miércoles, 16 de mayo de 2018

CUANDO VENEZUELA ERA UNA POSIBILIDAD

Resultat d'imatges de pasaje a venezuela cine

En una asociación de mi barrio, la Bibliomusicineteca, entre otras actividades ofrecen un pase de cine cada lunes. Voy cuando puedo, las películas siempre tienen interés, son títulos antiguos o actuales, pero alejados de los circuitos habituales. El pasado lunes vi  allí Pasaje a Venezuela, no la había visto nunca o no la recordaba, aunque parece ser que en el ciclo de cine rodado en Barcelona, que ofrece BTV, la habían proyectado en alguna ocasión. Es  de la factoría Iquino, los estudios Iquino, en el Paralelo, eran un lugar mítico y los niños íbamos a menudo a curiosear por su entorno, se veían fotos de los rodajes y, en alguna ocasión, actores de batalla, que tomaban algo en los bares próximos. 

La película se estrenó en el año 1957. Uno de sus valores añadidos con el tiempo es la visión de aquella remota Barcelona, con pocos coches y paisajes urbanos que ya son irrecuperables. El Rompeolas, las Golondrinas, el puerto pesquero y las subastas del pescado. Hoy el puerto pesquero se encuentra en grave peligro de extinción, ahogado entre esos yates de lujo que han ocupado una gran parte del mar barcelonés y muchos espacios de paseo habitual. La película nos muestra exteriores y interiores modestos y humildes pero no miserables, que también los había, y que forman parte de la ambientación de otros títulos más o menos de la época, como Hay un camino a la derecha (1953). 

La historia es sencilla pero bien contada, no cae nunca en la cursilada, se beneficía del guión y dirección de alguien con tanto oficio como Rafael J. Salvia. En el guión colaboraron otros profesionales como Fernando Merelo  y Ricardo Toledo. Salvia había nacido en Tortosa, murió en Madrid, relativamente joven, con sesenta y un años, en 1976. Hizo de todo, lo mismo que tantos otros de la época, mucho cine alimenticio ligado a eso que llamaron landismo y españolada pero también cosas interesantes y comerciales, como Las chicas de la Cruz Roja, un gran éxito de la época que modernizaba la comedia romántica hispánica. Y también dirigió un título emblemático, El Judas, una película por la que tengo devoción incondicional.

La chica era una francesa, Simone Bach, que se retiró pronto del cine. El chico era José Luis Ozores, en un papel de galán humilde y trabajador. José Luis Ozores murió de forma prematura, a causa de la esclerosis múltiple, con cuarenta y cinco años. Pertenecía a una familia de actores, trabajó mucho y muy bien, considerando la enfermedad que tenía y las posibilidades que en aquellos años ofrecía el cine español. En la escuela nos pasaron más de una vez Recluta con niño. El niño era Miguelito Gil, no sé qué fue de él después de las cuatro películas en las que intervino. También salía en Un traje blanco, otro título que pude ver en la escuela y con el cual lloramos a moco tendido. La familia Ozores continúa generando gente de cine, Adriana Ozores, hija de José Luis, me parece una actriz de una gran categoría a la que no siempre aprovechan como sería deseable.

Era una época de excesos sentimentales y de humor español de ese que hoy nos parece tan rancio. Por eso Pasaje a Venezuela sorprende por su austeridad y moderación. La trama es sencilla, Andrés, el protagonista, que vive con su padre, su hermana, su cuñado y su sobrino pequeño, trabaja en un banco de la época, gana poco y su sueño es emigrar a Venezuela. En aquellos años emigraron a aquel país miles de españoles pero también italianos y europeos en general. Quién más quién menos conocía a alguien que tenía familiares por allí o en la Argentina. Hoy Venezuela, por desgracia, es otra cosa, el mundo da muchas vueltas. Marchaba gente muy pobre, sin recursos, pero también personas con algunos ahorros, para invertirlos en pequeños negocios.

El protagonista quiere conseguir una excedencia en su trabajo, en aquella época se ganaba muy poco en esas oficinas. Al no conseguirla, se despide, y ayudado por Tomás, que trabaja en el negocio del pescado, empieza a comprar en las subastas y a revender en los restaurantes y tiendas diversas el producto, que transporta en un rudimentario carretón. Consigue ahorrar dinero, destinado a poder pagar el pasaje a Venezuela, donde un amigo le conseguirá trabajo. Sin embargo, cuando está a punto de alcanzar su sueño siempre sucede algo, una enfermedad de su sobrinito, un accidente con una furgoneta que le han prestado... 

Mientras tanto conoce a una chica, Carmen, se enamoran, pasean en la Golondrina y ella no parece dispuesta a seguirlo a América aunque no le cuenta sus razones. Tomás, que siempre lo ha ayudado, necesita comprar un barco de pesca y no tiene dinero. El protagonista acabará por prestárselo y quedarse definitivamente en España, asociado con Tomás, interpretado por el gran Saza. El problema de Carmen es su padre, inválido a causa de un accidente, era marinero. Este argumento, sencillo, con tintes sentimentales, fluye con naturalidad y sin estridencias y a pesar de lo  recatado de la época, los novios ni se besan en ningún momento, nada chirría en exceso ni se cae en la cursilería ni en discursos con moralina, con la excepción de las reflexiones finales del protagonista, relativas al hecho de que, trabajando duro, también puedes prosperar sin necesidad de emigrar a Venezuela.

La hermana del chico era María Martín, actriz espectacular que aquí, incluso vestida de digna ama de casa, llama la atención. En un papel secundario y de relleno se puede ver a Gustavo Re, actor que vivió en mi barrio y que siempre salía haciendo algo en un montón de películas y que también era habitual en los programas televisivos de Franz Joham. Durante años pensé que era alemán o austríaco, actuaba con Los Vieneses. Su esposa debía  ser de alguno de esos países pero él era italiano. 

Pasaje a Venezuela nos muestra un mosaico de buena gente, la cual, si en algún momento puede tener mal genio o mal humor, se ayuda cuando hace falta. De vez en cuando, tropezarnos con la bondad, más general de lo que nos parece en ocasiones, resulta bastante estimulante. Una de las curiosidades de esta película y de tantas otras es comprobar cómo se fuma en todas partes, los hombres van pidiendo y ofreciendo cigarrillos, como el personaje que interpreta Gustavo Re, un simpático gandul gorrón. Se fuma incluso en el hospital dónde acaban de operar al pobre sobrinito del protagonista, fuman los familiares y fuma el médico. No fuman, todavía, las señoras.

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