sábado, 28 de abril de 2012

ANTONIO BUERO VALLEJO, doce años después de su muerte


Buero en la cárcel del Dueso (Fuente: Blog Todos los rostros)



Buero con su esposa, la actriz Victoria Rodríguez, y sus dos hijos. Uno de ellos, Quique, murió joven a causa de un accidente (Fuente: El Mundo, entrevista a Victoria Rodríguez).


El 29 de abril de 2000, hace doce años, moría Antonio Buero Vallejo.

Buero Vallejo es un caso excepcional de intelectual capaz de sobrevivir, incluso triunfar, en un medio hostil como fue la España del primer y brutal franquismo. Condenado a muerte, tuvo suerte y, me imagino, buena salud, para poder resistir la cárcel y sus miserias y morir de viejo después de haber dedicado su vida al teatro. En el penal, como es sabido, coincidió con Miguel Hernández. Buero fue también un magnífico dibujante y pintor, tiene retratos impresionantes, de los cuales el más conocido es el de Miguel Hernández, realizado en la cárcel, y que durante algún tiempo, hace años, se atribuyó a otros autores o se citó como anónimo.

Conocimos a Buero, muchos de mi generación que no acostumbrábamos a poder ir al teatro con facilidad, por motivos económicos o geográficos, a través de la televisión. Todavía me sorprende que en aquel contexto y con tan pocos medios, autores excelentes, en estado de gracia, nos ofreciesen obras inolvidables en versiones que no he visto superadas todavía en el teatro convencional. 

Pocos días antes de casarme, en el 73, pasaron por televisión El concierto de San Ovidio con Rodero i Bodaló, inolvidables. Buero introdujo muchos ciegos en sus primeras obras, era la suya una ceguera simbólica pero también física, ya que los personajes del autor nunca fueron sólo símbolos sino también personas con sus miserias y virtudes. El tratamiento de la ceguera provocó incluso alguna protesta de colectivos de personas con esa discapacidad, sin embargo la sangre no llegó al río. Yo me enfadé cuando en una obra, En la ardiente oscuridad, percibí cierta misoginia subliminal ya que se afirma que una buena mujer, casada con un ciego, consiguió esa boda a pesar de ser fea porque su marido era invidente. Esos detalles son, en realidad, tonterías ligadas a los prejuicios de una época, en la cual vivía y escribía Buero. No desmerecen la totalidad, algún día habrá que criticar a fondo el tratamiento de la fealdad femenina en la literatura, una constante, pero eso ya es sociología y no literatura.

Recuerdo que en el instituto nocturno al que acudía después de trabajar, una profesora nos comentó que el mejor autor teatral de entonces, los primeros años sesenta, era Buero pero que como no resultaba del gusto del poder no lo promocionaban como a otros. Se hacía mucho teatro en aquellos años. De todo tipo. Se recuperó Casona, triunfó Alfonso Paso, arrasó Jaime Salom. Sagarra tuvo un exitazo con La herida luminosa. 

Gustaban las obras algo atrevidas pero con moraleja final, a poder ser del gusto de la moralina vigente, como sucede, por ejemplo, en La casa de las Chivas. Solían aparecer curas en crisis por todas partes, pero es que había curas por todas partes. Un exitazo fue El comprador de horas, del hoy bastante olvidado Jacques Deval, com Núria Espert haciendo un papel que repitió varias veces con éxito, el de prostituta sensible, y Rodero, el gran Rodero, haciendo de cura que quiere redimirla. Los lunes de Pascua eran días de gran estreno y en Barcelona, en el 61, en abril, se estrenó esta obra al lado de otras tan emblemáticas como Un tranvía llamado deseo y La calumnia, la obra de Lillian Hellman que hicieron en cine Audrey Hepburn y Shirley McLaine, y que en nuestros teatros interpretaron Amparo Baró y Mayrata O'Wisiedo otra actriz como la copa de un pino, escritora además, que yo creí extranjera durante años y que era zaragozana. Eran aquellas lo que en la época se llamaba obras fuertes.

Buero sobrevivió, triunfó, le concedieron el Premio Cervantes pero yo creo que en sus últimos años le marginaron y olvidaron un poco, cosa habitual que acontece con los cambios generacionales. Recuerdo una larga e impresionante entrevista que le hicieron por televisión, emitida a horas intempestivas, cuando ya estaba enfermo. Me gustó mucho como hablaba de la censura, aquel azote del franquismo, que tanto pareció limitar a nuestros artistas e intelectuales pero que también sirvió de excusa para la inoperancia y la pereza de algunos. 

Incidía Buero en el hecho de que el escritor sabe y puede escribir bien a pesar de las censuras, que busca recursos, paralelismos, lo que sea. No defiendo la censura, defiendo al escritor, insistía. Muy cierto. En música, en literatura y en muchos otros campos de la creatividad, la época franquista propició obras impresionantes que sorprenden a los bienpensantes actuales, muchos de los cuales quieren creer que la época fue un páramo cultural. 

Los ochenta dieron paso a algo mucho más estéril, considerando las expectativas creadas en la transición y el tardofranquismo y luego, como suele pasar, todo pareció revivir poco a poco. En Catalunya la Nova Cançó acabó de forma vergonzante, sólo cuatro o cinco cantantes sobrevivieron pero ya no era lo mismo, se habían convertido en mediáticos y sus recitales no iban de pueblo en pueblo, destinados a remover las conciencias del pueblo, sino que pasaron a ser espectáculos de masas. El dinero, siempre el dinero.

El teatro acogió lo que se llama grandes montajes, escenografías espectaculares, gritos y saltos. Un poco como pasó con el arte abstracto en pintura, todo valía. Garsaball, actor inmenso e inolvidable, comentaba con ironía que las obras de teatro se mueven entre el grito y la parrafada. El grito recuperó espació y la parrafada, incluso la parrafada inteligente, quedó algo adormilada, como el arpa de Bécquer, esperando mejores épocas. A la larga el teatro de cada día ha quedado reducido, por necesidades económicas, a obritas de dos o tres personajes, baratas, incluso los monólogos han tenido un éxito inesperado y son una solución para actores en paro cuando esos mismos actores no son contratados para las inevitables y eternas teleseries. Todo ha cambiado.

Buero, como otros autores, ha sido representado siempre, sin embargo, de forma bastante fiel, por grupos de aficionados. El teatro amateur mantiene el recuerdo y la devoción del teatro olvidado por los poderes culturales, con un esfuerzo admirable. Buero debería estar siempre en alguno de nuestros teatros, en cartel. Quizá por algunas de sus obras ha pasado, de forma inevitable, el tiempo. Aunque yo no lo creo. Son teatro de texto, apto también para leerse en la intimidad, literatura. Precisan, eso sí, de buenos actores, actores con una dicción muy correcta, un tema hoy también a la baja. Se lee poco en voz alta, se recita menos. 

La vida de Buero Vallejo, ligada a una época y a unas circunstancias, podría ser objeto de una serie de televisión bien hecha, con recursos y buenos guionistas. Con principio y final, como han de ser las series aunque parece que hoy la moda hace que se alarguen y alarguen las historias que las televisiones de nuestro país nos ofrecen. No somos la BBC, claro. Escribir teatro en tiempos revueltos, podría incluso titularse. Aunque eso de revueltos no me gusta, me suena a gastronomía casera. Buero debe leerse en su totalidad, en su contexto, pero también desde nuestro presente. Es historia, historia del teatro, pero también historia de España e historia de las ideas, de los prejuicios, de los tópicos. Nuestra historia. Sus obras inciden en la ética, en la moral, pero no son exactamente moralistas. Sus personajes no son malos ni buenos de forma absoluta, tienen sus contradicciones, son profundamente humanos y nunca se reducen a esquemas o símbolos aunque tengan mucho simbolismo implícito. Incluso aquellas que no nos parecen redondas del todo tienen fragmentos, situaciones y personajes inolvidables. 


sábado, 21 de abril de 2012

Etología humanística


El patético episodio monárquico ha propiciado mucha broma fácil y continuará dando tema al humor de todo tipo, cosa natural. Me temo que no propiciará tanto como quisiéramos lo que hace tiempo debería ser motivo de debate: el futuro de una institución que cumplió su función en un momento histórico pero que actualmente se nos muestra sin demasiado sentido. Claro que actualmente hay muchas otras instituciones sin demasiado sentido, no lo niego. Sin embargo, no quería escribir hoy sobre reyes y príncipes sino sobre otro reino, el animal.

Muchas protestas y lamentaciones han insistido mucho en el tema del pecado real, la caza de elefantes, provocando una especie de discursos anticacería muy interesantes. Nuestra relación con los animales se encuentra en crisis, interpretando crisis como cambio o separación, que creo que es lo que significa etimológicamente. Durante siglos el hombre necesitó de los animales para desplazarse y trabajar además de consumirlos para subsistir. La tecnología ha situado los animales en otro plano muy distinto aunque muchos países todavía tengan que contar con ellos para su vida diaria.

La violencia en las relaciones humanas también ha evolucionado, al menos en teoría. Hoy hay quien critica los derechos humanos por etnocéntricos pero creo que su proclamación, el año en qué yo nací, 1948, motivada por el horror colectivo ante los desastres de la última guerra mundial, fue un gran logro, aunque fuese un logro más teórico que práctico, como se ha podido comprobar con el paso del tiempo.

Los animales han sido objecto de amor y respecto por parte de los hombres pero también de muchas crueldades y abusos. Se supone que quién ama a los animales ama a las personas pero eso no es así. Muchos nazis, lo mismo que muchos señores feudales, amaban a sus perros y caballos e incluso uno de ellos, no sé si Goering, intentaba no pisar hormigas cuando paseaba. Ha sido habitual la imagen del ricacho o la ricacha con perros, pájaros y gatos mimadísimos que no ha sentido ningún interés por la gente marginal o pobre, a la cual incluso ha podido explotar sin miramientos mientras cuidaba de sus mascotitas. También he visto casos al revés, la verdad. Buenas personas en su trato diario que eran algo crueles con los animales. En todas esas relaciones hay mucho tópico y desconocimiento.

Los amantes de los animales a veces caen en los extremos. Y es que caer en el dogma nos llevaría a ser vegetarianos, claro. Cosa que defienden muchos convencidos. De todas maneras, si tratamos a los animales como a personas, ¿qué haremos con los animales carnívoros y cazadores? En el tema de los animales se cae en una especie de racismo y también en el machismo. Me contaba hace años una estudiante de veterinaria las reticencias de muchos amos de perros agresivos y mordedores, a los cuales no querían castrar, único remedio a su agresividad. Sabemos que en los zoos resulta más habitual tener hembras que machos pues las épocas de  celo generan agresividad en diversas especies. Decir hoy que los hombres son más agresivos que las mujeres parece políticamente incorrecto, pero sigue siendo así, de forma general y en ello hay mucha biología. Nos parecemos más de lo que nos gustaría a nuestros parientes animales, a algunos, claro, cosa que también nos hace ser injustos con ellos. No parece igual maltratar a un perro que a una rana o matar un elefante o un oso que matar moscas o mosquitos. En ese tema, la contradicción es habitual y parece difícil llegar a acuerdos lógicos.

Las exhibiciones de animales están mal vistas, pero depende también de qué animales. Los circos actuales prácticamente han eliminado los animales amaestrados, a causa de la normativa, pero muchos zoos siguen exhibiendo delfines juguetones. El tema de los toros y los correbous ha motivado muchos artículos y muchos debates. Matar en público parece malo, sin embargo en mataderos industriales se mata sin cesar a animales tan respetables como conejos, pollos, cerdos y terneros. El pobre cerdo, animal muy inteligente, bastante parecido a nosotros, siempre ha sido en nuestra cultura más mal visto y más consumido que un perro o un gato, aunque en épocas de hambruna el gato parece ser que no está mal del todo.

Las épocas de grandes hambres colectivas han generado canibalismo, incluso sucedió en Rusia durante los años de la revolución. Hoy, afortunadamente, no sabemos, en occidente, que son esas épocas de hambre desesperada, que enloquecen a la gente. Por ello nos resulta molesto hablar del canibalismo de nuestros antepasados que, de hecho, se encuentra presente en el substrato de muchos cuentos de ogros y  brujas. A veces se pasa de la crueldad al mimo absurdo, y sólo hay que ver las muchas tonterías que se venden en las tiendas especializadas, para mascotas de nuestro tiempo. Los animales domésticos ya no comen lo que nos sobra sino que su alimentación se ha  especializado hasta extremos ridículos. Todo es negocio.

Parece que por fin van a obligar a dar más espacio a las gallinas, a los cerdos, a los terneros,en las granjas de nuestro tiempo. Hace unos días escuchaba por la televisión protestas porque eso hará aumentar el precio de los huevos, un precio, a mi entender, que era excesivamente barato en la actualidad. Encontrar el equilibrio creo que va a ser imposible, al menos de momento.  En el tema de los animales, como en el de los humanos, que somos animales también, me parece, nos guste o no, que funciona una frase que dice el personaje de Clark Gable al de Marilyn Monroe en aquella magnífica película crepuscular, The Misfits: Cuanto menos se mata, más malo parece. Gable rememora épocas en las cuales había grandes manadas de caballos salvajes que él cazaba sin remordimientos -¡para fabricar comida para perros!- de los cuales ya queda sólo una minoría, la cosa es muy distinta, los tiempos han cambiado. La visión de un cadáver nos produce más inquietud y dolor que esas fotos con montones de muertos anónimos, es triste pero es así.

A los animales los seguimos etiquetando con nuestras virtudes y defectos. Se dice que los animales no matan por placer, ni han perpetrado genocidios. Sin embargo eso no es exactamente así y cuanto más se investiga sobre ellos más parecidos a nosotros se nos muestran, no sólo los mamíferos superiores sino incluso animales mucho más pequeñitos y aparentemente distantes. Recuerdo un zoólogo que en un cursillo, hace años, nos comentó con ironía que, incluso admitiendo que se movía por instinto, la hiena le parecía una mala persona a causa de su manera de actuar. La gente que ha tenido muchos perros sabe que no todos son iguales, que los hay de más valientes, de más buenos, de más cariñosos, de más violentos. Antes se acostumbraba a ahogar las crías de gatos o perros no deseadas, hoy se prefiere castrar a  nuestros compañeros habituales, todo evoluciona. 

Hay un tema en el cual envidio a los animales domésticos. Esa muerte dulce que se les procura cuando tienen una enfermedad irreversible, la eutanasia zoológica. La eutanasia es otro tema difícil, espinoso. En la cuestión del aborto hemos cambiado mucho en pocos años, cosa que también me sorprende, la verdad. Cambiamos de mentalidad con una facilidad pasmosa, rápida. Los poderes culturales, económicos, morales, saben como introducir el tema cuando conviene y hacernos ver lo malo bueno, o al revés. Por no hablar del negocio de la maternidad asistida, de las adopciones, ligado al hecho de haber retrasado culturalmente la reproducción hasta edades muy tardías. No me vale demasiado el tema económico, en épocas de mucha pobreza ha habido eso del baby boom, por ejemplo, en las postguerras, cuando, por lógica, parece que la gente debería estar más desengañada de la vida, de la historia. Las cosas no son sencillas y cualquier tema debería generar reflexiones bastante más profundas que el recurso al tópico y al discursos oficial -o extraoficial- vigente.

lunes, 16 de abril de 2012

Cazadores mediáticos



Es lamentable de que triste manera se está reconvirtiendo en patética una monarquía que durante los primeros años de la transición fue también reconvertida, no sé si por méritos propios o por una muy bien orquestada operación de imagen, en algo moderno, posible y avanzado.

Me molesta escribir sobre el tema, casi debo hacer un esfuerzo personal, porque si patético me parece todo eso todavía me lo parecen más los miles de chistes facilones y groseros sobre yernos reales, principitos accidentados y reyes grotescos cazando elefantes que viajan por internet. También me he encontrado, por ejemplo, parrafadas en favor de los animales absolutamente pasadas de rosca. Hay en todo esto, como en casi todo, toneladas de hipocresía, la verdad.

De según qué animales, claro, pues a nadie le parece mal matar moscas y mosquitos, incluso molestos ratones o castrar a nuestros amigos domésticos, gatos o perros, de forma, eso sí, indolora. Más allá de los elefantes, nuestra relación con nuestros hermanos animales todavía requiere de debates un poco serios, la verdad. Los circos tienen graves restricciones para mostrar animales domesticados pero los delfines siguen haciendo acrobacias en los zoológicos. 

Hace años, en un Patufet, encontré un poema muy interesante, siento no poder recordar de qué autor, una especie de fábula, sobre un cazador de elefantes que va a visitar al médico y presume ante él de su caza mayor, su arrojo y su valentía. El médico, después de examinarlo y escucharlo, le dice que si bien caza animales enormes uno de los más pequeños va acabar con su vida, pues lo ha picado un mosquito que le ha transmitido una enfermedad mortal.

Me molesta que la excusa para hablar o debatir sobre una república tanto tiempo olvidada sea el elefante cazado, la verdad. Vivir para ver. Asistí de jovencita a campañas en contra del entonces príncipe heredero de un régimen extraño y camaleónico, en una escuela de verano, de maestros, corrían por todas partes cartelones y aleluyas con versos bastante malos, pero eficaces, criticando al heredero y caricaturas del hoy rey, cayéndole los mocos, cosas así.

La misma institución progre que organizaba aquella escola d'estiu acogió años después, con servilismo devoto, a la infanta catalana y a su prima, que iban a hacer cursillos de catalán allí. Escuché emocionados relatos de personas muy de izquierdas ante la asistencia de las simpáticas princesas, en plan una más, a aquellos cursillos. Vi a gente impredecible, mayor, llorar cuando, en su primer discurso en Catalunya, ya coronado, el rey dijo cuatro cosas en catalán. Somos así de inocentones, de susceptibles al pensamiento gregario, a la propaganda, a los tópicos, al magnetismo inevitable del poder y de los oropeles. 

Con el tiempo todo ha vuelto a cambiar. En las actuales condenas a la monarquía se mezclan muchas cosas que alejan un debate serio, posibilista, razonado. Sin embargo a veces la anécdota es mucho más peligrosa que la realidad y la leyenda más real que la evidencia. Durante décadas dijeron y escribieron que María Antonieta había dejado ir aquello tan feo de si no tienen pan que coman tortas, cuando resulta que jamás dijo tal cosa.

Vi y escuché a muchos que ahora echan gasolina al fuego hacer parabienes a la aristocracia recuperada. Algunos concejales o alcaldes de nuestros tiempos, de nuestros pueblos, de extracción bastante humilde, han sufrido una transformación absolutamente aristocratizante cuando han tenido algunos gramos de poder. 

La campechanía de la familia real de otros tiempos se comparaba con la tirantez distante y antipática de la saga Franco. No quiero ni pensar qué diferentes hubiesen sido las cosas sí, por ejemplo, doña Carmen Collares hubiese sido, por casualidad, una dama simpática, afable y carismática, con collares o sin ellos. 

Hay quien todavía cree en aquello de muerto el perro, muerta la rabia, y se está extendiendo un estado de opinión que pone en el centro del huracán y de las críticas a la familia real, cuando por ahí hay muchos más responsables, en la sombra o en la penumbra, de nuestros males patrios, muchos reyezuelos de poca monta muy respetados y protegidos. ¿Dónde está el señor Millet y su dinero? Por poner un ejemplo. 

No le quito responsabilidad a actuaciones irresponsables, como esas cacerías reales, tan absurdas y anacrónicas. Sin embargo me gustaría sentirme parte de una sociedad dónde las cosas serias se debatiesen siempre, más allá del pretexto de las fantochadas monárquicas y mediáticas, de forma profunda y responsable. Siempre me he preguntado por qué no se ha hablado de la república legal hasta hace, como quien dice, cuatro días y todavía muy poco. Tanto hablar de educación, de escuela, y nadie se ha molestado ni tan siquiera en intentar un retorno a aquellos planes profesionales republicanos para la formación de los maestros, evidentemente, con sus adaptaciones pertinentes al presente. Por ejemplo.

Hay más debate en Catalunya actualmente -aunque sea un debate a menudo bastante folklórico- sobre autodeterminación que sobre valores republicanos. Nos hemos acomodado a todo hasta que ha llegado la crisis. Los de arriba se van a cazar elefantes y los del medio o de abajo se van donde pueden, la mayoría, o justifican rabias inútiles y estériles que no hacen nada más que provocar daños colaterales.

A perro -o elefante- caído, todo son pulgas.

viernes, 6 de abril de 2012

Calvarios irreverentes


Cuando yo empezaba a trabajar de maestra tuve un compañero inteligente, brillante y divertido que nos hacía reir mucho. Entre otras habilidades grababa en cassette el cuento de Caperucita haciendo una voz distinta para cada personaje, voces de famosos de la época como Alfonso Sánchez, Rodríguez de la Fuente y otros. Carlos Toledano, que así se llamaba mi compañero, poseía, como una misteriosa reliquia, un volumen ajado y amarillento de El jardín de Venus, un libro de poemes erótico-humorísticos atribuído a Samaniego. 

Vino la apertura y ya el pecado no fue lo que era y el libro se volvió a editar de forma normalizada, cosa que a mi compañero le supo mal, pues ya era público lo que privado y misterioso había sido y no tenía tanta gracia el pecado. Uno de los poemas preferidos de mi compañero, que nos recitaba en días como hoy, era el que copio, en el cual se evoca un divertido Calvario viviente de la época con una Magdalena algo descocada que provoca ciertos problemas al Cristo viviente.

Samaniego fue un personaje muy interesante, que tuvo sus problemas con los poderes vigentes y del cual no sabemos tanto como desearíamos por más que nos hubiésemos aprendido algunas de sus fábulas más convencionales, de pequeños.


La fuerza del viento

En una humilde aldea el Jueves Santo
la pasión predicaban y, entre tanto,
los payos del lugar que la escuchaban
a lo vivo la acción representaban,
imitando los varios personajes
en la figura, el gesto y los ropajes.
Para el papel sagrado
de nuestro Redentor crucificado
eligieron un mozo bien fornido
que, en la cruz extendido
con una tuniquita en la cintura,
mostraba en lo restante su figura,
a los tiernos oyentes, en pelota,
para excitar su compasión devota.
La parte de María Magdalena
se le encargó a una moza ojimorena,
de cumplida estatura
y rolliza blancura,
a quien naturaleza en la pechera
puso una bien provista cartuchera.
Llegó el predicador a los momentos
en que hacía mención de los tormentos
que Cristo padeció cuando expiraba
y su muerte los orbes trastornaba.
Refirió, entusiasmado,
que con morir aniquiló el pecado
original, haciendo a la serpiente
tragarse a su despecho, aunque reviente,
la maldita manzana
que hizo a todos purgar sin tener gana.
Esto dijo de aquello que se cuenta,
y después su fervor aún más aumenta
contando los dolores
de la Madre feliz de pecadores,
del Discípulo amado,
y, en fin, del sentimiento desgarrado
de la fiel Magdalena,
la que, entre tanto, por la iglesia, llena
de inmenso pueblo, con mortal congoja
los brazos tiende y a la cruz se arroja.
Allí empezó sus galas a quitarse
y en cogollo no más vino a quedarse,
con túnica morada
por el pecho escotada
tanto que claramente descubría
la preciosa y nevada tetería.
Mientras esto pasaba,
el buen predicador siempre miraba
al Cristo, y observó que por delante
se le iba levantando a cada instante
la tuniquilla en pabellón viviente,
haciendo un borujón muy indecente.
Queriendo remediarlo
por si el pueblo llegaba a repararlo,
alzó la voz con brío
y dijo: Hermanos, el vigor impío
de los fieros hebreos se aumentaba
al paso que la tierra vacilaba
haciendo sentimiento,
y la fuerza del viento
era tal, que al Señor descomponía
lo que sus partes púdicas cubría.
Apenas oyó Cristo este expediente
cuando, resucitando de repente,
dijo al predicador muy enfadado:
- Padre, el juicio sin duda le ha faltado.
¿Qué viento corre aquí?, ¿qué berenjena?,
¿las tetas no está viendo a Magdalena?
Hágala que se tape,
si no quiere que el Cristo se destape
y eche al aire el gobierno
con que le enriqueció su Padre Eterno.


Félix Maria Samaniego

jueves, 5 de abril de 2012

Maria Gripe (1923-2007) y la literatura juvenil



Hoy, 5 de abril, además de ser Jueves Santo y Día del Amor Fraterno, hace cinco años que murió la escritora Maria Gripe. Su nombre de soltera era Walter. Se casó con Harald Gripe, pintor e ilustrador, que puso imágenes a muchos de los libros de la escritora.

Gripe se dedicó a la literatura infantil y juvenil. Posiblemente yo no sabría casi nada de ella de no ser porque mi hija, en su adolescencia, leyó muchos libros de esta autora. El género juvenil e infantil se presta a mucha tontería y moralina, a veces ha sido un modus vivendi para autores dedicados al género adulto y, en general, en nuestro país se le da una importancia relativa aunque tenemos autores y autoras excelentes y poco reconocidos, la verdad.

No pasa así en los países nórdicos, como esa Suecia que tan buenos escritores nos ha dado en ese campo. Algunos libros que hacían leer a mi hija en la escuela me hicieron sonrojar por su beatería laica o por su patriotismo de apaga y vámonos. Eran libros de circunstancias, escritos de encargo por aprendices de escritor, por pedagogos lletraferits o por escritores con aspiraciones, en horas bajas.

Sin embargo los de Gripe los leí yo misma con gran afición, sus narraciones juveniles tocan temas serios y adultos y podrían encontrarse en cualquier colección convencional no dedicada en especial a los adolescentes. Aquí, a muchos autores, ya les costaría incluso publicar para jóvenes según que temáticas o volúmenes excesivamente voluminosos. La rompedora Pippi Calzaslargas hubiese sido impensable de no venir de Dinamarca.

He leído también obras de otros autores juveniles extranjeros bastante buenas pero pesimistas y tristes, preocupantes. Sin embargo las de esta autora no caen en la sordidez en ningún momento. Ni en la moraleja barata ni en el buenismo de zapatilla. Tienen intriga y resultan muy adecuadas para adultos y adultas sin complejos.

Gripe recibió el Premio Andersen el año 1974. Los españoles han tenido mala suerte con ese premio, creo que sólo lo recibió Sánchez Silva a finales de los sesenta e incluso, en ese caso, compartido con un autor alemán. Se me ocurren un montón de autores y autoras, en castellano o catalán que podrían merecer el premio y no los mencionaré por no dejarme a nadie. Creo que lo que falta es, sencillamente, promoción y que esos autores no sean una especie de sucursal de los que sólo escriben para los mayores.

Yo he escrito algún libro infantil y juvenil. Sin embargo no me encontré a gusto en el género porque nuestra sociedad todavía pone una especie de trabas castrantes ligadas a las temáticas y al número de páginas, manía que los libros de Harry Potter han demostrado que era absurda.

Durante unos años hubo algunos autores y autoras relacionados con el mundo educativo que consiguieron que sus libros fuesen obligatorios en escuelas e institutos donde tenían relaciones personales o padrinos. Las editoriales también han hecho de las suyas. En una ocasión iban a coger un libro mío de lectura en una escuela pero resulta que tenían una especie de compromiso con un gran grupo editorial que imponía sus producciones. Cosas que pasan y que pasarán. Soy bastante contraria, la verdad, a esas lecturas obligatorias que más bien producen un efecto contrario al deseado y también, cada vez más, viendo lo que se promociona y lo que no, a los consejos y a las publicaciones tipo qué libros han de leer los niños. 

Una vez asistí en una gran librería especializada al diálogo para besugos de una madre mentalizada con su hija, porque la niña quería un libro que no estaba exactamente en el apartado de su edad cronológica. Resulta patética esa división en edades, cada vez más compartimentada.

Soy partidaria de la libertad y si un maestro quiere promocionar algún libro ha de ser, de entrada, un libro que le guste a él y del cual pueda hablar con entusiasmo. He visto como la obligatoriedad ha hecho entrar con muy mal pie a los jóvenes en monumentos como La Regenta, por ejemplo, cuando recuerdo que yo lo leí gracias a los comentarios favorables y a las lecturas de fragmentos de un muy buen profesor. 

Sería una lástima que cinco años después de su muerte y a causa de los condicionantes comerciales de un mundo literario en el cual hay que producir y vender sin pausa, Maria Gripe se fuese alejando de nuestras bibliotecas y de las lecturas de los jóvenes y adolescentes de hoy.