miércoles, 27 de abril de 2011

Salgari, Sandokán y Kabir Bedi





Con motivo del centenario de la muerte de Emilio Salgari se está hablando mucho de su horrible y sangriento suicidio y de la carta que dejó a sus supuestos malvados editores, quejándose del trato recibido.

El suicidio es siempre un tema controvertido, que hoy todavía se oculta o se maquilla. No es extraño intuir o suponer que en casi todas las familias normales ha habido algún caso. Todavía existe sobre ese tema un gran tabú y, como en otros temas espinosos como la violencia hoy llamada de género, entrar a fondo en el estudio de los casos individuales y de sus circunstancias, único estudio que me parece realmente serio más allá de las frías estadísticas, resulta absolutamente necesario. Eso si queremos comprender el comportamiento humano, el de nuestra propia especie, tan orgullosa de ser racional y tan poco amiga de considerar la poca distancia que nos separa de cualquier animalillo, grande o pequeño.

Salgari tenía una personalidad compleja, violenta, difícil. Por eso no se puede resumir su atormentada vida considerando que la pérdida de razón de su esposa y el ahogo producido por sus editores, sin más, lo llevaron a tomar su decisión final. También su esposa era una persona extraña i en la familia de Salgari hubo otros suicidios. De todas las enfermedades que nos pueden afectar, las mentales son las menos conocidas y posiblemente muchos suicidios vayan acompañados de depresiones, a menudo sin motivos graves, aunque puede haberlos, o de tendencias autodestructivas diversas, en muchos casos con cierta base genética.

Si los editores codiciosos hubiesen sido los culpables absolutos de su muerte habría que pensar en la gran fortaleza de ánimo que debía acompañar a los autores y dibujantes que en la triste postguerra trabajaban, por ejemplo, en la inefable Bruguera. Claro que no sólo artistas o escritores trabajaban a destajo, sino mucha más gente, como hoy mismo lo hacen personas de todo el mundo, niños incluídos. Si la explotación condujese al suicidio se habrían dado suicidios colectivos muy a menudo.

La creatividad exacerbada va en ocasiones ligada a temperamentos complejos. Los libros de Salgari se leían mucho hace años, de pequeña recuerdo haberlos visto más en manos de adultos que de jóvenes, aunque por extraños motivos, como los libros de Verne, han quedado actualmente reducidos al sector compartimentado y controvertido del libro juvenil. Los personajes de Salgari, Sandokán sobre todo, resucitaron televisivamente gracias al guapo Kabir Bedi, el hombre a quién las damas hispànicas reclamaban, histéricas, un hijo, en su paso por nuestro país allá por los ya lejanos setenta. Bedi fue también el Cosario salgariano en cine. No fui lectora asidua de Salgari, sus libros me parecía más de chicos y aunque hoy parezca cursi admitir tal cosa, porque los temas femeninos han sido injustamente ridiculizados, siempre fui, de jovencita, más de Mujercitas que de Mosqueteros. 

De la serie de televisión recuerdo también poca cosa y admito que lo que más me gustó fue la muerte del gran amor de Sandokán, la Perla de Labuán, diciéndole al héroe que el poco tiempo vivido junto a él había valido más que una larga vida mediocre. Muchos héroes de ficción, entre los cuáles el pirata guimeriano de Mar i Cel, se suelen enamorar de hijas de enemigos, a la literatura de aventuras le gustan las complicaciones sentimentales. Lo diferente atrae, hace poco escuchaba por radio un informe sobre el hecho de que ya llegan a más del trenta por ciento los enlaces oficiales entre parejas con uno de los cónyuges procedente de las últimas oleadas immigratorias internacionales. La vida se impone a los tópicos y a las dificultades, que no creo que sean mayores en ese tipo de parejas que en aquellas unidas por lazos culturales más próximos y familiares. 

No se había hablado mucho hasta este centenario de la vida y muerte de Salgari. Sin embargo en pocos días he leído y escuchado muchos comentarios sobre su dramático final y esa famosa nota dirigida a los editores despiadados. Todo es bastante relativo, parece que sobre la vida del escritor hubo una especie de discreto pacto de silencio durante años que ocultó su historial clínico y el de su esposa de la curiosidad del público. No soy capaz de valorar literariamente la obra de Salgari, en todo caso merece hoy una relectura desacomplejada. Las aventuras arriesgadas y los héroes valientes nunca mueren del todo. En el fondo, acabamos repitiendo viejas fórmulas en contextos del presente y lo que importa no es contar la misma historia sinó contarla bien y con esa magia extraña que nos convierte en protagonistas de riesgos que, afortunadamente, jamás asumiremos en la realidad. En el fondo preferimos una larga vida mediocre y tranquila que cuatro días de amor intenso junto a Sandokán, no nos engañemos.


domingo, 17 de abril de 2011

Grandes mujeres detrás de hombres más pequeños de lo que aparentaban






Cuando pasen los años, si las cosas no empeoran, es posible que los habitantes del mundo del futuro tengan que admitir que una de las grandes revoluciones del siglo XX fue el cambio en el estatus social y político de la mujer occidental. Muchas cosas que se achacan a la pérdida de valores tienen relación con la fuga de las mujeres de su labor maternal y filial tradicional, me refiero a las mujeres de clases medias o bajas. Però incluso las mujeres que pertenecían a clases sociales privilegiadas se encontraban muy limitadas por las costumbres y las creencias dogmáticas de la época.

Una frase recurrente, que hoy parece ya ridícula, era aquella que decía que detrás de un gran hombre había siempre una gran mujer. Claro, siempre en la sombra, aguantando. La verdad es que hombres de los cuales había admirado su obra durante años se me han convertido, con el tiempo, en una especie de ególatras desacomplejados. Por diversos motivos leí hace unos días datos biográficos de Neruda. Su vida amorosa fue un constante paso de traición a traición, sin embargo las mujeres que traicionaron a la otra con el poeta acabaron también por ser traicionadas. Delia del Carril, gran pintora, aparcó su carrera para dedicarse al gran hombre hasta que llegó el desengaño. Me sorprende que mujeres inteligentes se dejasen atrapar por esos caballeros egoístas y aprovechados, a quiénes no quitaré mérito profesional pero que humanamente a menudo dejaron mucho que desear.

La esposa de Tostoi, con más de diez hijos, le copiaba una y otra vez los manuscritos, se dice que muchas buenas ideas literarias se deben a ella. Clara Schumann aguantó a su raro marido, llena de admiración, teniendo un hijo tras otro, manteniendo el hogar a base de dar conciertos y preguntándose si una mujer podía llegar a ser compositora. Tampoco el marido de Rosalía de Castro fue lo que hubiese podido ser. Zenobia Camprubí daba cien mil vueltas a Juan Ramón. En Catalunya tenemos ejemplos recientes de brillantes mujeres en la sombra, la esposa de Carles Riba, Clementina Arderiu, la de Agustí Bartra, Anna Murià. Admiro a todas esas mujeres pero me molesta su sumisión intel·lectual, muchas veces eran ellas las que, como decimos en catalán, feien bullir l'olla mientras ellos escribían, pintaban, componían, daban clases, hacían la revolución y, a menudo, también tenían líos amorosos, pues, claro, un hombre tenía más necesidades. Además, el poder intelectual tiene su erotismo y las jovencitas, ay, se dejan impresionar a menudo por los varones maduros y brillantes, con experiencia.

Sin embargo, nada me extraña, si considero la mentalidad de la época, la moralidad incuestionable, los tópicos al uso, el tardío invento del anticonceptivo, que tantas cosas cambió. Cuesta mucho salir de la mentalidad oficial, dogmática. Fabià Estapé, en sus memorias, admite que su esposa era más inteligente y brillante que él, pero tuvo bastantes hijos y se dedicó más a la familia que el marido, como estaba estipulado. Estapé reconoce el error, la injusticia. Pero pocos hombres son capaces de admitir estas cosas. A veces incluso han pesado los celos profesionales, un hombre cuya mujer tuviese más éxito que él, ganase más dinero, tenía problemas psicológicos, complejo de inferioridad. Hoy todo ha cambiado pero me temo que todavía existen reticencias en la aceptación de una pareja asimétrica en el aspecto profesional, en la cual la balanza, sobre todo económica, se decante hacia la parte femenina.

Ha habido excepciones, grandes hombres detrás de grandes mujeres, pero son pocas. También ha habido aprovechados, que es otra cosa muy distinta. Y aprovechadas, lo admito.  Recuerdo, hace años, los consejos que me dio una maestra mayor, con experiencia, sobre el tema. En aquella época me parecieron interesantes, reflejaban una realidad evidente:
-El hombre siempre ha de ser superior a la mujer. Además, la mujer de Don José es Doña Josefa y la mujer de Pepito es Pepita...

En los cines se puede ver actualmente una divertida comedia francesa, algo histriónica, en la cual Catherine Deneuve encarna a una mujer rica que el marido tiene reducida a florero, a Potiche, que es como se llama la película. La enfermedad del marido, a causa del disgusto que le dan con una huelga, hace que ella tenga que poner orden en la fábrica, que, para más inri era de su padre. La historia está ambientada en los años setenta, claro. Hoy todo eso nos parecería arcaico, injusto, absurdo. La señora le coge gusto al poder y cuando el marido, con la connivencia de una hija de derechas consigue volver a arrebatarle la fábrica, se dedicará a la política, enfrentándose incluso a un alcalde comunista, Depardieu, que también muestra ideas machistas algo apolilladas.

Lidia Falcón tiene una escena impagable en uno de sus libros, Es largo esperar callado. En una reunión política de dirigentes de izquierda, creo que en el exilio -cito de memoria-, la mujer de uno de ellos llega de hacer sus compras corriendo y, sin cambiarse ni los zapatos, se pone a hacer la cena, ante la indiferencia de los señores y las protestas ante su tardanza del marido -o compañero-. El comunista Sartre tiene en sus novelas fragmentos absolutamente machistas y despectivos hacia mujeres feas


Es curioso que los hombres que más ridiculizan la fealdad de las damas, en textos literarios o periodísticos no sean nunca, precisamente, Paul Newman, más bien todo lo contrario. Un ejemplo reciente de ese tipo de comentarios hacia las damas poco favorecidas, emitidos por un señor que no es ningún cànon de belleza masculina, es el del inefable Salvador Sostres, que no sé qué ganas tiene de provocarnos ya que cuando habla de forma normal y no provocativa me parece incluso brillante.

La verdad es que hemos mejorado muchísimo, en todos estos temas. Hoy escuchar cosas como aquello del preso número nueve, que incluso cantaba con emoción Joan Baez, sobre que si vuelve a nacer los vuelve a matar, da repelús. Al menos, estas cosas están mal vistas, que ya es importante. Conseguir erradicar ese tipo de violencia es, como estamos comprobando, harina de otro costal. De todas maneras, no estoy demasiado de acuerdo con etiquetar la violencia pues toda ella me parece igualmente repugnante.

domingo, 10 de abril de 2011

Reflexiones desacomplejadas sobre lenguas y patrias





Con los años nos volvemos dogmáticos o relativistas. Creo que me estoy volviendo lo segundo, quizá mezclado con una especie de cinismo vital ateo, lo admito. Todo me parece frágil, estructurado según conviene a los poderes vigentes. Lo que ayer estuvo bien, hoy está mal. Como fumar, que fue una muestra de liberación y modernidad y hoy es un pecado de nuestro tiempo, en el cual la salud es un bien intocable, manipulado por la excesiva medicalización que nos ahoga. Si los médicos ya tenían un gran poder, incluso con los reyes, en siglos pasados, hoy la salud se ha convertido en el gran bien a conservar como sea. La salud y la juventud, vana ilusión. Sólo hay que ver los anuncios y programas dedicados al tema que nos endiñan por la tele: colesterol, dieta, agua pura, cocina sana, prevención a todo trapo, compresas y pañales super especializados... Que con tanta propaganda los gastos públicos sanitarios se hayan disparado hasta niveles insostenibles no tiene nada de raro. 

Me gustó siempre la historia, de joven me parecía como un hermoso cuento real y ahora me sigue pareciendo un cuento, actualmente en el sentido irónico de la palabra. Con el tiempo y la lectura te das cuenta del gran engaño de los manuales, incluso de los libros serios escritos por eso que llaman especialistas o expertos. Se trata siempre de interpretaciones interesadas, subjetivas, detrás de las cuales se encuentra la ideología de quién escribe y a veces ni eso, a veces la ideología que en aquel momento vende. Si de etapas históricas que he vivido y sufrido, como el franquismo y la transición, se cuentan cosas tan diversas y contradictorias, ¿cómo no ha de ocurrir lo mismo con aspectos históricos más antiguos, remotos, cuando las crónicas se escribían todavía más al servicio del poder, en un mundo con poca gente capaz de leer y escribir? Incluso la propia historia familiar la sabemos de forma sesgada y la contamos como nos conviene...

Verás que todo es mentira, dice un famoso tango. Lo mismo pasa con los aspectos patrióticos, incluso lingüísticos. La gente habla para entenderse, al principio lo hacía de forma verbal, hasta que nos alfabetizamos y creamos gramáticas y normativas y se dividió el habla y la escritura en lo correcto y lo incorrecto, en lo bueno y lo malo. Las fronteras son artificiales, también las lingüísticas, pues la forma de hablar iba cambiando de forma gradual de un sitio al otra, transformándose de forma más o menos natural en algo distinto. Hace años una muy buena profesora de catalán que tuve me aclaró que en lengua no hay bueno o malo sinó cosas adecuadas o no al contexto.

Para acabar de dividir en bueno y malo se recurrió a eso del dialecto. Si la capital de España se hubiese instalado en Sevilla, cosa que durante un tiempo hubiese podido ser factible, hoy la normativa del español o como le llamásemos sería segurament muy distinta, lo mismo que la ortografía. Italia y Alemania se inventaron un idioma cuando se crearon los grandes estados, unas señas de identidad comunes. La Revolución Francesa se dio prisa en eliminar las formas dialectales y a reducir las lenguas que no eran el francés oficial a patués despreciado. La escuela oficial, con tantos aspectos positivos, intenta siempre conseguir esa unificación que, como agua en un cesto, acaba por escaparse en medio de una realidad viva y cambiante, en la cual influyen tantos factores inesperados.

Hay países del este que se entienden perfectamente hablando, pero por razones patrióticas y para diferenciarse han optado por escribir su lengua en alfabetos distintos. Estudiamos en la escuela algo de geografía pero muy poco sobre esa geografía linguística tan interesada, que las fronteras políticas han intentado definir. En general, siempre ha habido una forma que se ha impuesto a las otras cuando se han creado los grandes estados, las grandes potencias, cosa que destruye la autoestima del minoritario. Sin embargo la vida real, la de los mercados alegres y la buena gente tiene sus necesidades afectivas y de relación y hace falta contar con algo común, para entendernos. 

La transición se hizo como se pudo, pero no entró a fondo en el tema de las aspiraciones regionales o nacionales del país. Quizás una política más igualitaria y respetuosa con la diferencia también hubiese tenido lagunas y respuestas inesperadas, no hay recetas para nada, el mundo cambia y nadie sabe que inquietudes peligrosas pueden hacer zozobrar las épocas de paz y tranquilidad, siempre frágiles, que deberíamos cuidar como a un amado bebé. Mientras discutimos sobre aspectos cercanos, el inglés se convierte en una lengua común de relación global, como antes lo fueron otras y como se soñaba que lo fuese el esperanto, una utopía. Estamos olvidando el vetusto latín, con el cual mi tío sacerdote, que falleció hace años, se entendía en toda Europa con la gente de su profesión. Sin embargo el latín fue también una imposición y arrasó lo anterior, a las buenas y a las malas.

Releyendo Tolstoi sorprende comprobar que la gente bien situada de la época de Ana Karenina hablaba el francés, en casa y entre ellos, cosa que el autor crítica con ironía rusa. Siempre nos ha traicionada el esnobismo, sobre todo cuando hemos tenido cuatro pesetas en el bolsillo. En nuestro país sufrimos una especie de síndrome de nuevos ricos, en pocas generaciones la mayoría ha pasado de la miseria al utilitario y la casita en la playa, del analfabetismo a los másters de pago. En el fondo, nada sería un problema si fuésemos capaces de incidir en lo que nos une, más allá de lo que nos separa, que en muchas ocasiones es circunstancial y manipulado. Lo que nos une es lo más importante, nuestra condición humana y mortal, irreversible y obligatoria. De momento. Como dice el mismo Tolstoi en ese inicio tan copiado y citado de Karenina, las familias felices se parecen. Aquí y en la China. Las diferencias vienen cuando no se es feliz. No tenemos la clave de la felicidad, hay muchos factores desestabilizadores por ahí, pero seguramente podemos poner algo de voluntad de nuestra parte.

sábado, 2 de abril de 2011

Poemas perdidos: Rosana Acquaroni




Sabríamos recordar cada trozo de mundo...

Sabríamos recordar cada trozo de mundo,
cada tropiezo vivido
si al abrir la mirada
recobráramos de nuevo
la luz de cada instante,
pues toda inmolación deja su propio surco,
su propia oscuridad,
y cada imagen
tiene su propia lámpara.

Lámpara de la niñez,
-allí comienza todo-
esa luz que se ve con los ojos cerrados
las claras azoteas,
desierto de palomas,
el tamiz lanceolado de las hojas de cobre transparente,
un otoño agitando su ramaje,
abriéndose paso sobre la mansedad de las aceras.

Allí comienza todo,
aquello que era nuestro a pesar del dolor,
pues desde entonces,
sólo he buscado el ser de aquella luz,
y la siento crecer dentro de mí
como le crecen párpados de trapo al corazón tras el olvido. 



Rosana Acquaroni
                
De "Lámparas de arena" 2000