lunes, 28 de noviembre de 2016

EL CINE QUE ENVEJECE CON NOSOTROS

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La Filmoteca de Barcelona dedica un ciclo a Maurice Pialat, un director hoy algo olvidado. Pialat fue también guionista y actor. Sólo he podido ver, hasta ahora, Nous ne vieillirons pas ensemble. Fue esta la seguna pel·lícula de un director original, con una obra diversa y personal que en la actualidad es poco recordada, con alguna excepción. En esta película trabajó con dos actores entonces bastante conocidos, Madeleine Jobert y Jean Yanne. Yanne fue un hombre extraño, polifacético, genial, murio en 2003 dejando según parece a su última pareja con un niño pequeño y pocos recursos econòmicos. Madeleine Jobert continua en activo, es también escritora de libros infantiles y poeta.

A la película que menciono, del año 1972, con un título casi poético y que, según contó el director en otros tiempos tenía elementos autobiográficos, le han pasado los años en muchos aspectos, no tanto en los artísticos sino en aspectos costumbristas, como el trato dado al personaje femenino. El protagonista, casado y distanciado, aunque convive con su esposa, tiene desde hace años una amante joven a la cual maltrata psicológimente y también, de forma puntual, físicamente. Ella lo aguanta todo sin chistar, se va y regresa, él hombre incluso la echa, literalmente, de su lado, y luego la busca de forma insistente. Hasta que los papeles se intercanvian y es él quién está dispuesto a cambiar y a casarse cuando ella lo rechaza y se casa con otro. 

Ese hombre, no demasiado trabajador, cineasta rudo, tiene, sin embargo, tintes de ternura potenciados por un buen trabajo de actores. Pero estamos en el siglo XXI y tratar así a las chicas parece ya prehistórico. Viendo esas películas que fueron de culto, muy modernas en su época, se percibe con perspectiva como el tema de la mujer ha evolucionado en un espacio relativamente corto de tiempo. Tampoco el matrimonio es ya algo deseado de forma general ni quiere decir casi nada. 

En el trato dado a las mujeres se podría incluir el trato dado a las actrices, sobre todo a las actrices jóvenes. Estos días han salido a la luz en algunos medios unas declaraciones de Bertolucci sobre como trataron él y el inefable Brando a Maria Schneider, entonces una joven de diecinueve años, en el rodaje de El último tango en París. Schneider tuvo una vida complicada, aunque siguio trabajando, más o menos, murió de cáncer en 2011. La leyenda sobre la actriz insiste en el abandono de su padre, el actor Daniel Gelin, y en el trauma que representó aquello de la mantequilla, que tantos furores cinéfilos despertó en España, completados con excursiones a Francia para poder ver la película, una película absolutamente triste, como la mayoría de las de Bertolucci, un director que me pareció siempre bastante sobrevalorado.

Sin embargo muchas actrices jovencitas con infancias difíciles superaron esas cosas, Sandrine Bonnaire fue prácticamente descubierta por Pialat cuando era una adolescente e interpretó a un personaje excesivo para su edad en A nos amours. También tuvo una infancia triste y ha sufrido problemas serios, como una agresion en la cual le rompieron la mandíbula, poco explicada. Sin embargo ha llevado, más o menos, una vida convencional. Hay cierta afición a la mitología de los juguetes rotos, de los niños y adolescentes explotados en el cine, aunque a menudo se les ha explotado y se les explota, también, fuera del cine. La televisión ha ofrecido estos días un ciclo de lo que se ha venido en llamar cine quinqui, y en esas películas surgen muchos rostros desparecidos en aquellos años de la droga mitificada, mitificada incluso en canciones de esas movidas que hoy parecen tan chulas. 

Andrea Albani/ Eulàlia Espinet fue, por ejemplo, una chica normal de una familia normal de mi barrio. Hizo algo en el cine, no tenía formación pero sí instinto, sin embargo no  acertó, intervinó en películas casi porno, sufrió los efectos de la droga en aquellos ochenta tan peligrosos y murió en 1994, con trenta y cuatro años, posiblement a causa del SIDA. De joven tienes poca experiencia y a veces mucha vanidad y ganas de experimentar, hay quién supera esos incendios y sobrevive y quién no. Y también hay quién se aprovecha de esos jóvenes, no siempre son chicas, también adultos del sector se aprovecharon de chicos adolescentes y muy jóvenes. Hoy, al menos, existen más oportunidades de formación para los futuros actores, todo ha cambiado bastante.

La protagonista de Nous ne vieillirons pas ensemble, aunque sea una especie de víctima, también acaba por irritar ante su incapacidad para hacer nada positivo, más allá de contar con una pareja que la mantenga. El hombre se lo echa en cara en una ocasión, de forma brutal, pero ella parece no reaccionar. Muchos papeles femeninos de hace años, quizás también en la actualidad, aunque menos, responden a fantasías eróticas masculinas, me temo. De aquel cine francés, que hoy parece casi eróticamente inocentón, nos llegaba poca cosa, a causa de una censura rancia y absurda que comenzaba a hacer aguas en 1972. 

Marlon Brando me parece hoy peor actor de lo que creía, bastante histriónico, aunque me temo que su extraña biografía cuenta bastante en esa valoración presentista. También tuvo una infancia complicada pero con eso no podemos justificarlo todo. Es extraño como el tiempo cambia nuestra percepción de casi todo, gracias al cine podemos recordar, con imagénes en movimiento, un pasado que tan sólo con la escritura no podríamos recuperar.

martes, 22 de noviembre de 2016

SOBRE LIBROS, LECTURAS Y TENDENCIAS

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Todavía leo y escucho a menudo manifestaciones incondicionales a favor de la lectura, así, en general y en abstracto. Sin duda leyendo se aprende y todo eso, ¿quién puede negarlo? Sin embargo la lectura siempre fue, y lo sigue siendo, algo ambiguo, como todo producto cultural aunque tampoco sabemos del todo qué es la cultura. Hay gente que cree que hace cultura porque va a visitas comentadas a los museos, a itinerarios históricos o consume grupos de lectura de esos en los cuales incluso ya no hace falta ni comprar el libro porque te lo prestan en la biblioteca. Me recuerda a veces, tanta cultura, a aquellas monas de un cuento de Rodari que creían que viajaban porque daban vueltas en el tiovivo. Sin embargo, todo es relativo, incluso dando vueltas en el tiovivo se puede viajar, ya que el paisaje cercano, sobre todo el paisaje humano, cambia y se modifica.

Con la lectura se ha adoctrinado a fondo, en política, en religión. No es extraño que mucha gente aprendiese a leer, hace años, en lugares doctrinarios, la sociedad anarquista, la parroquia. A leer, cuando no había escuelas convencionales, se aprendía, precisamente, al ir a doctrina. O a costura, como en esa canción tradicional catalana: la Mare de Déu, quan era xiqueta, anava a costura, a aprendre de lletra. 

Se pueden leer muchas banalidades. En una época sin televisión, casi sin radio, se leían novelitas de consumo, aunque entonces no existía este concepto, cosas distraídas, para pasar el rato sin complicarse demasiado la vida o para sufrir con las penas de los demás. Cuando yo era pequeña había establecimientos entrañables con cajones llenos de novelitas de bolsillo, de género: de amor, de misterio, del Oeste, de guerra... Luego hemos sabido que escritores de cierta categoría se dedicaban a esa literatura para sobrevivir. Una autora de novela rosa de consumo, Corín Tellado, merece mucha más importancia de la que se le ha concedido. 

Hoy muchas novelas banales se disfrazan con hermosas cubiertas, a menudo reproducciones de cuadros de culto, de culto efímero, que hacen que encontremos por todas partes, por ejemplo, esa conocida imagen de Hopper con la dama solitaria en el hotel perdido, que hoy puede verse en versión original en el CCCB de Barcelona. La tipografía ha mejorado mucho, no así el papel, que suele ser sencillo y que con el tiempo muestra sus debilidades. Tampoco la crítica literaria es lo que debiera ser, pues muchos escritores son periodistas y su grupo empresarial de prensa suele tratarlos bien. Y además, en muchos casos, cuentan con su propia tertulia televisiva. 

Para todo hacen falta conocidos, relaciones para publicar y, más importante todavía, para para que se sepa que has publicado algo. Cuando un libro se promociona de forma intensiva lo lee todo el mundo y si dices que no te ha gustado te miran de forma rara, esa esnob... ya está con sus tonterías. Estos días nos están machacando con el nuevo de Ruíz Zafón, hace poco con la segunda parte de esa Catedral del Mar. Qué suerte vender tanto, qué suerte que te den el Nobel. Al fin y al cabo para vivir hace falta dinero y, no nos engañemos, vender quiere decir, aunque no siempre, cobrar un dinerito. Y en este mundo nuestro poderoso caballero es don dinero y quién triunfa tienen la popularidad asegurada, sea en el campo que sea.

Los premios literarios antes eran un trampolín, más o menos, pero hoy también están sujetos a muchas servidumbres e intereses, sobre todo, los premios gordos. Un compañero de escuela de mi hijo, Iván Vallejo,  que escribe muy bien ganó un premio en León, bastante bien dotado para la época actual, dos mil euros, que son bastante más que un sueldo medio actual, con un libro de narraciones breves. En aquella ciudad le publicaron alguna reseña, yo hice lo mismo en mis blogs y en una web cultural con la cual colaboro de vez en cuando. Y ya está. 

Hace poco publiqué en esa misma web literaria que menciono una reseña de un libro interesante, inquietante, distinto, Novienvre, de Luis Rodríguez, que llegó a mis manos por pura casualidad. Pero todo eso es muy poco, lo que cuenta es la tele, salir en ella a menudo, de forma intensiva, si sales un día tampoco sirve para gran cosa aunque los conocidos te ven y creen que eres un poco importante. Venden novelas, en general, los que ya son conocidos por algún otro sector profesional ya que parece que a todo el mundo le da en algún moment por escribir su novela. 

Hablo de libros pero todo eso sucede con la música, con el teatro. Hay montajes interesantes que no pasan de su pequeña sala alternativa, actores y actrices que no consiguen su oportunidad, pintores que jamás venderán nada, más  allá de la feria de algún pueblo con vocación artística. Leí hace poco un libro muy bueno, El juego serio, de Hjalmar Söderberg, uno de los personajes, un viejo pintor, cuenta al protagonista que aprender a pintar fue lo de menos, que lo importante fue aprender a vender, para lo cual desarrolló una estrategia, no cotizarse de forma excesiva, por ejemplo. 

Hay quién tiene habilidad para vender pero aún así no siempre lo consigue. Las cosas son complejas, en literatura, en historia y en lo que sea, por eso se puede leer mucho y no aprender nada o aprender, incluso, cosas malas. Otro tema es que cuando se habla de leer, en general, se habla de narrativa, todavía más, de novela larga. Hay gente que lee mucho ensayo, historia, cosas así. O que lee el periódico cada dia de arriba a abajo, por ejemplo.

Leer es una opción personal, a mi no me gusta hacer deporte y esa práctica también está muy mitificada. Esas consideraciones expertas sobre el leer en general siempre me han parecido grauitas. Cuando alguien me dice, con cierto orgullo, que le gusta leer, debo preguntarle qué lee y puede que entonces todo tome otra dimensión. Se supone que los niños deben leer, cuando en la escuela se pasan el día leyendo, aunque sea en formatos no librescos. 

Precisament en el campo infantil y juvenil se publica un montón de paja infumable y, encima, a menudo hay lecturas obligatorias que no son de ningún clásico ni de ninguna adaptación de clásicos sino del primo del profesor del instituto que recomienda el libro, o impuestos por editoriales educativas. A veces el profesorado ni siquiera los ha leído antes, y no hablo de oídas, me encontré con eso cuando trabajaba en la escuela. 

No hay nada peor como que te obliguen a hacer algo, leer, nadar, dibujar. Cuando eres pequeño y vas a la escuela lo aceptas, así es el mundo y hay que aprender lo que dicen que hay que aprender. Pero que de mayor,  de jubilada, te vayan diciendo qué debes hacer o leer, ya es el colmo. Claro que somos gregarios e incluso nos gusta que nos digan qué debemos leer y qué deporte debemos practicar y qué museos debemos visitar. 

Un valor generalizado de nuestro tiempo es el viaje, también se supone que viajar te hace culto y te enriquece, como el Avecrem. Cuando me cuenta la gente cómo ha viajado y qué ha visto y con qué tópicos ha vuelto de su viaje siento lo mismo que cuando me comentan con entusiasmo determinadas lecturas. Nuestra sociedad no ha fomentado casi nunca el espíritu libre, es algo que se tiene o se adquiere o que nunca se consigue. En política también hay muchos dogmas establecidos. Nos movemos entre la necesidad de pertenecer a algún grupo y la de ser diferentes, de tener nuestra propia personalidad. Sin embargo con el tiempo me he dado cuenta de qué en todo hay mucha genética, incluso en la tendencia a leer mucho o a correr maratones. Es lo que hay, como dicen algunos, de forma recurrente. Nadie debería sentirse mal si no le gusta leer ni sentirse un ser excepcional si lee un libro cada día.


lunes, 14 de noviembre de 2016

LA VENTANA INDISCRETA, TANTOS AÑOS DESPUÉS

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Hace unos días volví a ver La ventana indiscreta, doblada en catalán, en BTV y en la imprescindible serie de clàssics sense interrupcions. Las interrupciones televisivas són una falta al respecto en muchos casos, no tanto cuando el programa es frívolo o, al menos, se aprovecha una pausa en lo que sea para ir a publicidad. Pero a veces dejan a los entrevistados con la palabra en la boca y cuando se trata de cine serio o buenas series el tema clama al cielo. ¿No se puede acumular la publicidad al final de todo? No creo que hoy la gente un poco normalita haga un excesivo caso de la publicidad aunque, quien sabe. En los primeros tiempos de la tele incluso nos gustaban los anuncios que eran sencillos y sin pretensiones, con sus tópicos de la época, hoy distintos pero igualmente lamentables. 

No pensaba ver esa película, la he visto un montón de veces, pero empecé a mirarla y ya no pude dejar de verla, le encontré aspectos y detalles que no había percibido antes, como cuando relees un buen libro, después de muchos años. He mirado por internet y se pueden encontrar cientos de comentarios sobre ella, fue imitada en muchos detalles, se ha interpretado incluso en clave simbólica, psicológica, no sé  si Hitchcok pretendía tanta filosofía aunque quizás lo pasara muy bien con tanto rollo intelectual.

Me pareció muy sensual Grace Kelly, que a menudo era algo fría y distante pero aquí tiene escenas bastante tórridas, considerando la época, aunque no parece alterar en exceso a ese irónico James Stewart, que no acabamos de saber si se casará o no, o si cederá a su cambio de actividad gracias a las artes eróticas de una dama tan extraordinaria. Me extraña que aquella rancia censura de principios de los cincuenta dejase pasar una historia en la cual una chica seria se queda a dormir en casa de su amigo, sin estar casados. Quizás el doblaje intentase mediatizar el tema amoroso, no lo sé, porque cuando la he vuelto a ver era en versión original o en un doblaje moderno.

James Stewart no me gustaba, de jovencita. Pero reconozco que con el tiempo lo aprecié, me ha pasado algo parecid con Tom Hanks quién, hoy, hace los papeles que habría hecho Stewart, aunque tanto el uno como el otro pueden hacer de todo y lo han demostrado a menudo. Son señores que parecen algo irritantes, un poco repelentes incluso, con un físico que no responde al de chico guapote ni tiene un atractivo alternativo, tipo Dustin Hoffman. Su vida privada también parece convencional, seria, aunque Hanks va por la segunda esposa, eso sí. Los dos han defendido causas difíciles e incómodas. Pero las comparaciones siempre son relativas y, evidentemente, no conozco personalmente al uno ni conocí personalmente al otro.



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En mi casa teníamos algunas revistas antiguas, Victory, com imágenes de la segunda guerra mundial, las dejé a alguien y no me las devolvió. En más de una había fotos de Stewart durante la guerra, fue valiente, estuvo en activo, logro una graduación importante. Fue aquella una guerra gloriosa, sus héroes superviventes fueron recibidos con aplausos y homenajes. En un capítulo de una buena serie sobre periodistas, que ya tiene bastantes años, Lou Grandt, recuerdo que el protagonista hablaba de aquel recibimiento y se comparaba de forma crítica con el recibimiento vergonzante de los pobres supervivientes de Vietnam, mal mirados por una juventud que estaba cambiando a marchas forzadas y a base de protestas diversas. El mayo del 68 francés se puso las medallas pero las cosas empezaron en America, los franceses hicieron algo parecido con su revolución, son muy hàbiles para apropiarse éxitos míticos.

Puede que los censores pensaron que el protagonista, con aquella pierna enyesada, poca actividad sexual podia ejercer, a pesar de los provocadores besuqueos de su elegante novia la cual, cuando toca, puede ser tan valiente o más que él, incluso vestida de diseño y con tacones, aunque al final sonríe maliciosa y cambia la revista de fotos de culto geográfico por una de moda. La película se estrenó en el emblemático cine Windsor, incluso se hizo un concurso entre el público asistente que consistía en adivinar en qué escena salía el director, tan amante de los cameos. El premio eran mil pesetas de la época, a sortear entre los acertantes, poca broma. 

Además de la pareja protagonista salían en la peli Thelma Ritter, una de las grandes secundarias, y Wendell Corey, que llevó una vida poco ortodoxa y bastante complicada. Otra de las grandes protagonistas era Judith Evelyn, quién también llevó una vida profesional de buenísima secundaria, con intervenciones en la televisión, es esa señorita Corazón Solitario que al final parece encontrar la felicidad o algo parecido. 

Raymond Burr hizo de malo durante bastante tiempo, hasta terminar la carrera de derecho y ser Perry Mason, no se atrevió  tampoco a salir del armario hasta muy tarde, cómo han cambiado los tiempos, y, en muchas cosas, a mejor. Aquí es un malo que casi da pena, eso de que te observen resulta inquietante y poco constitucional, creo. Y ese escenario algo claustrofóbico, esa especie de patio de vecinos que parece salir de una de las primeras obras de Benet i Jornet o incluso de un texto de Galdós, es un decorado que universaliza esa historia de voyeurismo y curiosidad malsana... Me encantó volverla a ver, no sé explicar por qué algo es  un clásico pero esa película, sin duda, lo es. 

Y no puedes dejar de preguntarte,  después de tanto tiempo, como Grace Kelly se dejó enredar por ese Rainiero de mala opereta y dejó un trabajo tan divertido, o así me lo parece, para hacer de florero distinguido, en ese reino gobernado por piratas. Cómo es sabido, murió relativamente joven, en ese extraño accidente de coche, dejando una descendencia principesca pintoresca y curiosa. 

Stewart llegó a viejo, aquí ya era bastante más mayor que la dama, y supo ser también alternativo y poco convencional en papeles que eran menos amables que los tradicionales, como en Vértigo, aunque la que no me convence allí es Kim Novak que nunca me pareció gran cosa, artísticamente hablando, aunque despertaba pasiones entre los chicos de mi tiempo adolescente. A Grace Kelly, como a Audrey Hepburn, de jovencitas les ponían de pareja a muchos yayos decadentes o a maduros de buen ver pero que podian ser su papá. No me extraña que se enrollase un poco con Finney, cuando tuvo la ocasión, según las leyendas canónicas sobre estrellas desaparecidas.

Incluso me dieron ganas de sacar los prismáticos de la funda y ponerme a mirar qué veía enfrente de mi casa, ahora que algunos pisos se están reconvertiendo en turísticos. Lo que pasa és que, aunque haga calor, la gente aquí es bastante discreta y pocas veces descorre del todo las cortinas. Sin embargo siempre tienes alguna sorpresa aunque, por suerte, no sea precisamente la visión de un posible crimen doméstico.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

EVOCACIONES DIVERSAS PARA EL DÍA DE DIFUNTOS



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Modest Urgell, 'Cementiri'

Hoy es el día de Difuntos, aunque esta celebración ha quedado diluída con el día de Todos los Santos. Todo ha cambiado, más bien todo va cambiando siempre en una especie de goteo imperceptible, por eso Galdós compara la vida en una de sus novelas con un árbol de hoja perenne, parece que jamás queda desnudo del todo pero sus hojas se van renovando de forma constante, casi imperceptible, a no ser que alguna catástrofe imprevista consiga dejar tan sólo sus ramas en algun momento.

A pesar de cierta frivolización en las costumbres, a pesar de la tendencia de la sociedad moderna y occidental hacia el laicismo y aunque ya no recemos en esa noche tres partes de rosario ni padrenuestros a las almas del purgatorio, la muerte continua siendo un misterio. Lo es también la vida, claro, pero es otro tipo de misterio y mientras tenemos salud y perspectivas de futuro la vida suele ser amable para mucha gente, aunque no para todos, el azar también cuenta. 

Los cuentos y leyendas de miedo se han reinventado pero persisten en nuestro imaginario, aunque ahora se conviertan en imágenes cinematográficas, televisivas. Uno de los cuentos de miedo que más me impresionó, de pequeña, fue el del Monte de  las ánimas, en esa narración de Bécquer tan evocadora y terrible. Uno de los aspectos más angustiosos de la historia es intuir que esa pareja podía haber sido feliz y llevar una vida tranquila, incluso cómoda, considerando la época. Como en tantos casos literarios, la culpa la tuvo ella, claro. Escuché por primera vez esa narración por la radio, en aquellos años míticos de mi infancia. 

La radio, sobre todo por la noche, conserva todavía una magia contundente, inspiradora. Hace pocos días escuché otro cuento de miedo, por casualidad, El rey del bosque, una adaptacion de El rey de los Elfos, de John Connolly, en el espacio Negra y criminal, en una versión magistral, una reemisión, de hecho, que me hizo recordar la radio de antaño, en la cual eran frecuentes los espacios teatralizados, una lástima que hoy sean casi una excepcion. No diré que pasé miedo, a mi edad el miedo es otra cosa muy distinta a ese miedo de la infancia, cuando todavía crees sin fisuras en leyendas y hechos sobrenaturales, pero sí que experimenté cierta angustia, algo inexplicable, esa inquietud que sabes que es absurda pero evidente.

El cuento de Bécquer solia leerlo a chicos y chicas de la antigua Segunda Etapa de EGB, en mis años en activo. En una ocasión, en medio de un silencio sepulcral, alguien llamó a la puerta del aula mientras el protagonista se perdía por las montañas, buscando la cinta de Beatriz, y el susto fue tremendo, se había establecido una extraña magia, no era fácil tener aquellos alumnos en silencio, en tanto silencio.


Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche. 

(Gustavo Adolfo Bécquer, 'El monte de las ánimas'

 
Los antiguos libros escolares de gramática contenían mucha literatura y, además, se completaban con antologías serias. En un viejo baúl que teníamos en casa, se guardaban libros escolares de mi madre, incluso de mi abuelo, llenos de poesías antiguas. La gente, antes, se sabía muchas poesías. Las recitaba, las citaba, las leía y releía. Corrían por mi casa además unos antiguos cuadernillas que mis abuelos habrian comprado en algún quiosco pretérito, con poemas diversos. Aprendí a leer en catalán con un libro de poemas muy popular, El trobador català,  que mi abuelo había leído en la escuela. 

La editorial Millá, inolvidable, tenía unas publicaciones sencillas, todavía muchas de ellas se pueden encontrar en las librerías reales y virtuales de segunda mano, con poesías para niños, patrióticas, sentimentales, dramatizables, humorísticas. Hoy hay quién dice que no le gusta la poesía, se refiere a la poesia más avanguardista, algo rarita, que no rima ni tiene ritmo, incluso muchas canciones modernas actuales muestran ese desprecio por la ortodoxia. Las modas son pasajeras, en pintura se despreció el realismo y hoy el realismo ha vuelto y se ha modernizado y convive con abstracciones poliédricas. Así que cualquier día volvemos a rimar y a medir de forma general y a recitar en voz alta en cualquier celebración familiar o social. Muchos poemas de éxito popular eran tremendos, huérfanos sin madre, mujeres burladas, madres con hijos muertos, niños pobres, ancianos despreciados. Si los poemas se recitaban bien hacían llorar pero si el rapsoda era deficiente provocaban grandes risas y burlas.

En los libros escolares a menudo las poesías no estaban completas, se nos ofrecían fragmentos, como en el caso de esta de Juan Ramón, de la cual se reproducían los primeros versos, debajo del dibujo de un campanario con un cementerio al lado de la iglesia y una luna entre nubes oscuras. Todo era en blanco y negro. Pero al leer esos versos me parecía escuchar las campanas, muchas campanas, tocando a difuntos, esas campanas de antes que nos daban a conocer todas las novedades cercanas, bodas, bautizos, funerales. Ànimes difuntes, al cel ens veiem juntas, contaba mi padre que iba repitiendo por las calles de su pueblo cuando era muy pequeño y su padre le mandaba a por tabaco a la taberna, todo era muy oscuro y la visión de los cipreses del cementerio le producía escalofríos. 

Aunque los mayores de mi tiempo solían repetirnos que había que temer a los vivos y no a los muertos, ellos, que tan bien conocían la certeza que contenía esa frase recurrente, después de tanta tragedia, los muertos nos asustaban, de niños, con su posible presencia misteriosa. Durante la juventud de mi madre todavía había una tendencia popular a evocar espíritus, era un consuelo para personas que habían perdido hijos en la infancia o la primera juventud, algo mucho más frecuente que en el presente. Otro refugio era la iglesia, claro. Se trate como se trate a la muerte, bajo el sonido de las campanas o en un moderno y aséptico tanatorio, nada nos evita temer ese final del cual, de momento, no escaparemos, más tarde o más temprano. Hoy hay de todo pero esas creencias y prácticas no son, ni mucho menos, tan generales.

Una defensa contra el temor a la muerte ha sido el humor, humor negro, áspero, o humor irónico, casi inglés. Recuerdo poemitas humorísticos sobre el tema, 'en un día nublado, qué bonito es un entierro, con sus caballitos blancos, con sus caballitos negros, con su cajita de pino, con su muertecito dentro...' Hoy recitar esas tonterías parecería de mal gusto, el mal gusto se ha desplazado a los zombies mediáticos. Un clásico teatral de la época fue el Tenorio, todavía me pregunto los motivos a no ser que sea por los fantasmas que van surgiendo por todas partes y por su final apoteósico en el cementerio. Hoy está en recesión pero conformó un imaginario compartido, generó parodias de todo tipo, la gente se sabía esos versos de una forma más general y transversal que las canciones de Operación Triunfo, coreadas con entusiasmo por esos nostálgicos treintañeros que empiezan a darse cuenta, ya, de que la vida pasa y la verdad asoma.



Viento negro, luna blanca...

Viento negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.
El cielo, duro. Y su fondo
da un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.
Faroles, flores, coronas
– ¡campanas que están doblando! –
...Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.
...Yo voy muerto, por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
quiero que me quieran; hablo
a todos los que me han hecho
mudo, y hablo sollozando,
roja de amor esta sangre
desdeñosa de mis labios.
¡Y quiero ser otro, y quiero
tener corazón, y brazos
infinitos, y sonrisas
inmensas, para los llantos
aquellos que dieron lágrimas
por mi culpa!
...Pero, ¿acaso
puede hablar de sus rosales
un corazón sepulcrado?
– ¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana es tu aniversario! –
Sentimentalismo, frío.
La ciuded está doblando.
Luna blanca, viento negro.
Noche de Todos los Santos.

Juan Ramón Jiménez