jueves, 7 de agosto de 2008

Sobre canciones y películas

He ido a ver la película Caos Calmo. Opino que no es nada del otro mundo, pero se deja ver con agrado, sobre todo por la interpretación de Moretti. Es una película en la que pasa poca cosa, con una escena de sexo que para nada exige el guión y que resulta algo hilarante. Me ha recordado la historia, incluso, la de ese barón rampante al cual todo el mundo va a ver a su retiro arborícola. En la película, el protagonista, ante la muerte de su mujer, toma asiento ante la escuela de su hija y desde allí contempla el mundo, ‘su’ mundo, un mundo bastante burgués y escucha todo lo que le vienen a contar los distintos personajes que forman parte de ese mundo personal.

Más allá de la historia, he de decir que me gusta ver cine italiano, francés, sobre todo porque nos llega poco y a pequeñas dosis. También mucho cine español desaparece pronto de las salas, servidumbres de la programación actual. La música de la película es buena y en el epílogo, cuando al fin el protagonista abandona su retiro, suena una canción italiana, Amore transparente, de Ivano Fossati.

Fossati es un veterano de la canción italiana, poco conocido entre nosotros. Tuvo amores con otra gran señora de la canción de aquel país, Mia Martini, que puso fin a su vida de forma trágica a causa, dicen, de los altibajos en su carrera y, supongo, de tendencias depresivas personales. Cada persona es un misterio y las reacciones que puede tener ante lo que le sucede, a menudo imprevisibles.

Yo, que crecí con la canción francesa e italiana, que vi mucho de su cine, constato que los cantantes italianos de los sesenta eran popularísimos entre nosotros. De los setenta para acá la cosa cambió mucho, hay que ser casi un ‘iniciado’ para saber qué se cuece en el mundo musical francés, italiano y de donde sea, más allá de las grandes promociones discográficas habituales y convencionales. Muchos de los grandes de entonces aún continuan felizmente en activo, pero pocas noticias nos llegan de ellos.

La radio, a veces, nos ofrece programas curiosos, extraordinarios, como Voces con swing, en radio Nacional, en el que se emiten discos de aquellos antiguos, de piedra, casi irrecuperables hoy. Com ràdio, en Barcelona, ofrece un programa sobre canción francesa y otro sobre tango. Ignoro si hay alguna cosa sobre canción italiana. Incluso nuestros cantantes actuales, cantautores, grupos algo más minoritarios, son poco conocidos, en general, más allá de los de siempre. Por no hablar de cantantes y grupos buenísimos, en el ámbito de la canción más folklórica, aunque actualizada, muy populares en su comunidad y poquísimo en el resto de la península. La televisión también ha olvidado los programas musicales clásicos, juveniles. Las operaciones triunfo se nos han tragado las iniciativas.

No sé si soy pesimista. En cine, lo mismo, o me lo parece. Incluso la televisión, que en otras épocas y, sobre todo, en verano, emitía alguna película antigua poco conocida pero ‘de culto’, española o extranjera, parece no esforzarse en el tema. Además, la publicidad ha alcanzado cotas agobiantes. De vez en cuando, hay algún extraordinario sin ‘cortes’, pero es una especie de extravagancia singular. Claro que, a veces, las cosas cambian y a una moda la sucede otra. Así, que, quién sabe...

domingo, 3 de agosto de 2008

De cuando queríamos parecernos a BB

(He decidido no ceñir el contenido del blog a las traducciones de los artículos que publico en catalán, porque me limita la temática y a veces me da más trabajo traducir que volver a escribir sobre el tema).

Hace unos días escuché por televisión al periodista Angel Casas, hablando de músicas de su vida y recordando Brigitte Bardot. La mitología del pasado es engañosa y llegamos a creernos que éramos más fans de los Beatles que del Duo Dinámico, a veces por pura presunción de modernidad. Casas afirmavaba que Marilyn Monroe no le hacía, como decimos en catalán, ni fred ni calor, de joven, y que el objeto de sus deseos adolescentes era Bardot.

Bardot era el gran modelo sexi. Con sus despeinados y escotes, con su películas que pocas veces veíamos en España pero que algunos de los primeros afortunados catalanes poseedores de seiscientos y gogomòbils conseguían contemplar en el sur de Francia, con su escándalos que hoy son de instituto de secundaria, Bardot monopolizó la temática atrevida de toda una época.

Bardot cantó, bastante bien, y en el programa pusieron un disco suyo. Para mi gusto, mejor que la señora Bruni de Sarkozy, la verdad. Llegó a cantar con Gainsborough aquello tan atrevido de je t’aime mais non plus, canción llena de suspiros explícitos que hoy da un poco de risa y que luego grabó la esposa del cantante, Birkin, dicen que muy celosa de la versión de la Bardot, quién, posiblemente había tenido algo con su marido. Recuerdo la moda de los vestidos de cuadritos de colores, ribeteados con puntillas, cortitos y juveniles. Bardot la popularizó. Salió en una revista con su marido de entonces, el soso Charrier, un reportaje de esos estúpidos en la cocina de casa, con un alegre vestido de ese estilo.

Las chicas la imitábamos o la queríamos imitar. La prima de una amiga mía se le parecía un poco y los chicos andaban locos por ella. Bardot hizo malas películas, quizá no encontró un director adecuado, aunque ella no era Moreau, claro, pero hay que reconocer que tenía su gracia. Tuvo un romance con Sacha Distel, un cantante simpático del cual bailamos aquello del Monsieur Caníbal, y, sobre todo, la divertida historia del bombero que no encuentra la manguera ni la escalera mientras todo se está quemando.

Pero Bardot no murió joven, por suerte para ella. Tuvo la habilidad de retirarse a tiempo, a los cuarenta años. Ha envejecido y ha defendido y defiende los animales, focas, ballenas, e incluso a Le Pen, cosa que le quita brillo mediático a cualquiera. Un cantante brasileño le dedicó una samba que también bailamos a gusto en aquellos veranos de antes: Brigitte Bardot, Bardot, tu estilo triunfó, triunfó, BB, BB, el secreto de tu hechizo y de tu encanto no lo sé... Su belleza consolidó la moda dictatorial de las narices respingonas para tragedia de las personas como yo, con apéndices nasales más contundentes. Por suerte, la cirugía no estaba al alcance de todas las españolas por aquel entonces, y sólo actrices o gente de posibles se sometían a recortes nasales desafortunados, perdiendo mucha personalidad por los quirófanos pioneros.

La moda en el peinado era también muy dictatorial, pero esa es, afortunadament, reversible. Las chicas con el pelo rizado sufrían mucho y tenían que dormir con una especie de ensaimada en la cabeza, la toga, la llamaban. Yo, con el pelo finito y de poco volumen, cada noche de mi vida de entonces me ponía rulos y pinzas, ya empecé en los tiempos escolares con esa deleznable costumbre y en una ocasión, estudiando la Revolución Francesa, soñé que me cortaban la cabeza por orden de Robespierre y era una pinza que tenia en el cuello la culpable de la pesadilla. Además, debía consolidar la construcción peluquera diaria con chorros de laca maloliente o los efectos del cardado matinal me duraban diez minutos.

Mi madre tenía el pelo rizado y yo la encontraba muy anticuada. Una vecina más joven le aconsejaba alisárselo, en aquella época mamá debía tener unos cuarenta años, pero yo la veía inmensamente mayor. Ella protestaba diciendo que las negras también lo tenían rizado.
-Uf! –decía la vecina- Ya no hay ninguna negra moderna con el pelo rizado!!!
Lo dijo como si el estiramiento capilar fuese una muestra de avance técnico para las personas de piel oscuara y supongo que lo creía. Muchas señoras de buen ver de color, por cierto, de conjuntos musicales, lucían cabellos lisos y moños imposibles, supongo que les debía costar un buen dinero y muchos sacrificios, pero presumir comporta sufrimiento. Después vino la liberación, la moda afro y todo eso, y tuvimos que hacernos la permanente.

Los chicos tenían que ir también con mucho pelo, patillas e incluso barbas, que eran un signo evidente de progresismo político. En algunso trabajos se prohibía o casi llevar barba. La calvície era ya un problema, en aquella época decían que la provocaban los cascos y gorros de la mili pero ya no hay mili y parece que es más bien genético y que no se ha encontrado una solución definitiva. Las chicas de moda son hoy mucho más flacas que las de entonces y ese tema, como se sabe, ha generado una enfermedad casi nueva, la anorexia. Aceptarse gordo, flaco, calvo, peludo, chato o narigudo, con pelo rizado o liso, es un proceso que requiere años y madurez. Hasta que, mirándonos las fotos antiguas, nos damos cuenta de lo guapos y guapas que éramos en aquellas épocas, cuando estábamos cargados de manías y complejos. Es una lástima, porque hay muchos vendedores de tontería por el mundo que se aprovechan de esta estupidez que hoy se define como ‘no estar contento con tu cuerpo’. Massa farts (demasiado hartos), que decían mis antepasados. Al fin y al cabo, todos envejecemos y morimos, para eso sí que no se ha inventado nada, de momento. Nada efectivo, claro.