o anacronismos.