jueves, 31 de mayo de 2012

Víctimas incómodas y olvidos culpables




Ô Liberté, que de crimes on commet en ton nom ! 

(Madame Roland, antes de ser guillotinada).

El infierno está empedrado de buenas intenciones (refrán popular).





El 29 de mayo hizo ventiún años del atentado al cuartel de Vic. Lo recordaba un amigo, Francesc Puigcarbó, en su blog y poca gente más. Claro que tenemos tendencia a celebrar las fechas redondas, las décadas, los centenarios. Sin embargo ese atentado ha resultado siempre incómodo a todo el mundo. Murió en él algun niño y también una joven catalana que se había enamorado de un guardia civil, como le pasó a una tía mía de la Garrotxa, hace muchos años. 

La joven esposa había querido vivir en el cuartel, con su marido, a pesar de qué la familia, tal y como estaban las cosas, en alguna ocasión le había aconsejado que no lo hiciera. En el entierro quisieron que se pusiera encima del féretro una senyera, cosa que no gustó a determinados sectores. A otros, como al fin y al cabo eran guardia civiles, el atentado no les hizo tanto daño moral como, por ejemplo, el de Hipercor. Tanto es así que el hecho casi no se ha recordado ni hay ningún monumento o placa que evoque aquellas víctimas. Las víctimas no son siempre iguales, claro. Unas no son inocentes del todo y otras son, como esas, inocentes pero incómodas para todo el mundo.

El periodista Albert Om realizo hace algún tiempo un reportaje sobre los hechos y ese silencio que los ha acompañado a lo largo del tiempo. En Catalunya se tuvo un respeto algo envidioso por ETA y la manera de ser vasca. ETA, ETA, más metralleta, repetía mucho progre de la época que lamentaba que eso que se dio en llamar lucha armada no tuviese más seguidores en nuestra tierra y que  creía que en Catalunya no pasaría nunca nada gordo. Los catalanes hemos sido considerados gallinas en más de una ocasión. Ya antes de la guerra civil, cuando en el 34 hubo un intento de golpe de estado de izquierdas, los asturianos se llevaron, entonces, la brutal represión y el mérito al valor y la lucha. Después fueron los vascos. Se hacían a menudo bromas y chistes sobre huevos y gallinas. Los huevos fueron asturianos y luego vascos, las gallinas siempre fueron autóctonas. 

Soy contraria a cualquier violencia, todavía más si afecta a terceras personas que nada tienen que ver, directamente, con los problemas de violencia institucional. Los daños colaterales, vengan de donde vengan, me parecen injustos, deshumanizan al militante luchador. La violencia siempre trae más violencia pero ya sabemos que eso es lo que se busca, acción, represión, más acción, más represión. Una cosa es asesinar a un torturador y la otra a un anónimo representante de lo que sea que ha caído donde ha caído por casualidad y circunstancias. Ser gallina no me parece un problema. Es más, reivindicó esa cobardía prudente y pactista, la verdad.

En estos últimos tiempos, en broma pero de forma inquietante, escucho muchas referencias a la necesidad de guillotinas y pelotones de fusilamiento. Me pasa como con la moda de los chistes racistas, me molesta, me resulta desagradable oir ese tipo de llamadas a matar a no sé quién. Y es que lo peor es que nunca se mata a los culpables reales, aunque tampoco eso daría los resultados apetecidos ya que aquello de muerto el perro muerta la rabia es una ilusión absurda y la rabia siempre es mucho más difícil de erradicar que no un pobre perro. Me molestan las reacciones viscerales, los destrozos inútiles, las pedradas indiscriminadas, los piquetes que lo son todo menos informativos. No me convencen las explicaciones destinadas a comprender ese tipo de cosas, a menudo condescendientes y casi admirativas hacia los supuestos revolucionarios en potencia, pocas veces identificados.

Recuerdo las narraciones de una monja de mi escuela que de muy jovencita había estado en las revueltas que hubo en Marruecos con motivo de la independencia, contra los franceses, a principio de los cincuenta. Los ricos colonialistas escaparon y la gente del pueblo la tomó con sus sirvientes, muchos de los cuales murieron quemados en hogueras o linchados. Pobres gentes, que eran sólo criados explotados. De jovencitas incitábamos a la monja a que nos contase aquellas cosas terribles, así nos ahorrábamos la clase. Debía haber quedado tan traumatizada que no le importaba repetirlo. 


En nuestra guerra civil pasaron cosas parecidas en todos los bandos, que no fueron sólo dos, sino muchos más. Los importantes se fueron y quedaron abandonados a su suerte muchos inocentes con los cuales se ensañaron los sádicos de turno. He escuchado cosas horribles que nunca he visto escritas, sobre todo cosas que sucedieron en zonas rurales, dónde tan fácil es ocultar las barbaridades. La mitificada revolución francesa se ha vendido como una lucha por la libertad cuando fue, también, un baño de sangre debidamente orquestado por los aspirantes al nuevo poder. Lo mismo por lo que hace a la revolución soviética o a la revolución cultural china. La historia la escribe alguien, normalmente el vencedor o el perdedor revanchista. Las víctimas anónimas no tienen cronista. Y el periodismo, ay, el periodismo de hoy día tiene bastante trabajo con sobrevivir como puede y le dejan.

El atentado de Vic parece que respondió a la perversa lógica de dar publicidad a la lucha armada en el marco de la preparación de las olimpiadas del 92. Sin embargo algún pacto debió establecerse posteriormente, además de la correspondiente represión previa y preventiva a cargo de ese señor al cual ahora queremos tanto, ya que las olimpiadas se celebraron en olor de multitud y sin problemas. La función, ya lo sabemos, debe continuar. Y todavía hay quién quiere creer que el deporte y la política tienen poco que ver.

viernes, 25 de mayo de 2012

El silencio de los cascabeles: Adiós a Antonio Amaya




Murió el día 18 de mayo Antonio Amaya, gran artista. Le he dedicado una entrada en mi blog en catalán y quiero dedicarle otra en éste. Yo no fui una gran seguidora suya pero su nombre y sus canciones van ligadas a mi infancia y a mi imaginario particular. Mi familia era catalana desde siempre. Quiero decir que hasta dónde llega mi modesto árbol genealógico conocido, todos mis antepasados son de Gerona, Barcelona o Lérida. Sin embargo en mi casa existió siempre una especie de extraña vena flamenca que durante un tiempo, el de mi juventud, cuando el género empezó a identificarse de forma absolutamente injusta con franquismo y caspa, me producía cierta incomodidad rebelde.

La copla andaluza se ha reivindicado y reinventado de forma inteligente en estos últimos años. No ha pasado igual con la canción catalana tradicional relacionada con cantantes como Emili Vendrell, por ejemplo. Eso que dijo Unamuno de que nos pierde la estética no es exacto, nos pierde la papanatería, la vanidad, el elitismo barato, el supuesto avanguardismo militante y miope. Cierto que después de la guerra civil el género se potenció pero antes de la guerra, durante la República y mucho más allá Barcelona, sobre todo, pero también una gran parte de Catalunya, sintió una gran atracción por todo lo andaluz. Muchos grandes artistas del género, cantaores, bailaoras, han triunfado o se han descubierto y redescubierto en Catalunya, en Barcelona. Incluso toreros, aunque hoy eso casi ni se puede decir.

Amaya, que en realidad se llamaba Peláez, vino a Barcelona desde Granada. Actuó mucho, bien y con éxito en el Teatro Victoria, uno de los pocos teatros todavía resistentes del Paralelo. Fue un hombre libre, inteligente y emprendedor. Si se busca por internet, actualmente con su nombre encontramos muchas más entradas relacionadas con el futbolista homónimo. Curiosamente, la viquipèdia catalana nos da más información sobre él que la española, así como también sobre su gran amigo Rafael Conde, fallecido en 2002, con el que actuó muy a menudo.

Nos gusta cargar las tintas oscuras sobre el destino de los famosos y en algún sitio he leído que murió en soledad. Bueno, la vejez es una época solitaria para todo el mundo. No debía estar tan solo cuando muchos conocidos lo visitaban y en 2007 se puso una placa en Sitges, dónde vivía, en honor suyo. Claro que muchos de sus contemporáneos habían muerto antes, tenia ya ochenta y nueve años. Otro tópico es creer que cierto tipo de vida no convencional comporta brevedad y tristeza decadente obligatoria. Bella Dorita que vivió más de cien años y que no creo que fuese austera ni que hubiese llevado una vida precisamente tranquila y ordenada nos demostró que eso no era así. 

Viquipèdia recoge un dato curioso, fue el primero en posar desnudo, ya mayorcito, en una revista gay, en el estado español. La cosa tiene su mérito. Su vida seguramente podría ser objecto de una gran novela, de una serie de culto. Amores, viajes, éxitos, abrigos de pieles. Se retiró y fue empresario durante muchos años. Vestía en sus actuaciones en un estilo que yo definiría como glam-flamenco o glam-hispánico. Su gran éxito popular fue aquella canción que todos cantamos en excursiones escolares y juergas adolescentes, Doce cascabeles lleva mi caballo... Yo lo vi en dos ocasiones, que recuerde. La primera en una de esas sesiones de variedades que se ofrecían en los cines de barrio después de los pases, aunque en aquella ocasión yo era pequeña y no sé si era él o alguien que lo imitaba. 

También lo vi, ya más mayorcita, en el añorado Parque de Atracciones de Montjuïc. Ya entonces yo andaba de moderna, yeyé y admiradora de cosas más alternativas, como la Nova Cançó. Tenemos una peligrosa tendencia a restar en lugar de sumar, cosa que los franceses saben hacer muy bien con sus cosas. Desde que me contaron que para protestar en un intento de otorgar a Pérez Galdós el Nobel los intelectuales de los otros hicieron una cena de protesta ya nada me sorprende.

A mi, de esas canciones, me gustan mucho las que cuenta historias. Pequeñas novelas, a veces de género, como en el caso de las canciones con personajes de la alta sociedad, al estilo de Locura de amor, mi preferida. Descanse en paz Antonio Amaya.

jueves, 24 de mayo de 2012

Una maleta recuperada y muchos paraísos perdidos


En los años noventa se hizo algún intento de publicar la obra de Serguéi Dovlátov. Entre los títulos publicados entonces, de forma algo errática y sin que aquellas publicaciones tuviesen el eco merecido estaba La maleta. En estos últimos años, RBA en castellano y LaBreu en catalán han recuperado de forma mucho más visible la obra de este autor, inclasificable y singular, aunque en él se pueden percibir los ecos de los grandes cuentistas de su país, como Gogol o el mismo Chéjov, a quién tanto admiraba.

Serguéi Dovlátov nació en 1941 en la entonces URSS, hijo de una correctora armenia y de un director de escena medio judío, aspecto sobre el cual el autor ironiza a menudo. No vivió la tragedia estalinista pero sí, todavía, la ridícula y gratuita crueldad de un estado policial ya algo errático. Salvando las distancias, muchos aspectos del franquismo de después de la primera postguerra, en lo relativo a los males de la literatura, nos pueden evocar ese mundo surrealista que Dovlátov nos muestra de forma irónica, en ocasiones incluso sarcástica, siempre con cierta amarga y amable distancia.

Dovlátov no pudo publicar en su país de forma convencional, lo hizo clandestinamente gracias a un sistema de copia mecanográfica o manual, a través de cadenas de distribución entre amigos y conocidos, siempre con riesgo de caer en desgracia y ser castigados, durante bastante tiempo. Dovlátov tuvo problemas, de forma inevitable, y acabó emigrando a Nueva York,  donde escribió mucho más y publicó con éxito sus libros. En esta ciudad murió de forma prematura en el año1990 acausa, posiblemente, de los problemas derivados de su alcoholismo. El alcoholismo y las borracheras generalizadas, escape de una sociedad asfixiante, gris, absurda y mediocre, son también muy presentes en la obra del escritor.

La maleta es una serie de narraciones que se generan a partir de una serie de prendas de vestir o complementos que el narrador, el mismo escritor, sacará del país al abandonarlo, en esa maleta, voluntariamente olvidada, que reaparece de forma casual al cabo de un tiempo. Cada elemento, entonces, recupera su vida propia, se explica su origen y su porqué. Cada objeto se convierte en un símbolo y las distintas narraciones van mostrando un fresco humano de la URSS y de la época, en el cual se mezclan personajes conocidos con otros que no sabemos si son o no reales.
La aparente indiferencia ante la vida de qué hace gala el autor es, en realidad, una ácida y profunda crítica contra un sistema en el cual la vulgaridad, la ignorancia, la mediocridad y la miseria humanas nos son mostradas, sin embargo, con tintes humorísticos muy originales que nos producen incluso cierta empatía con toda esa gente extravagante que sobrevive como puede.

Dovlátov no deja indiferente y se acaban sus libros queriendo más, así que sería magnífico pensar que por fin nos llegará, aunque sea de forma pausada, su obra completa. Se publican muchos libros que nos gustan –o no- por motivos diversos y que cumplen una función pero pocos delante de los cuales te quites, como se dice de forma popular, el sombrero, intuyendo que se tiene el privilegio de acceder a una verdadera obra literaria. Una obra de esas en las cuales la grandeza se esconde en medio de una aparente modestia, incluso en la extensión. La maleta es un libro para leer de una tirada y releer después de forma más tranquila y documentada, haciendo el esfuerzo de investigar un poco sobre los distintos personajes históricos que se nos mencionan.

No es fácil admitir que el paraíso comunista fuese tan diferente de los sueños utópicos oficiales, o de las maravillas que los convencidos nos repetían en los sesenta y los setenta. Ser antifranquista no fue siempre ser democrático y la autocrítica en ese tema todavía no se ha hecho de forma totalmente desacomplejada. A menudo encuentro a faltar ese grado de ironía rusa en los textos hispánicos sobre nuestras propias épocas sombrías, la verdad. Al menos con un cierto grado de ambición literaria de esa que no se ve, pero se percibe y se disfruta, en La maleta.

La traducción catalana es de Miquel Cabal y la castellana de Justo E. Vasco, un muy buen escritor cubano, este último, que se afincó en Asturias y escribió novela negra interesante, además de traducir textos rusos, norteamericanos, italianos y eslovenos. Vasco falleció en 2006. Creo, sin ser experta en el tema, que en el texto se percibe también la gracia y oficio –de escritor- del traductor.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Soluciones tertulianas a los problemas de nuestro tiempo


El gran programa estrella de nuestro tiempo es la tertulia más o menos seria, a menudo en el marco de un magazine en el cual se pasa de hablar de los problemas econòmicos a las películas de estreno, del cáncer de colon a la última película de Almodóvar y de un desfile de alta costura, con modelos anoréxicas y cara de garbanzos atrasaos, a la preparación de algún plato de cocina saludable pasando por la intervención inevitable de algunos graciosos o graciosas más o menos brillantes e incisivos. 

La tertulia no es debate, es una charla informal sobre temas diversos, muchos de los cuales absolutamente serios. En estos últimos tiempos el tema estrella de los programas estrella es la crisis económica. Una lista de los participantes en las tertulias que sigo de vez en cuando, normalmente las de los medios de comunicación catalanes, aunque a veces también transito por el resto de canales hispánicos visibles, resultaría bastante limitada. Siempre son los mismos y las mismas, profesionales del periodismo, politólogos e incluso filósofos. De forma ocasional dejan entrar algún elemento nuevo y uno de antiguo desaparece pero, en general, te encuentras la misma gente por todas partes, en radios y teles. 

Me pregunto cuando leen o estudian o trabajan todos ellos, teniendo tanto trabajo asistiendo a las tertulias. De hecho, escribir deben escribir, ya que para Sant Jordi todos esos tertulianos publican y promocionan su libro, aprovechando los años mediáticos, que todos somos humanos. Opinan de todo, de cualquier tema de actualidad que comporte audiencia segura. Si en alguno de esos temas sabes algo más que la mediana, a causa de tu profesión -en mi caso pasaría con el tema educativo- te das cuenta de lo poco que saben todos ellos de nada. Sin embargo son brillantes, convincentes, contradictorios. Juegan un papel, los hay de derechas o más conservadores y de izquierdas, en ocasiones discuten de forma enconada, se interrumpen, gritan más de la cuenta, la moderación que debería ejercer el presentador o presentadora a menudo es inexistente, parece que no está de moda dar palabras, controlar el tiempo de intervención, hacer hablar a los más discretos. En cualquier reunión informal de mi barrio hay más seriedad al hablar de lo que sea que en esos platós ante los cuales hay alguien de prestigio que, sin embargo, a veces parece incluso que se divierte de lo lindo cuando hay tomate.

Por más que discutan entre ellos sabes que luego se irán a comer juntos y que quizás en la intimidad son amigos de toda la vida. De eso nos dimos cuenta cuando se empezaron a divulgar aquellos suquets de peix veraniegos a los que asistía la crème de la crème i también los que no hubiesen soñado nunca ser de ninguna crème hasta que accedieron, a veces de forma azarosa, a un cargo público de cierto prestigio o consiguieron un éxito profesional inesperado en algún campo mediático.

No todo es economía. Los espacios sobre fútbol son más absurdos que los espaciós sobre amoríos de famosos, conocidos y saludados. Una noche en qué me desvelé me di cuenta del gran tanto por ciento de emisoras de radio que en aquella franja horaria se dedican a especular y juzgar cuestiones de balón y pelota, normalmente relacionadas sólo con Barça y Madrid, claro. ¿Hay alguien más? Si fa no fa como en política, unos, otros y poca cosa en medio y en los extremos. Lo del fútbol es casi surrealista, saben lo que piensan los entrenadores, lo que murmuran los jugadores en la intimidad, las intenciones ocultas tras cualquier inocente comentario de algún implicado pillado en falta. Me pregunto como nada puede ir mal con tanto experto. Me pregunto como, teniendo tantas soluciones para todos los problemas, políticos y deportivos, las cosas no siempre funcionan. Los expertos sabían qué iba a pasar, qué pasó, qué pasará, que debe hacer el gobierno, qué debe hacer Guardiola y con quien almuerza el señor Mas cuando no lo vemos. Sabían todo lo que hacía el rey antes de qué nos enterásemos el resto de los anónimos súbditos. De todo eso que ya sabían no nos dijeron nada hasta que todo el mundo lo supo, claro. De la crisis, económica, tampoco. En el fondo, incluso con los que más critican cultivan, a la hora de la verdad, el buen rollo, ya que no sabes nunca quién te va a dar trabajo en caso de necesidad.

Por ir a tertulias de ciertas radios y teles, las de más audiencia, se cobra, claro. El precio depende de la persona, pero hay unos ciertos baremos establecidos que, para una persona normalita, no están nada mal. Todos los expertos pluriempleados que claman, en esas tertulias, contra el paro y los recortes, deberían renunciar al sobresueldo de su participación y promocionar gente anónima sin trabajo que, me temo, podría opinar más o menos lo que opinan ellos con una mínima preparación y leyendo cada día un resumen de prensa por internet. 


De hecho, hay también hoy mucha gente con estudios en el paro, no solamente quatre arreplegats sin base teórica. De periodistas jóvenes, un montón. Es una sugerencia y es que a mi, que no voy a tertulias pero que tertulianeo sola en mis blogs, también se me ocurren soluciones prácticas de vez en cuando. Soluciones para la vida cotidiana, a niveles más elevados no tengo ni idea de lo que hay qué hacer, ni como, ni de qué manera, la verdad. Aunque me temo que los parados promocionados, a no ser que se abriese una convocatoria pública  y transparente, serían seguramente los hijos, los sobrinos, los nietos y los ahijados de los tertulianos actuales.


viernes, 4 de mayo de 2012

DAMAS DE ANTAÑO Y VICIOS DE HOY

Recordó google en sus dibujitos de presentación, hace unos días, el 160 aniversario del nacimiento de Ramón y Cajal. Don Santiago es uno de mis mitos retrospectivos, aunque como opinó de todo y dejó constancia escrita de ello no puedo dejar de enojarme cuando leo sus opiniones sobre las damas. Era un hombre de su tiempo, claro. Incluso llegó a evolucionar un poco, en su larga vida, y en los últimos escritos admite la posibilidad de mujeres estudiosas y profesionales pero, eso sí, deseando que no dejen de lado su papel. Ese papel, en sus tiempos y en gran parte de los nuestros, era el de esposa abnegada y madre sacrificada. 

De hecho, muchas trabajadoras de fábricas insalubres o el gran número de criadas mal pagadas de aquellos años ya se hubiesen conformado con ese papel, incluso se hubiesen sentido más que satisfechas. Me atrevería a afirmar, además, que muchos hombres explotadísimos se hubiesen cambiado a gusto por una dama burguesa con plato caliente cada día. Todo es relativo, circunstancial y debe situarse en su contexto.

Que los conservadores y de derechas, en general, han tenido tendencia, con las bendiciones pertinentes de la iglesia, a relegar a las damas a su rincón, tiene una explicación y sabemos con quién nos la jugamos. Lo peor es que mucha progresía avanzada se aprovechó también de las señoras y les despreció olímpicamente en el fondo. Si eran guapas, mira, les dedicaban pinturas y poemas. Las mujeres feas han sido el objecto de discriminación más feroz de la literatura y parte de la sociedad, sólo hay que repasar un gran número de novelas antiguas y modernas, algún día habrá que estudiar tanta burla y tanta malicia misógina de todos los colores.

Julia Varela publicó el año pasado un libro sobre tres grandes damas que vivieron a la sombra de hombres brillantes y narcisistas, cuando ellas les daban cien mil vueltas: Carmen Baroja, María Teresa León, Zenobia Camprubí. Carmen Baroja a la sombra de su hermano y las otras dos a la sombra de su pareja. Escuchaba esta madrugada a Julia Varela por la radio de la UNED, hablando de ese libro, de esas damas, de los hombres que vivieron a su lado. Incluso, en el caso de León y Camprubí, sus casas, sus hogares, estaban hechos a gusto y usos de los señores. Los hombres brillantes lo pasaban más bien con las señoras brillantes que con las frívolas y tontas, siempre que fuesen guapas y no brillasen más que ellos. El futuro no las ha tratado con justicia y los textos que escribieron no son fáciles de encontrar y han tenido poca difusión cuando deberían ser de lectura obligatoria.

Me temo que tampoco el libro de Julia Varela va a ser de los más promocionados y que incluso no lo encontraremos con facilidad en las librerías. Lástima. Escuchando a la autora me venían a la cabeza casos parecidos catalanes, Clementina Arderiu, Anna Murià. Hace poco leía una entrevista a la centenaria madre de Montserrat Roig, Albina Francitorra, cuyo marido, escritor, abogado, intelectual, desaconsejó practicar la escritura e incluso le dijo que lo que escribía era mediocre. Cuando enviudó, la dama hizo muchas cosas que no pudo hacer antes. Lo peor es que no siempre se enviuda a tiempo, a menudo el hombre brillante ha plantado antes a la dama por otra de más joven, en el caso de parejas de culto, como hizo Neruda con sus mujeres. Por presiones de la época eran muchas las mujeres que renunciaban a su vida brillante y profesional, como hicieron actrices estupendas, Victoria Rodríguez, la viuda de Buero, Elena Salvador, esposa del doctor Puigvert. 

El debate republicano sobre el voto femenino enfrentó a dos mujeres de talla, las dos sin pareja conocida ni hijos, Victoria Kent y Clara Campoamor. Aunque se concedió el derecho al voto se culpó a las mujeres del poder de las derechas, culpa injusta, ya que en aquellas elecciones a nadie le gusta recordar que el anarquismo llamó a la abstención. Campoamor sufrió incluso en el exilio cierto desprecio de los exiliados republicanos por ese motivo. Kent regresó a España en 1977, había perdido, como muchos exiliados, el contacto con la realidad del país. La vi por televisión y me sorprendió escucharle afirmar que si una mujer quería dedicarse a su profesión, a la vida pública, no debía tener ni pareja ni hijos. El país todavía no estaba para muchas alegrías y regresó a los Estados Unidos, donde murió en 1987.

El bueno de Ramón y Cajal creo que dividía a las mujeres en cuatro grupos, la colaboradora, como madame Curie, una rareza, la mujer amante del lujo, explotadora del hombre, totalmente desaconsejable, la artista, un caso también raro pero necesario para la cultura y la esposa abnegada como la suya, dedicada al marido y a la familia, claro. Todas esas divisiones son divertidas y tenemos tendencia a la etiqueta, no van más allá, miradas en la distancia. Respecto a los hombres de antes podrían hacerse muchas más. No es fácil, ni para un hombre ni para una mujer, apartarse del pensamiento dominante, crea muchas dificultades. E incluso entre los más machistas podemos encontrar a los buenazos y a los maltratadores, por ejemplo. 

Nada es fácil y la tendencia actual de la mujer moderna a querer hacerlo todo y querer hacerlo bien ha generado muchas frustraciones. Lo tenemos mejor que antes pero me sorprende a menudo, en los personajes públicos masculinos, esa tendencia a la infidelidad, al cambio de la pareja de siempre por una de más joven y de buen ver cuando se prospera. He visto, en público y en privado, como algunos hombres se negaban a tener hijos con una de sus parejas para, después, liarse con una jovencita y tenerlos, cuando ya eran yayos, de hecho, y la pobre pareja anterior ya no estaba a tiempo de embarazarse. Hombres de izquierda, progresistas, que hablan públicamente de justicia y de todo eso. Desconfío de aquel que predica la revolución y luego no pasa la asignación mensual a su ex o la engaña olímpicamente cuando le parece. 

Quizá también existe todavía la mujer mala y fatal de los tangos, la traidora y arruinadora de tontos útiles que provoca agresiones violentas del pobre hombre burlado, hoy, por suerte, muy mal vistas (las agresiones). Aunque, eso sí, no erradicadas, ni mucho menos. En esos temas no se puede hablar de forma general y tópica, hay que ver los casos individualmente. Lo mismo en lo referente a la prostitución, tema en el cual se mezcla de todo, buenismo, oportunismo, meter en el mismo saco a la explotada y a la bien pagá, feminismo radical y confundir lo mejor con lo posible.

En todo caso, repasar la vida de aquellas damas pioneras, inteligentes, brillantes, a las cuales el tiempo va colocando en su sitio, a veces bastante más elevado que el de sus hombres, resulta imprescindible porque aunque parece que todo pasó no es así, ni mucho menos.


Des de mi presente actual, comprobar como la misma Joan Baez hizo una versión de aquella historia terrible del preso número 9, me horroriza, la verdad. Así nos va.


Y, por cierto, no vale decir que era la época. En la havanera Allá en la Habana el hombre burlado se lo toma con mucha más filosofía realista y pacífica.