jueves, 24 de diciembre de 2009

El fantasma de las Navidades pasadas



Resulta imposible desprenderse de la carga emotiva que se acumula en estos días. En mi blog en catalán comenté la emoción que producía, en la época dorada de los tebeos, la publicación de los almanaques, llenos de anécdotas, pasatiempos, historietas especiales. Los establecimientos humildes de mi barrio regalaban calendarios, en diferentes modalidades, una de más artística y otra más atrevida, con señoras en bañador. Los basureros, faroleros, serenos, vigilantes y tantos otros pasaban por las casas, subiendo y bajando escaleras, para traernos sus postales con las décimas habituales y recoger un aguinaldo muy, muy modesto.



Durante muchos años nos enviábamos postales, muchas. Hoy la postal en cartulina la envían sólo las empresas, los grandes almacenes. En general se felicitan las Pascuas virtualmente, por internet, o por teléfono.   Las postales navideñas de mi infancia, en general, eran clásicas, reproducían cuadros famosos, estampas habituales. Ferrándiz revolucionó el tema, con su colorido y sus divertidos angelitos. Pero también Ferrándiz pasó de moda, se consideró demasiado infantil e ingenuo y llegó la modernidad a la iconografía navideña, con postales abstractas y vanguardistas. Las modas nos hacen ir por donde quieren, desde los zapatos al peinado, no podemos escaparnos de su influencia. Lo que parece original acaba por hartar, así somos, nos guste o no. En mis tiempos infantiles no había árboles de Navidad, se consideraban protestantes, pero Papa Noel y el árbol acabaron por imponerse, incluso por convivir con los Reyes Magos y, en Catalunya, con el Tió, ese tronco que se va alimentado hasta que se le zurra la noche de Navidad y nos ofrece regalitos diversos y golosinas.


He leído que al pobre Papá Noel lo encuentran, ciertos estudios, un mal ejemplo. Es obeso, conduce de forma arriesgada... Vaya, espero que no se metan con los Reyes Magos, ya que en el fondo son unos aristócratas seguramente capitalistas, que van en camello mientras sus esclavos van a pie y les llevan el equipaje. Todo es posible en este mundo que cada día nos sorprende, a veces de forma agradable y otras, mucho más numerosas, con malas noticias o con sublimes extravangancias. Yo tuve manía a Papá Noel cuando la gente fina que quería ser moderna empezó a celebrar la noche de Navidad al estilo peliculero, con la excusa de que los niños tenían más tiempo para jugar si se les hacían los regalos en Navidad. Los mayores siempre tomamos como excusa a los niños cuando queremos justificar nuestras manías. Lo cierto es que una de las mejores cosas del ciclo navideño es la excitación que produce la espera de la noche de Reyes, la gran traca final de las fiestas. Bueno, he aprendido a convivir con el árbol que las monjas nos decía que era protestante, com el obeso papa Noel de estética cocacolera y con muchas cosas más, en un mundo tan permeable no se le pueden poner puertas al campo ni a casi nada.


Estos días siempre me viene a la cabeza el pobre Míster Scrooge, el personaje de Dickens, de cuya historia se han hecho tantas versiones. Incluso cuando era adolescente nos pasaron en la escuela una en cine muy antigua, en blanco y negro, tremebunda y evocadora, que me impresionó bastante. Es una historia maravillosa, de redención y arrepentimiento, que siempre tendrá éxito porque toca nuestra fibra sensible y hace referencia a esas Navidades pasadas, presentes y futuras.  El fantasma de las Navidades pasadas siempre viene a visitarme y me trae, como a todo el mundo, un montón de recuerdos de todo tipo. El exceso de mitología es un peso enorme, y en estos días se concentran toneladas de sentimentalismo, alegría, tristeza, nostalgia, melancolía y también sentido crítico, las navidades también han concentrado mucha hipocresía, consumo, frivolidad. Otro clásico de ficción de mi mitología navideña es Plácido, aquella película inmensa, con un Cassen en estado de gracia. Debería ser obligatoria pasarla en Navidad, además de Qué bello es vivir o la conversión a la bondad del viejo Scrooge.




miércoles, 16 de diciembre de 2009

La utopía de la lengua universal: Zamenhof



Ayer hizo ciento cincuenta años del nacimiento del doctor Zamenhof, judío, en Bialystok, una ciudad que entonces era rusa y hoy es polaca. Zamenhof consideraba el ruso su lengua materna, y en ruso y esperanto escribió sus poesías. Estudió en alemán y ruso, en Moscú y Viena, tenía facilidad para las lenguas, tanto para las antiguas como para las modernas. Era oftalmólogo y tuvo que ganarse la vida realizando muchas visitas médicas, treinta o cuarenta diarias, a los judíos pobres de Varsovia. Los problemas que las diferencias culturales y lingüísticas provocaban en su comunidad y las ideas internacionalistes y utópicas de la época le llevaron a crear el esperanto, lengua que pretendía ser universal. El esperantismo tuvo un gran éxito en Cataluña y en el resto de España, fue la bandera cultural de muchos grupos anarquistas y de ideas socializantes. 


Zamenhof se arruinó detrás de su sueño, aunque tuvo un gran éxito social. Cuando yo era pequeña todavía estaba muy presente la influencia del esperanto, aunque en mi barrio se consideraba a los esperantistas como una especie de iluminados, con esa condescendencia algo despreciativa que el pueblo llano tiene por los soñadores. Mi mamá cantaba a veces una cuplet en catalán, del cual no he encontrado referencias y que empezada diciendo: parlem en esperanto que es la llengua universal... Se le habían dedicado a Zamenhof calles y plazas, en Sabadell tiene una Ronda a la cual el franquismo cambió el nombre por el de Alcázar de Toledo, supongo que eso de Zamenhof les sonaría a ruso malo y comunista o quizá lo asociaban con el anarquismo revolucionario. El esperanto no fue el único intento de lengua universal, pero sí el que tuvo más éxito, aunque más tarde, cuando el mundo se hizo más permeable y complicado, se le tachó de eurocentrista y poco original


El esperanto era pacifista, fraternal. Por desgracia, el mundo no avanzó como Zamenhof y sus seguidores hubiesen deseado. Lázaro Zamenhof murió en 1917, con la primera guerra mundial en activo. Sus tres hijos fueron exterminados, con casi toda su familia, en el Holocausto. Como es sabido, de judíos, en Varsovia, no quedó casi ni uno. Hoy día existen todavía sociedades esperantistas, -las catalanas y castellanas, aunque tienen cierta relación, van por separado-, hay muchas publicaciones actuales, música en esta lengua. Pero no tienen hoy los esperantistas la influencia que tuvieron en otros tiempos. No es una buena época ésta para ideas internacionalistas utópicas. Por un lado todos reclamamos identidades propias, identidades que suelen ser muy complejas aunque los políticos y los dogmáticos las prediquen monolíticas e indiscutibles. Sin embargo, por otro lado, se admite que la lengua franca es el inglés y me temo que para evitar suspicacias, quizá en un futuro tendremos que acabar por relacionarnos en inglés, incluso en nuestras latitudes hispánicas. 


La transición, que ahora contemplamos en la distancia con más defectos que virtudes, no generó un sentimiento colectivo de comprensión ni incidió a través de la escuela en la complejidad cultural e identitaria española o como se la quiera llamar, ni tampoc en un internacionalismo generoso. Quizá no se podía hacer más. Tanta memoria histórica y ni tan sólo hemos reclamado las buenas ideas republicanas, es más fácil desenterrar muertos que reconocer oficialmente la legalidad política por la cual murieron. Aunque el esperantismo y su espíritu parezcan, hoy, arqueología cultural a mucha gente, forman parte de un bloque de valores totalmente recuperables y necesarios.


Más información sobre el doctor visionario en La panxa del bou.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Ficción y realidad



Han coincidido en las pantallas de Barcelona tres documentales muy interesantes. No sé si al resto de ciudades españolas han llegado los tres, creo que el más promocionado actualmente es Garbo. Son muy distintos, los tres tienen algunos defectillos y muchísimas virtudes y se sale del cine, en los tres casos, con ganas de encomendarse a San Google para ampliar y matizar la información recibida.  Hollywood contra Franco fue el primero que vi, en un horari intempestivo y mañanero, muestra una interesante panorámica sobre cómo se percibía la historia reciente de España en los Estados Unidos, sobre todo. Nuestra guerra provocó pasiones, reacciones heroicas y  muchas cobardías, también. La percepción evolucionó y se manipuló el mensaje según convenía a cada momento. En resumen, un documental imprescindible para los aficionados a la historia y al cine.


Garbo cuenta la extraña historia del señor Juan Pujol García, que en muchos textos es considerado un demócrata salvador de la civilización. El documental, muy bien hecho y comentado, nos deja con las dudas y con el enigma. Pujol, un doble agente, aficionado y, como decimos vulgarmente, con un morro que se lo pisaba, fue valorado por los ingleses por su poder de convicción, hasta el punto que los alemanes creyeron su versión sobre el desembarco en Normandía y, siguiendo las informaciones que el espía les daba, desprotegieron la zona para reforzar la de Calais. Pujol estuvo desaparecido durante cuarenta años, se le dio por muerto, pero vivía en Venezuela, dedicado a sus negocios. Había formado una nueva familia, que no sabía nada de sus aventuras políticas.  Localizado por un periodista americano se le condecoró en Inglaterra a mediados de los ochenta, se escribieron libros sobre él y tuvo tiempo de contar su historia en nuestra televisión, su historia o la historia que él mismo reinventó. A veces parece mentira la forma en qué los grandes hechos se producen por una suma de casualidades. A toro pasado, nuestro espía catalán aseguraba que no podía permitir que los nazis ganaran la guerra, però nos quedamos con la duda... Si hubiesen ganado la guerra los alemanes, quizá él hubiese afirmado otra cosa... O no. Un oportunista, ciertamente, pero, como comenta un psiquiatra en el documental, al fin y al cabo gracias al oportunismo se sobrevive.


Vivir de pie es un documental apasionado sobre Cipriano Mera. Si Garbo fue el hombre que siempre mentía, Mera fue el hombre que siempre dijo o intentó decir la verdad. Cenetista, luchó en la guerra civil, tuvo sus desengaños en la época de los choques con los comunistas, escapó al norte de África, los franceses lo entregaron a Franco, fue condenado a muerte e indultado y acabó sus días en Francia, al lado de su compañera de siempre y su hijo, pobre y honrado, con la ilusión de haber vivido el mayo del 68 y con la esperanza todavía de un futuro ácrata y justo. Aunque también con la desilusión de ver como los de sus mismas ideas le traicionaban en tantas ocasiones. Admitía que había sido engañado muchas veces, pero que era preferible ser engañado que no engañar, ya que las buenas personas siempre son engañadas. Es imposible no sentir un profundo respeto por ese hombre que trabajó hasta la muerte en su oficio, sin perder la dignidad ni la ilusión, aunque no se comparta su fe absoluta en un posible y utópico futuro. A este documental le sobran unas imágenes simbólicas, con libros quemados, hormigas y caracolitos, que alargan la historia sin motivo y no acaban de encajar en el conjunto. Sin embargo, la historia de su protagonista es impresionante, sobre todo en esta época de tantas mediocridades políticas.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Terrores de ficción y horror real



No voy nunca a ver pel·lículas de miedo, ni tan sólo pel·lículas en las cuales los horrores reflejan verdades históricas. Sin embargo, de niña y de jovencita sentía por esos géneros una extraña atracción, supongo que porque todavía no había llegado a la época en la cual se percibe que mucho horror es o ha sido real y que la realidad, en esos temas, también supera la ficción. 


Sin embargo sentía respeto por Naschy, la verdad. Era todo un personaje, odiado por muchos ya que, decían, tenía mal carácter y era prepotente. Sin embargo, era también un gran trabajador. En el 2001 reconocieron su larga labor con la medalla de las Bellas Artes. Aunque había participado en alguna pel·lícula seria fue actor, director y de todo en un gran número de esas de monstruos de serie B, con efectos especiales un poco de zapatilla, mucha sangre y muchos sustos. 


Ayer, en uno de esos canales que también son de serie B, pasaban una entrevista con Naschy, de nombre real Jacinto Molina. Me pareció un hombre sabio, consciente de su próximo final, contento de haber hecho lo que le había parecido y triste por los muchos proyectos que ya no realizaría. Como no soy especialista en cine, remito a los interesados a un blog estupendo, Lady Filstrup, en donde se puede seguir el rastro y entrar en la intimidad profesional de muchos personajes del cine español. A mi me encanta ese blog porque soy algo mitómana, y porque me gusta saber el destino de personajes que fueron famosos y ya no lo son o de aquellos que siempre fueron secundarios de lujo. Hacer poco, en mi blog en catalán escribí sobre Jennifer Jones, por ejemplo, ya que una serie de casualidades tiraron de las cerezas de mi cesto mental y, gracias a internet y a google supe que todavía estaba en este valle de lágrimas, con noventa años, plácidamente retirada desde hace mucho tiempo. Cuando mi madre vivía también, de vez en cuando, le venía a la memoria algun actor o actriz antiguo, qué habrá sido de X?, me preguntaba. Y la mayoría de veces podía satisfacer su curiosidad consultando ese inmenso fichero IMDB, aunque los actores de casa no siempre están bien representados en él. En todo caso, en algún lugar u otro de internet hallaba siempre referencias y datos y, en muchas ocasiones, constatamos que los olvidados todavía estaban vivos aunque fuesen ya muy viejecitos.


En la entrevista que menciono, Naschy admitía que los monstruos de sus películas no existen, pero que en la vida real hay también monstruos próximos a nosotros. Y que la creación de los monstruos y seres extraños la ha realizado el hombre, posiblemente por necesidad, por una necesidad de aventar los miedos reales. Hoy está mal visto contar a los niños cuentos de miedo, parece de mal gusto. Una maestra amiga, todavía en activo, me explicaba que años atrás, cuando celebraban la castañada, apagaban las luces en clase, encendían una velita y contaban historias de sustos y terrores. Hoy, admitía, pronto vendrían unos papas modernos a protestar por los traumas que tales cuentos producen en los niños y encender la vela, con peligro de incendio, se consideraría irresponsable, hemos llegado a unos grados impensables de papanatería en general, pero en lo relacionado con los niños y niñas, ya roza el surrealismo, la cuestión pedagógica y metodológica.


Sin embargo los niños siguen inventando sus aventis sanguinarias si hace falta, en la intimidad. De bien  jovencitos ya leen a Stephen King y a otros autores del género. King, otro gran trabajador, con algunos libros extraordinarios, manifestaba en una entrevista  que intentaba escribir sobre sus propios terrores, para superarlos. De vampiros, en sentido metafórico, como hemos visto en estos últimos tiempos con tanta estafa y corruptela por nuestras geografías, hay un montón. En temas más complicados, el afán de una seguridad inalcanzable ha generado una especie de inquisición inquietante, que da resultados perversos como el de ese pobre muchacho de Tenerife, acusado de barbaridades y condenado de antemano por los medios de comunicación, médicos, policías... No es extraño, cuando alguien lleva a urgencias algún niño, a la esposa, incluso a la abuelita, porque ha sufrido un accidente doméstico, se somete hoy al pariente a un desagradable tercer grado, a menudo de forma algo brutal, porque hay que rellenar esos protocolos que intentan reducir, sin demasiado éxito, eso que se ha llamado violencia doméstica o de género, pues parece que la violencia debe adjetivarse para ser objecto de condena. Vaya, que la presunción de inocencia deja mucho que desear.


El estado también puede convertirse en un monstruo de mil cabezas y con grandes tentáculos, e introducirse en la intimidad con cierta facilidad, sobre todo si nuestros terrores colectivos se disparan, ayudados por esos medios de comunicación que también se están volviendo algo monstruosos. Para librarnos de unos monstruos acabamos por crear otros. Por eso las películas de miedo siempre tendrán éxito, sobre todo si finalizan con la destrucción del ser maligno.


Descanse en paz Paul Naschy, en el cielo de los monstruos inofensivos!!! Por cierto, este mes de diciembre, cosa extraordinaria, tendrá dos lunas llenas, la segunda en la noche de fin de año...