martes, 6 de noviembre de 2012

MANIFIESTOS MENTALIZADOS

No entiendo la afición a elaborar manifiestos y buscar firmas que sostengan su texto. Estos documentos acostumbran a no servir para nada. Los actores y la gente de la farándula tienen tendencia a elaborar manifiestos progres, que leen en actos públicos bastante teatrales; después hacen su vida, que en muchos casos tiene poco a ver con tan buenas intenciones y acaban, la mayoría, por depender del poder que tan públicamente habían criticado. 

Los intentos diversos de cambios hacia adelante en el tema catalán han tropezado a menudo con manifiestos a la contra.  Los manifestantes, abajo firmantes, suelen ser gente que se etiqueta como intelectual. Sin embargo hoy día ya no se sabe qué es un intelectual. Con la generalización del acceso a los estudios superiores y la masificación de la cultura los intelectuales ya no son lo que eran, o quizás jamás fueron lo que habíamos pensado que eran. Las biografías serias acaban con todos los mitos, con todos los dogmas de un signo y otro.

Afortunadamente no me han pedido nunca la firma para cosas tan importantes. Hace muchos años creo, todavía en el franquismo, firmé algo a favor de la amnistía para los presos políticos. Fue en mi primera escuela, todo estaba cambiando y me sorprendió que a la hora de la verdad sólo un par de maestras firmásemos aquel documento bastante moderado, la gente tenía mucho miedo y con razón, pero algunos de los que más galleaban no dieron el callo.

Lo peor de los manifiestos es que a menudo los mueve el demonio o el partido y que si firmas puedes encontrarte con compañeros de viaje poco recomendables. A veces la gente se ve obligada a estas cosas a causa del entorno, de los amigos, de las relaciones personales, se quiere quedar bien con poco gasto, como decía mi madre. Me entristece encontrar en esas firmas, bajo documentos que se prestan bastante a la manipulación, personas que sé que son buena gente pero que no ven claro determinados aspectos de la situación política catalana. 

Lo peor, cuando pasan cosas así o peores, es que te hagan tomar partido, definirte. Pasó así en la guerra civil y todavía vivimos su relato de forma maniquea, como una historia de buenos y malos. Un periodista catalán ha escrito un libro recopilando cartas y recuerdos de jóvenes que fueron a la guerra y explicaba como los parientes de personas que habían luchado en el bando franquista eran muy reticentes al tema, con razón. Se fue hacia aquel bando por muchos motivos, religiosos, personales o porqué delante de tu casa la FAI mató a un vecino que no tenía culpa, o a tu primo seminarista, quién sabe. 

Yo soy muy indefinida, por eso no firmaría nada que pareciese demasiado contundente. Se habla mucho de libertad pero la libertad cómoda precisa de un cierto anonimato, de ahí el gran valor del voto secreto, meditado y sin presiones. En la escuela sufrí épocas de un cierto estalinismo que pretendía que todo debía votarse a mano alzada y públicamente, en asamblea. Gente que me había dicho una cosa en la intimidad, en la asamblea votaba la contraria, para no significarse. Los partidos políticos con base asamblearia no suelen prosperar. Claro que la democracia interna de los partidos actuales brilla por su ausencia.

Durante las movidas de los indignados se dijo que se trabajaría a favor de mejorar la democracia, de las listas abiertas, pero poca gente habla ahora del tema. Yo quisiera votar pudiendo señalar con crucecitas las personas que me parecen honradas, fiables, sean del partido que sean, vana esperanza. Tenemos elecciones cercanas y desearía que me dejasen reflexionar en paz, sin amenazas sobre un futuro problemático y apocalíptico ni predicciones sobre un mañana idealizado y maravilloso. No va a ser posible. Al menos que no me mareen con manifiestos, estoy harta de ellos y sólo han traído, en general, más mal rollo. Me molesta que en esos textos me digan qué he de hacer, qué debo pensar, qué debo votar y me quieran mentalizar. En general hay muchos poderes, en la luz y en la sombra, que creen que los demás somos tontos y no vemos la realidad. Y no sólo poderes reales y fácticos, en el fondo todos tenemos en el alma nuestro pequeño dictadorcillo que nos susurra que la nuestra es la verdad y que debemos proclamarla y predicarla al vecino para que no se condene.


4 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

En todo esto hay sin duda un cierto paternalismo, como si el que escribe el "manifiesto" tuviera la verdad y buscara que los demás se lo reconozcan con su firma estampada al pie. Me parece que vivimos en un estado poco democrático porqué nadie cree mucho en la democracia. La organización de los partidos es escandalosamente vertical y ademocrática, y en infinidad de situaciones descubres qué valor se da a los ideales democráticos, casi siempre ausentes.
Ahora vivimos un momento especialmente triste: por un lado los manifiestos y por el otro los dirigentes que afirman cosas tan escandalosas como que saben "lo que el pueblo dice o quiere", o que han "escuchado la voz del pueblo". Me parecen dos expresiones del mismo desprecio hacia las personas y su inteligencia. ¿No sería más fácil convocar referéndums? Parece que no, que en realidad eso es lo que se quiere evitar, y en el "asunto catalán" descubro que el referéndum lo quieren evitar por igual unos y otros.
Después de muchos años de creer y defender todo lo contrario, esta vez me planteo la abstención o, como mucho, votar algun partido muy minoritario para no caer en lo del "voto útil" que al fin se demuestra como el más inútil.

Júlia dijo...

Lluís, yo pensaba votar en blanco, todavía no sé qué haré, pero es cierto eso de que todo el mundo parece tener la verdad y hablar por mi, los partidos son una especie de agencias de colocación y se habla poco de objetivos serios, más bien de lo malos que son 'los otros'. Incluso la gente un poco normal que está en los partidos, pues creo que alguno queda por ahí, parece que no quiere apartarse del discurso oficial, así que alguien dice algo diferente 'no sale en la foto', como amenazaba Guerra.

Los partidos muy minoritarios pueden ser una solución, cierto.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Me ha gustado leerte, pues también a mí me da alergia manifestarme públicamente y abanderar causas que pronto terminan siendo monopolizadas por unos pocos y ofrecidas a la imagen y semejanza de sus intereses.
Los intentos mesiánicos de encauzar el pensamiento general tampoco son lo mío.
Un abrazo.

Júlia dijo...

Gracias por el comentario Isabel, corren tiempos difíciles y hay que intentar conservar la cabeza fría. ¡Felicidades por tu libro!