domingo, 23 de agosto de 2009

Las puentes ya no existen




Durante el franquismo, con la idea de España que quienes mandaban tenían, se extendió un regionalismo folklórico muy particular, fomentado por cosas como los coros y danzas de España. Sin embargo, a pesar de los pesares, creo que todo aquello, en la escuela, tenía algún punto positivo, aunque hoy no se puede decir tal cosa sin peligro de lapidación ideológica. Cuando aprendíamos solfeo, en el antiguo bachillerato, se pasaban unos libros de música con canciones regionales de toda España y eran frecuentes las colecciones de cromos o fascículos que hablaban de cada región hispánica. En los tiempos de la transición salieron incluso algunos libros de lectura con textos en las diferentes lenguas que se hablan en España, con traducción al castellano al lado.

Aunque ese espíritu nacional se ha relacionado con el franquismo era anterior. El cuarto centenario del descubrimiento de América propició en Barcelona el monumento a Colón y durante la Exposición tuvo mucho éxito el Pueblo Español de Montjuïc, todavía en activo, y fomentado por arquitectos de catalanidad evidente.

En la historia existen períodos unificadores i períodos diversificadores. Hoy estamos en un mundo donde se alaba la diversidad, aunque todo esté globalizado y casi, casi, nos hablemos en inglés incluso en nuestro pueblo. Son contradicciones humanas. Siempre nos movemos entre la necesidad de pertenecer al grupo y las ansias de singularidad y diferencia, incluso individual.

Sin embargo las antiguas regiones, hoy comunidades, se conocen poco entre ellas, más allá de cuatro tópicos. No hay un intercambio activo de escolares entre comunidades, se hacen cosas, pero de forma puntual y gracias a iniciativas particulares de educadores esforzados. Tantas cosas como se piden a la escuela y en cambio no se ha fomentado la lectura de libros escolares que hablen de las diferentes comunidades en profundidad, de sus leyendas y culturas ni tampoco de las regiones históricas y de sus lenguas y de la riqueza que representa todo ello. La historia local y general, en la enseñanza obligatoria, da un poco de pena. Tanto a nivel peninsular como europeo o universal continuamos con las generalizaciones y los tópicos y los malentendidos, como puede verse leyendo la prensa o escuchando la tele. Resultado: cada vez más mal rollo, más reticencias y más ignorancia, fomentada cuando hace falta por los poderes políticos vigentes y los medios de comunicación pagados o subvencionados por ellos, aunque, me consta, hay gente excelente en todas partes, interesada por esa riqueza cultural y capaz de entender, como decía una canción que popularizó La Trinca en sus buenos tiempos con letra de Picas, que la terra no es partida, com un mapa mal pintat i que això és una mentida de molt mala voluntat.

El caso es que en mi infancia conocíamos refranes y canciones de muchos lugares de España a los cuales no habíamos ido nunca, porque entonces no se viajaba si no era a tu pueblo por vacaciones. Recuerdo que aprendí aquello de Ourense, tan típico: tres cosas hay en Orense, que no las hay en España, el Santo Cristo, la Puente y la Burga hirviendo el agua. Recuerdo que decíamos 'la puente' y que las maestras nos decían que puente era de esas palabras como mar o color que admitían los dos géneros. Sin embargo quizá ahora no sea así, por internet he encontrado la frase con el puente, cosa que, a mi entender, quita musicalidad y ritmo a la copla popular. Hace unos días, leí una entrevista a un científico estudioso del lenguaje, alemán, que teorizaba sobre el hecho de como el lenguaje condiciona nuestra visión del mundo y, concretamente, hablaba de los puentes, que en castellano son masculinos y en alemán femeninos y que por eso en una lengua se les atribuyen características literarias de fuerza y solidez y en la otra de ligereza y belleza estética. Seguro que el señor ignoraba que en castellano había habido, ay, bellas puentes...

Esas frases y coplas hablando de las bellezas locales son muy frecuentes en el folklore, en general. Me gustaba mucho también aquello de viva León porque tiene lo que no tiene Madrid, una catedral bonita y un hospicio con jardín. Esas evocaciones de ciudades que no conocía potenciaban mi imaginación. Incluso una publicidad radiofónica de Aspirina Bayer recurrió a ese tipo de canciones para promocionar su producto y en el periódico anunciaba también el analgésico con dibujos de parejas con trajes regionales. Era frecuente coleccionar muñecas con trajes de cada región, hoy parece incluso una horterada eso de los trajes regionales. En Catalunya se lucía poco el traje regional hasta que empezaron a venir andaluces y en las fiestas, sin complejos, ponían a las niñas el vestido de volantes. En las fiestas mayores se suelen elegir pubillas bien vestidas, con el traje típico, que siempre es, también, una simplificación, puesto que cada pueblo tiene a menudo, en su tradición, diversas variantes, pero, en general, nadie se pone el vestido de pubilla para ir a pasear por la Rambla. Pero, en general, todo eso parece de otra época, aunque siempre hay jóvenes esforzados que recuperan estas cosas, El tema de la diversidad ha hecho que cada comunidad potencie, a su modo, características particulares, en algunas ocasiones reinventadas o recuperadas de quién sabe dónde.

Lo que pasa es que esa diversidad también es unificadora. En Catalunya, el monopolio de la sardana, que se instauró como una especie de danza nacional cuando era un baile, sobre todo, de l'Empordà, acabó con otras muchas danzas típicas que pasaron a ser patrimonio de grupos de danza, como los esbarts. En la Catalunya del sur, donde estoy ahora, tan cercana a ese Aragón donde se habla catalán, se está recuperando, sin complejos, la jota del país. En esos territorios fronterizos es donde se percibe con más intensidad lo absurdo de las fronteras, sin embargo las divisiones acaban por imprimir carácter, a lo largo del tiempo. Absurda y poco clara es también la diferencia entre lengua y dialecto, sobre todo cuando al dialecto se le considera inferior a esa lengua oficial inexistente en la realidad, cada día más empobrecida y comprimida en manuales. La lengua catalana de estas Terres de l'Ebre es muy distinta de la ortodoxa y normativa, las normativas y las gramáticas son útiles pero no deben hacernos olvidar que son, en el fondo, una arbitrariedad necesaria pero artificial. Los buenos escritores son capaces de recrear el lenguaje popular y darle categoría y brillo, pero los escritores cada día son más iguales entre sí, me parece.

La gente suele reirse de las formas de hablar que no le suenan. Se ha ridiculizado al payés, al campesino, durante años. Por televisión eran frecuentes los chistes sobre el paleto, que venía del pueblo con su cayado y su boina. Hoy resulta también simpático reirse de la gente de ciudad, de los de Can Fanga, por ejemplo. Los andaluces y los gallegos que salían en las obras de teatro eran los graciosos, es difícil abandonar el tópico o recurrir a él, tampoco vamos a ser dogmáticos, tan sólo en ocasiones de diversión, entre amigos, siendo conscientes de sus limitaciones y condicionantes.





viernes, 14 de agosto de 2009

Albañiles y turistas de antaño


Ayer invité a mi hijo a ver la película La piel quemada. He hablado en mis otros blogs de esta interesante reposición, en el cine Alexandra de Barcelona, un cine que está intentado ofrecer buen cine en diversos horarios y con propuestas interesantes, como son las de ampliar la actividad cinéfila con un almuerzo o cena.

La piel quemada
es una película del año 1967, dirigida por Josep Maria Forn, que se ha pasado alguna vez por televisión. Cada vez que la veo percibo nuevos valores en ella, más todavía en la actualidad, cuando la nueva immigración globalizada nos enfrenta con problemas que parece que habíamos superado.

La película tiene además, ahora, un valor documental. Nos enseña el Lloret de Mar de la época, con aquel primer turismo y el choque cultural que representó, los sistemas de trabajo y pago de salarios de entonces, la situación de pobreza que se vivía en muchas zonas rurales de España, el peso de la moral religiosa, las reticencias de la sociedad catalana ante la llegada masiva de población con otras costumbres y otra manera de comportarse y relacionarse...

Tenemos poca memoria, parece que no nos gusta recordar el tiempo en qué fuímos pobres o en qué mirábamos a los más pobres que nosotros con reservas evidentes. La piel quemada narra, en paralelo, la situación de un albañil que espera la llegada de su familia desde Andalucía (en aquellos trenes borregueros de la época) y el viaje de esa familia, esposa, hermano y dos niños pequeños, perdidos en un mundo que no conocen, entre la ilusión por mejorar su situación, el miedo al cambio y la nostalgia de lo que queda atrás.

Lástima que la copia esté algo gastada y que el sonido sea un poco deficiente. Suele pasar con las buenas películas olvidadas que se recuperan de nuevo y que no forman parte de los circuitos habituales. Sin embargo, La piel quemada sigue siendo una inmensa película, que debería ser imprescindible para los jóvenes de hoy, que no la conocen. La pareja protagonista estaba interpretada por Antonio Iranzo, excelente actor valenciano que nos dejó en el 2003, y Marta May, gran actriz, esposa del director, con una mirada que dice mucho más de lo que se cuenta. Ambos tuvieron premios merecidos por su trabajo. Sin embargo hoy son, también, actores poco recordados. Somos un país bastante desagradecido.

La piel quemada tuvo problemas de censura por introducir algunas inocentes frases en catalán y un minidestape turístico, cosas de la época. En la película hay cameos de personajes com Salvador Escamilla o Jaume Picas, tan importantes en su tiempo para la recuperación de la cultura catalana.

He oído contar que existe una sola copia de la película y que por eso se proyecta, de momento, en un solo cine. Si eso es cierto, es una lástima. Espero que se pueda ver pronto 'más allá de Barcelona' o, por lo menos, en televisión, de nuevo. Con Surcos, de principios de los cincuenta, es de las mejores que se han realizado sobre la inmigración desde el campo a las zonas urbanas. Gracias a esta película y al libro de Candel Els altres catalans los autóctonos -hijos de inmigrantes más antiguos, en realidad- empezamos a contemplar a los recién llegados con una mirada muy distinta.