martes, 20 de noviembre de 2012

EL MUNDO COLONIAL Y EL PORQUÉ DE UNOS ÉXITOS LITERARIOS




Con cierta prevención y con la envidia sana e inevitable que suscitan los éxitos literarios de los demás cuando tú también escribes, me acerqué a estas dos novelas de éxito. El tiempo entre costuras la he leído participando de un club de lectura, Palmeras en la nieve me llegó a través de una web para la cual escribo de vez en cuando reseñas sobre libros. Son libros bien promocionados pero que deben su éxito, más que nada, a eso que llaman boca-oreja. Es verdad que los libros de Planeta se pueden ver y comprar en todas partes, però se editan muchos en la misma editorial y no todos obtienen esos éxitos de ventas y lectura.

No quiero entrar en el tema de las calidades literarias, siempre subjetivas. Creo que las dos novelas, muy diferentes a pesar de tener puntos en común, han sabido recuperar un género eterno, aquella novela para todo el mundo de antes, Somerset Maugham, Vicky Baum, autores mirados de reojo por los elitistas, claro. Además, han tenido la virtud de evocar un tiempo y unos escenarios muy poco conocidos todavía, los de la España colonial. Las dos autoras no son jovencitas inexpertas, sinó personas adultas con una gran formación que han sabido utilizar en esas primeras novelas, sin caer en los tópicos que se incluyen en las primeras novelas escritas a los veinte años o incluso antes. 

Tuve una amiga que había vivido en Guinea de pequeña. También las monjas de la escuela a la cual asistí cuando era una niña tenían escuelas en Tetuán, en Larache. Una de las monjas nos contaba a menudo tragedias del tiempo de la independencia, en 1956, ella era una joven monja de menos de veinte años y creo que aquello la traumatizó. Para evitar sus clases de matemáticas la incitábamos, con morbosidad infantil, a qué nos contara todo aquello, que ahora me pondría los pelos de punta y que entonces me parecía una película de miedo, como por ejemplo ejecuciones públicas en hogueras improvisadas. Recuerdo una frase suya evocando el olor a carne quemada por toda la ciudad que incluso impresionaba nuestra inconsciencia adolescente muy a fondo.

Siempre me extrañó que supiéramos tan poco de aquel mundo. La descolonización española fue rápida y expeditiva, aquellas tierras, como el Sahara, quedaron desprotegidas, con luchas internas y problemas gravísimos todavía no solucionados. Ceuta y Melilla son todavía algo extraño, anacrónico. Cuando los chicos de mi edad hacían la mili se lamentaba que a alguien le tocase África, era lejos, era peligroso. Y algunas revueltas hubo, poco conocidas todavía, el mundo del servicio militar obligatorio también es un filón literario poco explotado. La gente mayor, además, todavía mantenía en sus recuerdos huellas de las Guerras del Rif, en las cuales tantos jóvenes humildes perdieron la vida, también poco noveladas y recordadas, aunque el gran Lorenzo Silva ha escrito libros magníficos sobre el tema.

Los dos libros están muy bien documentados, contienen bibliografía, referencias diversas. Provocan el deseo de saber más, como los buenos libros de divulgación. Que las historias personales que cuentan sean a veces algo tópicas es lo de menos. Los tópicos funcionan y la vida real está llena de tópicos, de casualidades, de fatalidades y suertes inesperadas. De El tiempo entre costuras tendremos pronto serie de televisión, es un libro que pide cine y tele, no siempre es así y en muchas ocasiones se ha querido llevar al cine o a la televisión obras de éxito muy literarias, cosa que a veces no ha funcionado y que en otras ocasiones nos ha dado otra historia distinta, con resultados muy diversos.

Puede ser que esas novelas descubran un filón y que el género colonial resulte un tema a explotar hasta el cansancio, ha pasado con otras temáticas pero eso no es malo necesariamente, de la cantidad suele salir la calidad. El género de la mujer insatisfecha y adúltera, desdichada casi siempre, dio en el XIX grandes novelas, novelas mediocres y novelas que hemos olvidado. Todas cumplieron su función, probablemente.

martes, 6 de noviembre de 2012

MANIFIESTOS MENTALIZADOS

No entiendo la afición a elaborar manifiestos y buscar firmas que sostengan su texto. Estos documentos acostumbran a no servir para nada. Los actores y la gente de la farándula tienen tendencia a elaborar manifiestos progres, que leen en actos públicos bastante teatrales; después hacen su vida, que en muchos casos tiene poco a ver con tan buenas intenciones y acaban, la mayoría, por depender del poder que tan públicamente habían criticado. 

Los intentos diversos de cambios hacia adelante en el tema catalán han tropezado a menudo con manifiestos a la contra.  Los manifestantes, abajo firmantes, suelen ser gente que se etiqueta como intelectual. Sin embargo hoy día ya no se sabe qué es un intelectual. Con la generalización del acceso a los estudios superiores y la masificación de la cultura los intelectuales ya no son lo que eran, o quizás jamás fueron lo que habíamos pensado que eran. Las biografías serias acaban con todos los mitos, con todos los dogmas de un signo y otro.

Afortunadamente no me han pedido nunca la firma para cosas tan importantes. Hace muchos años creo, todavía en el franquismo, firmé algo a favor de la amnistía para los presos políticos. Fue en mi primera escuela, todo estaba cambiando y me sorprendió que a la hora de la verdad sólo un par de maestras firmásemos aquel documento bastante moderado, la gente tenía mucho miedo y con razón, pero algunos de los que más galleaban no dieron el callo.

Lo peor de los manifiestos es que a menudo los mueve el demonio o el partido y que si firmas puedes encontrarte con compañeros de viaje poco recomendables. A veces la gente se ve obligada a estas cosas a causa del entorno, de los amigos, de las relaciones personales, se quiere quedar bien con poco gasto, como decía mi madre. Me entristece encontrar en esas firmas, bajo documentos que se prestan bastante a la manipulación, personas que sé que son buena gente pero que no ven claro determinados aspectos de la situación política catalana. 

Lo peor, cuando pasan cosas así o peores, es que te hagan tomar partido, definirte. Pasó así en la guerra civil y todavía vivimos su relato de forma maniquea, como una historia de buenos y malos. Un periodista catalán ha escrito un libro recopilando cartas y recuerdos de jóvenes que fueron a la guerra y explicaba como los parientes de personas que habían luchado en el bando franquista eran muy reticentes al tema, con razón. Se fue hacia aquel bando por muchos motivos, religiosos, personales o porqué delante de tu casa la FAI mató a un vecino que no tenía culpa, o a tu primo seminarista, quién sabe. 

Yo soy muy indefinida, por eso no firmaría nada que pareciese demasiado contundente. Se habla mucho de libertad pero la libertad cómoda precisa de un cierto anonimato, de ahí el gran valor del voto secreto, meditado y sin presiones. En la escuela sufrí épocas de un cierto estalinismo que pretendía que todo debía votarse a mano alzada y públicamente, en asamblea. Gente que me había dicho una cosa en la intimidad, en la asamblea votaba la contraria, para no significarse. Los partidos políticos con base asamblearia no suelen prosperar. Claro que la democracia interna de los partidos actuales brilla por su ausencia.

Durante las movidas de los indignados se dijo que se trabajaría a favor de mejorar la democracia, de las listas abiertas, pero poca gente habla ahora del tema. Yo quisiera votar pudiendo señalar con crucecitas las personas que me parecen honradas, fiables, sean del partido que sean, vana esperanza. Tenemos elecciones cercanas y desearía que me dejasen reflexionar en paz, sin amenazas sobre un futuro problemático y apocalíptico ni predicciones sobre un mañana idealizado y maravilloso. No va a ser posible. Al menos que no me mareen con manifiestos, estoy harta de ellos y sólo han traído, en general, más mal rollo. Me molesta que en esos textos me digan qué he de hacer, qué debo pensar, qué debo votar y me quieran mentalizar. En general hay muchos poderes, en la luz y en la sombra, que creen que los demás somos tontos y no vemos la realidad. Y no sólo poderes reales y fácticos, en el fondo todos tenemos en el alma nuestro pequeño dictadorcillo que nos susurra que la nuestra es la verdad y que debemos proclamarla y predicarla al vecino para que no se condene.


jueves, 1 de noviembre de 2012

PASADOS COLONIALES




El éxito del libro de María Dueñas, El tiempo entre costuras, quizá consiga interesarnos más en un tema poco tratado literariamente, todavía menos en el cine, ya que recuerdo una sola película sobre esos españoles que vivieron en nuestras modestas colonias africanas.  Palmeras en la nieve es  también una historia colonial, en este caso sucede en Fernando Poo y admito que empecé a leerlo con cierta prevención, no me gusto su inicio, con una despedida amorosa narrada al estilo de la novela rosa antigua, los inicios y los finales de los libros son un peligro para la historia en general. Otro factor que quizás desmotive a los lectores, más bien a las lectoras, pues creo que, en general, las mujeres leemos más ese tipo de historias, es el currículum de la autora, alcaldesa de Benasque por el PP. 

Las filiaciones políticas suelen tener esos peligros, se confunde literatura e ideología, todavía más cuando se trata de nuestros contemporáneos. Vargas Llosa fue adorado mientras era, supuestamente, de izquierdas, pero luego cambió bastante y recuerdo haber escuchado un diálogo entre dos chicos estudiantes, en el metro, comentando que no pensaban leerlo. Me pasó a mi también con Pla, durante años no quise saber nada de él. Hay quién cree, más bien querría creer, que durante el franquismo el país fue una especie de páramo cultural y no quiere entrar a fondo en determinados autores y títulos de la época. Al contrario sucede lo mismo, autores, periodistas, progres, son sacralizados aunque su producción no valga un pito.

Sin embargo se trata en este caso de un libro serio, extenso y trabajado, de una historia familiar interesante y bien documentada, con una bibliografía al final de la novela sobre esa temática tan poco querida por los españoles, en general. Me ha recordado en cierto modo novelas de autores como Vicky Baum, Somerset Maugham, normalmente no apreciadas del todo por cierto elitismo intelectual hasta que a alguien de esa élite se le enciende la lucecita y se da cuenta de todos los valores que no tuvo en cuenta o de la eficacia de escribir libros que se entiendan, con historias de siempre.

Conocemos muy poco de esas colonias hispánicas, de su gente, de su emigración, de su presente. Conocí bastante a una persona de mi edad que había vivido en Guinea de pequeña porque su padre trabajaba allí, en los buenos tiempos y en los tiempos peligrosos de los peligros de la descolonización, las historia de su infancia me fascinaban. Gabás también se sintió fascinada por los relatos familiares sobre aquel mundo. Ya quedan pocos testimonios de todo aquello, de aquellas tierras que en algún momento se convirtieron en provincias y después en otra cosa muy distinta. Sólo quedan por ahí Ceuta y Melilla, casi un anacronismo histórico. Gabás, en la bibliografía que incluye en el libro cita, sin embargo, muchos títulos. Pero han sido, en general, títulos poco promocionados, al menos estas Palmeras en la nieve han tenido una buena distribución editorial y una promoción adecuada. 

Hay otro tema africano todavía más doloroso que conocemos poco, las guerras que desde principios del siglo pasado hasta bien entrados los años veinte consiguieron acabar con gran parte de la pobre juventud que tenía la desgracia de ser quintada y destinada a Marruecos. Afortunadamente un peso pesado de nuestras letras actuales, Lorenzo Silva, ha escrito bastante sobre el tema y no tan sólo novela. 

Puede que los éxitos de Dueñas y Gabás propicien, como suele pasar, una intensificación de la temática, como ha pasado en Catalunya con las colonias textiles, no lo sé. Tenemos todavía una deuda sentimental y moral con aquellas tierras, incluido ese triste Sáhara de nuestro tiempo. No poseemos el pasado colonial de los ingleses, de los alemanes, de los belgas, de los franceses. Casi mejor, así nuestros pecados tampoco pueden ser tan numerosos. Es el primer libro de la autora, que es filóloga, tiene un importante bagaje intelectual y se ha pasado unos cuantos años para terminarlo. El género novelístico exige madurez, tiempo, constancia y conocimientos previos.