domingo, 23 de diciembre de 2018

LA MEJOR LOTERÍA ES EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA


¿A quién le vendo la suerte?
¡Mañana sale y está premiado!
(Mis ojos tienen que verte
por tres puñales atravesado).
¡La fortuna, pa mañana!
¿Quién me compra un QUINCE MIL?
(Te repiquen las campanas
a la hora de morir).
¡Cuatro series!, ¡qué bonitas!
¡Voy tirando los caudales!
¡Son de doña Manolita!
¿Quién me compra esta penita?
¡Mañana, mañana sale!


('Mañana sale', de Quintero, León y Quiroga, fragmento)


Existen muchas canciones sobre la lotería y los juegos de azar pero mi preferida sigue siendo esa de Mañana sale, la última que cantó Concha Piquer y que hizo que se retirara a causa de algún problema con la voz. Recuerdo una antigua foto de Raquel Méller vestida de vendedora de lotería, debía haber algun cuplé con esa temática que no he sabido encontrar.

La lotería de Navidad era todo un clásico durante mi infancia y juventud. Todos los tenderos vendían lotería propia y cualquier asociación hacía la suya. En Catalunya a menudo llamábamos apuntaciones a los billetitos en los cuales nos avisaban, en general, de que una pequeña parte de cada boleto era para la entidad. Eso hacia que centros culturales de todo tipo o escuelas pudiesen ingresar un dinerito extra. La suerte, para esas entidades, era que, por ejemplo, les tocase la devolución, ya que mucha gente no la cobraba y el ingreso era mayor.
La lotería era una excusa para quedar con gente a la cual hacía tiempo que no veías e intercambiar billetes de lotería. Las cosas han cambiado bastante, hoy existen problemas para imprimir billetes, derivados del mayor control existente por parte de la hacienda pública. En Catalunya se instauró otra lotería, La Grossa. Pero creo que también tiene un peso el hecho de que la gente ha perdido la inocencia y la fe en las posibilidades de un cambio de vida gracias al azar. Una muy buena profesora de matemáticas que tuve la suerte de conocer cuando estudiaba magisterio, Maria Rúbies, insistia en qué si la gente calculase bien no compraría lotería, a causa de las pocas probabilidades que tenemos de ganar alguna cosa, en comparación con lo que invertimos en la compra de numeritos del sorteo.

Rúbies era de CIU en los buenos tiempos de ese partido, los del Pujol en olor de multitud. Era una persona muy honesta, muy buena persona, trabajadora, seria, una gran profesional de la educación. Se quejó de qué la Generalitat montase loterías, en aquella época, en concreto, el rasca-rasca. La marginaron y tuvo disgustos importantes. Murió relativamente joven. La recuerdo a menudo, nos daba clases voluntarias los sábados, a la gente de los estudios nocturnos. Sólo recuerdo otro profesor que hacía eso, el profesor Cervelló, cuando estudié Humanidades, ya mayorcita, en la UOC.

Mi percepción es que la lotería tiene menos peso que antes pero debo estar equivocada, parece que se vende bastante, todavía. Cuando era pequeña el día de la lotería ya era fiesta escolar y escuchaba por la radio el sonsonete de los niños de San Ildefonso, entonces sólo eran niños, era como una canción navideña alternativa, me encantaba. Eso de los euros ya no me suena tanto como las antiguas pesetas y todo ha cambiado, sobre todo, yo. 

Los anuncios de lotería son todo un poema, suelen estar muy bien hechos, apelan a la solidaridad, al compartir y todo eso pero también, en ocasiones, fomentan la envidia, pecado capital. ¿Qué pasa si no has comprado lotería y a tu vecino o a tu prima les toca un pastón, gracias a un boletito que rechazaste? En una ocasión, hace años, estaba de excursión con un grupo de amigos. Paramos a tomar algo en un pueblo y los niños de una entidad vendían números, me resultaron simpáticos y les compré algo. Mucha de la gente que venía conmigo no había comprado nada pero cuando vieron que yo compraba se apresuraron a hacerlo. Mira que si me tocaba a mi y a los otros, no...

La publicidad de la Grossa de este año iba por ahí. Era un anuncio divertido y humorístico, un montón de gente friki iba diciendo 'yo paso', a la hora de comprar lotería, después tocaba y se tiraba de los pelos. Hace pocos años pasaban uno de la lotería nacional en el cual un pobre hombre no podia comprar lotería pero su amigo, el dueño de un bar, le había guardado apuntaciones. Tocaba, claro, y todos eran felices y comían perdices.


A mi me gustaba mucho aquella campaña del señor calvo atractivo, que se iba paseando por la ciudad. Lo contrataron durante algunos años y a las damas nos encantaba, parece que no le renovaron el contrato por motivos económicos. Era unos anuncios muy bonitos aquellos, la verdad. 
Este año no he comprado nada de lotería. Las antiguas tiendecitas de mi barrio han cerrado, han sido substituídas por comercios de gente de todo el mundo, pero no es lo mismo y la gran mayoría no venden lotería. 

La mayoría de entidades sociales, para no tener demasiados problemas legales, no hacen tampoco lotería propia, la mayoría. Las relacions amistosas se establecen hoy alrededor de la Marató, todo el mundo organiza cosas para recaudar fondos. En el fondo es lo mismo, las Navidades se articulan todavía en torno a cosas como el buenismo recaudatorio generalizado y adaptado a la modernidad, destinado a fer calaix. No dudo de las bondades de esas iniciativas però tengo algo de repelús ante las solidaridades navideñas, la verdad. Durante años fue un clásico aquel programa de los señores Dalmau y Viñas, la Campaña Benéfica de Radio Nacional. 

Los niños iban allí a recitar versos de la época. Incluso yo llegué a ir con la escuela y recité Mi vaquerillo. Era un poema un poco largo y el señor Dalmau se ponía nervioso, querían cosas breves y que todo el mundo pudiese pasar por el micrófono y por caja. En mi clase habíamos recogido, lo recuerdo, setenta y cinco pesetas. Claro que debía ser el año 1958, más o menos.

Mis padres conocían casos de gente ludópata a causa de la lotería, en general. No sólo de la de Navidad, claro. Evidentemente, a alguien le toca. El escritor Pere Calders, con su humor agudo e irónico, hablando de la muerte, decía que, si al menos vieses a alguien a quien no le ha tocado morir... pero que nadie se escapaba del final previsto. Siempre toca, vaya. 

Mi madre, aunque compraba algo de lotería y, de vez en cuando, los cupones antiguos de la ONCE, aquellos de los tres números, nos repetia a menudo el sabio refrán que dice: La mejor lotería es el trabajo y la economía. Hoy, sin embargo, no es fácil ni tan sólo tener trabajo, y hacer economías, para mucha gente, resulta casi un espejismo, además de què las entitades de ahorro no favorecen eso del estalvi. 

Las ludopatías no se fomentan tan sólo con las loterías convencionales, hoy internet ha inventado un montón de trampas diversas para qué la gente se enganche a eso del azar. Los bares están llenos de maquinitas diversas, papadineros, como decíamos antes. El cine ha favorecido la ludopatía en esas imágenes de grandes casinos llenos de caballeros elegantes y damas sofisticadas. Esos tahures que iban en barcos por el Mississipí jugando a los naipes eran muy atractivos, en general. El cine negro ha aprovechado el tema, muchos jugadores con poca suerte eran maltratados o asesinados por sus deudores. Hace poco vi, en el teatro, la versión musical que la gran Silvia Marsó ha hecho sobre el libro de Zweig 24 horas de la vida de una mujer. El objeto del deseo y de la pasión puntual y breve de la dama es un ludópata joven que la deja desplumada. Vale más huir de las tentaciones, vaya. 

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