miércoles, 14 de diciembre de 2016

TRAMPOSOS, CARNAVALES Y PÍCAROS

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Recueraba estos días una película de mi infancia con la cual nos reímos mucho, Los tramposos. Hoy algunas de sus escenas parecerían políticamente incorrectas, todo ha cambiado y nosotros, más. Sin embargo lo que no ha cambiado es la picaresca y la capacidad de la gente para engañar y dejarse engañar. A veces el engaño castiga al malo, como en el caso de ese timo famoso de la estampita, que se refleja en la película. Otras veces el engaño castiga a la gente de buena fe, de lágrima fácil y corazón tierno, impotente ante las muchas injusticias y desgracias que afligen al mundo y que desea hacer algo bueno.

Estos días ha aflorado el caso de un padre estafador, que recogió un montón de dinero publicitando la enfermedad de su hija y pidiendo dinero para hacerle un tratamiento en el extranjero. Eso de los tratamientos caros en el extranjero, sobretodo en los Estados Unidos, es un clásico, sólo que hoy la medicina ha evolucionado y la mayoría de veces los tratamientos se pueden hacer por aquí. Un libro que llegó a ser un best seller infantil en catalán, El zoo de Pitus, jugaba con esos buenos sentimientos y con eso de tener que hacer un tratamiento médico no sé dónde. 

Algunos medios periodísticos se hicieron eco de ese caso de la niña enferma y de la solidaridad de los habitantes del pueblo de la familia y de los de alrededor. Cierto que la gente fue crédula pero a menudo se tiene una fe excesiva en los que pertenecen a la profesión periodística, en la cual hay de todo, como en todas las profesiones, aunque existe un corporativismo inquietante cuando se detectan errores de bulto. Pocas veces los de una profesión de prestigio admiten  errores y todos sabemos casos en los cuales, por ejemplo, un médico te admite en privado el error de un colega pero te advierte de qué no lo dirá en público por razones obvias que a menudo no son tan obvias. 

Cuando un caso de esos lacrimógenos sale por la tele, tiene un plus añadido, sobre todo si es en un programa supuestamente serio. Hoy el caso del progenitor aprovechado y la niña enferma se ha destapado, está en los tribunales y ahí debería terminar el tema para el gran público, pero cada día nos machacan con más detalles sobre el padre, la madre, la niña y el dinero estafado, esos detalles no atañen demasiado a aquellos que nos vendieron el tema y que son los mismos que hoy nos cuentan a bombo y platillo las miserias internas de la familia estafadora. 

Hace años recuerdo que eran frecuentes programas a los cuales se llevaba a presos supuestamente rehabilitados, uno de esos presos mediáticos se quejaba casi llorando de qué no encontraba trabajo, le llovieron ofertas y se supo, de forma algo vergonzante, que volvió a delinquier en el puesto de trabajo que se le había ofrecido. Los presos rehabilitados de verdad no suelen ir a esos programas, intentan hacer su vida con discreción.

Por el país nos pasearon durante años a un señor que representaba a una asociación de supervivientes de los campos de exterminio. Resultó que el señor no habia estado nunca allí y lo peor es que mucha gente importante lo sabía y permitía aquello para no desestabilizar a la asociación. Incluso se criticó al primero que puso en duda la historia que aquel señor contaba porque no era catalán, y es que caemos en cosas tan ridículas que no vale la pena ni comentarlas. 

Los perodistas, algunos, pueden informar mal y engañar y pueden no citar sus fuentes, pero si tú dices algo sobre los periodistas sin citar tus fuentes, los de la profesión se ponen nerviosos. No quiero generalizar, ya que hay muchos periodistas honrados y un gran número de jóvenes periodistas en paro o trabajando con contratos basura bastante lamentables, todo un tema que merecería una denuncia seria por parte de la misma profesión si no fuese porque arriesgarse es peligroso, en una época en la cual los grandes grupos remenen les cireres. 

La Navidad es una época en la cual no nos hemos librado del recurso a la lagrimita y a la solidaridad mal entendida. Lo siento, pero odio esas parafernalias de las maratones y de la recogida de alimentos, creo que todo debería solucionarse de otro modo, con ingresos de dinero habituales, com impuestos dedicados al tema, de forma anónima y sin tanta tontería, y sobre todo, sin espectáculo. Me parece toda esa solidaridad navideña de otra época, de la de aquel monumento de película que es Plácido. Nos educan sentimentalmente a base de eso de la lagrimita y luego sale un aprovechado y nos engaña con mucha facilidad. 

Hay quién tiene confianza en la gente a causa de la impresión que le produce, de forma absolutamente subjetiva. El aspecto físico y el carisma personal tienen un gran peso en esas valoraciones. Por ejemplo, es habitual una excesiva valoración sobre la sinceridad de las personas que te miran a los ojos. Hace algún tiempo escuché el testimonio de un periodista sobre un político, hoy caído en desgracia, pero al cual en sus buenos tiempos bailaban el agua muchos tiburones de los medios de comunicación. Contaba el periodista que el político le confesó en privado que una de sus estrategias era eso de mirar a los ojos cuando decía algo que, obviamente, no era verdad o era una media verdad. El periodista, una persona con años y experiencia, podía habernos prevenido sobre el político en su época de esplendor y no cuando se había puesto en evidencia que eso de las miradas convincentes era, a menudo, puro teatro. 

Claro que hay políticos honrados que son malos políticos y políticos corruptos que funcionan, de la misma manera que hay buenos mecánicos de coche que pueden ser malas personas pero eso no justifica que les riamos las gracias y que no aspiremos a encontrar un buen mecánico honrado.
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Ahora que la filmoteca ofrece un ciclo sobre el centenario Kirk Douglas se podrá ver esa película emblemática, como tantas en las cuales trabajó el actor, El gran carnaval, y es que eso de todo por la audiencia al precio que sea viene de lejos. La picaresca se mueve a todos los niveles, desde los más humildes y marginales hasta los más elevados, por encima de personas que parecen libres de toda sospecha hasta que las sospechas se convierten en evidencias y, lo peor de todo, sabemos que no sólo nos engañó el estafador sino también ese inquietante enterado de prestigio que ya sabía qué pasaba y que despues presume de haberlo sabido.

Un poco como esas mujeres burladas por su pareja a las cuales, una vez separadas del adúltero, mucha gente del entorno confiesa que ya lo había visto por ahí con la otra en más de una ocasión, y a las cuales afecta más la traición de las amigas informadas que la infidelidad, ya que encima de engañada, pareces tonta. Y muchas veces el ridículo és más doloroso que el engaño.


lunes, 5 de diciembre de 2016

ESE AZAR QUE NOS MANIPULA

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Conozco buena gente que estaba muy preocupada, estos días, por si en Austria llegaba al poder, o a eso que se llama poder, la extrema derecha. No ha sido así, de momento, pero que duda cabe de qué esa extrema derecha que parecía una reliquia, que incluso intentaba no parecer lo que era y hacía extrañas concesiones populares, cada vez resulta más descarada, evidente y atractiva para mucha gente que se ha desengañado de una izquierda obsoleta e inoperante, que se está reinventando sin conseguirlo.

Nos preocupa el futuro europeo, el de la sociedad del bienestar, aunque por muy mal que nos vayan las cosas, de momento nuestra inquietud y nuestras penas tienen poc a ver con las de tantos otros, refugiados, víctimas de las guerra, niños explotados aquí y allí, lejos, sí, pero a pocas horas de avión. La extrema derecha tiene futuro porque incide en nuestra situación individual, uno de los libros más lúcidos sobre el nazismo, Observaciones sobre Hitler, no lo escribió un historiador sino un periodista, Haffner. Hitler llegó al poder porque, de entrada, solucionó o pareció que solucionaba el problema inmediato del pueblo, la pobreza y la falta de perspectivas. Luego todo fue a peor, pero eso suele suceder con los cambios y no tan sólo con los de derechas. El poder tiende a abusar y por eso todavía el sistema tradicional de democracia europea es el menor de los males.

A todo eso le podemos sumar resquicios ancestrales, prejuicios vigentes aunque disimulados o dormidos pero a punto para poder despertar cuando haga falta. Leí y comenté en una web literaria, hace algún tiempo, El lado vacío del corazón, de Erich Hackl. Es uno de esos libros del presente en los cuales se presentan en forma de novela casos basados en testimonios reales. 

El libro incide en muchos temas pero lo que más me inquietó es el hecho de que un nieto de los protagonistas padeció acoso laboral insistente y cruel, en Austria, a causa de una suposición, le creyeron judío. No lo era pero había confiado a un compañero del trabajo la muerte de su abuela en un campo de exterminio nazi. Su abuela, una víctima inocente como tantas otras, fue a parar allí a causa de la militancia comunista de su marido, mientras que el marido consiguió escapar a la persecución e incluso volvió a formar otra familia, con el tiempo. La vida, en ocasiones, es absolutamente injusta. Ese acoso laboral que el libroe nos narra no sucedió en el pasado sino a mediados de los noventa. 

La gente humilde de nuestras barriadas suburbiales convive, de momento en paz, con todo ese gran volumen de immigración de todo el mundo. A veces debemos reflexionar sobre lo que funciona bien y creo que esa situación, de momento, se sortea en nuestro país de forma bastante positiva, gracias a las escuelas públicas y a los buenos sentimientos de mucha gente humilde, incluso aunque se escuchen barbaridades de vez en cuando, de forma inevitable. Las clases medias llevan a sus hijos a colegios dónde los forasteros son minoría privilegiada y aún así a veces incluso presumen de llevarlos a escuelas públicas. La escuela la determina el barrio, más allá de su filiación de pública o privada, sobre la cual cierta izquierda hace a menudo populismo barato.

Sin embargo existen barrios conflictivos y gente conflictiva, que duda cabe. Ya existían cuando no había esa immigración sinó sólo la interior y tan sólo hace falta darse una vuelta por eso que se llamó cine quinqui. El buenismo de eso que todavía insiste en autollamarse izquierda nos recuerda que no debemos ser racistas ni nada de eso, claro, y disfruta organizando encuentros multiculturales muy bonitos. Me ha llegado una propuesta navideña de algunas escuelas públicas sobre el tema de las migraciones, como siempre la cosa va de pintar palomitas y hablar a niños demasiado pequeños de cosas que no pueden entender. Tenemos mala conciencia de vez en cuando y hay que hacer alguna tontería de ese tipo para poder pensar que hacemos algo. Cuando trabajaba en la escuela participé en movidas parecidas a favor de la paz, en contra de la guerra de aquí o de la guerra de allá. Como los sindicatos eran bastante antiamericanos siempre tenían más éxito las propuestas en contra de guerras en las cuales estaban implicados ellos. 

Una tendencia vigente desde los tiempos del pecado original consiste en culparnos a nivel individual de lo que sea y en insistir en qué a nivel individual se puede cambiar todo. Incluso nuestra salud depende, en teoría, de nuestras opciones personales. La realidad es tozuda y nos demuestra que todo se nos escapa como agua en un cesto, en nuestra vida personal y en la colectiva. No hay dioses que muevan el mundo a su antojo, ni siquiera los grandes grupos de poder pueden con todo. En el transcurso de la historia han sucedido cosas absolutamente imprevisibles. Cuatro días antes del estallido de la primera guerra mundial se escribían artículos de expertos insistiendo en qué tal como iba el comercio y la economía era imposible un disparate como aquel. Incluso en nuestro país nadie creyó antes de que la guerra civil fuese a durar tres largos años, con el añadido de los cuarenta más de franquismo. Por eso es tan habitual jugar con fuego.

La vida es demasiado corta para tener una perspectiva real del mundo y de la gente y después los libros de historia interpretan los hechos según ideologías del presente e intereses diversos. Cuando las cosas van bien es muy humano sentirse orgulloso. Todavía hay quién me insiste en tonterías como eso de qué los hijos salen como salen a causa del peso familiar. En mis largos años en la escuela he visto de todo, familias horribles, crueles o ignorantes con hijos estupendos y buena gente con mala suerte, hijos con mal carácter o que han tirado por el mal camino. Cuando las cosas van mal la culpa es externa, tus padres no te ayudaron, tuviste malos maestros, el gobierno era facha. 

Sin duda todo pesa en nuestra vida pero un montón de cosas dependen del azar, del momento, de la casualidad. No somos para nada, o muy poco, dueños de nuestro destino. Puedo cuidarme mucho la salud, salir a la calle, darme un mal golpe y quedarme tetraplégica, por ejemplo. Ante eso existe otro tipo de reacción colectiva destinada a vendernos el espejismo de la superación, aunque tengas problemas graves o noventa años puedes hacer deporte, estudiar, o practicar sexo, que para eso se genera una industria oportunista que nos vende vitaminas, lubricantes e implantes dentales.

En su poema más famoso Gil de Biedma, un personaje a mi entender sobrevalorado en muchos aspectos, dice aquello tan repetido de que la vida pasa, la verdad asoma y envejecer y morir es el único argumento de la obra. Claro que unos envejecen y mueren en la miseria y otros en la abundancia y en un buen hospital o residencia y no es lo mismo. A nivel colectivo los países felices y con suerte, puede ser que gracias a una determinada situación geografica, se sienten orgullosos de su nivel de vida, claro, parece que ese mérito colectivo se puede trasladar a un nivel individual, se lo han ganado. Con esa idea se acuñó esa frase de qué los países tienen el gobierno que merecen. Eso sería cómo decir que tuvimos la familia que merecíamos, los hijos que merecíamos, pero no es así y creerlo nos ahoga en una especie de culpa, de inquietante pecado original y acabamos por cargar con ese peso absurdo.

Claro que tenemos responsabilidades pero también cuenta en nosotros el azar genético, el azar circunstancial. Un actor, un escritor, un cantante, un loquesea, tienen éxito si están en el momento oportuno en el lugar adecuado, si por casualidad conocen a gente que los puede promocionar, pero el éxito y el fracaso estàn magnificados y queda muy bien aquello de qué lucharon mucho para conseguir nosequé. No desprecio el esfuerzo personal pero no hay que poner en él excesivas expectativas, hay personas que han luchado mucho y han conseguido poco o nada y gente que ha nacido con suerte, con la flor al cul, como decían en mi casa, en catalán.  

A nadie, al nacer, le preguntan dónde quiere hacerlo, qué lengua quiere hablar, en qué familia quiere caer. Por eso sentirse orgullosos de una familia, de un país, de una lengua, de un pueblecito, no tiene mucho mérito y tampoco tiene sentido. Sin embargo, resulta inevitable contar con esos lazos afectivos y sentirnos implicados en ese contexto próximo, que a veces se hace extensivo a algo más. Pero esos afectos llevados al límite nos pueden convertir incluso en fascistas, cuando lo nuestro olvida lo suyo. Fascistas subliminales, claro. Tampoco todos los fascistas subliminales son iguales, los hay que lúcidamente son conscientes de ese fondo no deseado e intentan que no aflore de ninguna manera, movido por propagandas brillantes y atractivas. 

Las soluciones serias a los problemas del mundo no existen, aunque tengo la sensación, quizás subjectiva, de que a trancas y barrancas algo hemos avanzado, al menos en teoría. O quizás es que estoy en mi casa, calentita, con la estufa al lado, convencionalmente feliz y no quiero pensar demasiado en problemas para los cuales no tengo solución, en tanta gente que ahora mismo, sin comerlo ni beberlo, anda por esos caminos del planeta buscando amparo y refugio, con sus niños a cuestas, sin perspectiva ni futuro. Un personaje del pasado lúcido, brillante, algo cínico y poco conocido en profundidad, Santiago Rusiñol, escribió que para salvar a un amigo nos importaría poco que muriesen un montón de chinos desconocidos. Lo mismo le pasaría a un chino con su amigo, respecto a nosotros. Somos humanos y en eso reside nuestra grandeza, nuestra miseria y nuestra fragilidad.

lunes, 28 de noviembre de 2016

EL CINE QUE ENVEJECE CON NOSOTROS

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La Filmoteca de Barcelona dedica un ciclo a Maurice Pialat, un director hoy algo olvidado. Pialat fue también guionista y actor. Sólo he podido ver, hasta ahora, Nous ne vieillirons pas ensemble. Fue esta la seguna pel·lícula de un director original, con una obra diversa y personal que en la actualidad es poco recordada, con alguna excepción. En esta película trabajó con dos actores entonces bastante conocidos, Madeleine Jobert y Jean Yanne. Yanne fue un hombre extraño, polifacético, genial, murio en 2003 dejando según parece a su última pareja con un niño pequeño y pocos recursos econòmicos. Madeleine Jobert continua en activo, es también escritora de libros infantiles y poeta.

A la película que menciono, del año 1972, con un título casi poético y que, según contó el director en otros tiempos tenía elementos autobiográficos, le han pasado los años en muchos aspectos, no tanto en los artísticos sino en aspectos costumbristas, como el trato dado al personaje femenino. El protagonista, casado y distanciado, aunque convive con su esposa, tiene desde hace años una amante joven a la cual maltrata psicológimente y también, de forma puntual, físicamente. Ella lo aguanta todo sin chistar, se va y regresa, él hombre incluso la echa, literalmente, de su lado, y luego la busca de forma insistente. Hasta que los papeles se intercanvian y es él quién está dispuesto a cambiar y a casarse cuando ella lo rechaza y se casa con otro. 

Ese hombre, no demasiado trabajador, cineasta rudo, tiene, sin embargo, tintes de ternura potenciados por un buen trabajo de actores. Pero estamos en el siglo XXI y tratar así a las chicas parece ya prehistórico. Viendo esas películas que fueron de culto, muy modernas en su época, se percibe con perspectiva como el tema de la mujer ha evolucionado en un espacio relativamente corto de tiempo. Tampoco el matrimonio es ya algo deseado de forma general ni quiere decir casi nada. 

En el trato dado a las mujeres se podría incluir el trato dado a las actrices, sobre todo a las actrices jóvenes. Estos días han salido a la luz en algunos medios unas declaraciones de Bertolucci sobre como trataron él y el inefable Brando a Maria Schneider, entonces una joven de diecinueve años, en el rodaje de El último tango en París. Schneider tuvo una vida complicada, aunque siguio trabajando, más o menos, murió de cáncer en 2011. La leyenda sobre la actriz insiste en el abandono de su padre, el actor Daniel Gelin, y en el trauma que representó aquello de la mantequilla, que tantos furores cinéfilos despertó en España, completados con excursiones a Francia para poder ver la película, una película absolutamente triste, como la mayoría de las de Bertolucci, un director que me pareció siempre bastante sobrevalorado.

Sin embargo muchas actrices jovencitas con infancias difíciles superaron esas cosas, Sandrine Bonnaire fue prácticamente descubierta por Pialat cuando era una adolescente e interpretó a un personaje excesivo para su edad en A nos amours. También tuvo una infancia triste y ha sufrido problemas serios, como una agresion en la cual le rompieron la mandíbula, poco explicada. Sin embargo ha llevado, más o menos, una vida convencional. Hay cierta afición a la mitología de los juguetes rotos, de los niños y adolescentes explotados en el cine, aunque a menudo se les ha explotado y se les explota, también, fuera del cine. La televisión ha ofrecido estos días un ciclo de lo que se ha venido en llamar cine quinqui, y en esas películas surgen muchos rostros desparecidos en aquellos años de la droga mitificada, mitificada incluso en canciones de esas movidas que hoy parecen tan chulas. 

Andrea Albani/ Eulàlia Espinet fue, por ejemplo, una chica normal de una familia normal de mi barrio. Hizo algo en el cine, no tenía formación pero sí instinto, sin embargo no  acertó, intervinó en películas casi porno, sufrió los efectos de la droga en aquellos ochenta tan peligrosos y murió en 1994, con trenta y cuatro años, posiblement a causa del SIDA. De joven tienes poca experiencia y a veces mucha vanidad y ganas de experimentar, hay quién supera esos incendios y sobrevive y quién no. Y también hay quién se aprovecha de esos jóvenes, no siempre son chicas, también adultos del sector se aprovecharon de chicos adolescentes y muy jóvenes. Hoy, al menos, existen más oportunidades de formación para los futuros actores, todo ha cambiado bastante.

La protagonista de Nous ne vieillirons pas ensemble, aunque sea una especie de víctima, también acaba por irritar ante su incapacidad para hacer nada positivo, más allá de contar con una pareja que la mantenga. El hombre se lo echa en cara en una ocasión, de forma brutal, pero ella parece no reaccionar. Muchos papeles femeninos de hace años, quizás también en la actualidad, aunque menos, responden a fantasías eróticas masculinas, me temo. De aquel cine francés, que hoy parece casi eróticamente inocentón, nos llegaba poca cosa, a causa de una censura rancia y absurda que comenzaba a hacer aguas en 1972. 

Marlon Brando me parece hoy peor actor de lo que creía, bastante histriónico, aunque me temo que su extraña biografía cuenta bastante en esa valoración presentista. También tuvo una infancia complicada pero con eso no podemos justificarlo todo. Es extraño como el tiempo cambia nuestra percepción de casi todo, gracias al cine podemos recordar, con imagénes en movimiento, un pasado que tan sólo con la escritura no podríamos recuperar.

martes, 22 de noviembre de 2016

SOBRE LIBROS, LECTURAS Y TENDENCIAS

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Todavía leo y escucho a menudo manifestaciones incondicionales a favor de la lectura, así, en general y en abstracto. Sin duda leyendo se aprende y todo eso, ¿quién puede negarlo? Sin embargo la lectura siempre fue, y lo sigue siendo, algo ambiguo, como todo producto cultural aunque tampoco sabemos del todo qué es la cultura. Hay gente que cree que hace cultura porque va a visitas comentadas a los museos, a itinerarios históricos o consume grupos de lectura de esos en los cuales incluso ya no hace falta ni comprar el libro porque te lo prestan en la biblioteca. Me recuerda a veces, tanta cultura, a aquellas monas de un cuento de Rodari que creían que viajaban porque daban vueltas en el tiovivo. Sin embargo, todo es relativo, incluso dando vueltas en el tiovivo se puede viajar, ya que el paisaje cercano, sobre todo el paisaje humano, cambia y se modifica.

Con la lectura se ha adoctrinado a fondo, en política, en religión. No es extraño que mucha gente aprendiese a leer, hace años, en lugares doctrinarios, la sociedad anarquista, la parroquia. A leer, cuando no había escuelas convencionales, se aprendía, precisamente, al ir a doctrina. O a costura, como en esa canción tradicional catalana: la Mare de Déu, quan era xiqueta, anava a costura, a aprendre de lletra. 

Se pueden leer muchas banalidades. En una época sin televisión, casi sin radio, se leían novelitas de consumo, aunque entonces no existía este concepto, cosas distraídas, para pasar el rato sin complicarse demasiado la vida o para sufrir con las penas de los demás. Cuando yo era pequeña había establecimientos entrañables con cajones llenos de novelitas de bolsillo, de género: de amor, de misterio, del Oeste, de guerra... Luego hemos sabido que escritores de cierta categoría se dedicaban a esa literatura para sobrevivir. Una autora de novela rosa de consumo, Corín Tellado, merece mucha más importancia de la que se le ha concedido. 

Hoy muchas novelas banales se disfrazan con hermosas cubiertas, a menudo reproducciones de cuadros de culto, de culto efímero, que hacen que encontremos por todas partes, por ejemplo, esa conocida imagen de Hopper con la dama solitaria en el hotel perdido, que hoy puede verse en versión original en el CCCB de Barcelona. La tipografía ha mejorado mucho, no así el papel, que suele ser sencillo y que con el tiempo muestra sus debilidades. Tampoco la crítica literaria es lo que debiera ser, pues muchos escritores son periodistas y su grupo empresarial de prensa suele tratarlos bien. Y además, en muchos casos, cuentan con su propia tertulia televisiva. 

Para todo hacen falta conocidos, relaciones para publicar y, más importante todavía, para para que se sepa que has publicado algo. Cuando un libro se promociona de forma intensiva lo lee todo el mundo y si dices que no te ha gustado te miran de forma rara, esa esnob... ya está con sus tonterías. Estos días nos están machacando con el nuevo de Ruíz Zafón, hace poco con la segunda parte de esa Catedral del Mar. Qué suerte vender tanto, qué suerte que te den el Nobel. Al fin y al cabo para vivir hace falta dinero y, no nos engañemos, vender quiere decir, aunque no siempre, cobrar un dinerito. Y en este mundo nuestro poderoso caballero es don dinero y quién triunfa tienen la popularidad asegurada, sea en el campo que sea.

Los premios literarios antes eran un trampolín, más o menos, pero hoy también están sujetos a muchas servidumbres e intereses, sobre todo, los premios gordos. Un compañero de escuela de mi hijo, Iván Vallejo,  que escribe muy bien ganó un premio en León, bastante bien dotado para la época actual, dos mil euros, que son bastante más que un sueldo medio actual, con un libro de narraciones breves. En aquella ciudad le publicaron alguna reseña, yo hice lo mismo en mis blogs y en una web cultural con la cual colaboro de vez en cuando. Y ya está. 

Hace poco publiqué en esa misma web literaria que menciono una reseña de un libro interesante, inquietante, distinto, Novienvre, de Luis Rodríguez, que llegó a mis manos por pura casualidad. Pero todo eso es muy poco, lo que cuenta es la tele, salir en ella a menudo, de forma intensiva, si sales un día tampoco sirve para gran cosa aunque los conocidos te ven y creen que eres un poco importante. Venden novelas, en general, los que ya son conocidos por algún otro sector profesional ya que parece que a todo el mundo le da en algún moment por escribir su novela. 

Hablo de libros pero todo eso sucede con la música, con el teatro. Hay montajes interesantes que no pasan de su pequeña sala alternativa, actores y actrices que no consiguen su oportunidad, pintores que jamás venderán nada, más  allá de la feria de algún pueblo con vocación artística. Leí hace poco un libro muy bueno, El juego serio, de Hjalmar Söderberg, uno de los personajes, un viejo pintor, cuenta al protagonista que aprender a pintar fue lo de menos, que lo importante fue aprender a vender, para lo cual desarrolló una estrategia, no cotizarse de forma excesiva, por ejemplo. 

Hay quién tiene habilidad para vender pero aún así no siempre lo consigue. Las cosas son complejas, en literatura, en historia y en lo que sea, por eso se puede leer mucho y no aprender nada o aprender, incluso, cosas malas. Otro tema es que cuando se habla de leer, en general, se habla de narrativa, todavía más, de novela larga. Hay gente que lee mucho ensayo, historia, cosas así. O que lee el periódico cada dia de arriba a abajo, por ejemplo.

Leer es una opción personal, a mi no me gusta hacer deporte y esa práctica también está muy mitificada. Esas consideraciones expertas sobre el leer en general siempre me han parecido grauitas. Cuando alguien me dice, con cierto orgullo, que le gusta leer, debo preguntarle qué lee y puede que entonces todo tome otra dimensión. Se supone que los niños deben leer, cuando en la escuela se pasan el día leyendo, aunque sea en formatos no librescos. 

Precisament en el campo infantil y juvenil se publica un montón de paja infumable y, encima, a menudo hay lecturas obligatorias que no son de ningún clásico ni de ninguna adaptación de clásicos sino del primo del profesor del instituto que recomienda el libro, o impuestos por editoriales educativas. A veces el profesorado ni siquiera los ha leído antes, y no hablo de oídas, me encontré con eso cuando trabajaba en la escuela. 

No hay nada peor como que te obliguen a hacer algo, leer, nadar, dibujar. Cuando eres pequeño y vas a la escuela lo aceptas, así es el mundo y hay que aprender lo que dicen que hay que aprender. Pero que de mayor,  de jubilada, te vayan diciendo qué debes hacer o leer, ya es el colmo. Claro que somos gregarios e incluso nos gusta que nos digan qué debemos leer y qué deporte debemos practicar y qué museos debemos visitar. 

Un valor generalizado de nuestro tiempo es el viaje, también se supone que viajar te hace culto y te enriquece, como el Avecrem. Cuando me cuenta la gente cómo ha viajado y qué ha visto y con qué tópicos ha vuelto de su viaje siento lo mismo que cuando me comentan con entusiasmo determinadas lecturas. Nuestra sociedad no ha fomentado casi nunca el espíritu libre, es algo que se tiene o se adquiere o que nunca se consigue. En política también hay muchos dogmas establecidos. Nos movemos entre la necesidad de pertenecer a algún grupo y la de ser diferentes, de tener nuestra propia personalidad. Sin embargo con el tiempo me he dado cuenta de qué en todo hay mucha genética, incluso en la tendencia a leer mucho o a correr maratones. Es lo que hay, como dicen algunos, de forma recurrente. Nadie debería sentirse mal si no le gusta leer ni sentirse un ser excepcional si lee un libro cada día.


lunes, 14 de noviembre de 2016

LA VENTANA INDISCRETA, TANTOS AÑOS DESPUÉS

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Hace unos días volví a ver La ventana indiscreta, doblada en catalán, en BTV y en la imprescindible serie de clàssics sense interrupcions. Las interrupciones televisivas són una falta al respecto en muchos casos, no tanto cuando el programa es frívolo o, al menos, se aprovecha una pausa en lo que sea para ir a publicidad. Pero a veces dejan a los entrevistados con la palabra en la boca y cuando se trata de cine serio o buenas series el tema clama al cielo. ¿No se puede acumular la publicidad al final de todo? No creo que hoy la gente un poco normalita haga un excesivo caso de la publicidad aunque, quien sabe. En los primeros tiempos de la tele incluso nos gustaban los anuncios que eran sencillos y sin pretensiones, con sus tópicos de la época, hoy distintos pero igualmente lamentables. 

No pensaba ver esa película, la he visto un montón de veces, pero empecé a mirarla y ya no pude dejar de verla, le encontré aspectos y detalles que no había percibido antes, como cuando relees un buen libro, después de muchos años. He mirado por internet y se pueden encontrar cientos de comentarios sobre ella, fue imitada en muchos detalles, se ha interpretado incluso en clave simbólica, psicológica, no sé  si Hitchcok pretendía tanta filosofía aunque quizás lo pasara muy bien con tanto rollo intelectual.

Me pareció muy sensual Grace Kelly, que a menudo era algo fría y distante pero aquí tiene escenas bastante tórridas, considerando la época, aunque no parece alterar en exceso a ese irónico James Stewart, que no acabamos de saber si se casará o no, o si cederá a su cambio de actividad gracias a las artes eróticas de una dama tan extraordinaria. Me extraña que aquella rancia censura de principios de los cincuenta dejase pasar una historia en la cual una chica seria se queda a dormir en casa de su amigo, sin estar casados. Quizás el doblaje intentase mediatizar el tema amoroso, no lo sé, porque cuando la he vuelto a ver era en versión original o en un doblaje moderno.

James Stewart no me gustaba, de jovencita. Pero reconozco que con el tiempo lo aprecié, me ha pasado algo parecid con Tom Hanks quién, hoy, hace los papeles que habría hecho Stewart, aunque tanto el uno como el otro pueden hacer de todo y lo han demostrado a menudo. Son señores que parecen algo irritantes, un poco repelentes incluso, con un físico que no responde al de chico guapote ni tiene un atractivo alternativo, tipo Dustin Hoffman. Su vida privada también parece convencional, seria, aunque Hanks va por la segunda esposa, eso sí. Los dos han defendido causas difíciles e incómodas. Pero las comparaciones siempre son relativas y, evidentemente, no conozco personalmente al uno ni conocí personalmente al otro.



Resultat d'imatges de la ventana indiscreta

En mi casa teníamos algunas revistas antiguas, Victory, com imágenes de la segunda guerra mundial, las dejé a alguien y no me las devolvió. En más de una había fotos de Stewart durante la guerra, fue valiente, estuvo en activo, logro una graduación importante. Fue aquella una guerra gloriosa, sus héroes superviventes fueron recibidos con aplausos y homenajes. En un capítulo de una buena serie sobre periodistas, que ya tiene bastantes años, Lou Grandt, recuerdo que el protagonista hablaba de aquel recibimiento y se comparaba de forma crítica con el recibimiento vergonzante de los pobres supervivientes de Vietnam, mal mirados por una juventud que estaba cambiando a marchas forzadas y a base de protestas diversas. El mayo del 68 francés se puso las medallas pero las cosas empezaron en America, los franceses hicieron algo parecido con su revolución, son muy hàbiles para apropiarse éxitos míticos.

Puede que los censores pensaron que el protagonista, con aquella pierna enyesada, poca actividad sexual podia ejercer, a pesar de los provocadores besuqueos de su elegante novia la cual, cuando toca, puede ser tan valiente o más que él, incluso vestida de diseño y con tacones, aunque al final sonríe maliciosa y cambia la revista de fotos de culto geográfico por una de moda. La película se estrenó en el emblemático cine Windsor, incluso se hizo un concurso entre el público asistente que consistía en adivinar en qué escena salía el director, tan amante de los cameos. El premio eran mil pesetas de la época, a sortear entre los acertantes, poca broma. 

Además de la pareja protagonista salían en la peli Thelma Ritter, una de las grandes secundarias, y Wendell Corey, que llevó una vida poco ortodoxa y bastante complicada. Otra de las grandes protagonistas era Judith Evelyn, quién también llevó una vida profesional de buenísima secundaria, con intervenciones en la televisión, es esa señorita Corazón Solitario que al final parece encontrar la felicidad o algo parecido. 

Raymond Burr hizo de malo durante bastante tiempo, hasta terminar la carrera de derecho y ser Perry Mason, no se atrevió  tampoco a salir del armario hasta muy tarde, cómo han cambiado los tiempos, y, en muchas cosas, a mejor. Aquí es un malo que casi da pena, eso de que te observen resulta inquietante y poco constitucional, creo. Y ese escenario algo claustrofóbico, esa especie de patio de vecinos que parece salir de una de las primeras obras de Benet i Jornet o incluso de un texto de Galdós, es un decorado que universaliza esa historia de voyeurismo y curiosidad malsana... Me encantó volverla a ver, no sé explicar por qué algo es  un clásico pero esa película, sin duda, lo es. 

Y no puedes dejar de preguntarte,  después de tanto tiempo, como Grace Kelly se dejó enredar por ese Rainiero de mala opereta y dejó un trabajo tan divertido, o así me lo parece, para hacer de florero distinguido, en ese reino gobernado por piratas. Cómo es sabido, murió relativamente joven, en ese extraño accidente de coche, dejando una descendencia principesca pintoresca y curiosa. 

Stewart llegó a viejo, aquí ya era bastante más mayor que la dama, y supo ser también alternativo y poco convencional en papeles que eran menos amables que los tradicionales, como en Vértigo, aunque la que no me convence allí es Kim Novak que nunca me pareció gran cosa, artísticamente hablando, aunque despertaba pasiones entre los chicos de mi tiempo adolescente. A Grace Kelly, como a Audrey Hepburn, de jovencitas les ponían de pareja a muchos yayos decadentes o a maduros de buen ver pero que podian ser su papá. No me extraña que se enrollase un poco con Finney, cuando tuvo la ocasión, según las leyendas canónicas sobre estrellas desaparecidas.

Incluso me dieron ganas de sacar los prismáticos de la funda y ponerme a mirar qué veía enfrente de mi casa, ahora que algunos pisos se están reconvertiendo en turísticos. Lo que pasa és que, aunque haga calor, la gente aquí es bastante discreta y pocas veces descorre del todo las cortinas. Sin embargo siempre tienes alguna sorpresa aunque, por suerte, no sea precisamente la visión de un posible crimen doméstico.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

EVOCACIONES DIVERSAS PARA EL DÍA DE DIFUNTOS



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Modest Urgell, 'Cementiri'

Hoy es el día de Difuntos, aunque esta celebración ha quedado diluída con el día de Todos los Santos. Todo ha cambiado, más bien todo va cambiando siempre en una especie de goteo imperceptible, por eso Galdós compara la vida en una de sus novelas con un árbol de hoja perenne, parece que jamás queda desnudo del todo pero sus hojas se van renovando de forma constante, casi imperceptible, a no ser que alguna catástrofe imprevista consiga dejar tan sólo sus ramas en algun momento.

A pesar de cierta frivolización en las costumbres, a pesar de la tendencia de la sociedad moderna y occidental hacia el laicismo y aunque ya no recemos en esa noche tres partes de rosario ni padrenuestros a las almas del purgatorio, la muerte continua siendo un misterio. Lo es también la vida, claro, pero es otro tipo de misterio y mientras tenemos salud y perspectivas de futuro la vida suele ser amable para mucha gente, aunque no para todos, el azar también cuenta. 

Los cuentos y leyendas de miedo se han reinventado pero persisten en nuestro imaginario, aunque ahora se conviertan en imágenes cinematográficas, televisivas. Uno de los cuentos de miedo que más me impresionó, de pequeña, fue el del Monte de  las ánimas, en esa narración de Bécquer tan evocadora y terrible. Uno de los aspectos más angustiosos de la historia es intuir que esa pareja podía haber sido feliz y llevar una vida tranquila, incluso cómoda, considerando la época. Como en tantos casos literarios, la culpa la tuvo ella, claro. Escuché por primera vez esa narración por la radio, en aquellos años míticos de mi infancia. 

La radio, sobre todo por la noche, conserva todavía una magia contundente, inspiradora. Hace pocos días escuché otro cuento de miedo, por casualidad, El rey del bosque, una adaptacion de El rey de los Elfos, de John Connolly, en el espacio Negra y criminal, en una versión magistral, una reemisión, de hecho, que me hizo recordar la radio de antaño, en la cual eran frecuentes los espacios teatralizados, una lástima que hoy sean casi una excepcion. No diré que pasé miedo, a mi edad el miedo es otra cosa muy distinta a ese miedo de la infancia, cuando todavía crees sin fisuras en leyendas y hechos sobrenaturales, pero sí que experimenté cierta angustia, algo inexplicable, esa inquietud que sabes que es absurda pero evidente.

El cuento de Bécquer solia leerlo a chicos y chicas de la antigua Segunda Etapa de EGB, en mis años en activo. En una ocasión, en medio de un silencio sepulcral, alguien llamó a la puerta del aula mientras el protagonista se perdía por las montañas, buscando la cinta de Beatriz, y el susto fue tremendo, se había establecido una extraña magia, no era fácil tener aquellos alumnos en silencio, en tanto silencio.


Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche. 

(Gustavo Adolfo Bécquer, 'El monte de las ánimas'

 
Los antiguos libros escolares de gramática contenían mucha literatura y, además, se completaban con antologías serias. En un viejo baúl que teníamos en casa, se guardaban libros escolares de mi madre, incluso de mi abuelo, llenos de poesías antiguas. La gente, antes, se sabía muchas poesías. Las recitaba, las citaba, las leía y releía. Corrían por mi casa además unos antiguos cuadernillas que mis abuelos habrian comprado en algún quiosco pretérito, con poemas diversos. Aprendí a leer en catalán con un libro de poemas muy popular, El trobador català,  que mi abuelo había leído en la escuela. 

La editorial Millá, inolvidable, tenía unas publicaciones sencillas, todavía muchas de ellas se pueden encontrar en las librerías reales y virtuales de segunda mano, con poesías para niños, patrióticas, sentimentales, dramatizables, humorísticas. Hoy hay quién dice que no le gusta la poesía, se refiere a la poesia más avanguardista, algo rarita, que no rima ni tiene ritmo, incluso muchas canciones modernas actuales muestran ese desprecio por la ortodoxia. Las modas son pasajeras, en pintura se despreció el realismo y hoy el realismo ha vuelto y se ha modernizado y convive con abstracciones poliédricas. Así que cualquier día volvemos a rimar y a medir de forma general y a recitar en voz alta en cualquier celebración familiar o social. Muchos poemas de éxito popular eran tremendos, huérfanos sin madre, mujeres burladas, madres con hijos muertos, niños pobres, ancianos despreciados. Si los poemas se recitaban bien hacían llorar pero si el rapsoda era deficiente provocaban grandes risas y burlas.

En los libros escolares a menudo las poesías no estaban completas, se nos ofrecían fragmentos, como en el caso de esta de Juan Ramón, de la cual se reproducían los primeros versos, debajo del dibujo de un campanario con un cementerio al lado de la iglesia y una luna entre nubes oscuras. Todo era en blanco y negro. Pero al leer esos versos me parecía escuchar las campanas, muchas campanas, tocando a difuntos, esas campanas de antes que nos daban a conocer todas las novedades cercanas, bodas, bautizos, funerales. Ànimes difuntes, al cel ens veiem juntas, contaba mi padre que iba repitiendo por las calles de su pueblo cuando era muy pequeño y su padre le mandaba a por tabaco a la taberna, todo era muy oscuro y la visión de los cipreses del cementerio le producía escalofríos. 

Aunque los mayores de mi tiempo solían repetirnos que había que temer a los vivos y no a los muertos, ellos, que tan bien conocían la certeza que contenía esa frase recurrente, después de tanta tragedia, los muertos nos asustaban, de niños, con su posible presencia misteriosa. Durante la juventud de mi madre todavía había una tendencia popular a evocar espíritus, era un consuelo para personas que habían perdido hijos en la infancia o la primera juventud, algo mucho más frecuente que en el presente. Otro refugio era la iglesia, claro. Se trate como se trate a la muerte, bajo el sonido de las campanas o en un moderno y aséptico tanatorio, nada nos evita temer ese final del cual, de momento, no escaparemos, más tarde o más temprano. Hoy hay de todo pero esas creencias y prácticas no son, ni mucho menos, tan generales.

Una defensa contra el temor a la muerte ha sido el humor, humor negro, áspero, o humor irónico, casi inglés. Recuerdo poemitas humorísticos sobre el tema, 'en un día nublado, qué bonito es un entierro, con sus caballitos blancos, con sus caballitos negros, con su cajita de pino, con su muertecito dentro...' Hoy recitar esas tonterías parecería de mal gusto, el mal gusto se ha desplazado a los zombies mediáticos. Un clásico teatral de la época fue el Tenorio, todavía me pregunto los motivos a no ser que sea por los fantasmas que van surgiendo por todas partes y por su final apoteósico en el cementerio. Hoy está en recesión pero conformó un imaginario compartido, generó parodias de todo tipo, la gente se sabía esos versos de una forma más general y transversal que las canciones de Operación Triunfo, coreadas con entusiasmo por esos nostálgicos treintañeros que empiezan a darse cuenta, ya, de que la vida pasa y la verdad asoma.



Viento negro, luna blanca...

Viento negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.
El cielo, duro. Y su fondo
da un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.
Faroles, flores, coronas
– ¡campanas que están doblando! –
...Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.
...Yo voy muerto, por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
quiero que me quieran; hablo
a todos los que me han hecho
mudo, y hablo sollozando,
roja de amor esta sangre
desdeñosa de mis labios.
¡Y quiero ser otro, y quiero
tener corazón, y brazos
infinitos, y sonrisas
inmensas, para los llantos
aquellos que dieron lágrimas
por mi culpa!
...Pero, ¿acaso
puede hablar de sus rosales
un corazón sepulcrado?
– ¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana es tu aniversario! –
Sentimentalismo, frío.
La ciuded está doblando.
Luna blanca, viento negro.
Noche de Todos los Santos.

Juan Ramón Jiménez

sábado, 8 de octubre de 2016

BUERO VALLEJO, UN CENTENARIO Y POCO TEATRO

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Hoy, sábado 8 de octubre, Gregorio Moran dedica su muy leída sabatina semanal de La Vanguardia a Buero. Morán despierta pasiones a favor y en contra pero no creo que el artículo de hoy se pueda rebatir, al menos en lo que hace referencia a un autor teatral, sobre el cual he escrito varias veces en este blog y en otros. Incluso compara en algún momento a Buero con Ricard Salvat, aunque fueron personas muy distintas, y lo hace a causa de que Salvat fue de las pocas personas que reconoció la calidad y oportunidad de La detonación, la obra de Buero inspirada en el final de Larra.

Hay gente que cree que hoy hay mal rollo en Cataluña respecto al castellano. Yo creo que no, la inmigración internacional incluso nos volvió más solidarios con todo el mundo, los problemas políticos van por otro lado aunque todo se mezcle de forma mal intencionada. Sin embargo durante unos años, allá por los ochenta, parecía que cosas como el teatro castellano habían desaparecido del mapa. Quizás no tuviese que ver nada com el idioma ni con la cultureta, en aquellos años también perdimos grandes iniciativas catalanas que habían surgido en pleno franquismo, la Nova Cançó, el ciclo Cavall Fort de los domingos, en el Romea. El Romea había de  ser el templo del teatro catalán, al mismo Salvat le oí decir eso en la universidad, pero luego construyeron la gran y horrible pirámide del Nacional y el Romea no se sabía muy bien para qué servía. Sin embargo, sin ser templo de nada, lleva un tiempo resucitado, ofreciendo una programación irregular pero muy interesante y variada, en catalán y en castellano.

Y a pesar de todo eso, ¿cuánto tiempo llevamos sin ver obras de Buero, en Barcelona? Creo que hace algunos años en el desaparecido y añorado Guasch se montó En la ardiente oscuridad. Este año se cumplen cien del nacimiento de Buero pero no he visto nada programado de momento por aquí, quizás me ha pasado por alto, no diré que no. Parece que en el resto de España tampoco ese centenario tendrá la brillantez que debería tener, hay quejas sobre falta de presupuesto, sobre falta de intención politica, no hay dinero, como si todo fuese cosa de dinero cuando en épocas pasadas con poco dinero se hacían muchas cosas. Buero sobrevivió a la cárcel, triunfó en pleno franquismo y a pesar del franquismo, casi por error. Hizo lo que pudo y lo hizo muy bien, tuvo sus enemigos, en esas élites de mandarines ambiciosos que desprecian cuanto ignoran, aquí y allí. Fue comunista, votó contra la OTAN, era un hombre lúcido, elegante, con una gran personalidad y que inspiraba respeto a todo el mundo.

Ya era Buero muy mayor cuando por televisión emitieron una entrevista interesante y profunda, en el segundo canal, horario casi alternativo y de forma vergonzante en la cual el autor opinaba sobre muchas cosas, también sobre la censura y sus limitaciones. Recuerdo que manifestó que no quería defender la censura sino a los escritores que pugnaban por crear cosas interesantes en aquellos años rancios y casposos y con aquella espada de Damocles sobre todo lo que se estrenaba y publicaba.

¿Y su público, dónde está? Crecimos con Buero, durante años fue un autor muy presente en aquellas emisiones de radioteatro habituales, lo mismo sucedió con la televisión. En Barcelona vimos obras suyas casi cada temporada durante años, en el Talia, en el Moratín. En otro país sería alguien sacralizado, ya hubiesen filmado una película biográfica sobre él, no tiene nada que envidiar a muchos autores extranjeros venerados y cuyas obras se repiten a menudo en los escenarios, promocionadas a bombo y platillo. En una entrevista con su viuda, una gran dama que también fue actriz y que ironiza sobre muchos aspectos del teatro actual con una inmensa inteligencia, ésta dice, como de pasada, ahora lo estudian en las escuelas, sí, pero...

Ah, las lecturas obligatorias y parciales, que obligan a hacer el trabajo y el comentario correspondiente, ya los autores clásicos cuentan con publicaciones en las cuales medio libro corresponde a la guia didáctica que se debe seguir de forma ortodoxa, para aprobar. Las antologías, en general, han desaparecido del contexto, yo las había criticado pero ahora me doy cuenta de que te ofrecían un panorama general mucho más interesante que esas obras puntuales que se leen en momentos en los cuales no se tiene demasiada madurez para gozarlas a fondo. El rincón del vago, un invento extraordinario, ofrece hoy un amplio panorama de posibilidades para los que saben copiar de forma brillante, sin copiar del todo y sin que se note. Aunque es muy difícil comprobarlo todo, claro.

Cuando iba al instituto, en la modalidad de clases nocturnas, chicas separadas de chicos, incluso por edificios, eran otros tiempos, tuve una muy buena profesora de literatura algo pintoresca, la llamábamos La Gioconda en bruto, con esa crueldad inconsciente que de adolescente se tiene con los adultos que no son peligrosos. Sin embargo el mote no era gratuito, realmente su postura inamovible recordaba a la dama del famoso cuadro, no se inmutaba ni se levantaba de la silla para nada, emitía una voz algo monótona pero hoy, cuando la recuerdo, debo reconocer que que sabía un montón. A ella le escuché mencionar más de una vez a Buero, autor que yo conocía muy poco entonces, contándonos que era de largo el mejor autor del momento aunque no se le reconocía por causas políticas.

Sin embargo sí se le reconoció, a pesar de la política. Ganó premios, al principio casi por error, ya que se ignoraba su pasado de preso franquista, después porque incluso en los tiempos sombríos hay gente que se avergüenza de lo que ocurre y desea que al menos exista algo de lo cual sentirse orgullosos, en el campo cultural. No fueron aquellos años cuarenta, cincuenta o sesenta un desierto cultural absoluto, hay que reconocerlo, aunque cueste. Surgieron autores interesantes, también en catalán, cuando se pudo. Pedrolo fue uno de nuestros intelectuales posibilistas, hoy algo rehabilitado al fin, creía que hacía falta crear un público habitual y no estar siempre volando por las nubes elitistas. Tenía dos años menos que Buero. 

Algunas obras de Buero, releídas, puede que no me hayan entusiasmado en el presente como en otras épocas, pero eso me sucede incluso con Tolstoy, con Miller, yo también he cambiado, claro. Y la época es otra. Sin embargo Buero es todo un clásico, puede que en algunas ciudades, en la suya natal, sobre todo, Guadalajara, le idolatren de forma justa. Pero, en general, considerando su peso específico, lo que representó, los temas que tocó en sus obras de teatro, arriesgadas y que ofrecen muchos niveles de lectura, ese centenario, de momento, sabe a poco. A muy poco o a nada en Barcelona. Y eso que vivimos buenos tiempos teatrales o así me lo parece, aunque casi siempre a base de esfuerzos poco recompensados, con obras con pocos personajes y decorados baratos, no se puede arriesgar demasiado si no se cuenta con un trabajo alternativo, por ejemplo, en una serie de televisión dilatada, en la cual no te maten después de tres capítulos. 

Por lo menos este año, en el Nacional, creo que harán un Sagarra, La fortuna de Sílvia. Sagarra ha sido un autor muy maltratado por los supuestos entendidos, adorado por el público humilde, muy representado por los grupos de teatro amateur de toda una época. No tiene nada que ver con Buero, claro, mucho más crítico, pero los conecta el olvido injusto, eso a lo que tenemos tanta tendencia en el estado español y que hace que los del Ebro para acá y los del Ebro para allá nos parezcamos en lo malo, qué triste.

sábado, 1 de octubre de 2016

A DOUBLE LIFE/ DOBLE VIDA

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La Filmoteca del Raval programó ayer en su ciclo de clásicos A double life, una interesante película del año 1947, en una copia excelente, cosa que no siempre es así. Es extraño contemplar una historia que se rodó antes de mi nacimiento y que todavía resulta tan moderna por muchos conceptos. Doble vida se estrenó pronto en España en 1948, en 1949 ya se podía ver en programas dobles de cines de reestreno preferente. Contó con un excelente reparto, un director de categoría, Cukor, guión de Garson Kanin y Ruth Gordon banda sonora del gran Miklós Rósza. La banda sonora y el protagonista principal, Ronald Colman, se llevaron un óscar.

Creo que de jovencita debí ver está película en alguna ocasión, tengo como una sombra acerca de esa transformación del protagonista en su personaje de ficción, creo incluso recordar que pasé bastante miedo. El guión nos cuenta como un actor que se identifica en exceso con sus personajes se ve dominado por Otelo, al interpretarlo durante una larga temporada. Otelo ya es una obra que da miedo y que impresiona, ese pobre gran hombre dominado por la pasión de los celos y que cae en eso que en nuestros tiempos hemos dado en llamar violencia de género o machista y que en otras épocas se llamó crimen pasional
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Aquí, además, el protagonista, una especie de alter ego de míster Hyde en versión actoral, proyecta sus ansias asesinas en otra persona, en una especie de víctima propiciatoria, la camarera que interpreta una joven Shelley Winters, ya en ese papel en el cual la encasillaron a menudo, el de chica fácil, vulgar y con un atractivo algo ordinario. Curiosamente muchos carteles y fotos de propaganda de la película nos muestran a Colman con Winters y no con la protagonista real, Signe Hasso, posiblemente porque Hasso es hoy una actriz casi olvidada.

Signe Hasso era una dama elegante y atractiva, sueca. Se la promocionó como una nueva Garbo, sin embargo su carrera se estancó por esas extrañas razones inexplicables que se dan en el mundo del cine. Perdió a su único hijo en un accidente de automóbil, regresó a Suecia pero luego volvió a América. Fue escritora, compositora, realizadora, trabajó en el teatro y nunca dejó de estar en activo aunque en el cine más bien se la vio poco y en papeles secundarios. Murió en el año 2002, en Los Ángeles. 

Ronald Colman era un actor del tiempo de mis padres, un actor de prestigio, ya tenía cincuenta y tantos años cuando interpretó a ese actor abducido por su personaje. Se adaptó a los nuevos tiempos y trabajó en la radio y en la televisión. Murio a los sesenta y siete años, en 1958. Todavía lo pudimos ver en uno de esos muchos cameos de actores famosos en La vuelta al mundo en ochenta días. Winters, gran actriz, murió a los ochenta y cinco años, después de una larga, diversa y exitosa carrera y de una vida bastante tumultuosa y movidita. Winters ganó dos óscars como actriz de reparto, uno de los cuales por su papel en Un retazo de azul, una interesante película en la cual ya se enfocaba el problema del racismo y las parejas mixtas. 

El tercer personaje, el hombre que provoca los celos de ese Otelo, lo interpretó Edmon O'Brien, en el papel de un periodista. Es un personaje poco trabajado en ese guión y por eso, de entrada, resulta poco creible que provoque los celos del protagonista. En la última parte de la película su papel adquiere un poco más de protagonismo. O'Brien fuen un actor prolífico, con una larga carrera, pero tuvo graves problemas de salud y pérdidas de memoria. Murió de un alzheimer largo, lamentable, violento y doloroso. 

En A double life se puede ver, casi de pasada, a algunos actores que después fueron famosos, como John Derek. La película se ha etiquetado como de cine negro pero en realidad es una película más bien de tema psicológico. Me encontré con una conocida a la salida de la sala de proyección que me comentó, satisfecha, vaya peliculón. No hay mejor definición para esa historia de actores excesivamente entregados a su trabajo, hasta el punto de enloquecer. Aunque no es esa una historia excesivamente original siempre resulta inquietante el tema.


lunes, 22 de agosto de 2016

EL POETA HINOJOSA Y LA IMPOSIBLE IMPARCIALIDAD DE LA MEMORIA HISTÓRICA


En la foto: José María Hinojosa, Juan Centeno, García Lorca, Emilio Prados y Luis Eaton


Huyendo del destino


En medio de este hueco redondo y transparente
que me persigue siempre a través de la tierra
retumban los hachazos que separan las ramas
brotadas en el tronco de mármol patinado
por el humo de pólvora y la luz de la luna
filtrada entre los dedos de tus manos de nieve.

Tus brazos recogían en sus siete colores
la lluvia de mi frente y la espuma del agua
perdiéndose en las aguas tu cabellera rubia
mientras que tu cabeza flotaba entre las olas
verde entre verdes algas con los labios abiertos
por la caricia última de mis labios de fuego.


CAÑADA

A Federico G. Lorca

Ladera
cubierta de hierba.

Arroyo
sin fondo.

Un lentisco
extiende sus ramas
en círculo.

El mirlo
se deja caer
con un vuelo rítmico
y clava su flecha negra
en un plano
verde, liso.

Retamas
de filamentos grises
erguidos.

Piedras
con moho amarillo.

Una cabra
y sus dos cabritillos
transponen el viso.

El silencio gira
buscando un ruido.


Hoy hace ochenta años que fusilaron al poeta Hinojosa, junto con su padre, su hermano y otras personas, en Málaga, al poco tiempo del inicio de esa horrible guerra civil de la cual todavía arrastramos mitología, consecuencias, olvidos y heridas. Tenia treinta y dos años.

Estos días se ha hablado mucho de Lorca. Hace años había quién todavía se atrevía a comentar que en el recuerdo literario de Lorca pesaba mucho su muerte, todavía poco aclarada, violenta e injusta. Pero reivindicar poetas de derechas con una muerte tan violenta como la de Lorca parece hoy incluso políticamente incorrecto. Hay quién te justifica el olvido con el comentario de que a esos fachas ya los reivindicó Franco, cosa que no siempre es cierta, en todo caso, más bien fueron utilizados que no reivindicados. Y muchos de ellos podían ser muchas cosas menos fachas. 

Hasta hace poco tiempo yo misma casi no sabía nada de Hinojosa. Tampoco sabía que como revancha a la muerte de Lorca mataron al pobre e inofensivo Muñoz Seca. Hinojosa era un gran poeta, en muchos aspectos estilísticos se adelantó a Lorca, fueron amigos y seguramente, de sobrevivir a la sinrazón y el desastre colectivo, habrían continuado siéndolo y puede que hubiesen protagonizado debates y actos poéticos. En 2004 su ciudad natal, Málaga, le dedicó diversos actos y publicaciones con motivo del centenario de su nacimiento.

Dicen que era un señorito, bueno, Lorca también lo era. La división de clases en los años treinta era brutal, no lo negaremos. Eso no justifica nada. Tampoco todos los pobres y explotados fueron por ahí fusilando y matando si no era que no les quedaba otra que matar o morir, la bondat y la maldad tienen poco que ver incluso con la posición social. Y es que a menudo se justifican barbaridades en nombre de la ideología de izquierdas, del resentimiento de los desfavorecidos, de lo injustos que eran los ricos y todo eso.

La memoria histórica que se reivindica acaba por ser tan parcial como la anterior, inquieta comprobar que los nuestros también fueron malos en muchas ocasiones, vale más no hablar de ello. Cuánto talento perdido, cuántos jóvenes sacrificados, cuántos inocentes recibiendo palos por todos lados. 

Estoy pasando este agosto cerca de los escenarios de la batalla del Ebro, dónde murieron tantos adolescentes, enviados al matadero sin sentido, sin preparación, sin equipamiento adecuado, a una guerra que ya estaba perdida, sólo por si se podía alargar la tragedia y hacerla coincidir con la que se avecinaba en Europa. Hoy estos escenarios son ya un parque temático como tantos otros, Waterloo, el Marne, historia recreativa para curiosos y nostálgicos de heroicidades improbables.

Hace algún tiempo una persona casi se me enfadó porque puntualicé sus afirmaciones sobre Machado y su relación con Catalunya. Consideraba que Machado entendía el tema y comprendía las reivindicaciones nacionalistas pero Machado tiene textos demoledores sobre eso que se llamó y parece que aún se llama el problema catalán, lo mismo que Alberti, que fue recibido en Barcelona como si fuese un diós, con su guapa e inteligente esposa y a quién los progres de antaño iban a visitar a su cómodo exilio para que les recitase cosas muy malas sobre la coca-cola y los perversos americanos.

Todo es tan relativo y se cuenta de forma tan parcial e interesada que acabas por no creerte nada, pero todas aquellas muertes fueron reales, estúpidas, inútiles, injustas. Después, además, por intereses internacionales nos tragamos tantos años de dictadura y sobre lo que se escribe o narra en novelas de época y la realidad me vienen a la memoria a menudo los versos de otro poeta, aquello de me sé todos los cuentos. 

Poco se hablará o escribirá hoy sobre Hinojosa. Todo el mundo, más o menos, tiene cierta idea sobre quién fueron Lorca, Machado. Algo menos se sabe sobre Miguel Hernández. Poco o nada sobre Hinojosa y otros. No toca, como decía nuestro inefable señor Pujol de quién, en estos días, incluso añoramos algunas virtudes, entre las cuales cierto sentido de estado irrefutable, lo mismo que lo tuvo y lo tiene don Felipe González, aunque hoy es ya un señor enriquecido y gordo que mira los toros desde la barrera, y que me perdonen los antitaurinos por la referencia, que en eso también hemos llegado a la total estupidez. En algún pueblo de por aquí, en las fiestas, si no se hacen bous se suelta un cordero, un cerdito, y se le persigue, pero esas prácticas están ya en extinción. 

Quizás haya mejorado nuestra sensibilidad en relación a los animales pero cabe recordar que eso no quiere decir nada, muchos nazis tenían debilidad por sus perros y alguno de ellos incluso paseaba intentado no pisar a las hormigas. Hinojosa tuvo que elegir entre el rojo  y el azul, el blanco y el negro, no hay nada peor que tener que abandonar los matices a la fuerza, puede que pensemos que eligió mal pero lo pagó muy caro y, en todo caso, es fácil opinar de lo que sea cuando no corremos ningún riesgo demasiado serio. 

Me horroriza escuchar hoy, en boca de gente joven pero también de séniors, reivindicaciones retóricas sobre guillotinas y paredones o que a un esplai juvenil o a una escuela le pongan el nombre de un señor que fue de todo menos pacifista y en cuya vida hay un montón de sombras inquietantes. La paz es frágil y hay que tratarla con mucho tiento. Siempre nos quedará la poesía, aunque es un consuelo relativo, claro.