lunes, 25 de enero de 2016

UNIFORMES Y TENDENCIAS, MODAS INCÓMODAS Y DOGMAS TEXTILES


Hace años, muchos, tantos que casi no me acuerdo, un conseller de la Generalitat, creo que era de educación, se presentaba en las sesiones sin corbata y era muy criticado, no tan sólo por los burgueses sinó también por gente como mis padres, de una generación que ya ha casi desaparecido en su totalidad.

La gente humilde de aquella época tenia poca ropa, los hombres un traje o dos, en general, y las señoras también algún vestido o traje chaqueta que cuidaban con esmero y en el cual se hacían las reparaciones caseras pertinentes si el cuerpo cambiaba con el tiempo, incluso los abrigos se volvían del revés para darles otra oportunidad.

Por la radio daban anuncios de un sastre a domicilio que fue muy popular, Poveda sastre, de la plaza del Peso de la Paja. Estuvo allí muchos años y desde la calle se veía el balcón del taller y a la gente cosiendo y tomando medidas. El anunció consistía en un diálogo entre dos amigos, uno le preguntaba si llevaba un abrigo nuevo y el otro le decía que no, que era el mismo vuelto del revés y arreglado en Poveda.
Las fotografías antiguas de personas humildes en días de fiesta, bautizos, bodas, comuniones, nos muestran a todo el mundo limpio, bien arreglado y elegante. Hay hermosas fotos de bodas de gente que vivía en las barracas, todos van de punta en blanco. En una ocasión alguien colgó en las redes una foto festiva con un grupo de chicos y chicas de finales de los cuarenta y gente joven de hoy preguntó si eran ricos porque iban elegantes.

Incluso en la foto que colgué en la entrada anterior se puede percibir como vestíamos los jóvenes hace años. Bastante bien, en general. En mis guateques de barrio se pedía a los chicos que viniesen con traje y lo más atrevido de entonces fueron las camisas de color de rosa. La moda de ir trapero y peludo empezó en ambientes de clase media y yo diría que media alta. Luego todo se pega.  Ya en la transición, cuando alguna persona humilde tenía cualquier cargo político acostumbraba a vestir bien para las ocasiones formales. 

Hoy todo convive y no nos asustamos de nada. Uno de los factores que llamaba la atención del señor Baños, de paso breve por la CUP, era que iba bien vestido, quizás por eso no pegaba. Decir que no te parece bien que se vaya según dónde en mangas de camisa o en camiseta, aunque sea de diseño, queda mal, parece que seas facha o carca y nadie quiere oir eso, sin embargo el vestido informal es más bien hijo de la pequeña burguesía que del obrero auténtico, me temo.

Hoy se rechaza el uniforme pero el uniforme, según dónde, es democrático e igualitario, muchas escuelas de países pobres lo utilizan pero aquí parece una vulgaridad aunque escuelas de alto nivel, a las cuales asisten hijos de descamisados oportunistas, lo exijan. El uniforme ahorraba mucha ropa y también ahorraría discusiones sobre qué me pongo esta mañana o no me gustan estos pantalones que no son bastante guays, habituales en las familias modernas. Una escuela de L'Hospitalet, pública, lo ha recuperado pero fue criticada y mirada de reojo en su momento.

Al final lo más alternativo se vuelve otra vez un uniforme, nos guste o no. Mientras ocurre eso las bodas convencionales, religiosas o civiles, acogen a menudo modelitos tipo Preysler y pamelas horribles, y es esa una tendencia casi interclasista. He visto disfrazarse a gente muy comunista, de antes, vestirse con esas telas caras y ridículas, hace años tuve un disgusto cuando supe que una dama de izquierdas que yo admiraba asistía al Liceo de entonces, hoy también el Liceo ha cambiado, envuelta en pieles.
La indumentaria femenina merece punto y aparte. Costó mucho abandonar fajas, corsés, sujetadores con aro pero hemos vuelto a la incomodidad manifiesta. Las presentadoras de casi todas la televisiones lucen tacones imposibles, incómodos y absurdos, un mal ejemplo para las chicas modernas, me temo. Además, aunque estemos en el crudo invierno salen destapadas por arriba y por abajo, si te quejas creen erróneamente que lo haces por moralina pero no sé si es ecológico, en tiempos de escasez, mostrar como se gasta tanta calefacción en los platós. 

Hace unos días, en un programa de tertulia peluquera muy divertido que dan al mediodía por la primera, Paloma Gómez Borrero admitió que una de las cosas buenas de ser mayor es poder ir sin tacones altos, a eso hemos llegado, por desgracia. Ni tan sólo los tacones altos de mi juventud llegaban a esos extremos del presente, no sé con qué pies acabarán estas chicas en su tercera e inevitable tercera edad.
Lo qué es moda  no incomoda, dicen, y puede que sea verdad. Pocas damas importantes de izquierda, ni tan sólo de derechas alternativas,  admiten la esclavitud de esas modas, pero su aspecto evidencia esa servitud subliminal, tanto si lucen camisetas con consignas como vestiditos de marca. El mundo sigue siendo surrealista y quizás esas es una de sus maravillas, espero que si en verano hace calor, aunque hoy día en verano hay una tendencia a congelarte en todas partes, con ese aire acondicionado tan incómodo, caro, poco sostenible y poco saludable, alguien se decida a ir al Parlamento, el de aquí o el de allí, en pelota picada. 

Al menos, de momento, antes de qué la desnudez política no se convierta en una moda más, símbolo de la deseable transparencia exigida al cargo, tendrán tema para comentar los de siempre en las próximas tertulias, cuando ya haya gobierno o gobiernos y todo vuelva a ser un poco más aburrido.

Hace poco una persona me comentaba que en el único lugar dónde se mantiene un cierto orden, respeto a la jerarquía, el turno de sonido y el vestido elegante, aunque las damas también caen a veces en lo que he comentado, es en el musical formal, orquestas, corales tradicionales. Las orquestas serias y de calidad son una especie de metáfora de cómo podría funcionar todo si cada cual hiciese lo que debe y cuándo debe y lo hiciese lo mejor posible.


martes, 12 de enero de 2016

EL PASADO EFÍMERO Y AQUEL PARQUE DE ATRACCIONES



Ignoro el motivo por el cual a veces una reivindicación triunfa y en otras perdemos espacios y recuerdos sin que se haga nada en contra. Cada vez me gustan menos las manifestaciones multitudinarias, no sirven para nada, en todo caso para acallar nuestras malas conciencias, lo mismo que las proclamas indignadas que corren por las redes sociales.

En esta antigua fotografia de los sesenta estoy con una compañera de trabajo y al fondo se puede ver el Parque de Atracciones de Montjuïc. Fue aquel un espacio emblemático, popular, muy querido por la gente humilde que lo hizo suyo. Tuvo mal final, propiciado por todos los poderes, lo dejaron morir y agonizar. Montjuïc ha sido siempre un espacio manipulado por todos lados, se han hecho muchos planes sobre el parque que no se han realizado, muchas proclamas que no han servido para nada.

Sobre el Parque de atracciones existe mucha información ya que personas que lo amaron han publicado fotografías y documentación. Sobre su final se ha explicado poco todavía, su agonía coincidió con intereses diversos, con la promoción del Tibidabo, un lugar bonito pero mucho menos accesible, alejado del centro y la parte baja de la ciudad. Por cierto, algunas de esas resurrecciones del Tibidabo tuvieron implicados que se vieron salpicados por escándalos y corrupciones, no sé si algún día ho aclarirem.

La amiga que está conmigo se llamaba, se llama, Encarna. Era de Murcia y bailaba con un grupo de la Casa Regional que entonces estaba situada, como tantas otras asociaciones diversas, en el centro de la ciudad. Todas esas asociaciones han tenido que marchar del centro de la ciudad, algunas han desaparecido. Todo un conjunto humano entrañable, centros excursionistas, casas regionales, lugares dónde la gente se reunía y divertía. También han desaparecido comercios interesantes, algunos reviven en algún lugar pero no es lo mismo, pasear hoy por el centro de Barcelona es llorar, parafraseando a Larra.

A mi amiga la había visto bailar muchas veces con su grupo. Lo hacían de maravilla y en el repertorio incluían siempre bailes catalanes, gracias a ellos conocí danzas tan bonitas como la de Castelltersol, la de Campdevànol y otras. Es una lástima que aquel regionalismo cultural fomentado por los poderes de entonces se haya menospreciado en lugar de reconvertirse en algo serio y sólido que hubiese podido contribuir a evitar prejuicios y a conformar una forma diferente y enriquecedora de ser peninsular. Recuerdo que en algunas ocasiones habían bailado en el Pueblo Español, un nombre que no me extrañaría que los puros quisiese cambiar en el futuro lo mismo que el de la Plaza de España, ya he oído voces al respecto, incluso se proponía dar a la plaza el nombre del señor Mas, ignorando que para tener calles o plazas, en la ciudad, tienes que estar muerto, por cierto.

Triste honor que pongan tu nombre a una calle, las calles y plazas deberían llevar nombres de elementos de la Naturaleza, pájaros, plantas, minerales. O de oficios, de sentimientos. Los nombres de persona siempre despiertan reticencias y los cambios políticos y culturales provocan que se cambien también esos nombres, según sopla el viento. El recuerdo del Parque de Atracciones se perderá con el paso de las generaciones, cada uno de nosotros cree de buena fe que aquellos lugares de su infancia estaban allí desde siempre y que no debieron tocarse. No creo que la patria sea la infancia, la infancia es una primera etapa de la vida engañosa, alegre o triste según dónde caes, y en la cual dependes para todo de los adultos. Sin embargo crea mitologías, nostalgias, todavía más cuando aquellos que la compartieron con nosotros desfilan hacia el más allá.

Ayer leí una tontería de bulto por las redes, alguien decía que prefería que se hubiese muerto otro antes que Bowie, no entiendo esa devoción por el cantante, con todos mis respetos. En todo caso todos morimos y morirán, no se ha inventado ninguna vacuna contra eso. Montjuïc es un espacio que tiene para mi muchos recuerdos entrañables, incluso sin el Parque de Atracciones de mi juventud. Las fotografías antiguas nos devuelven momentos perdidos que recordamos de forma imprecisa. 

La infancia tiene sus condicionantes, la juventud también, cuando ves cómo es el mundo en realidad ya eres viejo y todo el mundo prefiere que muera un viejo que no un joven, como es natural. La vejez reduce la capacidad de sorpresa, los viejos que actúan como jóvenes me resultan inquietantes pero es que hoy parece que eso de viejo es casi un insulto y siempre hay que parecer joven o actuar como un joven. Otra cosa es que acabes actuando como un niño, por desgracia, a causa de las limitaciones y enfermedades que de forma inevitable procura el paso del tiempo, eso ya no está tan bien considerado.

Para la Plaza de España, si se quiere cambiar el nombre, también se podría proponer el de Plaza del Antiguo Parque de Atracciones de Montjuïc y su triste final. Si el nombre es largo se puede recurrir a las inefables y machaconas siglas de nuestro tiempo, Plaza PAPAM.