domingo, 22 de julio de 2012

FRANCISCO VILLAESPESA (1877-1936), nacido en Laujar de Andarax








Muhammad ibn Abd Allah ibn Said ibn Ali ibn Ahmad al-Salmani (Loja, 15 de noviembre de 1313), más conocido como Ibn al-Jatib (لسان الدين بن الخطيب), poeta, escritor, historiador, filósofo y político andalusí describió en sus crónicas la disposición urbana de Laujar alrededor de la Alcazaba así como su reconocida artesania de la seda que, según su descripción, "resplandecía más que el oro", hoy desaparecida. También describe como existían canalizaciones de riego, acequias conservadas hasta nuestros días, que permitían a los lugareños obtener hasta tres cosechas al año, cuyo grano era almacenado en silos subterráneos.

(wikipedia)


Hace unos días me contó la madre de la pareja de mi hija que su pueblo natal, en el cual aún mantienen una casita, era Laujar de Andarax. En general, conocemos poco la geografía hispánica, incluso la catalana. A menudo me sorprenden personas que considero inquietas e interesadas en todo eso que llamamos cultura catalana preguntándome dónde está determinada población que yo considero razonablemente importante. Si eso pasa con los lugares cercanos, con todos esos pueblos tan diversos de la península el desconocimiento es más frecuente. Uno conoce su pueblo, el del vecino y los de sus parientes y poca cosa más.

Laujar de Andarax es una población de bastante importancia, en la Alpujarra de Almería. Posiblemente Granada, con la atracción inevitable de su capital de provincia, haya promocionado más su Alpujarra. Almería fue durante años una provincia considerada menor al lado de pesos pesados como Sevilla, Córdoba, Granada. Épocas de pobreza y sequía contribuyeron a fomentar, hace años, la emigración en gran parte de esta provincia y en parte de la Murcia cercana. Hoy todo ha cambiado y mejorado. Al mostrar yo mi ignorancia ante las características de ese pueblo de nombre tan poético, me comentaron:
-Pues allí nació un gran poeta, Francisco de Villaespesa.

De mis tiempos escolares, como por arte de magia, me llegó el nombre de ese escritor hoy algo olvidado de forma injusta. Villaespesa fue un autor prolífico, un gran intelectual, de mucho prestigio en su época que se codeó con la mejor y más brillante intelectualidad del modernismo. Escribió mucha poesía pero también teatro, narrativa. Hoy no es fácil encontrar reediciones de sus obras y el mundo académico lo ha dejado algo de lado. 

Una profesora me comentó en una ocasión que eso de la literatura es como la bolsa, sube y baja y a veces ni siquiera se pueden explicar los motivos de esos cambios. Villaespesa murió relativamente joven según los parámetros actuales, en 1936 y se ahorró, por lo tanto, las tragedias que siguieron a aquel año aciago lo mismo que nuestro Apel·les Mestres, cosa que considero que para ellos fue una inmensa suerte. Viajo mucho, a pesar de su mala salud, por hispanoamérica y Europa. Trató con lo mejor de la época, Rubén Dario, Sawa, Zamacois, Juan Ramón Jiménez... 

Se casó muy enamorado y enviudó pronto, cosa que posiblemente marcó la literatura posterior a la muerte de su esposa. Enfermó en Brasil y regresó a España, con todos sus archivos cuidadosamente empaquetados, para morir tres años después, a los cincuenta y nueve años. En todo caso, un aliciente más para visitar un pueblo con un nombre tan poético como Laujar de Andarax.

La escuela franquista fomentó la poesía de estos autores, cosa que quizá les ha perjudicado a la larga porque no comprometía a nada hablar de un pasado aparentemente no politizado y  era más cómodo eso que hacer referencia a las generaciones posteriores, divididas, exiliadas, muertas. Una de las poesías que más recuerdo de Villaespesa, que venía a menudo en aquellos libros de gramática autárquicos, es esta tan deliciosa, sobre la hermana que espera al hermano mirando los caminos:


LA HERMANA

En tierra lejana
tengo yo una hermana.

Siempre en primavera
mi llegada espera
tras de la ventana.

Y a la golondrina
que en sus rejas trina
dice con dulzura:

- ¡Por aquella espina
que arrancaste a Cristo,
dime si le has visto
cruzar la llanura!

¡El ave su queja
lanza temerosa,
y en la tarde rosa,
bajo el sol se aleja!

Desde su ventana,
mi pálida hermana
pregunta al viajero
que camina triste:

- ¡Por tu amor primero,
dime si le viste
por ese sendero!

¡Pero el pasajero
su calvario sube,
y se aleja lento,
dejando una nube
de polvo en el viento!

Desde su ventana
a la luna grita
mi pálida hermana:

- ¡Por la faz bendita
del Crucificado,
dime en qué sendero
tu rayo postrero
su paso ha alumbrado!

¡La luna la vaga
llanura ilumina,
trémula declina,
y en el mar se apaga!

Acaso yo, errante,
pase vacilante
bajo tu ventana,
y sin conocerme,
mi pálida hermana,
preguntes al verme
venir tan lejano:

-Dime, peregrino:
¿has visto a mi hermano
por ese camino?



No sé si el convento de San Pascual Bailón de Laujar de Andarax,  casi en ruinas desde hace tiempo, inspiró al poeta este soneto. A mi me evoca muchos conventos parecidos, hoy en mal estado a causa de la desidia de políticas culturales bastante erráticas.

CONVENTO EN RUINAS

El viejo monasterio abandonado
se pudre de vejez en la colina,
muda la torre, el coro derrumbado,
y todo el claustro amenazando ruina.

Seca la fuente, el huerto se ha secado;
en sus silencios ni un jilguero trina...
Tan sólo por las piedras del cercado
rastrera hiedra en verdecer se obstina.

Susurra el viento fúnebres querellas
por los patios ruinosos y desiertos...
Y, ajena a mundanales intereses,

parece que a la luz de las estrellas
está rezando, por los monjes muertos,
la gris Comunidad de los Cipreses.


lunes, 9 de julio de 2012

Leer, es bueno o malo?


Es cierto que no se deben vender tantos libros como antes. El libro, como objeto, ha perdido valor en estos últimos años. Sin embargo eso no quiere decir que se lea menos. En este país nunca se ha leído en exceso, cierto, pero creo que hemos mejorado, aunque poco. Leer tampoco no es un valor absoluto, se pueden leer memeces y tonterías. Incluso libros nazis.

Las personas que se quejan de que no se lee, a menudo son personas que escriben o editan. En realidad quieren decir que no se vende, no que no se lea. Se lee mucho, nuestro mundo del presente está centrado precisamente en el leer y el escribir, sin esas habilidades hoy sería muy difícil sobrevivir. Sin embargo nuestros antepasados, hasta hace poco más de una generación, podían vivir, sobrevivir, trabajar, sufrir y gozar siendo analfabetos, palabra que se volvió un insulto cuando la lectura y la escritura empezaron a ser una necesidad vital, social y profesional. Y política. Y religiosa.

No hay que olvidar que la alfabetización ha sido un buen instrumento de adoctrinamiento. Se iba a doctrina a aprender de letra, como recuerdan muchas canciones tradicionales -las chicas también a costura-   y lo que venía escrito en un libro tenía, de entrada, cierta garantía de seriedad. No fueron sólo las religiones las que quisieron controlar el tema, todas las ideologías con tendencia al totalitarismo han dogmatizado a través de libros y aulas diversas.

Las bibliotecas, al menos en Barcelona y su área de influencia, han aumentado de forma exponencial en pocas décadas y ofrecen un servicio excelente y gratuito, una gratuidad que quizá debiera matizarse en los tiempos que corren, pero que levanta ampollas si se toca. Las librerías de ocasión ofrecen muy buenos volúmenes a precios tirados. Cuando vacías un piso casi nadie quiere tus libros. Cuando un escritor no mediático tiene en alguna editorial restos de serie, restos que tienen, como mucho, dos o tres años,  recibe un aviso que le conmina a retirar sus fondos, que van a ser destruidos sin piedad. Se sabe que más de un noventa por ciento de todo lo que se publica en formato de libro tradicional va a reciclarse en pasta de papel en poco más de tres años.

Hay que contar con todo eso. Se vende poco y por ello es cada vez más y más difícil publicar si no sales por la tele y, aún así, debes hacerlo con cierta frecuencia. Ya no importa que un libro sea o no interesante, ha de ser vendible. En poco más de dos meses está sentenciado a la desaparición de los anaqueles comerciales. Como con la ropa, el mercado precisa variación, novedades, incluso volver a mostrar lo antiguo aparentando que es una novedad. La gente se lo piensa mucho antes de comprar un libro de actualidad y gastarse veinte, treinta euros. Además, muchas novedades se presentan como maravillas y luego nos decepcionan. Hay muchos recursos, cubiertas bonitas, títulos engañosos, tipografías modernas. Los clásicos de siempre se pueden encontrar a precios baratísimos, también en internet. 


El libro digital es un buen instrumento, a pesar de los nostálgicos que creen que lo pasado siempre es mejor y tienen sacralizado el libro convencional, olvidando que los romanos y griegos no usaban el formato actual, por ejemplo. Una cosa es el contenido y la otra el objeto.Y el contenido se podría transmitir, incluso, de forma oral.  Al generalizarse el uso de la imprenta hubo quién se echó las manos a la cabeza, escribiendo las cosas se perdería memoria. Y de hecho, así fue. Hoy nadie podría salir del teatro pudiendo repetir toda la obra de memoria, con algunos errores, claro, cosa que el Siglo de Oro era bastante frecuente.  Ha pasado algo parecido con el cálculo mental y las calculadoras o con la democratización de los instrumentos musicales, hoy pocos lloraría leyendo una partitura y no podemos entender como un músico muy bueno podía ser sordo  y no tener piano propio. La comodidad es importante, pero hay que tener en cuenta que todos los cambios han comportado pérdidas.

El editor vocacional que busca un buen autor y no prioriza el beneficio ha pasado a la historia. Alguno queda por ahí, claro. De vez en cuando personas inquietas montan un nuevo grupo editorial que a veces muere de éxito y es absorbido por los grandes, hoy Planeta y poco más. El libro en catalán que tenía su pequeño reducto también ha sido abducido por la comercialidad, es fácil, hoy, sacar un volumen en castellano y catalán al mismo tiempo. En las ferias y semanas del llibre en català encontrabas viejas ediciones amarillentas y olvidadas pero eso ya pasó a la historia. Los grandes y las novedades se lo comen casi todo.

Todo cambia y cambiará. Muchas veces los lamentos de determinados sectores esconden elitismos, intereses comerciales y melancolías ligadas al paso inevitable del tiempo. Hoy escribe mucha más gente, tanta o más de la que lee. El libro es un instrumento más que, como todos, puede ser bueno, malo o irrelevante. Hay quién se pone nervioso al ver tanta juventud jugando con sus portátiles, sus teléfonos que hacen de todo, en lugar de leer, en el metro. Pero también esos jóvenes están escribiendo, sin saberlo, su novela, su libro, o jugando a los apalabrados, un recurso interesante y educativo, nos guste o no. Dice Galdós en Fortunata y Jacinta que donde va un hombre va su novela. Porque, claro, parece que hay que leer novela o poesía, todo lo demás es... otra cosa.


domingo, 1 de julio de 2012

Estadísticas, medias verdades y comprobaciones científicas

Marc Bloch fue un historiador francés que murió asesinado por los nazis. Su vida fue un ejemplo de coherencia ética y patriótica. Lo admiro por muchos motivos pero a pesar de esta admiración no estoy de acuerdo con él en algunas cosas. Claro que fue un hombre de su tiempo y después de aquella terrible segunda gran guerra europea hemos cambiado mucho, al menos en apariencia.

De familia judía, rechazaba la etiqueta y el estado israeliano, aunque admitía que se reconocía como judío sólo delante de un antisemita. Cosa que, en la época, tenía mucho mérito. Escribió un libro muy interesante sobre la derrota francesa ante los alemanes, en el año 1940, La extraña derrota. No vivió para poder analizar los resultados finales y la evolución de aquel mundo roto de forma tan brutal. Podía haber vivido bien, exiliarse, pero prefirió combatir, primero en el ejercito y después en la resistencia, cosa que le costó la vida.

Es precisamente esa devoción y admiración patrióticas hacia su Francia la que no comparto. Sin embargo, a un nivel mucho más pedestre, a menudo he pensado que también yo me reconozco como catalana -o catalanista, todo es cuestión de matices- ante un anticatalán. Huir como se pueda del poder de los estados y desear tener un estado propio me resulta algo extraño. El estado español, algunos de sus representantes, a menudo muy folklóricos como ese señor extremeño, digno heredero de aquel otro (por cierto, del otro partido) que nos trató prácticament de cacos, ha contribuído mucho al aumento del sentimiento independentista, el cual, nos dicen, en las últimas mediciones estadísticas algo triunfalistas para el sector ya llega al cincuenta y algo por ciento. Sé que las encuestas y los estudios suelen dar casi siempre los resultados esperados o previstos y, si no es así, siempre se arregla, se camufla, se disimula una realidad difícil de medir de forma objetiva.

No dudo del cincuenta y algo por ciento pero es un cincuenta por ciento en el cual creo que hay muchos y muchas como yo, que se declaran independentistas o nacionalistas, sobre todo, ante las provocaciones y los desprecios de un sector hispánico rancio y casposo, pero que en el fondo preferimos algo hoy muy devaluado, aquello de ser ciudadanos del mundo. Sólo faltaba lo del aragonés oriental. Las lenguas son siempre motivo de visceralidad, nadie es capaz de explicar de forma seria qué es o no es una lengua, las lenguas se solidifican gracias a los poderes académicos que acaban diciendo qué es bueno y qué es malo, qué es correcto y qué es incorrecto. Admito la necesidad de unas ciertas normas, para entendernos, más que nada por escrito. El resto es política, ideología, en la realidad todos nos comunicamos a través del chapurreado humilde y popular que no tiene esas fronteras tan definidas entre lo válido y lo que no lo es.

Hace poco escuché un debate interesante porque en él se insistía en un tema espinoso, el trato que se daría al castellano en un hipotético futuro catalán independiente. Es, de hecho, guste o no, una lengua también catalana, en la práctica cotidiana, cosa que antes parecía querer ocultarse y así se entraba en discusiones que levantaban ampollas y resentimientos, como, por ejemplo, si los libros de Marsé podían considerase -o no- literatura catalana -o barcelonesa-.

A veces cuanto más se habla de las cosas, peor. En religión, en política, suele ser así. Tú convives en paz hablando de lo que puedes y te dejan y siempre hay alguien dispuesto a corregirte o a decirte qué debes hacer o pensar. No importa que constates que aprendiste catalán con gran esfuerzo, trabajando y estudiando -en castellano, a causa de la época- y que la de momento poco lustrosa carrera literaria que has hecho la has hecho en catalán, cosa que otros más beligerantes no pueden decir. Es muy frecuente que quiénes más te predican sean los primeros en pasarse, y no a causa de peligros para la integridad física, sinó, sencillamente, por la pasta. Muchos escritores muy reivindicativos no han tenido ningún tipo de manías en escribir artículos muy bien pagados en castellano, claro que dicen que el periodismo es otra cosa, siempre hay justificaciones para todo, cuando hace falta. 


La Trinca nos cantó aquello tan bonito de las dos patrias y al cabo de cuatro días empezó a hacerlo todo en castellano. Hoy mismo recuperaba viejas canciones de los buenos tiempos de la Nova Cançó, que tan poco duraron, porque tenemos tendencia, en el país, a las capillitas y a hacer aquello que dicen arrencades de cavall i aturades de ruc, y constato como algunos jóvenes valores intentaron, sin mucho éxito, el cambio de idioma, después de haber protestado contra Serrat. Algunos no pudieron hacerlo porque parece ser que las pruebas les salieron fatal. Los puristas, los dogmáticos y los iluminados me dan mucho miedo, la verdad. 

Con el tiempo ves tantos cambios de camisa que ya no crees en nada o en poca cosa. Mucho menos, la verdad, en estudios y en estadísticas o en eso de qué está comprobado científicamente. Al final volvemos a creer por fe, por la fe del carbonero, aunque sea una fe en esos estudios que alguien debe pagar y que siempre se sabe, un día u otro, que han estado muy bien pagados y muy mal aprovechados. En todo caso, viendo como ha ido el tema entre los partidos que deberían incidir más en el tema, la poca unión y las ansias de poder, que suelen ser más peligrosas cuanto menos poder se tiene, no quiero tener que parafrasear aquello de contra Franco vivíamos mejor diciendo, algún día, contra España vivíamos mejor. Las visceralidades ibéricas y la miopía de un estado a menudo abusivo nos unieron ante el enemigo común, al menos de forma temporal, muy temporal, en una recordada manifestación pero las manifestaciones masivas son más emotivas que efectivas. Y una cosa es una encuesta y la otra ganar un referéndum oficial. Una cosa es predicar y la otra dar trigo. Me temo que mucha gente saldría corriendo de ese cincuenta por ciento así que le pidiesen alguna contribución en especies o en esfuerzo personal no pagado a la causa.

No creo que todos los políticos sean iguales aunque hoy se hayan convertido los partidos, como algunos sindicatos, en una especie de agencias de colocación. Estoy segura de qué hay  muy buena gente, vocacional y sacrificada, en la política, aunque probablemente no la dejen trabajar y acaben, como algunos casos que conozco, quemados de forma prematura. No debería ser la política una posibilidad de medrar y de llegar, ay, a jubilaciones suculentas a las cuales, que yo sepa, no renuncia nadie a favor de la patria oprimida o de la dignidad personal, al estilo de Cincinato. Al menos, de momento.