viernes, 20 de febrero de 2009

La aldea global





Hace muchos años, cuando estudiaba magisterio, recuerdo que con una compañera hicimos un trabajo sobre la educación en el mundo. Se empezaba a hablar de Mac Luhan y de la aldea global, copiamos muchas cosas de un Correo de la Unesco sobre se reflexionaba sobre el tema, parecía ciencia ficción, pero muchas de aquellas predicciones sobre los futuros intercambios entre población joven han resultado bastante aproximadas. Claro que el tema de internet no existía ni se soñaba en él, por cierto.


En un orden de cosas más esotérico, recuerdo también un cuento religioso que nos contaban en la escuela. Un sacerdote dudaba sobre la eternidad, creía que sería aburrida, y Dios le permitió visitar el cielo de forma temporal. Así que estuvo en aquel lugar empezó a encontrarse vecinos y parientes, charló con unos y con otros y cuando regresó al mundo de los mortales creyendo que había pasado una noche... habían pasado cien años. Mi idea de cielo como lugar de tertulia y charla constante me acompañó durante años y aunque hoy no soy creyente me gustaría que, de haber alguna eternidad, fuese en realidad como en el cuento, un lugar donde encontrarte con 'todo el mundo' y charlar de forma distendida durante siglos.


Hace unos días nos volvían a asustar desde la prensa sobre los peligros de internet. Cualquier novedad, en tanto que no es accesible, a veces por prejuicios, a la mayoría y que, generalmente, es a las personas de más edad a las que resulta más misteriosa, provoca siempre la aparición de supuestas adicciones y síndromes que generan, como no, tratamientos médicos diversos. He escuchado cosas extrañas a lo largo de mi vida, el cine, la televisión, han sido criticados como cosas perversas, incluso las novelas producen locura, véase Don Quijote o Madame Bovary, las lecturas les llevaron por caminos trágicos. Leer mucho perjudicaba la vista, las calculadoras reducían la memoria, siempre había niños que querían volar por haber visto Supermán o Pippy Calzaslargas y se tiraban por la ventana. En fin, que seguro que en este mundo tan diverso y surrealista debe haber de todo. El caso es que ahora nos avisan -porque siempre hay guardianes de las esencias que saben qué debemos hacer en cada caso y nos amenazan si no obedecemos- de los peligros de internet. Los guardianes de las esencias, cuando llegan al poder y consiguen seguidores suficientes son peligrosísimos, véase el juicio a este sicario de Pol Pot y las barbaridades que pasaron en aquel país, donde no se mató y torturó a los otros sinó a los suyos, cosa que muestra que no hace falta excusa religiosa, racista, lingüista, nacionalista ni sexista para machacar a alguien cuando un dictador vocacional consigue poder y medios.


El caso es que a mi me encanta internet, me sabe mal que no haya mucha más gente de mi madura edad por el facebook o por los blogs. Representa ese cielo hipotético donde te vas encontrando gente, viejos conocidos, pero también nuevos, con quienes estableces contactos permanentes o ocasionales, breves o más dilatados. Viejos amigos, ex-alumnas, parientes olvidados... he encontrado de todo. Con algunos nos hemos saludado, quizá no nos volvamos a ver. Con otros nos escribiremos de vez en cuando. Con unos pocos quedaremos para hacer un café. Con poquísimos estableceremos lazos mucho más sólidos.


Yo, que escribo libros desde hace tiempo, sin éxito mediático, puedo dar a conocer mis publicaciones o colgar mis poesías y mis escritos diversos, sin límite, de forma gratuita. Claro, tampoco gano dinero con ello, porque -de momento- no pongo publicidad en los blogs y me molesta ver esos anuncios de google, aunque admito que son discretos, que más de uno incluye en su espacio virtual para pagarse alguna cenita, que todos somos humanos.


El facebook, donde montones de jóvenes y unos cuantos mayores cuelgan sin complejos sus fotos ha provocado una especie de revolución comunicativa. Ciertamente, puede salir un loco por ahí con malas intenciones, pero es que los chiflados no sólo están en internet, sinó que pueden residir en nuestro barrio y tener un aspecto de lo más inocente, que ya lo decía una canción sobre Caperucita que también aprendí en la escuela: hay terribles fieras, que parecen caballeros de verdad.


Instalados en el riesgo de la permeabilidad comunicativa, me parece eso de los ordenadores un gran invento y internet una maravilla. Ya nada será cómo fue. Y eso que yo no sé inglés y no puedo andar por andurriales más lejanos para hacer amigos más exóticos! Casi me ocurre muchas mañanas como al cura poco convencido, que me parece que han pasado cinco minutos y cuando abandono el ordenador, sus blogs, sus webs y sus facebooks ya es hora de comer y, como decimos en catalán el més calent és a l'aigüera... O sea, literalmente, que lo más caliente está en el fregadero y que todas mis obligaciones domésticas, olvidadas, aunque no hay nada que no pueda esperar, evidentemente.


La aldea global existe, pues, en nuestros tiempos. No es una aldea ideal donde todo el mundo es bueno, generoso, solidario e inocente, claro. Pero es lo que tenemos, y considerando la historia de la humanidad, y que yo soy de talante algo pesimista en lo que se refiere a cuestiones tan difíciles como la paz mundial, espero que esa comunicación que parece excesiva sirva a buenos fines. Y sinó, al menos, nos lo habremos pasado muy bien navegando por mares metafóricos y virtuales.

domingo, 1 de febrero de 2009

Fotos con historia

No he estado en Madrid tantas veces como habría querido. No he viajado demasiado, la verdad. No me gusta el turismo que se hace hoy, en general: rápido, masivo, condicionado a eso que llaman la oferta cultural. Mis recuerdos de lugares siempre tienen relación con personas o sensaciones diversas, los lugares cambian, como nosotros, y a menudo no existe aquel sitio que idealizamos en años lejanos. No hay mejor visita que aquella en la cual nos acompaña alguien que ama el lugar, tanto si se trata de una gran ciudad como de una aldea.

Hay un blog que me tiene fascinada, es el de Mis fotos de Madrid, mucho más que fotos, la verdad. Quise hacer algo así con mi barrio de Barcelona, pero soy poco constante. Para que te guste una ciudad la tienes que amar y aceptar como es, con sus recuerdos y su presente, con sus cambios inevitables, en los cuales siempre se pierde alguna cosa. González Ledesma escribió en algún sitio que su ciudad, en ese caso Barcelona, era a la vez su madre, ya que lo vio nacer, y su hija, puesto que él la ve cambiar.

El dueño de ese rincón virtual madrileño ha tenido la buena idea de pedir a otros autores de blogs que le manden pequeñas narraciones o evocaciones relacionadas con Madrid. Hoy empieza la 'serie', que promete mucho; la verdad es que ya leo más blogs que revistas o periódicos. Sin embargo, cada vez hay más y mejores y cuesta ser constante, no hay tiempo para todo.


No puedo, de momento, volver a Madrid. Sin embargo paseo por sus rincones más entrañables y conozco su historia íntima a traves del blog de Miguel. Espero que dure mucho tiempo 'en antena'.