sábado, 31 de marzo de 2012

Miguel Hernández, setenta años después



Hizo el día 28 de marzo setenta años de la muerte de Miguel Hernández en la cárcel, en unos años negrísimos, sin que haya habido mucho ruido en este país, tan amante de memorias históricas oportunistas, cosa que me sorprende. Bueno, de hecho, tampoco me sorprende tanto, ya me sorprendo de pocas cosas. También el centenario de su nacimiento, en el 2010, pasó sin pena y con poca gloria.

Me temo que la figura de Miguel Hernández es hoy bastante incómoda para todo el mundo. Su figura se idealizó durante la transición, las lecturas canónicas oficiales lo convirtieron en un pobre pastor poeta, gran amante de su esposa Josefina, querido por todo el mundo. Un alma inocente y pura, con aspiraciones legítimas a encontrar su lugar en el mundo intelectual.

Resulta que no era tan pobre, que tuvo amores con otras mujeres, como la gran Maruja Mallo y que esos intelectuales más elitistas, estilo Lorca, le tenían por un pesado que olía a sudor provinciano. 

También se le recrimina que su gran amigo, prematuramente desaparecido y al cual dedicó uno de sus poemas más conocidos, Sijé, fuese un falangista. Hablar a toro pasado es fácil, la falange era antes de la guerra una idea moderna de cierta política grandilocuente, una idea atractiva a muchos jóvenes de clase media y alta, incluso de clase baja, ya que se cree que no hubo falangistas convencidos entre los humildes y no fue así, aunque el tema está muy poco estudiado por razones obvias, por si acaso nos encontramos alguno en la familia o en la vecindad. 

Lorca también fue amigo o algo así con José Antonio. La guerra puso a todo el mundo en un bando o en otro pero en épocas de normalidad, aunque sea de normalidad relativa, las personas jóvenes a menudo se relacionan a fondo, discuten, van de juerga, incluso se aman, con personas que no comparten sus ideas. De joven todo es muy blanco o muy negro pero también el corazón es abierto y generoso y la juventud se atrae por motivos biológicos y de circunstancias generacionales.

Luego vino el desastre. Lorca, Machado y Miguel Hernández tuvieron mala suerte. Si hubiesen podido escapar o sobrevivir los hubiésemos visto envejecer como a otros, como a Alberti. Lorca, dicen, se burlaba de Hernández. También eso es frecuente entre los jóvenes airados e intelectuales. No se puede juzgar a quiénes han tenido tan poco tiempo en la vida para evolucionar, incluso para corromperse o no corromperse.

Cuentan que Hernández miraba de reojo y con cierta prevención distante a esos señoritos escritores que no iban a la guerra y buscaban otros medios bastante elitistas de lucha política, destinos más seguros que el frente de AragónEs posible, todo es posible. De Hernández se sabe aún poco y sus biógrafos encuentran hoy hechos que desmienten supuestas verdades.

Buero Vallejo, que sobrevivió a la tragedia y a la pena de muerte, llegó a ser un gran autor de teatro, tolerado más o menos por el franquismo evolutivo, luchando por estrenar obras dignas en un medio hostil. Llegó a viejo, tuvo suerte, podían haberlo fusilado en caliente, fue compañero de cárcel de Hernández a quién retrató de forma excepcional. Quizá tuvo avales, conocidos, mejor salud, quién sabe. Buero es también hoy un autor teatral poco representado, debería ser un autor de culto en nuestros escenarios, siempre presente en ellos, pero esto no es Inglaterra y ni Madrid ni Barcelona son Londres, París o Berlín.

La historia mítica prefiere a los muertos antes que a los vivos, de los muertos jóvenes se pueden hacer brillantes pósters de consumo, como los del Che. Claro que la muerte de Hernández no fue en el frente, caso en el cual, me temo, hubiese resultado mucho más gloriosa y aceptable para todo el mundo. Malos tratos, tuberculosis, una enfermedad infecciosa y contagiosa en aquella época, que asustaba incluso a sus propios compañeros de derrota y cautiverio. Qué triste, todo ese final trágico.

Incluso su poesía, más allá de las Nanas de la Cebolla, no es del gusto de todo el mundo, tan contundente, no siempre valorada. También Hernández elogió a Líster, poéticamente, como Machado, pero todo se ha de situar en el contexto bélico de la época. El comunismo anda hoy de capa caída, después de la caída de la URSS y del muro de Berlín, se habían mitificado sus resultados reales y nos creímos que con aquellas ideas se creaban paraísos vitales igualitarios, fraternales, pacíficos y justos, de los cuales Cuba y Albania eran los paradigmas a pequeña escala.

Ya había pasado con el cristianismo, cuando las cosas llegan al poder, cuando se convierten en obligatorias y se estatalizan se pudren, como todo, porque los humanos somos contradictorios, egoístas, y el poder excesivo corrompe y se corrompe. Las ideas no tienen la culpa de como las tratamos en la realidad, de las injusticias que provocan las mejores intenciones, de las cuales está empedrado el infierno. La Revolución Francesa empezó aboliendo la pena de muerte y acabó por cortar cabezas de forma abusiva e indiscriminada.

Dicen que hemos de obviar las biografías de los poetas, de los artistas, y centrarnos en su obra. Eso no es posible, a menudo obra y vida tienen grandes y profundas relaciones, aunque sean contradictorias. Incluso la duración de la vida de un poeta condiciona la lectura de un poema. Tendríamos una visión muy distinta de Alberti si hubiese muerto más joven, pero tuvo tiempo de ofrecernos una imagen grotesca y decadente, vanidosa y extraña, casi anacrónica. 

Vicente Aleixandre, otro gran olvidado, a pesar de su flamante Nobel, fue de los pocos que intentó ayudar a Miguel Hernández, según se cuenta. Otro olvidado es Dámaso Alonso que tanto valoró la poesía del valenciano. Lorca, que tan mitificado fue, hoy se considera incluso sobrevalorado. Machado tuvo suerte de Serrat, como el mismo Hernández, aunque me temo que no con el mismo peso popular que ha hecho de la Saeta serratiana un clásico recurrente. 

Fue aquella una generación con luces y sombras, com muchos señoritos con ínfulas que no supieron ver la realidad de un mundo lleno de tristes contrastes, la universidad era entonces absolutamente minoritaria. Leer a los supuestos intelectuales de hoy y compararlos con aquellos escritores, periodistas, poetas, pintores, de los años veinte y treinta me produce una nostalgia sin sentido, pues las cosas fueron como fueron, por desgracia y de nada sirve pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Vale más intentar que lo que pueda ser, sea, de la mejor manera posible y sin violencia, siempre sin violencia.

Se dice que hoy se lee poco, en general. También se lee poco a toda aquella generación y más allá de la media docena de poemas que a todos nos suenan, el resto, con el cual deberíamos haber construido una antología personal en nuestro imaginario, para transmitirla, incluso de forma oral a las nuevas generaciones, ya es poco más que una sombra trágica. 

Ellos fueron los grandes pero había muchos secundarios de lujo, en géneros diversos, como el pobre Muñoz Seca, ejecutado en venganza a la muerte de Lorca y que de haber sabido Lorca que lo vengarían de ese modo tan bárbaro seguramente se habría horrorizado, con razón. La venganza, como la revancha, es lo más absurdo que hay, como lo es decir que alguien debe pedir hoy perdón de algo en lo que no participó ni tuvo arte ni parte. Además, pedir perdón también es fácil, lo hacen los niños en la escuela porque saben que así enternecen a los profesores con su actitud, a menudo bastante falsa y sin propósito de enmienda. 

Más allá de gustos poéticos personales, de memorias históricas y de evocaciones nostálgicas me preocupa la tibieza con la cual se ha no celebrado ese aniversario de la muerte triste, injusta y prematura de un joven poeta del pasado al menos de forma general. Excepto, claro, en esa Orihuela natal que no siempre lo amó, aunque también hay que entender el pavor, la cobardía, el hambre y la amargura de los españoles de a pie en aquellos horribles primeros años cuarenta.


viernes, 30 de marzo de 2012

Después de las batallas, a limpiar las cenizas


Acabó el día de huelga general y no sé ni siquiera si escribir sobre el tema, ya que provoca, por lo que veo y leo, visceralidades diversas, a favor o en contra.

Me preguntó si en los recuentos sindicales tienen en cuenta a los no convencidos obligados por las circunstancias, pequeños tenderos, dependientes de comercios subcontratados, trabajadores que no están de acuerdo con los sindicatos por muchos y graves motivos o incluso incondicionales votantes del Partido Popular, el cual, no lo olvidemos, tiene mayoría hispánica y unas cifras bastante elocuentes en lugares como Andalucía o Catalunya, nos guste o no.

Los dogmáticos convencidos creen que todo el mundo debe hacer huelga en estos casos y que los medios para conseguirlo pueden ser razonablemente violentos y contundentes. No está tan lejos esa idea de la que tenían los predicadores iluminados cuando querían convertir a la religión verdadera a los infieles, a golpe de crucifijo.

La ruta de la manifestación pacífica se convirtió en Barcelona, en muchos lugares, en la ruta de los contenedores quemados. Siento no participar de la alegría revolucionaria ante cristales de bancos rotos, incendios y otras cosas. Sé que hay quién dirá que peor son las rapiñas del capitalismo o cosas así, consignas que pueden ser ciertas de forma abstracta y generalizada, pero que derivan el tema hacia planteamientos tan filosóficos que se me escapan. En todo caso, no creo que quemando y rompiendo se acabe de forma pacífica con las rapiñas capitalistas, los bancos abusones o los políticos corruptos. Sería más práctico mirar hacia nuestra proximidad vecinal y laboral y empezar a entender que de muchas pequeñas corruptelas admitidas, consentidas e incluso alabadas se deriva la destrucción moral de eso que llamamos pueblo.

Otros tópicos recurrentes: siempre son los mismos y la policía se lo permite, no son gente de la manifestación sinó antisistemas que buscan el lío, son policías disfrazados, tienen toda la razón de estar rabiosos tal como están las cosas. Ayer oía y leía comentarios de pobres dependientes de comercio immigrantes, muy mal tratados por esta especie de guerrilla urbana que, como el Guadiana, aparece y desaparece, y pensaba que ellos sí tendrían una cierta justificación si rompiesen algo. No sólo se rompió: se robó, se pegó, se insultó. Y no se mató todavía porque estamos en la época que estamos aunque contra el desastre nunca se está bastante vacunado.

Sobre la policía, mal si actúa y peor si no lo hace. La represión sea la que sea está mal vista en nuestros tiempos y en nuestras sociedades. Además, también ahí se infiltran los amantes del palo, según dicen, y los policías no son perfectos, como no lo son los maestros, los médicos, los curas o los abogados. En fin, todo tiene simplistas explicaciones que no explican lo inexplicable.

Cuando se pierde la identidad individual y se confunde a la persona con el grupo todo se perjudica. También nos perjudicamos cuando, escondidos en el río revuelto, hacemos cosas que no haríamos de forma individual e identificable. Una pregunta tópica, que no gusta a muchos ¿por qué siempre hay más hombres que mujeres rompiendo y quemando cosas? 

No entro a fondo en el problema de base, claro, que es la reforma laboral. Tiene luces y sombras, aunque venimos de las sombras discotequeras de una euforia política basada en la táctica del avestruz que ha hecho crecer el paro de forma exponencial y que no tuvo, que yo sepa, contestaciones tan ruidosas. No quiero ni pensar como serían las lecturas políticas y sociales si los incendiarios fuesen los verdaderos olvidados de hoy, los inmigrantes que trabajan en negro, las trabajadoras del hogar no aseguradas y mal pagadas, las cuidadoras de nuestros abuelitos, los albañiles forasteros, los portadores de bombonas de butano, los chinos a horario completo. 

Cuando empecé a trabajar de maestra, después de ocho años trabajando en lo que pude, más o menos a tocar de la transición, fue también tiempo de luchas y ruidos. Vázquez Montalbán acuñó aquello tan repetido de contra Franco vivíamos mejor que tiene su lógica, pues el enemigo era común y así tragábamos con todo. A veces, cuando en Catalunya habla según quién de independentismo, tema complicado que incluye en su deseo identitario a personas y sectores muy distintos, pienso que quizá algún día pensemos que contra España vivíamos mejor, sobre todo si al poder llegasen, en caso de  realizarse el tema, determinados personajes dogmáticos y no los moderados, demócratas y pacíficos, cosa que suele pasar en más de una ocasión cuando hay cambios políticos importantes, los razonables se exterminan o ningunean y mandan los de siempre aunque con otra máscara, claro.

Después del contra Franco y gracias, no lo olvidemos, a que aquel señor o lo que fuera murió en la cama a causa de la edad, vinieron las divisiones partidistas, los sectarismos ocultos, los dogmatismos inherentes a una época en la cual se confundía antifranquismo con democracia. No es democracia no dejar a alguien, a la fuerza, que no haga huelga y enviarle piquetes informativos o incontrolados dispuestos a romper los cristales de la pobre tienda del barrio que aguanta como puede la crisis del sectors. No se trata de un caso aislado, existen muchos testimonios sobre el tema, del día de ayer, aunque hay quién no quiere verlo ni oirlo.

Muchas veces me sumé, en años pasados, a huelgas que no veía claras del todo, por no parecer facha, que era un insulto muy malo que te endilgaban y te endilgan a poco que quieras razonar las no razones retóricas para hacer algo que puede estar justificado pero que no servirá para nada concreto, pues el mundo es cómo es y la economía está como está. Un padre de la escuela, de aquellos mentalizados, pesuquero, brillante y demagógico, que luego se enchufó en algún organismo público, ante mis dudas me explicó que el capitalismo tenía sus armas para que yo, ignorante de mí, al servicio inocente de los poderes fácticos, no pudiera ver con claridad como estaban las cosas. Algo así como los doctores que tenía la iglesia, hoy un poder mal visto, para explicar todo lo que yo cuestionaba por abstracto, etéreo y, sencillamente, falso, al cura de mi parroquia. 

Un solo incendio injustificado, un insulto a un inocente y pobre tendero de barrio, hacen mucho más daño que todo el pacifismo manifestador existente. Es así y deberían entenderlo los sindicatos moderados, aunque los sindicatos, como los partidos, son hoy una especie de agencias de colocación en las cuales todo el mundo quiere estar con un contrato indefinido, si puede ser. Y sin embargo es lo que tenemos y son los medios con los cuales hay que jugar y participar, al nivel que nos permitan unos y otros. Las otras opciones son mucho peores, son las dictatoriales del signo que sea.

Una injusticia hecha a un hombre es una amenaza contra todos, escribió Montesquieu. Viendo las imágenes de un pobre chico al cual se le endilga un puñetazo porque quiere defender los bienes de su puesto de trabajo, seguramente precario, me vino a la mente esta frase. No fue la única agresión. Que encima me quieran hacer entender que eso son hechos aislados, que hay motivo para ir quemando y robando, que eso fue un resbalón ante la fuerza de la lucha obrera -¿quedan obreros?- pacífica sindical, cívica y ordenada, me produce un cierto repelús. En todo caso, los organizadores de huelgas y manifestaciones deberían contar con algún servicio de orden que no permitiese enturbiar la fuerza de la razón con la razón de la fuerza de esos energúmenos.

Cuando yo era más revolucionaria que ahora el director de una escuela, un buen hombre que había sobrevivido como había podido a la sinrazón y al dogmatismo del franquismo educativo, con bastante y admirable dignidad, me comentó, escuchando nuestros incendiarios comentarios de la época: eso es como una película que yo ya la he visto... Las películas, aunque se hagan nuevas versiones, siempre parten de argumentos muy parecidos. Claro que mis opiniones tienen poco valor, soy una maestra jubilada con paguita asegurada, integrada en el sistema, que quizá se ha ido volviendo conservadora y cobarde, o sea, para algunos, de derechas, aunque yo me considero bastante más de izquierdas que mucha izquierda de boquilla y bastante apalancada. Y que, eso sí, trabajó y estudió desde su adolescencia a tiempo completo, cobrando sueldos ridículos que hoy esos estudiantes, que ya empezaron a hacer huelga el día anterior a la huelga, considerarían un insulto, una explotación intolerable.

lunes, 19 de marzo de 2012

La Verdad, el Tiempo y la Historia



Coinciden los doscientos años de la Constitución gaditana de 1812 con la presencia en Barcelona de una exposición sobre Goya, en CaixaFòrum, gran parte de la cual proviene del Prado y, por lo tanto, es probable que no aporte, a los admiradores del pintor, como yo misma, nada nuevo, aunque Goya siempre es nuevo, evidentemente. 


No corren buenos tiempos para recordar aquella Constitución, de difícil elaboración y breve reinado legal. Era aquella una época en la cual la españolidad era un valor, incluso en Catalunya. Ya se sabe como acabó el tema y qué tiempos vivimos, de malentendidos, prejuicios y problemas diversos, muchos de los cuales traslucen en las relaciones entre centralismo y aspiraciones federalistas o soberanistas nunca resueltas, e incluso se plasman con visceralidad en aspectos de la vida cotidiana como el mismo fútbol. 


Problemas que quizá harían reir a nuestros antepasados desconocidos, los que vivieron y malvivieron aquellos años de luchas y de inestabilitat, después de un siglo dieciocho que había vivido en una cierta paz, siempre inestable, con un crecimiento y mejora importantes durante los reinados de Fernando VI y Carlos III, incluso teniendo en cuenta las desigualdades de una península con graves desequilibrios y mucha miseria.Todavía existía la América hispana, claro. Todo era muy distinto y al evocar aquella época caemos en ese presentismo simple, que nos distorsiona el conjunto.

La guerra -o guerras- mal llamada de la independencia también ha sufrido malas lecturas oficiales. ¡Aquellos heroicos Sitios de Zaragoza y Gerona, Agustina de Aragón en versión de Aurora Bautista, lanzando cañonazos contra los malvados gabachos! Era, parecía, una guerra justa. Napoleón fue un megalómano que llevo Europa al desastre pero mantuvo ciertas libertades legales, cosa que ha contribuído a su mitificación francófona, ya que los franceses consiguieron, a la fuerza ahorcan, un estado centralista y más o menos monolingüe, y venden sus mitos sin prejuicios ni demasiados escrúpulos en el intento de crear y mantener un espíritu patriótico unificado.

La Constitución de 1812 fue un intento bien intencionado de renovación hispànica. En ella intervinieron catalanes ilustrados. Sin embargo, como en otros casos, las buenas ideas no conocían del todo la cruda realidad ni las posibilidades reales de actuación. Hace un par de días miraba por la tele una película poco conocida sobre los últimos días del zar Nicolás. En una conversación entre el Zar y Kerenski, que intentó salvar a la familia real, éste comenta al monarca que el cuenta con la ley, pero no con el poder, dadas las luchas entre diferentes grupos políticos, mientras que el zar tenía el poder pero no la ley, al ser aquel un poder absoluto. La revolución rusa, como la francesa, han sido explicadas de forma mitómana e interesada por todas partes. Tener ley y poder a la vez es difícil, porque el poder muy legal se suele debilitar si no cuenta con el soporte de un cierto carisma personal. 

En Catalunya, a pesar de la presencia de Goya en Barcelona, me temo que habrá muy poco interés en investigar, leer y reflexionar sobre aquella Constitución y sobre los hechos y tragedias que la precedieron y siguieron. Un poco como si la cosa no fuese con nosotros y formase parte de una España lejana, áspera, una especie de madrastra a evitar cuando se pueda. La historia tiene muchas servitudes, entre las cuales intentar responder a nuestras expectativas del presente. El cuadro que acompaña este texto es también de Goya y no lo podremos ver a no ser que viajemos a Estocolmo, dónde los avatares del tiempo lo han llevado. Erróneamente se lo ha bautizado como si se tratase de una alegoría de la Constitución de 1812 pero en realidad el pintor lo realizó mucho antes. 

La Verdad, el Tiempo y la Historia parece que intentan, en ese lienzo, coordinar esfuerzos, tarea imposible, en mi opinión. Tiempo que pasa, verdad que huye, dice un sabio refrán popular. La historia oficial la escriben los vencedores y la alternativa, los perdedores. Ni unos ni otros pueden ser objetivos. En el fondo no existen vencedores, siempre se pierde algo en esos temporales históricos. De aquellos hombres de entonces nos queda poca cosa, incluso los estudiosos de la época son pocos, parece que existe poco interés, al menos por Barcelona, sobre aquellos años neoclásicos, afrancesados, inquietantes. 

El Archivo Municipal de Barcelona organiza cursos interesantes sobre aquellos años mal conocidos.  No es tan sólo mal conocido el siglo XVIII, o la primera mitad del siglo XIX, sino también los siglos XVI, XVII. Esta ha sido una justificación esgrimida cuando se ha sabido que las Drassanes eran más modernas de lo que ser creía hasta ahora, que esos siglos tienen poco público. Me temo que los cursos que menciono, que a menudo dan paso a publicaciones, no dejan de ser manifestaciones culturales muy limitadas a ámbitos específicos, académicos. 

Personajes de aquellos años tan importantes como Antoni de Capmany son poco y mal conocidos por la mayoría de eso que llamamos  pueblo. No creo que suceda tan sólo en Catalunya. ¿Quién recuerda al pobre Muñoz-Torrero, otro de los redactores de aquella Constitución, que murió torturado y olvidado en Portugal, a causa de sus ideas? Bueno, Capmany escribía en castellano, Muñoz-Torrero era cura... La Constitución de 1812, en cuya redacción participaron muchos clérigos ilustrados insistía en el catolicismo hispánico, cosa que puede sorprendernos en la actualidad.

Entiendo la crítica razonada, incluso visceral, dadas las circunstancias, pero no tanto la falta de curiosidad en una época en la cual podemos saber mucho con un par de viajecitos por el google, afortunadamente. Cuando escucho a alguien decir que no siente ningú interés por todo aquello siento también una cierta inquietud, en el fondo no estamos tan lejos de aquella España que despreciaba cuanto ignoraba, como escribió Machado, otro autor mal leído y mitificado de vez en cuando. Eso sí, estoy segura de qué la visita a la exposición sobre Goya generará grandes y largas colas, en el fondo todo es cuestión de promoción, en nuestro presente en crisis. 

El arte también está sujeto a propagandas, comercio, promoción y modas, el neoclásico no se valora y, respecto al siglo XIX, el realismo que tantas grandes figuras tuvo no cuenta con el interés necesario para que, por ejemplo, los jóvenes de hoy lo investiguen y realicen tesis doctorales sobre su producción. Mucha de la cual son aquellos entrañables cuadros históricos, estampas de nuestra infancia, que conformaron cierto imaginario casi cinematográfico sobre el pasado, hoy en crisis, como tantas cosas. Entre muchas de esas estampas que reproducen épocas diversas se encuentra también el cuadro de Salvador Vinierga que representa aquellas Cortes de Cádiz y que incluyo en esta entrada.

La exposición del MNAC sobre el realismo catalán tuvo que contar con la referencia a Courbet... como excusa. Para atraer al público, claro.




viernes, 16 de marzo de 2012

Del pasado bárbaro y del presente frágil



He sabido por casualidad que tal día como hoy, en el lejanísimo año 1244, se ejecutó a doscientas personas en Montsegur, en el Prat dels Cremats, lugar en el cual actualmente existe un monolito que recuerda aquellos desdichados sucesos.

Los cátaros, como los templarios, han sido personajes amados o odiados según los avatares de la historia, de la historia oficial o de la historia extraoficial que se convierte en oficial. Hoy es casi un sello turístico añadir a algún lugar, castillo o monasterio la etiqueta de su origen templario y los lugares ligados al catarismo han sido durante años un punto de atracción turística.

Hace muchos años compré algún libro, en Francia, sobre el tema. He de decir que no estaba entonces de moda y las publicaciones que se referían a todo aquello no pasaban de las librerías especializadas. De pronto, en algún instante puntual, la cosa despegó y muchos libritos divulgativos, la mayoría refritos bien intencionados de los libros serios anteriores, se vendieron como rosquillas. Algunas personas que se especializaron en aquello fueron requeridas en tertulias y debates muy a menudo.

Como era de esperar, la cosa pasó de moda, como pasan todas las modas, no sólo las del vestido. El tema ha mantenido un cierto interés y se han establecido lugares de culto y rutas senderistas diversas. Actualmente hay rutas de todo, nuestros antepasados ya fueron hábiles en crear senderos turísticos y comerciales con excusas, en su caso, religiosas, las peregrinaciones. 

El tema cátaro tiene una lectura catalana interesada, parece que allí perdimos el peso específico que una supuesta Catalunya podía haber mantenido de no existir aquel problema. Se olvida de forma interesada que la primera Inquisición se estableció con el motivo de aquella herejía o lo que fuese, por parte de los aragoneses que también eran los catalanes. La historia de aquellos hechos es negra, con traiciones y sacrificios, algo parecido a ese terrible historia de Vargas Llosa sobre La guerra del fin del mundo, pero con más intereses políticos de por medio.

También las creencias de los cátaros se han idealizado, así como sus personas y su forma de vida. Es fácil mitificar lo que sea, creer que todo fue mejor de lo que es y de lo que ha sido. Sin embargo la especie humana mejora a trompazos y recaídas, esa es la realidad. Hace unos días veía por televisión un programa breve sobre la pena de muerte, con su peso específico en morbo, como todas esas cosas. Se obvia a menudo que aquella gente bárbara del pasado creía de veras que había que matar al contrario y que la tortura y la pena de muerte estaban legalizadas y controladas, además de ser, la segunda, un espectáculo con una gran acogida por parte de las masas. Eso hace que tengamos documentados esos terribles procesos. 

La eficacia es un gran peligro para la posteridad, recuerdo que en una ocasión un profesor comentaba que el carácter germano hizo que todo lo que se hacía en los campos de exterminio fuese contabilizado y controlado de forma coherente y profesional. Los campos de trabajo franquistas, incluso algunos que tuvo la otra parte, la republicana, para reeducar, todavía poco conocidos, se beneficiaron de la poca seriedad hispánica a la hora de llevar las cuentas con seriedad y así podemos saber poca cosa sobre su existencia y características. 

Hoy, en general, se mata y tortura en secreto o casi, en nuestras sociedades bien intencionadas, cuando hace falta. Los siglos más torturadores y exterminadores no han sido los del pasado sino los más cercanos, las dos grandes guerras, los gulags, los campos de exterminio. En nuestros tiempos han convivido los sistemas de tortura más medievales con la sofisticada técnica moderna aplicada al mal. 

También existe una triste tendencia, por parte de los peninsulares y mediterráneos, a creernos más malos que los demás. Hace unos días estuve en un acto literario en el cual se introducía la edición de un libro de narraciones de un colectivo con una pequeña representación teatral en la cual una supuesta bruja comentaba las características de la publicación. Las brujas han sido, en nuestros tiempos, objecto de reivindicación mitificadora. Seguramente las hubo de buenas, pero también de malas, aunque hoy sabemos que sus maleficios eran bastante inocuos. En la representación se hacía mención de la Inquisición y de la quema de esas damas, en un tono desenfadado e informal pero, claro, con los tópicos de siempre. 

Pero es que resulta que el mundo mediterráneo fue muy tolerante con la brujería y que incluso un montón de inquisidores, jueces en los casos denunciados, se dieron cuenta de qué no había habido en algún lugar brujas ni brujos hasta que se empezó a hablar de ellos. El número de brujas ejecutadas fue muchísimo menor que en la Europa central y del este dónde sí existió una exterminación brujeril impresionante. Otra cosa fue la herejía, que hay que situar en el contexto de una monarquía para la cual el único modo de intervenir en todos sus territorios, más allá de los poderes feudales resistentes, era el inquisitorial.

Pero los tópicos funcionan. Defender esas tesis que se pueden comprobar con números en libros especializados, incluso en wikipedia, hace que te miren mal, cómo si estuvieses defendiendo algo perverso. Evidentemente, una ejecución ya es un acto repugnante y una injusticia a una persona es una amenaza contra todo el mundo, como dijo Montesquieu, aunque hemos de admitir que la mayoría de justicieros, ya fuesen del poder o del pueblo, que era quién acostumbraba a denunciar a esas personas sospechosas, creían hacer algo bueno en su época, achicharrando a los enemigos. El respeto generalizado a la vida humana, como creencia aceptable y universal, es algo de hace cuatro días y siempre se encuentra en riesgo de desaparición.

Nos desengañamos bastante cuando llegamos a saber que personas que nos merecían respeto, grandes pensadores, políticos importantes, fueron crueles, malvados, oportunistas. Hoy, las películas sobre, por ejemplo, la Guerra Civil, se han convertido en una especie de cuento de buenos y malos pero de vez en cuando alguien te comenta, en voz baja, porque teme ser señalado por los bien pensantes, que en su lejano y recóndito pueblo los rojos hicieron, de entrada, un montón de barbaridades. Claro que existe la ideología, y que una ideología igualitaria es, de entrada, más admirable que otra clasista, pero a la hora de la verdad creo que a la mayoría nos daría igual la ideología de alguien que hiciese con nosotros, o con nuestros seres queridos, albondiguillas, aunque creyese, de buena fe, que estaba haciendo algo bueno. Todavía se habla poco de Stalin, su época y sus seguidores. Hoy hace también años del secuestro de Aldo Moro, después, como se sabe, lo asesinaron y creo que hubo gente que en su interior sintió simpatía por aquel hecho repugnante, al fin y al cabo era un político de derechas, claro.

Para justificar según qué cosas siempre se recurre a otra leyenda que quizá en ocasiones puede ser verdad; había provocadores infiltrados, del otro bando. Eso sucede cuando en manifestaciones actuales las cosas se le van de las manos a la organización y esos elementos incontrolados que casi nunca son identificados del todo y que, si lo son, despiertan grandes solidaridades, empiezan a romper de todo de forma indiscriminada. De los elementos incontrolados me libre Dios -o el destino- que de los controlados ya intentaré librarme yo como pueda.

Nos da miedo entrar a fondo en los temas del pasado que no nos gustan pero es necesario querer ser un poco objetivo para intentar vacunarnos, ni que sea temporalmente, de cierta inocencia absurda que nos hace ver de color de rosa lo que es, de hecho, de un color mucho más oscuro y turbio. De momento creo que las brujas televisivas de nuestro tiempo no han de temer nada, las iras van por otros caminos, aunque nunca se sabe a dónde va a parar la piedra que se tira de forma visceral contra algo o alguien.

lunes, 5 de marzo de 2012

Alberti y la realidad humana




Si mi voz muriera en tierra, 
llevadla al nivel del mar 
y dejadla en la ribera. 
Llevadla al nivel del mar 
y nombradla capitana 
de un blanco bajel de guerra. 
Oh mi voz condecorada 
con la insignia marinera: 
 sobre el corazon un ancla 
 y sobre el ancla una estrella 
 y sobre la estrella el viento 
y sobre el viento una vela!





Estos días me vino a la mente Rafael Alberti por una frívola tontería y por esas cosas que inesperadamente surgen en nuestros recuerdos como fotos olvidadas en un cajón del armario. Andamos hace unos días algo revueltos por Barcelona con el tema de esa posible Eurovegas que promete algunos puestos de trabajo, cosa que en tiempos de crisis y de paro galopante parece ser muy atractiva para los políticos y para el públic en general. No sé si estoy a favor o en contra del proyecto. Más bien ni una cosa ni la otra.

Sin embargo las razones en contra del invento a la americana han propiciado voces moralistas que recurren, para el rechazo, a la idiosincrasia catalana, quizá por aquello unamuniano de la estética que nos pierde a la hora de la vida práctica. Parece que en Madrid no le hacen ascos y, claro, como es la ciudad rival por excelencia, se leen y escuchan cosas como: ¡que se vayan a Madrid! Como no. Madrid es una ciudad casticista y provinciana -según algunas elitistas opiniones de mi capital patria- a la cual no le queda mal un apéndice tan hortera, que sería una especie de escenario macrocibernético de La verbena de la Paloma.

No quiero ni pensar cómo nos sentarían comentarios al revés, deseando que el engendro se fuese a Barcelona por razones de inferioridad estética, moral y geográfica. Pues todo eso, que nada tiene que ver com la poesía y la generación del 27 me ha recordado un verso de un poema de Alberti, cuando éste señor andaba muy comprometido en contra del americanismo capitalista que es, para algunos, como un españolismo a la madrileña con un montón de dinero y de poder: ¡que se vayan a Miami con sus putas!

La realidad cubana de las últimas décadas nos ha enfrentado con lo que fue un sueño juvenil, la percepción de qué un comunismo con rostro humano era, no sólo posible, sino una realidad vigente. Había fallado el tema en sitios enormes, como la URSS, pero en Albania, en Cuba, el hombre nuevo surgía de las antiguas cenizas para gozar de una nueva sociedad igualitaria, rica, culta, pacífica, feliz y libre. Nada de eso era cierto, como es bien sabido. 

Unas putas se irían a Miami pero eso no acabó con la prostitución autóctona y lo que había de ser libertad acabó en dictadura, como suele pasar. Una cosa son las teorías y la otra la práctica y la realidad del ser humano, con la cual hay que contar, superando ya aquello de Rousseau que tanto predicó la bondad natural y acabó por mandar todos sus hijos al hospicio para economizar y no tener preocupaciones.

Alberti y aquella generación del 27, como también muchos intelectuales catalanes, se tuvieron que enfrentar al despropósito de la guerra civil. Unos murieron, son los más fáciles de mitificar porque no tuvieron futuro y se convirtieron en mártires. Los mártires, más todavía los mártires jóvenes, son muy cómodos para todos los poderes. Su recuerdo se puede poetizar fácilmente, se convierten en iconos, en pósters, en imágenes de estampita. Envejecer en la realidad de la miseria humana permite contradicciones y miserias diversas, vanidades y olvidos. 

Alberti y María Teresa León estuvieron en Barcelona en el tiempo de la guerra civil, su llegada fue recibida como la de dos grandes cantantes o dos artistas de cine, eran guapos, jóvenes, brillantes, comunistas. Una escritora, Teresa Pamies, también comunista, narra en uno de sus libros aquella llegada en olor de multitud. Se ha sabido y escrito poco, pero Alberti, en la intimidad, era bastante anticatalán y había manifestado sobre el tema opiniones un poco desagradables. Si las cosas son complicadas en todas partes, cuando se mezclan, además, temas patrios, todavía se complican más. Confundimos y todavía padecemos parte de aquellos problemas de percepción, antifranquismo con democracia, catalanismo con progresismo, izquierda con bondad, derecha con perversión y corrupción, catolicismo con pederastia.

En mayo se cumpliran setenta y cinco años de aquellos Fets de Maig de 1937, poco y mal recordados y que tanto decepcionaron al pueblo y favorecieron el larguísimo franquismo sociológico de los años venideros. Siempre se habla sobre la división de las izquierdas pero el tema no mejora. A causa de aquello hubieron torturas y muertes, la más emblemática la de Andreu Nin, no parece que Alberti se enterara y si se enteró, como tantos otros, seguramente debía admitir falsamente, como tantos otros, que el líder del POUM se había pasado al otro bando. Lo peor no es cómo se actuó en aquel contexto de violencia y tragedia colectiva sinó que después, con los años, no se hiciese autocrítica seria sobre todo aquello. En los primeros años de la transición todavía había vivido yo, en charlas diversas, discusiones muy violentas entre anarquistas y comunistas recordando aquello. 

Alberti fue una muestra de esas miserias condicionada por el hecho de que se espera demasiado de los poetas. Su casa romana fue centro de reunión de estudiantes privilegiados de mi juventud que lo iban a visitar y a los cuales recitaba cosas como eso de Miami o maldiciones en contra de la coca-cola. Yo no fui, porque pertenecía a aquella gran mayoría de la época del desarrollo, no universitaria, que debía trabajar desde la adolescencia para poder mejorar algo la economía familiar. Por suerte, aunque pagaban poco, era aquella una época en la cual había mucho trabajo para los jóvenes.

Alberti, como Sartre y tantos otros, olvidaron interesadamente el estalinismo. Alberti incluso dedicó un largo poema en forma de oda a la muerte de Stalin. Los poetas también son hombres como los demás. En la cota 705 del Ebro, al lado de un monumento a los pobres muertos en aquella carnicería, muchos de los cuales habrían sobrevivido si el gobierno no se hubiese empeñado en alargar una guerra perdida, enviando niños mal equipados a la primera fila de las barbaridades, se puede leer un poema de Machado dedicado a Líster. Machado era sin duda un buen hombre, pacífica, algo timorato y posiblement el valor bélico, en aquella época en alza, tenía para él una gran atracción. 

Envejecer tiene esas servitudes, sabes más cosas y conoces las sombras de tus ídolos juveniles, a veces dramáticas y otras veces incluso ridículas. Durante mi juventud toda aquella generación intelectual joven de antes de la guerra, evidentemente de izquierda, andaba favorecida con tintes absolutamente literarios y míticos, la situación triste de nuestro contexto propiciaba aquellas lecturas en la distancia.

Alberti regresó a España en olor de multitud, incluso tuvo un cargo político. La transición también generó mucha mística, mucha literatura, mucha música. El poeta cambió de amante y se casó con una persona mucho más joven que él, un tema clásico en la literatura y en la vida real. La pobre María Teresa León, pareja de su juventud y primera madurez, era ya una sombra. Protagonizó curiosidades motivadas por su nuevo estado civil, como la exigencia del retorno de una parte de patrimonio que había entregado noblemente a su ciudad poética, Cadiz, y la redacción de un montón de testamentos en poco tiempo. Su muerte y su herencia han dado lugar a una serie de controversias y luchas familiares. En las discusiones por las herencias hay poca poesía pero mucha posible narrativa sobre la realidad humana, al estilo de Balzac. 

La poesía al servicio de causas políticas da resultados lamentables. Sin embargo, Alberti tiene poemas muy bellos que recuerdo a veces sin querer, de repente, abrió la flor del cardón y el campo se iluminó... Me viene a la mente este poema que, al memorizarlo voy cambiando sin querer en cada recuerdo, cuando amanece un día soleado y la noche desaparece y todo se enciende, en el campo y en la ciudad, una especie de milagro cotidiano de la supervivencia optimista. 

Un cantante catalán, Pi de la Serra, contaba una vez cómo recapacitó sobre aquello que llamábamos canción de protesta cuando al finalizar un recital en el cual había cantado algo sobre irse a luchar a la montaña, al más puro estilo guerrillero, un jovencito se le acercó y le aseguró que pensaba acompañarlo y qué cuando empezaba la lucha. Ya se sabe que una cosa es predicar y la otra dar trigo, utilizando un símil religioso. 

No hay que pedir más a los poetas de lo que nos autoexigimos a nosotros mismos. La contradicción y la incoherencia son defectos humanísimos, como son lamentablemente humanas las luchas por el dinero y las herencias. A menudo he observado que encarar a alguien con sus propias contradicciones lo transforma en un violento verbal a la defensiva, suele pasar eso en algunos debates políticos de nuestro tiempo. No hay nada más ilustrativo que las hemerotecas recientes para poder rebatir lo que sea a nuestros predicadores convencidos y dogmáticos.

Hoy podemos saber muchas cosas fácilmente, si queremos. Sólo hay que viajar por internet para llegar a conocer un poco más la fragilidad de los mitos personales. Claro que también encontraremos mentiras pero hay que entrar a fondo en muchas mentiras para llegar a un poco de verdad, si es que hay una verdad absoluta, que no lo creo. Había muchas mentiras también en los libros convencionales, en las revistas de debate de mi juventud, en los artículos escritos por personas que creíamos alejadas de toda sospecha.

No hay que pedir demasiado a los poetas, ni tan sólo a los políticos. En la película antigua La heredera, primera versión de la novela de Henry James, el padre de la chica va a hablar con la hermana del cazador de pubillas y la hermana, una mujer sacrificada y pobre que ha ayudado al hermano cuando ha podido sin recibir nada a cambio, le dice que no hay que esperar agradecimiento de la gente, ni tan sólo de la gente cercana, ya que siempre decepcionan. 


Nos lamentamos cuando las cosas vayan mal pero a mi me sorprende mucho más que haya cosas que vayan bien y que incluso, aunque sea de forma minoritaria y local, podamos vivir períodos de una cierta paz poética. Que consiste en contemplar como la gente pasea en un domingo cualquiera sin miedo, como les pasa a otros en aquel mismo instante pero en otro lugar, de qué alguien les lance bombas mortíferas desde la belleza de un cielo supuestamente universal y solidario.

Siempre nos queda la palabra aunque sirva para poca cosa práctica. Nos sirve para soñar en una humanidad solidaria, distinta y posible, un espejismo, ¡pero un espejismo tan hermoso!