Ayer hizo ciento cincuenta años del nacimiento del doctor Zamenhof, judío, en Bialystok, una ciudad que entonces era rusa y hoy es polaca. Zamenhof consideraba el ruso su lengua materna, y en ruso y esperanto escribió sus poesías. Estudió en alemán y ruso, en Moscú y Viena, tenía facilidad para las lenguas, tanto para las antiguas como para las modernas. Era oftalmólogo y tuvo que ganarse la vida realizando muchas visitas médicas, treinta o cuarenta diarias, a los judíos pobres de Varsovia. Los problemas que las diferencias culturales y lingüísticas provocaban en su comunidad y las ideas internacionalistes y utópicas de la época le llevaron a crear el esperanto, lengua que pretendía ser universal. El esperantismo tuvo un gran éxito en Cataluña y en el resto de España, fue la bandera cultural de muchos grupos anarquistas y de ideas socializantes.
Zamenhof se arruinó detrás de su sueño, aunque tuvo un gran éxito social. Cuando yo era pequeña todavía estaba muy presente la influencia del esperanto, aunque en mi barrio se consideraba a los esperantistas como una especie de iluminados, con esa condescendencia algo despreciativa que el pueblo llano tiene por los soñadores. Mi mamá cantaba a veces una cuplet en catalán, del cual no he encontrado referencias y que empezada diciendo: parlem en esperanto que es la llengua universal... Se le habían dedicado a Zamenhof calles y plazas, en Sabadell tiene una Ronda a la cual el franquismo cambió el nombre por el de Alcázar de Toledo, supongo que eso de Zamenhof les sonaría a ruso malo y comunista o quizá lo asociaban con el anarquismo revolucionario. El esperanto no fue el único intento de lengua universal, pero sí el que tuvo más éxito, aunque más tarde, cuando el mundo se hizo más permeable y complicado, se le tachó de eurocentrista y poco original
El esperanto era pacifista, fraternal. Por desgracia, el mundo no avanzó como Zamenhof y sus seguidores hubiesen deseado. Lázaro Zamenhof murió en 1917, con la primera guerra mundial en activo. Sus tres hijos fueron exterminados, con casi toda su familia, en el Holocausto. Como es sabido, de judíos, en Varsovia, no quedó casi ni uno. Hoy día existen todavía sociedades esperantistas, -las catalanas y castellanas, aunque tienen cierta relación, van por separado-, hay muchas publicaciones actuales, música en esta lengua. Pero no tienen hoy los esperantistas la influencia que tuvieron en otros tiempos. No es una buena época ésta para ideas internacionalistas utópicas. Por un lado todos reclamamos identidades propias, identidades que suelen ser muy complejas aunque los políticos y los dogmáticos las prediquen monolíticas e indiscutibles. Sin embargo, por otro lado, se admite que la lengua franca es el inglés y me temo que para evitar suspicacias, quizá en un futuro tendremos que acabar por relacionarnos en inglés, incluso en nuestras latitudes hispánicas.
La transición, que ahora contemplamos en la distancia con más defectos que virtudes, no generó un sentimiento colectivo de comprensión ni incidió a través de la escuela en la complejidad cultural e identitaria española o como se la quiera llamar, ni tampoc en un internacionalismo generoso. Quizá no se podía hacer más. Tanta memoria histórica y ni tan sólo hemos reclamado las buenas ideas republicanas, es más fácil desenterrar muertos que reconocer oficialmente la legalidad política por la cual murieron. Aunque el esperantismo y su espíritu parezcan, hoy, arqueología cultural a mucha gente, forman parte de un bloque de valores totalmente recuperables y necesarios.
Más información sobre el doctor visionario en La panxa del bou.
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