martes, 27 de mayo de 2014

EVOCACIONES LITERARIAS: FAREWELL, PABLO NERUDA, LA GIOCONDA Y MI PROFESORA DE LITERATURA






No sé por qué me ha venido estos días a la cabeza con cierta insistencia este poema de Neruda, de hecho algunos fragmentos que recordaba. Lo he completado gracias a internet. Dicen que el tiempo y la memoria son buenos críticos, si es así debe ser un buen poema, es muy bello sin duda aunque el argumento no lo sea tanto.

Debía tener yo unos diecisiete años e iba a las clases nocturnas del instituto para hacer aquello que se llamó el bachillerato superior. En Barcelona sólo había uno para chicas (entonces los sexos estaban separados hasta llegar a la universidad, por si acaso) y para más desgracia estaba en obras. El Instituto Maragall se había trasladado, por este motivo, a la calle San Quitín, un poco lejos de casa y del trabajo. Para llegar más o menos puntual debía salir de la oficina un cuarto de hora antes, cuarto de hora que me descontaban de un sueldo que hoy sería bastante menos que el salario mínimo. La hora se marcaba en unas fichas perforadas, al salir y al entrar.

Tenía un largo trayecto de autobús para ir y todavía más para regresar a mi casa, dónde llegaba a menudo pasadas las once de la noche y sin cenar. Sin embargo había ilusión en el ambiente, a pesar del franquismo y a pesar de todo. Tuve en el instituto una profesora de literatura algo soporífera, se veía antigua y mayor, pero debía ser bastante más joven que yo en la actualidad. Le habíamos puesto un mote, como a todas y todos, la llamábamos la Gioconda en bruto, llevaba el pelo un poco largo y su postura era como la de la dama de Leonardo, se movía muy poco.

A veces tenia rasgos geniales y parecía salir del sopor ambiental para elevar su sabiduría hacia espacios desconocidos. En uno de esos momentos brillantes nos habló de Neruda, de Cernuda, de muchos otros. Yo, entonces, más allá de García Lorca, Juan Ramón Jiménez y Machado sabía poca cosa de aquellos autores. El libro de texto hacía filigranas para no entrar a fondo en el destino de los muertos, de los exiliados, sin embargo era evidente que la flor y nada de la intelectualidad de antes de la guerra estaba muerta o perdida por el mundo.

Recuerdo que la profesora nos leyó este poema, muy bien, por cierto. Nos dijo que era un canto al amor libre. Bueno, sí, pero siempre que lo he vuelto a leer me ha parecido un poema al amor libre de los hombres, de ese hombre que dice adiós a su amante de forma muy bonita y la deja con un niño pequeño en ciernes, sin concretar si se hará cargo, por lo menos, de su manutención o educación.

En aquellos tiempos corría un chiste sobre el tema del divorcio, inexistente, ilegal i pecaminoso. Decían que en España no existía el divorcio pero sí el ahí te quedas. En realidad este poema de Neruda podría titularse con cierta ironía ahí te quedas. Neruda, como tantos escritores buenos, se mitificó. En su vida hay muchas sombras, una parte de las cuales en lo que se refiere a sus relaciones con las mujeres. Las damas de antaño aguantaban muchas cosas a los hombres inteligentes, brillantes, seductores. Incluso algunas se suicidaron con ellos, como la secretaria de Zweig. La educación sentimental era así, condicionaba la vida de las mujeres a las de los varones, el amor femenino debía contar con una admiración casi servil por parte de la amada. Cuando miro hacia atrás me asusta ver tantas grandes damas a la sombra de sus hombres, Zenobia, Clementina, Anna Murià, las mujeres de Picasso, las de Víctor Hugo, las de un montón de admirados caballeros, se supone que progresistas y de ideas avanzadas. Primero siempre era el arte, la literatura, la política, el país, el partido, el trabajo, que no la familia o la pareja. Hay mujeres que eso lo han escrito y comentado como un mérito, incluso.

Todavía hoy es frecuente que muchos hombres brillantes vayan substituyendo a sus parejas por otras de más jóvenes y vistosas, todavía rinde mucho aquello de ser guapa, tonta y caliente, aunque todo ha cambiado y, al menos, se puede evitar sin mucho riesgo eso de traer al mundo un niño no deseado por su padre poeta.

Todo lo que he escrito no quita un ápice de belleza al poema, que conste. Una cosa es la poesía y la otra, la moral. O la ética. En todo caso es de aquellos poemas que llevo conmigo, lo quiera o no. Recuerdo que me pareció de lo más atrevido y que me quedé sorprendida al escucharlo en boca de una profesora que me parecía una antigualla y que quizás tenía sus pasiones ocultas y su pasado novelesco, de cuando no era una Gioconda decadente sinó una joven espléndida y enamorada, puede que incluso republicana. No recuerdo su nombre, estaba siempre tan quieta e inexpresiva que un día la dibujé con relativa facilidad mientras hablaba. No sé tampoco qué fue del dibujo. De eso hace ya cincuenta años, poco más o menos. Una eternidad.


F A R E W E L L
                        1
DESDE el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
                        2
YO NO lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
                        3
(AMO el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.
                        4
AMO el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.)
                        5
YA NO se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tu serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

No hay comentarios: