viernes, 20 de febrero de 2009

La aldea global





Hace muchos años, cuando estudiaba magisterio, recuerdo que con una compañera hicimos un trabajo sobre la educación en el mundo. Se empezaba a hablar de Mac Luhan y de la aldea global, copiamos muchas cosas de un Correo de la Unesco sobre se reflexionaba sobre el tema, parecía ciencia ficción, pero muchas de aquellas predicciones sobre los futuros intercambios entre población joven han resultado bastante aproximadas. Claro que el tema de internet no existía ni se soñaba en él, por cierto.


En un orden de cosas más esotérico, recuerdo también un cuento religioso que nos contaban en la escuela. Un sacerdote dudaba sobre la eternidad, creía que sería aburrida, y Dios le permitió visitar el cielo de forma temporal. Así que estuvo en aquel lugar empezó a encontrarse vecinos y parientes, charló con unos y con otros y cuando regresó al mundo de los mortales creyendo que había pasado una noche... habían pasado cien años. Mi idea de cielo como lugar de tertulia y charla constante me acompañó durante años y aunque hoy no soy creyente me gustaría que, de haber alguna eternidad, fuese en realidad como en el cuento, un lugar donde encontrarte con 'todo el mundo' y charlar de forma distendida durante siglos.


Hace unos días nos volvían a asustar desde la prensa sobre los peligros de internet. Cualquier novedad, en tanto que no es accesible, a veces por prejuicios, a la mayoría y que, generalmente, es a las personas de más edad a las que resulta más misteriosa, provoca siempre la aparición de supuestas adicciones y síndromes que generan, como no, tratamientos médicos diversos. He escuchado cosas extrañas a lo largo de mi vida, el cine, la televisión, han sido criticados como cosas perversas, incluso las novelas producen locura, véase Don Quijote o Madame Bovary, las lecturas les llevaron por caminos trágicos. Leer mucho perjudicaba la vista, las calculadoras reducían la memoria, siempre había niños que querían volar por haber visto Supermán o Pippy Calzaslargas y se tiraban por la ventana. En fin, que seguro que en este mundo tan diverso y surrealista debe haber de todo. El caso es que ahora nos avisan -porque siempre hay guardianes de las esencias que saben qué debemos hacer en cada caso y nos amenazan si no obedecemos- de los peligros de internet. Los guardianes de las esencias, cuando llegan al poder y consiguen seguidores suficientes son peligrosísimos, véase el juicio a este sicario de Pol Pot y las barbaridades que pasaron en aquel país, donde no se mató y torturó a los otros sinó a los suyos, cosa que muestra que no hace falta excusa religiosa, racista, lingüista, nacionalista ni sexista para machacar a alguien cuando un dictador vocacional consigue poder y medios.


El caso es que a mi me encanta internet, me sabe mal que no haya mucha más gente de mi madura edad por el facebook o por los blogs. Representa ese cielo hipotético donde te vas encontrando gente, viejos conocidos, pero también nuevos, con quienes estableces contactos permanentes o ocasionales, breves o más dilatados. Viejos amigos, ex-alumnas, parientes olvidados... he encontrado de todo. Con algunos nos hemos saludado, quizá no nos volvamos a ver. Con otros nos escribiremos de vez en cuando. Con unos pocos quedaremos para hacer un café. Con poquísimos estableceremos lazos mucho más sólidos.


Yo, que escribo libros desde hace tiempo, sin éxito mediático, puedo dar a conocer mis publicaciones o colgar mis poesías y mis escritos diversos, sin límite, de forma gratuita. Claro, tampoco gano dinero con ello, porque -de momento- no pongo publicidad en los blogs y me molesta ver esos anuncios de google, aunque admito que son discretos, que más de uno incluye en su espacio virtual para pagarse alguna cenita, que todos somos humanos.


El facebook, donde montones de jóvenes y unos cuantos mayores cuelgan sin complejos sus fotos ha provocado una especie de revolución comunicativa. Ciertamente, puede salir un loco por ahí con malas intenciones, pero es que los chiflados no sólo están en internet, sinó que pueden residir en nuestro barrio y tener un aspecto de lo más inocente, que ya lo decía una canción sobre Caperucita que también aprendí en la escuela: hay terribles fieras, que parecen caballeros de verdad.


Instalados en el riesgo de la permeabilidad comunicativa, me parece eso de los ordenadores un gran invento y internet una maravilla. Ya nada será cómo fue. Y eso que yo no sé inglés y no puedo andar por andurriales más lejanos para hacer amigos más exóticos! Casi me ocurre muchas mañanas como al cura poco convencido, que me parece que han pasado cinco minutos y cuando abandono el ordenador, sus blogs, sus webs y sus facebooks ya es hora de comer y, como decimos en catalán el més calent és a l'aigüera... O sea, literalmente, que lo más caliente está en el fregadero y que todas mis obligaciones domésticas, olvidadas, aunque no hay nada que no pueda esperar, evidentemente.


La aldea global existe, pues, en nuestros tiempos. No es una aldea ideal donde todo el mundo es bueno, generoso, solidario e inocente, claro. Pero es lo que tenemos, y considerando la historia de la humanidad, y que yo soy de talante algo pesimista en lo que se refiere a cuestiones tan difíciles como la paz mundial, espero que esa comunicación que parece excesiva sirva a buenos fines. Y sinó, al menos, nos lo habremos pasado muy bien navegando por mares metafóricos y virtuales.

domingo, 1 de febrero de 2009

Fotos con historia

No he estado en Madrid tantas veces como habría querido. No he viajado demasiado, la verdad. No me gusta el turismo que se hace hoy, en general: rápido, masivo, condicionado a eso que llaman la oferta cultural. Mis recuerdos de lugares siempre tienen relación con personas o sensaciones diversas, los lugares cambian, como nosotros, y a menudo no existe aquel sitio que idealizamos en años lejanos. No hay mejor visita que aquella en la cual nos acompaña alguien que ama el lugar, tanto si se trata de una gran ciudad como de una aldea.

Hay un blog que me tiene fascinada, es el de Mis fotos de Madrid, mucho más que fotos, la verdad. Quise hacer algo así con mi barrio de Barcelona, pero soy poco constante. Para que te guste una ciudad la tienes que amar y aceptar como es, con sus recuerdos y su presente, con sus cambios inevitables, en los cuales siempre se pierde alguna cosa. González Ledesma escribió en algún sitio que su ciudad, en ese caso Barcelona, era a la vez su madre, ya que lo vio nacer, y su hija, puesto que él la ve cambiar.

El dueño de ese rincón virtual madrileño ha tenido la buena idea de pedir a otros autores de blogs que le manden pequeñas narraciones o evocaciones relacionadas con Madrid. Hoy empieza la 'serie', que promete mucho; la verdad es que ya leo más blogs que revistas o periódicos. Sin embargo, cada vez hay más y mejores y cuesta ser constante, no hay tiempo para todo.


No puedo, de momento, volver a Madrid. Sin embargo paseo por sus rincones más entrañables y conozco su historia íntima a traves del blog de Miguel. Espero que dure mucho tiempo 'en antena'.

martes, 23 de diciembre de 2008

Apuntes navideños algo nostálgicos


Escuché hace unos días por radio a las Hermanas Serrano en la actualidad, recordando sus éxitos de los cincuenta y tuve un ataque de nostalgia. Tuvieron una carrera breve, pero grabaron el primer disco de música ligera en catalán de después de la guerra y yo tarareaba de pequeña su Mandolino de Texas y aquello de ola, ola, ola, ola, no vengas sola, ola, ola, ola, ven con mi amor... Me vino a la cabeza todo un mundo infantil imitando artistas ante un espejo, celebrando fiestas con familiares que ya no existen, recitando poesías subida a una silla.

Las Navidades nos traen esa melancolía especial, añoranza, autocompasión, ternura. A pesar de las muchas tonterías que hacemos durante esos días, (compras excesivas, regalos absurdos, felicitaciones vacías de contenido), no nos podemos escapar del ambiente, muy pronto, en nuestra vida, ligado a recuerdos familiares, a personas que nos han dejado, a fiestas del pasado y a belenes con olor a musgo.

Cuando era joven y estudiaba, una vigilia de Navidad, quedamos en casa de un amigo con un grupo de mi edad. Lo pasamos muy bien y después, al salir, fuimos a pie hasta el metro, pasando por delante de la catedral de Barcelona. En aquella época la feria de Navidad duraba hasta Nochebuena, hacía poco que habían desmontado los tenderetes y el suelo estaba lleno de cartones, suciedad, ramitas polvorientas. En la Rambla había borrachos, prostitutas decadentes y grupos de personas ruidosas. Era un año en el cual empezó a ponerse de moda un vaso con un cordoncito encerado que imitaba el ruido de una gallina y mucha gente iba haciendo ese ruido por la calle. Tuve como una revelación de madurez, había un mundo marginal detrás de la paz navideña, me deprimió la visión de aquella otra Navidad absurda y trágica. Pau Riba tiene dos canciones sobre Navidad desmitificadoras, que hablar de eso, de la otra verdad de la Nochebuena y del día después, cuando ya se han matado los gallos, en la mañana de San Esteban, día, en Catalunya, de hacer canelones con los restos del cocido.


Hay una película inmensa sobre la Navidad real, Plácido, de Berlanga, con un Cassen en estado de gracia. Se ironiza sobre la solidaridad de entonces, con aquellos pobres viejecitos invitados a la mesa de los ricos. Hoy hemos variado la solidaridad adaptándola a los nuevos tiempos, pero sigue siendo bastante folklórica. Hace años se decía que en el futuro no haría falta caridad, ni compasión, ni limosnas, pero parece que no nos escapamos de maratones ni colectas, en estos días. A pesar de todo, de los papanoels de plástico colgados de los balcones, de las lucecitas histéricas y de toda la parafernalia, hay algo mágico que resurge en esos días: los niños, los Reyes Magos, los lazos familiares. Después, lentamente, los días iran alargando sus horas de sol y volveremos a la sagrada vida cotidiana, a la santa rutina que, con los años, me parece mucho más agradable que las fiestas extraordinarias.

martes, 9 de diciembre de 2008

Reflexiones barcelonesas de camino hacia la Rambla



Me gustaría poder montar un blog con anécdotas, paisajes, historias y fotos de Barcelona, aunque ya existen algunos de muy buenos sobre el tema. También Madrid, ciudad que me encanta y donde siempre me he sentido muy bien, tiene blogs estupendos, yo diría que más ambiciosos que los de Barcelona, pero, qué sería de nosotros sin esa rivalidad ancestral?

La verdad es que me cuesta la especialización, tengo más tendencia a la variedad de colmado de barrio o de bazar chino, de todo un poco. Ahora estoy intentando mantener un blog com mujeres poetas,
en català, y me representa un esfuerzo importante.


Admito que soy barcelonesa vieja, que mis paseos se limitan a eso que se ha llamado, 'la vuelta de la Moños, personaje típico de la ciudad anterior a mi nacimiento. Esa vuelta comprende ir desde el Paralelo a la Rambla, sobre todo, por las viejas calles del Raval, hoy llenas de recién llegados de todo el mundo. Ahora tengo metro, pero continuo, si puedo, haciendo este trayecto a pie. En el Raval se desarrolló una buena parte de la vida de una parte de mi familia, aún me parece escuchar a mi madre contándome cosas de su infancia, de una casa importante, Ca l'Erasme, de industriales pioneros, donde havia servido su abuela y donde había trabajado su bisabuelo. De camino a la Rambla, con amigas o sola, siempre me pesaba en la báscula de El Regulador, la Joiería-relojería Bagués, que era gratuita. En esa báscula vi como aumentaba mi peso al ritmo de cinco quilos cada diez años, cosa que antes se consideraba razonable y hoy parece una vulgaridad. Ahora están convirtiendo esa joyería en un hotel, ay. No sé qué será de la báscula. Los joyeros barceloneses formaron una clase algo aristocrática, en la novela Mariona Rebull la familia de la chica, de joyeros, no ve con buenos ojos su unión al fabricante Rius. Muchos intelectuales catalanes venían de familias de joyeros o relojeros.


Mariona Rebull se hizo en cine allá por los años cuarenta, fue una digna versión para la época, protagonizada por Blanca de Silos, gran actriz que vivió muchos años, aunque se retiró joven y que ha tenido la desgracia de pasar a la posteridad por haber sido la protagonista de Raza, con guión del mismísimo Franco. De Mariona Rebull se hizo una serie en blanco y negro, por la tele, protagonizada por Jesús Puente y María José Alfonso y en épocas más recientes La saga de los Rius, en color, un poco lenta, pero bien ambientada e interpretada. A mi es que Maribel Martín me gustaba mucho hiciera lo que hiciera, lástima que ahora no se deje ver.

Mariona Rebull la escribió Ignacio Agustí, que había sido una promesa de la poesía catalana de antes de la guerra, pero que se unió al bando franquista y se pasó al castellano. A pesar de que por ese motivo hay quien le tiene manía, la historia de los Rius es todavía un interesante fresco sobre la Barcelona de la época, sobre todo en sus dos primeras partes. El pobre viudo Rius que encuentra a su esposa en el palco del Liceo, en compañía del seductor Villar, el día de la bomba, que ya es desgracia, lo pasa muy mal, aunque en la segunda parte tiene un pequeño lío con Lula, que en la peli antigua era Sara Montiel, joven y espléndida, pero no se decide a tirar canas al aire y vuelve al trabajo, como ha de ser y como eran los catalanes tópicos y típicos de aquella època gloriosa y convulsa.


Blanca de Silos hizo muchas películas, se casó con un noble polaco y murió muy mayor, en el 2002, sin que se hablase demasiado de ella. En una de sus películas, En un rincón de España, salían como extras muchos niños polacos acogidos en Barcelona. Estos niños fueron en muchas ocasiones robados a sus familias a causa de su aspecto ario, por los alemanes, y entregados a familias alemanas. Después de la guerra algunos regresaron con sus padres biológicos o fueron acogidos en algun lugar, en Barcelona residieron durante unos años algunos de ellos, y parece que guardan muy buen recuerdo de España. Hace pocos días se ha vuelto a reunir en mi ciudad un buen grupo y se ha hablado bastante del tema. Por casualidad coincidió este hecho con mi lectura del libro Marcas de nacimiento, de Nacy Huston, cuya historia está basada en uno de esos casos dramáticos.


Las guerras son horribles y generan todo tipo de injusticias y tragedias. La paz es frágil y hay que protegerla como sea, nunca estamos del todo vacunados contra la barbarie o la sinrazón. Lástima que siempre hay guerras en un sitio u otro, parece que moriré sin haber conseguido contemplar aquella vieja utopía de la paz mundial. Bien, la esperanza es lo último que se pierde, dicen.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Misterios inexplicables, verdades ocultas

Me gusta el nombre que he puesto al blog, me recuerda el de un libro de Pere Calders, 'Cròniques de la Veritat Oculta'. Calders es un gran autor de narraciones breves, el mejor hasta hoy, según mi opinión, en catalán. Creo que existen algunas traducciones al castellano de sus cuentos.


Sin embargo su espíritu literario me ha jugado algunas malas pasadas. He citado alguna vez un cuento suyo, el de un jinete que regresa a su casa de noche, y al releerlo, después de algunos años, me he dado cuenta de que lo he citado mal, de que, prácticamente, he inventado otro cuento. La memoria es traidora y hay que tener cuidado con lo que se afirma de forma poco documentada. Los políticos de hoy suelen citar mal frases literarias, poemas. En eso tendrían que aprender de personajes como Fraga, a quien tantos defectos podemos encontrar, pero que era un lince en sus citaciones diversas, cosa que le hacía ameno, a pesar del fondo de la cuestión.



Una vez escribí una narracion en la que salía un loro catalán. Más adelante me di cuenta, también, de que era casi un plagio de otra de Calders, que habla de un catalán que encuentra un loro que habla ese idioma, por las américas. La verdad es que plagié de forma inconsciente, por eso ahora tengo más benevolencia con los plagiadores, quizá no siempre lo hacen de forma intencionada.



Hace años, por la tele, emitieron una breve historia que creo que protagonizaba Carlos Estrada, gran y guapo autor, creo que ya fallecido. Un creador, no recuerdo si escritor o músico, al imaginar sus obras se encontraba con que un extraño personaje 'leía' sus ideas y las plagiaba antes que él las diese a conocer. La historia era sumamente inquietante, aunque quizá tampoco, por lo que he contado de la memoria, fuese exactamente como la cuento ahora. No sé quién era el autor del guión, por cierto.



Verdades ocultas, misterios de la memoria, facultad del alma hoy algo despreciada, por desgracia, de forma injusta. Tanto que se la llego a llamar 'inteligencia de los torpes'. La memoria es necesaria para todo, perder la memoria es un drama y sin memoria no se puede hacer nada. Respecto a los plagios inconscientes, quizá tengamos una especie de alma colectiva que nos juega esas malas pasadas.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Menorca en otoño y otras evocaciones

El primer viaje que hice sin mis padres, de joven, fue a Menorca. Recuerdo la emoción de aquellos días, era la primera vez que iba en avión y las ocasiones de viajar eran pocas, todavía más para las chicas a quienes costaba bastante conseguir los permisos 'familiares' necesarios. Todo me parecía una aventura excitante, allí conocimos algunos chicos y nos metimos ocho personas en un seiscientos, cosas de la edad. Los padres que tanto vigilaban nuestra moral no se enteraban demasiado de las imprudencias habituales a las cuales nos empujaba la edad, por cierto.


Tenía veinte años más o menos y fui con otras tres amigas, a una de las cuales la había conocido haciendo aquello que se llamaba 'Servicio Social', necesario para sacar el pasaporte, conducir, y otras actividades por el estilo. Se aprendía economía doméstica, cocina, puericultura y unas pinceladas de política hispánica del momento pasada por frases joseantonianas diversas. Eramos gente que trabajábamos y estudiábamos, el desarrollo de los sesenta había empezado a dar algunas facilidades de acceso a estudios superiores en aquella época. Todo parecía que sólo podía mejorar.


Cursé aquel servicio en el mismo edificio donde ahora voy a hacer unos cursos de dibujo, en la magnífica sede de la Baixa de Sant Pere, que después de la guerra y hasta la transición pasó a la sección femenina, que tuvo allí escuela, incluso de magisterio. Tuve también una amiga que estudió allí para maestra y en ocasiones había ido a escuchar teatro leído, actividad frecuente en las actividades lúdicas de la sección femenina. Era la directora por aquellos años una señora que se llamaba Ángela, dinámica y con carácter, que luego me volví a encontrar en la Normal de Sans, dándonos formación política que también llamaron del espíritu nacional, y que resultó tan poco exitosa, a juzgar por la historia, cosa que demuestra como machacar en la escuela sobre determinados valores no asegura nada de nada. Los tiempos cambiaban y se tendía a mostrar una actitud más dialogante, recuerdo unos comentarios sobre Juan Carlos que resultaron bastante acertados. En aquella época nadie creía que sería rey, era el tiempo en qué se votó la Ley de Sucesión y se hacían muchos chistes crueles y groseros sobre su servitud hacia Franco, es un hombre mediocre, pero él lo sabe y se aconseja bien, dará sorpresas, nos comentó Ángela, más o menos.


He vuelto a la Baixa de Sant Pere que ha recuperado su tradición catalana, con l'Escola de la Dona y la Biblioteca Bonnemaison. Por cierto, la biblioteca se respetó siempre, aunque ahora ha mejorado mucho. He vuelto a Menorca y también ha sido una primera vez, la primera vez con el Imserso. Se bromea mucho de más joven con el Imserso, pero los años pasan y vale la pena aprovechar sus baratas ofertas. La primera vez en Menorca fue en primavera, en Semana Santa y en la primavera de mi vida. Ahora ha sido en otoño, noviembre en Menorca, después de más de treinta años y también en el otoño de mi vida. Todo ha cambiado bastante, aunque es una isla que intenta respetar el medio ambiente y el paisaje con grandes esfuerzos y sacrificando una parte de ganancia económica acelerada, un buen ejemplo para muchos otros lugares de la costa peninsular. Maó se ha convertido en una ciudad modernísima, con una gran actividad y Ciutadella conserva su pátina aristocrática y algo decadente, extraordinaria y misteriosa.


La historia de Menorca fue bastante trágica hasta la llegada de los ingleses, era un lugar estratégico, sometido a ataques diversos, los pueblos cercanos al mar son muy bonitos ahora pero durante siglos vivir en la costa fue un peligro constante a causa de los ataques de piratas. Los hoteles para jubilados son enormes, como unas grandes casas de colonias y la situación no difiere demasiado de los tours operators masivos de épocas pasadas. Se puede ironizar mucho sobre todo pero es una suerte vivir ahora y aquí y poder disfrutar de ese tipo de cosas a buen precio, cuando, en las familias normalitas, a menudo los abuelos trabajaron hasta muy viejos sólo por un pedazo de pan y poco más. Con demasiada frecuencia no acabamos de darnos cuenta de la fragilidad de la historia, de como nunca estamos vacunados contra las tragedias colectivas, de la felicidad hogareña de la cual disfrutamos, a pesar de la crisis. Quizá los habitantes de los impresionantes poblados talayóticos también vivían en paz y, a su modo, felices, sin saber que todo cambiaría tanto con el tiempo.

martes, 21 de octubre de 2008

Vanidades y violencias

Uno de los temas que más me inquietan y, todavía, sorprenden, es el de la vanidad humana. Vivimos entre tópicos, cuesta desprenderse de ellos, de los lugares comunes, de las supuestas verdades históricas, educativas, médicas. Con los años una se va dando cuenta de que nada es verdad, aunque esa constatación resulta, ciertamente, algo dolorosa porque evidencía nuestra impotencia ante todo.
Se cree, por ejemplo, en general, que las grandes ciudades son peores para la vida y la convivencia que las zonas rurales, si es que hoy existen, todavía, zonas plenamente rurales. El espejismo del campo, de la casita y el huerto, de los paraísos perdidos y recuperables es totalmente vigent y ello ha propiciado el exceso en la construcción de casas unifamiliares. Sin embargo, las ciudades ayudaron a hacer libres a los hombres y en circunstancias dramáticas, como las de la guerra civil, las venganzas y crueldades fueron mayores en esas zonas campestres que en las grandes ciudades, cosa que todavía sucede en la actualidad en muchos conflictos bélicos. Quizá es que la tranquilidad, la paz, se llevan dentro de uno mismo y el entorno tiene muy poca importancia. Se puede ser razonablemente feliz en un barrio ruidoso y cultivar amistades y relaciones en una urbe aparentemente deshumanizada. Leía, hace poco, en el periódico, la desarticulación de una potente banda dedicada al comercio de droga en Berga, ciudad provinciana y encantadora, situada en un entorno privilegiado. Sin embargo, parece que todo pase en Barcelona, en Madrid, donde, afirman los ignorantes o los misántropos, nadie se conoce...
Uno de los tópicos de nuestro tiempo es el del poder de la educación. Se juzga en Barcelona actualmente a los jóvenes que quemaron a una indigente en un cajero automático. Los ataques a indigentes son, por desgracia, más frecuentes de lo que parece pero, en este caso, hay un componente añadido que ha hecho el caso más relevante. Los jóvenes eran de buena familia, clase media, buena educación, catalanes. Esa situación, que, según como se mire puede ser un factor a su favor se ha convertido también en un agravante. Las familias, ay, están bajo sospecha. Sé, por un conocido cuyo hijo había compartido con uno de esos muchachos excursiones y actividades, que esa familia era normal, pero por comentarios leídos o escuchados he percibido el rebrote del tópico: algo debía pasar, los padres no se preocupaban, vete a saber qué sucedía allí dentro...
Si bastante desgracia tiene una familia con contar con un caso como éste, encima la sociedad bien pensante la acusa y culpabiliza, porque hay la tendencia generalizada a creer que todo es culpa de la escuela, de la familia, que todo es evitable, previsible, controlable. Conozco casos de personas normales que han tenido hijos drogadictos y se han tenido que escuchar también ese tipo de cosas. Además, el caso ha levantado los fantasmas anticatalanistas, en muchos comentarios en periódicos se pueden leer verdaderas barbaridades sobre el tema, pijos catalanes, cosas así. Y también se ha percibido la prevención contra las clases privilegiadas, en este caso poca más que clases medias, personas, en definitiva, como tantas otras. Comprobar que cualquier cosa puede pasar en las mejores familias añade siempre morbo a las tragedias.
Es doloroso ver sufrir a un hijo, tener un hijo o hija víctima de alguna crueldad o violencia debe ser horrible. Tener un hijo verdugo, culpable de las crueldades o hechos violentos, ha de ser mucho peor todavía. Una tía mía, con hijos jóvenes cuando yo era pequeña, recuerdo que comentaba con mi madre, haciendo referencia a algún acto delictivo: 'siempre pienso en los pobres padres del que lo ha hecho, cuando pasa eso'. La piedad y la compasión no son virtudes que se valoren en nuestro presente. Hay un refrán muy gráfico, que había oído hace años: a nadie digas ladrón, si tienes hijo varón; no digas puta a ninguna, si tienes hija en la cuna. Ser ladrón o puta era, según el sexo, lo peor que se podía ser por aquel entonces. Hoy hay cosas mucho peores. Pero ningún papá o mamá esta libre del riesgo de pasar por cualquier tipo de tragedia, sabemos poco de la mente humana, de nosotros mismos. Y, por más que nos gustaría, la educación, ni la familiar ni la escolar, no vacunan contra nada, aunque puedan ayudar. Como me comentó un director escolar muy sabio, hace años, desengañado ante la historia de nuestro país y de Europa, en general: Alemania era un país con un gran nivel cultural y ya ve lo que pasó. Hace muchos años se creía aquello de que abriendo una escuela se cerraba una cárcel, él lo había creído, me contó, pero dudaba ya de todo, como me está pasando a mí. Ante la realidad ser, por lo menos, algo compasivos y no tirar primeras piedras, me parece una actitud moral muy necesaria y saludable.