domingo, 23 de diciembre de 2012

VÍCTOR HUGO Y SU SIGLO


Nos llega la versión en cine del musical Los Miserables y con esa serán ya un montón y medio las versiones existentes de la famosa novela de Víctor Hugo. Las grandes obras clásicas, sobre todo las del siglo XIX o inicios del XX, época dorada de los grandes novelones, siempre resultan atractivas aunque nos sepamos de memoria los argumentos o quizás precisamente por eso, porque ya forman parte de nuestro imaginario colectivo.

Hace unos días una amiga, también escritora, me comentaba, merendando en la librería Laie, que no le gustaba demasiado esa historia larga y pesada, con el pobre Valjéan, precursor de El fugitivo, recibiendo palos por todas partes, portándose como un santo y huyendo del malvado de turno, ese obsesivo Javert, que, además, ostenta la legalidad.

Comparto esa opinión por lo que respecta a la trama argumental de la novela que es, en general, lo que se puede ver y entender en las versiones en cine y televisión. Pero lo mejor de esa novela de Hugo es precisamente lo que no se puede saber si no se entra muy a fondo en el texto, la ambientación, la descripción de usos y costumbres, las tripas de una época y de unas circunstancias que el autor vivió de forma apasionada y comprometida. 

A veces, cuando contemplo la papanatería con la cual se visitan escenarios de tragedias más cercanas a nosotros, como la Batalla del Ebro, me viene a la memoria un fragmento de Hugo en el cual medita sobre la misma papanatería, en este caso por parte de gente que visita el escenario de Waterloo en el cual un campesino, precursor de todos esos monitores del turismo cultural de nuestro tiempo, a cambio de unas monedas, les cuenta diversas barbaridades y anécdotas sobre el tema.



No creo que sea Los Miserables la mejor novela del autor. Hugo escribió grandes poemas, mucho teatro, diversas novelas, acercarse a esos escritores prolíficos y poliédricos pide un esfuerzo que, en nuestros tiempos, resulta quizás excesivo en un mundo que se mueve tan deprisa, a ritmo de novedades. Pero Los Miserables contiene fragmentos impresionantes, recoge opiniones personales, su irregularidad hace que en algunos momentos parezca un conjunto de lecturas dispersas y variadas, y es un fresco impagable sobre la Francia de la época, a veces idealizada y a veces descrita con un realismo oscuro y amargo. Cuando habla de épocas pasadas como en Notre Dame de Paris, la documentación que maneja el escritor es impresionante. Por desgracia su teatro nos llega poco y mal, actualmente.

Una discusión algo bizantina y recurrente, cuando se habla de versiones, es aquello de si el libro es mejor que la película. O si las versiones reducidas sirven para llegar luego a la gran obra. Esas preguntas no tienen respuesta dogmática. Hay películas mejores que los libros, libros mejores que las películas, buenos libros que han dado buenas películas y malos libros que han dado malas películas.

Creo que hay que acercarse a una cosa y a la otra sin complejos y considerando que son dos cosas distintas. A menudo el excesivo rigor en las adaptaciones de obras literarias al cine ha dado también farragosas versiones como una de Ana Karenina, bastante aburrida, que se filmó en la antigua URSS. El otro día, por casualidad, dieron por televisión una película alemana basada en la novela Effi Briest, poco conocida aquí, pero que toca el tema, tan querido por los decimonónicos, de la mujer adúltera (Bovary, Karenina, La Regenta...). Todos los países europeos tuvieron sus adúlteras de ficción más o menos famosas.  La versión alemana cambiaba totalmente el final pero la película no estaba mal del todo.

Hace años se emitió una serie de dibujos sobre el Quijote, bastante digna. Sin embargo hubo intelectuales que protestaron de esa vulgarización infantilizada. El Quijote es uno de esos libros cuya fama supera con creces la lectura que provoca, al menos en su totalidad. Me imagino que los muchos niños que vieron esa serie no se convirtieron, de adultos, en lectores devotos del libro de Cervantes. Bueno, puede que una minoría, sí. Una minoría que se hubiese convertido en lectora, seguramente, sin los dibujos. 



Víctor Hugo fue un personaje extraordinario, vitalista y activo políticamente. Vivió muchos años para la época, vio morir a parientes y amigos, intervinó en algunos gobiernos, otros le persiguieron, se exilió, regresó, recibió honores pero también críticas. No fue un revolucionario estrictamente hablando pero defendió a los débiles y a los perseguidos y criticó cosas como la explotación obrera y la pena de muerte. Y no sólo de forma novelesca sino directa, en discursos y proclamas, en su actividad política. No veía mal el enriquecimiento si éste se aplicaba a la producción de más riqueza para el bien común.

Francia ha tenido una gran habilidad para asimilar a toda su gente importante. También ha afrancesado a cualquier persona importante dispuesta a afrancesarse. Aquí somos un país de más capillitas, si está uno que no esté el otro. Evidentemente, ha sido un país muy centralista, que consiguió acabar pronto con las veleidades regionales y las lenguas que no fuese el francés canónico, lo hizo con contundencia y eficacia, con cruel inteligencia, vaya. A menudo la admiración por el país vecino nos ha ocultado esos graves pecados ligados a su chauvinismo irredento. Sus grandes tragedias las ha reconvertido en glorias nacionales patrióticas, como la misma Revolución o la Comuna de París. O el mayo del 68. Incluso Hollande ha sido capaz de pasearse por Argelia reconociendo los pecados pasados sin perdir perdón y de quedar como un señor, en teoría. A eso se le llama política de estado.

Hugo me resulta admirable, incluso recordando en perspectiva su trayectoría vital y sus sombras, que algunas tiene, como todo el mundo. Fue un buen padre y un buen abuelo, un hombre de familia responsable, más allá de sus amoríos y de sus fidelidades. Se ha escrito bastante sobre el drama de su hija Adèle, o sobre el accidente que sufrieron Leopoldine, su otra hija y su marido, que perecieron ahogados, como si en las familias normalitas no existiesen casos de esquizofrenia y dramáticos accidentes imprevistos, como si sólo los famosos estuviesen sujetos a maldiciones ligadas a culpas diversas.

A mi me gusta más su imagen tópica, de venerable anciano, con esa barba patriarcal, que su rostro inquieto de más joven, reflejada en dibujos, pinturas y fotografías. Víctor Hugo insistió una y otra vez en el absurdo de las guerras, de la pena de muerte, de la barbarie y de la violencia, sobre todo de aquella que se ejerce desde arriba, desde el estado abusivo. Dibujó y pintó de maravilla, también.

Incluso en una película tan pintoresca como Violetas Imperiales incluyeron una escena en la cual nuestra Eugenia de Montijo, futura emperatriz, lee delante de Napoleón III un poema de Hugo, que se encuentra exiliado y que es contrario al gobernante. Víctor Hugo merece que nos acerquemos, sin pausa y sin prisa, al conjunto de su obra, tan extensa, tan diversa, quizás algo demodée en el estilo, claro, pero tan moderna en la ideología, en las aspiraciones sociales y políticas acerca de un mundo mejor, más justo, más libre, más pacífico.



Bêtise de la guerre

Ouvrière sans yeux, Pénélope imbécile, 
Berceuse du chaos où le néant oscille, 
Guerre, ô guerre occupée au choc des escadrons, 
Toute pleine du bruit furieux des clairons, 
Ô buveuse de sang, qui, farouche, flétrie, 
Hideuse, entraîne l'homme en cette ivrognerie, 
Nuée où le destin se déforme, où Dieu fuit, 
Où flotte une clarté plus noire que la nuit, 
Folle immense, de vent et de foudres armée, 
A quoi sers-tu, géante, à quoi sers-tu, fumée, 
Si tes écroulements reconstruisent le mal, 
Si pour le bestial tu chasses l'animal, 
Si tu ne sais, dans l'ombre où ton hasard se vautre, 
Défaire un empereur que pour en faire un autre ?


L'AUTRE


Viens, mon George. Ah ! les fils de nos fils nous enchantent,
Ce sont de jeunes voix matinales qui chantent.
Ils sont dans nos logis lugubres le retour
Des roses, du printemps, de la vie et du jour !
Leur rire nous attire une larme aux paupières
Et de notre vieux seuil fait tressaillir les pierres ;
De la tombe entr'ouverte et des ans lourds et froids
Leur regard radieux dissipe les effrois ;
Ils ramènent notre âme aux premières années ;
Ils font rouvrir en nous toutes nos fleurs fanées ;
Nous nous retrouvons doux, naïfs, heureux de rien ;
Le cœur serein s'emplit d'un vague aérien ;
En les voyant on croit se voir soi-même éclore ;
Oui, devenir aïeul, c'est rentrer dans l'aurore.
Le vieillard gai se mêle aux marmots triomphants.
Nous nous rapetissons dans les petits enfants.
Et, calmés, nous voyons s'envoler dans les branches
Notre âme sombre avec toutes ces âmes blanches.


jueves, 13 de diciembre de 2012

VITAL AZA, TRABAJOS DE HUMOR PERDIDOS





Cuando de niño empecé
a darme a la poesía,
tan en serio lo tomé,
que sólo en serio escribía.
Romántico exagerado,
era lo triste mi fuerte.
¡Válgame Dios! Le he soltado
cada soneto, ¡A la muerte!



Hoy, día de Santa Lucía, revisando efemèrides, he visto que se cumplen cien años de la muerte del escritor Vital Aza. Más allá de su tierra, Asturias, y en concreto Mieres, donde se le reconoce y recuerda, poca gente joven tiene referencias de ese tipo de intelectual desacomplejado que responde a un tipo de personaje muy de su tiempo, un tiempo en el cual no se podía pensar en el negro futuro que todavía le tocaba pasar a Europa en general y a España en particular.


Vital Aza fue un escritor de su época, en Catalunya tuvimos también personajes parecidos, brillantes versificadores, hombres de tertulia, de teatro, que escribían de todo y para todas las ocasiones. Cuando yo era pequeña, allá por los años cincuenta, todavía se recitaba mucho en los festivales escolares y en las casas particulares. Alguna cosa escatológica corría por ahí y Vital Aza tiene algún ejemplo también. Pero en general la temática para recitar era amable y divertida o bien lacrimógena al máximo, abuelos abandonados, niños huérfanos, hijos sin madre. Un clásico escolar, obra del autor, era un poema sobre una niña pobre que muere en una noche fría abrazada a una muñeca que un señor le regala. Si el recitador era bueno se lloraba a chorros pero si era malo el mismo drama provocaba una gran hilaridad.

En una noche de invierno
una niña pordiosera
con los pies casi desnudos
y las manecitas yertas,
cubriendo a modo de manto
con su falda la cabeza,
y sin temor a la lluvia
que cada vez más arrecia,
contempla extasiada y triste
el interior de una tienda,
que por su gusto en juguetes
es de todas la primera.


Aunque cuente con esos poemas tristes, Vital Aza se dedicó más que nada al humor. Un humor de otro tiempo pero que todavía nos hace sonreir, humor blanco, ingenuo, brillante. Creo que estamos faltos de humor de ese tipo, la verdad. Él mismo, en el poema con el fragmento del cual encabezo esta entrada, ironizaba sobre su adolescencia, en la cual escribía apasionados poemas a la muerte y a la tristeza. Nos hemos tirado más a la astracanada y al sarcasmo, incluso al humor negro, la ironía fina brilla por su ausencia, en general.

Desde el presente las damas le perdonaremos a Vital Aza que, como la mayoría de hombres de su época, viese muy mal que las señoritas estudiasen demasiado y olvidasen sus labores. Me temo que sería difícil encontrar un señor español, incluso europeo o de cualquier otra parte, que no pensase así, incluso hasta bien entrado el siglo XX. Excepciones hubo, afortunadamente, pero pocas y cas desconocidas para la mayoría, como debía ser la del papá de la señorita del poema, que a pesar de saberse ridiculizado la hace estudiar.

Vital Aza escribió también mucho teatro, obras divertidas, que fueron recordadas durante años. Su muerte causó una gran conmoción en toda España.


A UNA SEÑORITA QUE ES MUY ERUDITA

Señorita, yo no sé
por qué su papá de usté
le ha dado esa educación,
y le diré la razón
de no explicarme el por qué.

Comprendo que su papá,
que cifra en usté su encanto,
la eduque bien ¡claro está!
¡Pero si estudia usté tanto
que es una barbaridá!

¿A qué viene esa manía,
ni a qué conduce, señor,
que sepa usté astronomía,
historia y filosofía
y hasta álgebra superior?

Bueno que se haga notable
y eduque su inteligencia
siendo instruida y sociable...,
¡pero, hija, con tanta ciencia
está usté inaguantable!

Sus estudios tolerara
si usté cosiera y bordara,
comprendiendo sus deberes;
pero esas cosas son para
otra clase de mujeres.

Aunque la apelliden necia
y aunque las gentes se rían,
labor tan fútil desprecia...
¿Coser usté? ¡Qué dirían
los siete sabios de Grecia!

Su papá, que es un bendito,
dice que es usted un pasmo
de erudición... ¡Pobrecito!
Es padre, y no necesito
disculpar ese entusiasmo...

No ve lo que otro cualquiera
porque le ciega el amor;
pero usted, ¿cómo tolera
que vaya el pobre señor
vestido de esa manera?

Mientras la niña engolfada
está en serias reflexiones,
anda el papá sin botones,
con la camisa rozada
y un siete en los pantalones.

¡Para tamaña indolencia
cachaza se necesita!
¿Por ventura está la ciencia
reñida con la decencia?
Conteste usted, señorita.

¿No es vergüenza, ¡voto a tal!
que ande roto el pobrecillo,
y que usted, chica formal,
sepa la historia al dedillo
y no conozca el dedal?

¡Basta, por Dios, de leer!
Deje usted tranquilos ya
a Cicerón y a Volter,
y póngase usté a coser
el pantalón de papá.

¿Piensa usté hallar su destino
en un clásico latino
o en Newton... o en el demonio?
Pues ese no es el camino
que conduce al matrimonio.

¡Usté el engaño no ve!
¡Ninguna duda le quepa!
A menos que al cabo dé
con algún sabio que sepa
casi tanto como usté.

¡Y sí que lo encontrará,
pues Dios la castigará,
de su erudición en mengua,
casándola con un a-
cadémico de la lengua!



Vital Aza hizo también libretos para zarzuela, la más famosa fue El rey que rabió, con música de Ruperto Chapí,  fragmentos de la cual cantaban mi madre y mi abuelo a menudo y que en una ocasión, de pequeña, pude ver todavía, en un teatro de Barcelona, gracias a la visita de  un pariente lejano que nos invitó al teatro generosamente, en época de escasez y austeridad.




martes, 20 de noviembre de 2012

EL MUNDO COLONIAL Y EL PORQUÉ DE UNOS ÉXITOS LITERARIOS




Con cierta prevención y con la envidia sana e inevitable que suscitan los éxitos literarios de los demás cuando tú también escribes, me acerqué a estas dos novelas de éxito. El tiempo entre costuras la he leído participando de un club de lectura, Palmeras en la nieve me llegó a través de una web para la cual escribo de vez en cuando reseñas sobre libros. Son libros bien promocionados pero que deben su éxito, más que nada, a eso que llaman boca-oreja. Es verdad que los libros de Planeta se pueden ver y comprar en todas partes, però se editan muchos en la misma editorial y no todos obtienen esos éxitos de ventas y lectura.

No quiero entrar en el tema de las calidades literarias, siempre subjetivas. Creo que las dos novelas, muy diferentes a pesar de tener puntos en común, han sabido recuperar un género eterno, aquella novela para todo el mundo de antes, Somerset Maugham, Vicky Baum, autores mirados de reojo por los elitistas, claro. Además, han tenido la virtud de evocar un tiempo y unos escenarios muy poco conocidos todavía, los de la España colonial. Las dos autoras no son jovencitas inexpertas, sinó personas adultas con una gran formación que han sabido utilizar en esas primeras novelas, sin caer en los tópicos que se incluyen en las primeras novelas escritas a los veinte años o incluso antes. 

Tuve una amiga que había vivido en Guinea de pequeña. También las monjas de la escuela a la cual asistí cuando era una niña tenían escuelas en Tetuán, en Larache. Una de las monjas nos contaba a menudo tragedias del tiempo de la independencia, en 1956, ella era una joven monja de menos de veinte años y creo que aquello la traumatizó. Para evitar sus clases de matemáticas la incitábamos, con morbosidad infantil, a qué nos contara todo aquello, que ahora me pondría los pelos de punta y que entonces me parecía una película de miedo, como por ejemplo ejecuciones públicas en hogueras improvisadas. Recuerdo una frase suya evocando el olor a carne quemada por toda la ciudad que incluso impresionaba nuestra inconsciencia adolescente muy a fondo.

Siempre me extrañó que supiéramos tan poco de aquel mundo. La descolonización española fue rápida y expeditiva, aquellas tierras, como el Sahara, quedaron desprotegidas, con luchas internas y problemas gravísimos todavía no solucionados. Ceuta y Melilla son todavía algo extraño, anacrónico. Cuando los chicos de mi edad hacían la mili se lamentaba que a alguien le tocase África, era lejos, era peligroso. Y algunas revueltas hubo, poco conocidas todavía, el mundo del servicio militar obligatorio también es un filón literario poco explotado. La gente mayor, además, todavía mantenía en sus recuerdos huellas de las Guerras del Rif, en las cuales tantos jóvenes humildes perdieron la vida, también poco noveladas y recordadas, aunque el gran Lorenzo Silva ha escrito libros magníficos sobre el tema.

Los dos libros están muy bien documentados, contienen bibliografía, referencias diversas. Provocan el deseo de saber más, como los buenos libros de divulgación. Que las historias personales que cuentan sean a veces algo tópicas es lo de menos. Los tópicos funcionan y la vida real está llena de tópicos, de casualidades, de fatalidades y suertes inesperadas. De El tiempo entre costuras tendremos pronto serie de televisión, es un libro que pide cine y tele, no siempre es así y en muchas ocasiones se ha querido llevar al cine o a la televisión obras de éxito muy literarias, cosa que a veces no ha funcionado y que en otras ocasiones nos ha dado otra historia distinta, con resultados muy diversos.

Puede ser que esas novelas descubran un filón y que el género colonial resulte un tema a explotar hasta el cansancio, ha pasado con otras temáticas pero eso no es malo necesariamente, de la cantidad suele salir la calidad. El género de la mujer insatisfecha y adúltera, desdichada casi siempre, dio en el XIX grandes novelas, novelas mediocres y novelas que hemos olvidado. Todas cumplieron su función, probablemente.

martes, 6 de noviembre de 2012

MANIFIESTOS MENTALIZADOS

No entiendo la afición a elaborar manifiestos y buscar firmas que sostengan su texto. Estos documentos acostumbran a no servir para nada. Los actores y la gente de la farándula tienen tendencia a elaborar manifiestos progres, que leen en actos públicos bastante teatrales; después hacen su vida, que en muchos casos tiene poco a ver con tan buenas intenciones y acaban, la mayoría, por depender del poder que tan públicamente habían criticado. 

Los intentos diversos de cambios hacia adelante en el tema catalán han tropezado a menudo con manifiestos a la contra.  Los manifestantes, abajo firmantes, suelen ser gente que se etiqueta como intelectual. Sin embargo hoy día ya no se sabe qué es un intelectual. Con la generalización del acceso a los estudios superiores y la masificación de la cultura los intelectuales ya no son lo que eran, o quizás jamás fueron lo que habíamos pensado que eran. Las biografías serias acaban con todos los mitos, con todos los dogmas de un signo y otro.

Afortunadamente no me han pedido nunca la firma para cosas tan importantes. Hace muchos años creo, todavía en el franquismo, firmé algo a favor de la amnistía para los presos políticos. Fue en mi primera escuela, todo estaba cambiando y me sorprendió que a la hora de la verdad sólo un par de maestras firmásemos aquel documento bastante moderado, la gente tenía mucho miedo y con razón, pero algunos de los que más galleaban no dieron el callo.

Lo peor de los manifiestos es que a menudo los mueve el demonio o el partido y que si firmas puedes encontrarte con compañeros de viaje poco recomendables. A veces la gente se ve obligada a estas cosas a causa del entorno, de los amigos, de las relaciones personales, se quiere quedar bien con poco gasto, como decía mi madre. Me entristece encontrar en esas firmas, bajo documentos que se prestan bastante a la manipulación, personas que sé que son buena gente pero que no ven claro determinados aspectos de la situación política catalana. 

Lo peor, cuando pasan cosas así o peores, es que te hagan tomar partido, definirte. Pasó así en la guerra civil y todavía vivimos su relato de forma maniquea, como una historia de buenos y malos. Un periodista catalán ha escrito un libro recopilando cartas y recuerdos de jóvenes que fueron a la guerra y explicaba como los parientes de personas que habían luchado en el bando franquista eran muy reticentes al tema, con razón. Se fue hacia aquel bando por muchos motivos, religiosos, personales o porqué delante de tu casa la FAI mató a un vecino que no tenía culpa, o a tu primo seminarista, quién sabe. 

Yo soy muy indefinida, por eso no firmaría nada que pareciese demasiado contundente. Se habla mucho de libertad pero la libertad cómoda precisa de un cierto anonimato, de ahí el gran valor del voto secreto, meditado y sin presiones. En la escuela sufrí épocas de un cierto estalinismo que pretendía que todo debía votarse a mano alzada y públicamente, en asamblea. Gente que me había dicho una cosa en la intimidad, en la asamblea votaba la contraria, para no significarse. Los partidos políticos con base asamblearia no suelen prosperar. Claro que la democracia interna de los partidos actuales brilla por su ausencia.

Durante las movidas de los indignados se dijo que se trabajaría a favor de mejorar la democracia, de las listas abiertas, pero poca gente habla ahora del tema. Yo quisiera votar pudiendo señalar con crucecitas las personas que me parecen honradas, fiables, sean del partido que sean, vana esperanza. Tenemos elecciones cercanas y desearía que me dejasen reflexionar en paz, sin amenazas sobre un futuro problemático y apocalíptico ni predicciones sobre un mañana idealizado y maravilloso. No va a ser posible. Al menos que no me mareen con manifiestos, estoy harta de ellos y sólo han traído, en general, más mal rollo. Me molesta que en esos textos me digan qué he de hacer, qué debo pensar, qué debo votar y me quieran mentalizar. En general hay muchos poderes, en la luz y en la sombra, que creen que los demás somos tontos y no vemos la realidad. Y no sólo poderes reales y fácticos, en el fondo todos tenemos en el alma nuestro pequeño dictadorcillo que nos susurra que la nuestra es la verdad y que debemos proclamarla y predicarla al vecino para que no se condene.


jueves, 1 de noviembre de 2012

PASADOS COLONIALES




El éxito del libro de María Dueñas, El tiempo entre costuras, quizá consiga interesarnos más en un tema poco tratado literariamente, todavía menos en el cine, ya que recuerdo una sola película sobre esos españoles que vivieron en nuestras modestas colonias africanas.  Palmeras en la nieve es  también una historia colonial, en este caso sucede en Fernando Poo y admito que empecé a leerlo con cierta prevención, no me gusto su inicio, con una despedida amorosa narrada al estilo de la novela rosa antigua, los inicios y los finales de los libros son un peligro para la historia en general. Otro factor que quizás desmotive a los lectores, más bien a las lectoras, pues creo que, en general, las mujeres leemos más ese tipo de historias, es el currículum de la autora, alcaldesa de Benasque por el PP. 

Las filiaciones políticas suelen tener esos peligros, se confunde literatura e ideología, todavía más cuando se trata de nuestros contemporáneos. Vargas Llosa fue adorado mientras era, supuestamente, de izquierdas, pero luego cambió bastante y recuerdo haber escuchado un diálogo entre dos chicos estudiantes, en el metro, comentando que no pensaban leerlo. Me pasó a mi también con Pla, durante años no quise saber nada de él. Hay quién cree, más bien querría creer, que durante el franquismo el país fue una especie de páramo cultural y no quiere entrar a fondo en determinados autores y títulos de la época. Al contrario sucede lo mismo, autores, periodistas, progres, son sacralizados aunque su producción no valga un pito.

Sin embargo se trata en este caso de un libro serio, extenso y trabajado, de una historia familiar interesante y bien documentada, con una bibliografía al final de la novela sobre esa temática tan poco querida por los españoles, en general. Me ha recordado en cierto modo novelas de autores como Vicky Baum, Somerset Maugham, normalmente no apreciadas del todo por cierto elitismo intelectual hasta que a alguien de esa élite se le enciende la lucecita y se da cuenta de todos los valores que no tuvo en cuenta o de la eficacia de escribir libros que se entiendan, con historias de siempre.

Conocemos muy poco de esas colonias hispánicas, de su gente, de su emigración, de su presente. Conocí bastante a una persona de mi edad que había vivido en Guinea de pequeña porque su padre trabajaba allí, en los buenos tiempos y en los tiempos peligrosos de los peligros de la descolonización, las historia de su infancia me fascinaban. Gabás también se sintió fascinada por los relatos familiares sobre aquel mundo. Ya quedan pocos testimonios de todo aquello, de aquellas tierras que en algún momento se convirtieron en provincias y después en otra cosa muy distinta. Sólo quedan por ahí Ceuta y Melilla, casi un anacronismo histórico. Gabás, en la bibliografía que incluye en el libro cita, sin embargo, muchos títulos. Pero han sido, en general, títulos poco promocionados, al menos estas Palmeras en la nieve han tenido una buena distribución editorial y una promoción adecuada. 

Hay otro tema africano todavía más doloroso que conocemos poco, las guerras que desde principios del siglo pasado hasta bien entrados los años veinte consiguieron acabar con gran parte de la pobre juventud que tenía la desgracia de ser quintada y destinada a Marruecos. Afortunadamente un peso pesado de nuestras letras actuales, Lorenzo Silva, ha escrito bastante sobre el tema y no tan sólo novela. 

Puede que los éxitos de Dueñas y Gabás propicien, como suele pasar, una intensificación de la temática, como ha pasado en Catalunya con las colonias textiles, no lo sé. Tenemos todavía una deuda sentimental y moral con aquellas tierras, incluido ese triste Sáhara de nuestro tiempo. No poseemos el pasado colonial de los ingleses, de los alemanes, de los belgas, de los franceses. Casi mejor, así nuestros pecados tampoco pueden ser tan numerosos. Es el primer libro de la autora, que es filóloga, tiene un importante bagaje intelectual y se ha pasado unos cuantos años para terminarlo. El género novelístico exige madurez, tiempo, constancia y conocimientos previos. 

domingo, 14 de octubre de 2012

EN EL PAÍS DE LOS SUEÑOS PERDIDOS





Se hace difícil, en los tiempos que corren mantener la cabeza fría. Hace años soñé que España acabaría siendo una verdadera patria multicultural, todos sus habitantes conocerían a la perfección, además del castellano, ya lengua de fraternidad aprendida libremente, otra lengua, de las tres posibles, al menos de las tres más históricas: euskera, gallego, vasco. Además de tantos prejuicios hoy existe, además, un utilitarismo pragmático muy miope, ¿para qué esforzarse en aprender tonterías, lenguas que hablan cuatro gatos? 

Se resta en lugar de sumar, por pura pereza mental disfrazada de realismo. ¿Cómo es posible que nunca se haya planteado, por ejemplo, que todos los españoles deberíamos tener unas nociones de ese monumento ancestral que es el euskera, de la misma manera que valoramos saber qué se oculta, culturalmente hablando, en una iglesia pre-románica? 

Nada ha sido como soñé. No se pactó la lectura histórica de la variedad, lejanos quedaron los días escolares en los cuales en algunos manuales de lengua se incluían textos en 'las otras lenguas' con su traducción al castellano. Incluso la casposa sección femenina nos enseñaba alguna cancioncita en vasco, en catalán, en gallego y algún baile tradicional de otros lugares hispánicos. Todo eso se ha perdido, hoy sabemos más de América que del resto de nuestro país, estado, nación o lo que sea, pues me da igual, la rosa sería una rosa aunque otro nombre tuviese. No podemos ver las 'otras televisiones regionales' si no tenemos parabólica. Los catalanes no cantamos en gallego ni tampoco al revés, los castellanos no suelen cantar en catalán. Bueno, puede haber alguna persona por ahí interesada por la multiculturalidad pero son pocas y están ocultas.

Amigos de mi barrio se encuentran con incomprensión cuando vuelven a sus pueblos castellanos, extremeños, andaluces. No general, ni de todo el mundo, pero sí lo bastante frecuente como para inquietar, la gente cree más lo que dicen los periódicos, las televisiones que lo que les cuentan los testimonios directos de los hechos. Así es el mundo de hoy, lo dice la tele, bendito sea.

Monica Vitti contaba en una ocasión como en algún periódico publicaron que se había intentado suicidar. Su madre, lógicamente preocupada, le preguntó. Ella lo negó todo pero su madre siempre se quedó con la duda. Lo habían escrito en el periódico, dicho en alguna televisión. No importa que en la calle la convivencia sea normal y que viajando por el Sepharad espriuano encontremos amabilidad, en general. O al revés, que los turistas hispánicos que visitan la Sagrada Familia constaten que se les atiende en su lengua sin problemas. Hay temas, sin embargo, que no se tocan, por si acaso. 

No sé qué pasará. Soy persona de pocas aficiones patrióticas, tengo manía a banderas y escudos, me parece, además, que una lengua es algo imposible de definir, aunque se hagan grandes esfuerzos para ello. Utilizamos latín imperfecto y también el latín debió ser la fijación política obligada de quién sabe que substratos oprimidos anteriores. Nos entendemos hablando despacio con el resto de los hablantes de lenguas románicas pero la ortografía y la normativa elaborada por los mandarines expertos ya intenta que la cosa se diferencie y que se construyan murallas diversas. Al fin y al cabo las lenguas son, o deberían ser, para unir, para entenderse. 

Me temo que es algo consubstancial al ser humano buscar las diferencias que separan. Podríamos establecer un pacto mundial, una sola patria, una nueva lengua para los que han de venir. Pero esa unidad acabaría por volver a romperse, cualquier excusa es buena para la sinrazón, por desgracia. Hay países del este que se entienden hablando pero escriben en alfabetos distintos para diferenciarse. Se decía que una lengua se diferenciaba de un dialecto en el hecho de tener un ejército detrás. Un ejército, una academia de la lengua, una lectura oficial del tema manipulada por los poderes del signo que sean.

Hace años, cuando yo estudiaba magisterio, un profesor comentó que la Unesco estudiaba renovar los manuales de historia para elaborar una nueva lectura del pasado europeo, más objetiva. Vano intento, cada cual quiere mantener sus glorias, sus personajes, sus héroes a la fuerza, sus revoluciones, sus descubrimientos, sus victorias, incluso sus derrotas honoríficas, para reivindicar con orgullo patrio lo que sea. No hay países inocentes ni patrias limpias de sangre pero los libros, ay, los libros, lo arreglan todo. Nadie ha hecho méritos para nacer en un lugar o en otro, a mi no me preguntaron al nacer si quería ser madrileña, sueca, alemana o senegalesa. Por lo tanto, esos orgullos son algo sin demasiado sentido. 

En el caso, hipotético, de conseguir Catalunya, en algún momento, una cierta independencia política, agotado el proceso de buscar una España más abierta y comprensiva, más igualitaria, más permeable, donde los jóvenes circulen con fluidez de un lugar a otro sin resentimientos, cosa que ya sucede en muchos casos sin que se haga bandera de ello, no deberían romperse ningún tipo de lazos. Las fronteras cambian, los países, las naciones, se unen y desunen. Su perfil actual no obedece a la voluntad popular sino a la historia, a la historia del poder. Quizá falte mucho para los esperados Estados Unidos de Europa. O no, quién sabe. Jamás hubiese pensado ver la moneda única, el euro, o la caída rápida del muro de Berlín. El futuro es imprevisible y recurrir al pasado para explicar el presente es un error, la historia, la geografía, han sido también instrumentos de poder política, de adoctrinamiento ideológico. Hay que mirar al presente y un poco al futuro. 

Hace años había en las escuelas colecciones de libros con leyendas de todo el mundo y, también, de toda España. Me pregunto que sabe hoy un joven extremeño de Cataluña, un andaluz, de Valencia, un mallorquín, de Galicia. Podrían montarse concursos de televisión con preguntas peninsulares, tradiciones, ríos, pueblos, ciudades, formas dialectales, bailes, canciones, quizá así mejoraríamos la culturilla. Dejemos a los reyes antiguos, a los descubridores de continentes, a los padres de las patrias, descansar en paz. Su tiempo fue otro tiempo, su mentalidad, otra mentalidad, sus valores, otros valores y no justifican ni explica nuestras aspiraciones actuales que tampoco son del todo libres, lo admito. Nadie está vacunado contra la provocación, contra los lugares comunes, contra la visceralidad. Las diferencias más virulentas son, a menudo, con el pueblo de al lado, con el barrio cercano. A veces, contemplando esos reportajes del mundo dónde sí hay problemas y hambre galopante y explotación indiscriminada pienso aquello que decía mi padre a menudo, viendo como no valorábamos lo suficiente el plato lleno de sopa o la nueva abundancia de los tiempos de mejora, massa tips (demasiado hartos).


viernes, 28 de septiembre de 2012

TODO EL MUNDO ESCRIBE LIBROS, SOBRE TODO, NOVELAS





Una frase de Cicerón, muy repetida, asegura que corren malos tiempos, los hijos no obedecen a los padres y todo el mundo escribe libros. Los hijos llevan ya mucho tiempo sin obedecer, incluso han sido desobedientes en épocas mejores. Respecto a los libros, hay tal exceso en los mostradores de las librerías que ya no es posible separar el grano de la paja.

Yo he escrito bastante y publicado alguna cosa, siempre con grandes dificultades y nula promoción. He escrito casi siempre en catalán, me he traducido algunas cosas al castellano y no puedo negar la gran ilusión que hace contemplar algo que has escrito editado en papel. Creo sinceramente que lo que escribí no estaba mal del todo, lo releo al cabo del tiempo, que dicen que es un gran crítico y al menos no me produce vergüenza retrospectiva.

Hoy se escribe más de lo que se lee, mucho más. Todo es novedad. La síndrome del usar y tirar se ha extendido por todos los campos, también por el musical, por el literario. El tema comercial y el acceso a los medios de comunicación para promocionar un libro ha quedado casi condicionado a tu presencia en esos medios. Ganan premios y venden -algo- los tertulianos habituales, que son ya conocidos de la gente, los cómicos de la legua de la pantallita y pocos más. Nadie comprará lo que no conoce ni ve, más allá del conocido o el pariente. 

La literatura está sacralizada y percibo que la novela, aunque se critique el género, debe tener un gran prestigio todavía puesto que muchos periodistas, políticos, historiadores, presentadores de televisión, gente con cierta popularidad, acaba publicando su novela y consiguiendo una promoción relacionada con el hecho de ser ya popular. Las relaciones cuentan y nadie dejará verde el libro de un amigo, de un conocido. Yo no lo haría. Claro que los escritores que conozco tampoco son demasiado mediáticos.

Si publicas algo en las pocas pequeñas editoriales que se atreven a publicar algo de alguien poco conocido sabes que tendrás que moverte tú para vender, organizar presentaciones, hacerte autobombo en las redes sociales, cosas así, bien poco relacionadas con el valor literario de la obra, aunque eso del valor literario también es muy relativo, subjetivo y relacionado con modas y tendencias. Por cierto, existen editoriales pequeñitas que son verdaderos chiringuitos que alguien ha montado para publicarse él mismo y a los conocidos, o que juegan con la ilusión de los noveles, cobrando de antemano. Hay que tener cuidado con esas pequeñas inversiones. Existen también pequeñas editoriales resistentes y admirables pero a menudo acaban engullidas por los grandes grupos de poder del sector.

Los premios eran un medio de acceder a lo inaccesible pero hoy 'los grandes' están ya dados de antemano a los que venden. Además, realmente alguien se mira con atención los centenares de ejemplares que se presentan a un premio en castellano o las decenas de ejemplares que se presentan a un premio en catalán? Hace años incluso en el tema pedagógico me sucedió algo de este tipo, al intentar, con una compañera, editar un manual  educativo. ¿Tenéis suficientes relaciones en las escuelas para asegurar que tendrá salida?, nos preguntaron. Pues no, no teníamos relaciones y no publicamos.

En el mundo editorial oficial me ha pasado de todo, promesas incumplidas, decirme que un libro era demasiado bueno y largo y que, como una enorme chuleta, no se lo tragarían... en fin. Puede que todavía haya quién crea que la calidad pervive y flota por encima del mundo mediocre de lo promocionado y vendible. Yo lo dudo bastante. Cada vez son más tristes los suplementos culturales y literarios, siempre salen los mismos. Sé de una persona a la cual dieron el pasaporte en un periódico por no haber alabado lo suficiente a un autor de la casa. Con la gente nueva o poco conocida se puede ser cruel pero con esas patums de los medios... cualquiera se atreve. No sucede esto tan sólo en el mundo literario, claro. El clientelismo y el amiguismo funcionan en todas partes y una de las miserias de nuestra sociedad es haber promocionado a los conocidos y parientes por encima de los que valen de verdad. En épocas de vacas flacas el pastel es más pequeño y todo eso se agrava.

Bueno, no quiero parecer, como decía mi madre, el rigor de las desdichas. Tampoco es que a la edad que tengo me preocupe demasiado no ganar el Nobel, ni tan sólo no ganar el Sant Jordi. Pero creo que no debemos continuar engañándonos ni engañando sobre la pureza de la literatura ni sacralizar, como suele hacerse, el libro y la lectura. Se pueden leer muchas cosas infumables, malísimas, bien arropadas con una promoción conveniente y con una cubierta atractiva. Incluso yo he caído en la trampa de comprar alguna birria literaria porque me he creído a un crítico de prestigio que creía objetivo y serio. Claro que para hacer una crítica seria se requeriría tiempo, meditación y libertad absoluta y todos tenemos que comer. 

martes, 11 de septiembre de 2012

EL SKYLAB: FAMILIAS MÁS O MENOS FELICES Y BASTANTE PARECIDAS






Hacía ya tiempo que quería ir a ver El Skylab aun sabiendo que no vería nada del otro mundo. Ha sido ésta una película que ha caído bien a mucha gente como cae bien Julie Delpy, una historia amable de familia extensa que se encuentra con motivo del cumpleaños de la abuela. Los italianos son muy buenos con ese tipo de cosas y, según Delpy ha comentado en alguna entrevista, en la comedia italiana se inspiró, aunque también en su propia biografía. Es, en teoría, un canto a la nostalgia, con sus musiquillas de la época, sus historias de iniciación al sexo y todo eso.

Hace pocos días vi también El amigo de mi hermana. Es una de esas películas americanas que podría ser perfectamente, con algún retoque, europea. Conflictos personales, amor, lesbiana con ganas de ser madre, buen rollo final. Parece que el mundo en crisis siempre tiende a volver hacia la familia, extensa o nuclear, convencional o moderna. Muchos finales complicados se suavizan teniendo un bebé, como pasaba en Todo sobre mi madre o en Solas. Ese Skylab no estaría lejos de Cuéntame si en nuestro caso no se hubiesen recreado en alargar la serie hasta límites excesivos, como suele pasar en televisión.

En la película de Delpy asistimos a la familia del pasado, un pasado de finales de los setenta, contemplado desde un prisma familiar y amable, las familias somos así, discutimos, peleamos, nos decimos de todo, nos agredimos, pero, bueno, al fin y al cabo somos familia y todo vuelve a su cauce cuando toca. Incluso se puede comprender la presencia en el contexto de un tío chiflado, militar sádico, adicto al sexo y potencial violador que está como una chota y que debería permanecer encerrado en un centro de salud mental. Después de las sonrisas, si pensamos un poco, vienen las inquietudes. Sobre todo cuando se evoca la Francia colonial, el militarismo. Se olvida a menudo que lo de Vietnam empezó con los franceses y también se olvida la guerra de Argelia o que el mayo del 68 fue un teatrillo que se salió de madre, iniciado por unos estudiantes elitistas que querían conservar sus privilegios.

Aquí, como tenemos baja la autoestima y, además, sabemos que las familias también pueden acabar matándose de forma brutal, ya que, al fin y al cabo, la guerra civil no está tan lejos, quizá no seríamos capaces de admitir de forma tan condescendiente esos pasados coloniales. Francia tuvo también su guerra civil interior entre colaboracionistas, que eran muchos, y el resto, que eran pocos y, algunos de ellos españoles exiliados. Sin embargo las lecturas amables cuentan las cosas como conviene. Como nos contaron la Reconquista, la Guerra con Napoleón o, en Catalunya, la de Secesión. Las verdades siempre son muy complicadas. Los progres de la película se mueven entre tópicos, los fachas, también. 

Creía que iba a ver una película distraída, para no complicarme la vida, y el fondo oculto de ese Skylab que, por suerte y casualidad, acaba cayendo en Australia, no me ha resultado tan inocente. Incluso me han resultado algo inquietantes esas abuelitas, antiguas musas de la movida francesa de la Nouvelle Vague, Bernardette Lafont y Emmanuelle Riva, la de Hiroshima, mon amour, encantadoras, inofensivas, una de las cuales recuerda con nostalgia, ay, la bonita casa que tenía en Saigón, de la misma manera que el tío chiflado recuerda como podía violar y matar impunemente en sus buenos tiempos y añora aquel trabajo tan creativo como yo añoro de vez en cuando mi aula escolar.

Claro que siempre están las nuevas generaciones, la mayoría de niños y jóvenes parecen también algo tontitos, la moda masculina juvenil de la época, con pelucones, patillas y pantalones de pata de elefante ya se prestaba a esa apariencia. La protagonista, sin embargo, es ciertamente encantadora, aunque comprobemos que se ha convertido con el paso del tiempo en una pesada y algo repelente mamá actual, dispuesta a remover Roma con Santiago para poder jugar a las cartas de familias con sus peques, en el tren. La familia, siempre la familia. Por cierto, el personaje del tío español clama al cielo y exige una protesta en la embajada, ni en las peores películas de Alfredo Landa eran tan lamentables nuestros galanes. Si a eso le añadimos el acento grotesco que le han puesto en la versión original... 










lunes, 27 de agosto de 2012

EN LA CALLE DEL TURCO, LE MATARON A PRIM...










En la calle del turco
Le mataron a Prim
Sentadito en su coche con la guardia civil
Con la guardia civil, con la guardia rural

A las diez de la noche
En paseo real
Cuatro tiros le dieron en mitad del corazón
Cuatro tiros le dieron a boca de cañón

Al pasar por las cortes le dijeron a Prim
Vaya usted con cuidado, que le quieren herir
Si me quieren herir, que me dejen hablar
Para entregar las armas a otro general

Al llegar a la plaza, salió el hijo mayor
¿quién ha sido ese ingrato que a mi padre mató?
¿quién será ese tirano, quién será ese traidor?
¿quién ha sido el infame que a mi padre mató?



Ian Gibson acaba de publicar su primera novela, una novela històrica que ha sido premiada con el Fernando Lara y que se está promocionando actualmente en los medios de comunicación. El tema de Prim ha hecho que el historiador aparcase incluso su anunciada biografía de Buñuel. No la he leído todavía, así que no puedo opinar sobre el libro desde el punto de vista del valor narrativo. No soy aficionada a la novela histórica y además, parece que todo el mundo quiere escribir su novela. En el caso de los historiadores, también, quizás porque los libros de historia no suelen tener la misma divulgación o porqué la ficción permite muchas más libertades, incluso con la historia seria, que un libro académico.

Sin embargo, de momento las entrevistas de promoción a Gibson me parecen muy interesantes, como la que publicaba ayer La Vanguardia, porque inciden en ese siglo XIX tan fascinante, violento y complejo, mal conocido de forma general por jóvenes y adultos. Sin conocer aquella época no podemos entender nuestro presente y así nos va. Muchos aspectos de la guerra civil tienen relación con aspectos de las guerras carlista o de otros acontecimientos anteriores.

Gibson, que manifiesta su admiración por una España llena de culturas ancestrales, que desearía distinta, federal, respetuosa y amante fiel de sus diversidades, incluso capaz de federarse con Portugal, un viejo sueño, no es optimista al respecto, como no lo soy yo misma, que también quisiera creer que eso sería posible. El XIX fue un desastre aunque hubo intentos interesantes, todos ellos marcados por muertes y violencias, las guerras carlistas mencionadas, el cantonalismo de Cartagena, hoy poco o nada conocido. El Cantón de Cartagena generó tragedias y hazañas que de haber sucedido en Catalunya o el País Basco serían hoy mitología nacionalista y fuente de inspiración para tantos iluminados del presente que desprecian cuanto ignoran, igual que la Castilla de Machado. Los afanes cantonalistas murcianos desestabilizan la creencia en la única existencia de nacionalidades históricas en la península.

Prim fue un personaje singular, hoy poco conocido, aunque hace años se publicó una exhaustiva biografía suya. Fue popular, apreciado y admirado por el pueblo, pero con sus luces y sombras. Quería también una España distinta, moderna y avanzada, con una monarquía constitucional que no fuese borbónica, evidentemente, a causa de las malas experiencias con los últimos representantes de la familia. La búsqueda de rey generó conflictos internacionales. Estuvo a punto de conseguir su objetivo pero las fuerzas oscuras del inmovilismo acabaron con él, en un atentado que se cantó durante años en los corros infantiles y que yo había escuchado todavía tararear a mi madre, el de la calle del Turco,  nunca aclarado del todo y sobre el cual quizá la novela de Gibson extienda alguna lucecita más. Las fuerzas integristas y conservadoras pero también la inestabilidad generalizada, la poca unidad, la miopía de unos y otros, contribuyeron a eliminar el posibilismo que preconizaba el militar.

Hubo que recurrir finalmente a los borbones, a un Borbón con una madre singular, un padre dudoso y un abuelo pintoresco, chiflado y cruel, Alfonso XII, que protagonizo una breve época de estabilidad, con la gente cansada ya de violencias y de intentos políticos diversos. En el siglo XX hubo que hacer más o menos lo mismo, en una época cansada de lo anterior, tragar con lo posible y seguir viviendo. Parece que la humanidad sólo se sienta a negociar y aceptar unos mínimos después de las grandes tragedias, no sólo pasan estas cosas en España, aunque a veces tengamos complejo de inferioridad. La geoestrategia también pesa, como pesó después de la segunda guerra mundial, cuando nos dejaron aislados y olvidados mientras los vecinos recuperaban sus democracias más o menos convencionales.

Prim es un personaje incómodo, un catalán de Reus, implicado en lo español, como Cambó. Por eso inspira cierta prevención a la hora de biografiarlo o entrar a fondo en una historia muy distinta de la oficial. Incómodo para unos, para otros y para el resto. Gibson, por cierto, se interesó por el tema a partir de una visita a la tumba de Robert Boyd, un  joven idealista inglés que luchó y murió con Torrijos, quizá el pelirrojo que puede verse en el famoso cuadro del fusilamiento. Tantas muertes para nada, por desgracia, y así sigue el mundo.

Prim fue también el responsable de algún bombardeo sobre Barcelona, a causa de la revuelta de la Jamància, aunque a menudo sólo se habla de la responsabilidad de Espartero, otro gran militar popular de la época, cosa que ha hecho que la calle Duc de la Victoria haya quedado reducida, para evitar suspicacias, a la calle del Duc, un poco como ha pasado con el Mirador de l'alcalde, para que no se recuerde que el alcalde era Porcioles. De momento la Rambla de Prim conserva su nombre y nadie, que yo sepa, ha ido a pintarrajear o destruir en estos tiempos su estatua ecuestre, que preside la entrada del Parque de la Ciudadela, por cierto, una copia de la original, destruida en 1936, copia realizada de forma bastante fiel por Marés, a finales de los años cuarenta. En Reus, su ciudad natal, también tiene monumento y respeto generalizado. Ya veremos, cosas más raras se han visto en estos últimos años. Ya digo yo que la historia es complicada y contradictoria.

El pobre general Prim, además de la novela, ha estado también de actualidad recientemente a causa del estudio de sus restos, de su pobre momia, que hemos tenido el dudoso placer de contemplar. Ignoro para qué sirven ese tipo de estudios pero preferiría que dejasen a los difuntos en paz, lo mismo que a Pere el Gran. Parece que eso de abrir sepulcros es una afición compartida por devotos de santificaciones, revolucionarios profanadores e historiadores curiosos y algo necrófilos. Prefiero quedarme con las imágenes idealizadas de Gispert que no con la tétrica visión de esas momias lamentables. En todo caso, no hace falta que nos pasen su estudio por televisión con tanto detalle.

Gibson ha tenido grandes dificultades para investigar el tema del asesinato de Prim, el sumario estaba hecho un asco, mal conservado, incompleto, como deben estar tantas cosas importantes que nadie reivindica. Admite que le ha costado mucho más investigar este crimen que el que se cometió durante la guerra civil con García Lorca. En todo caso el tema de la novela de Gibson debiera servir de motivación para acercarnos a esa época no tan lejana y a sus personajes fascinantes, otro de los cuales fue también catalán, el federalista Pi i Margall, de cuyo nombre e ideas poca gente quiere acordarse ni mucho menos reivindicar. 

Gispert, el pintor de este cuadro y del del rey Amadeo ante el féretro de Prim fue un interesante artista valenciano que murió en París. Levante ha generado grandes pintores, muchos de los cuales son todavía, en general, poco conocidos y, en la actualidad, poco valorados. Hoy los modernillos miran con prevención y cierto desprecio esa pintura entrañable, con la cual conformamos nuestro imaginario histórico, tan reproducida en láminas, libros de texto y cromos de los chocolates. Durante el siglo XIX tuvo una gran importancia. 

Ayer mismo compre en Sant Antoni una vieja guía comercial de Barcelona, un facsímil, en el cual vienen todos los profesionales de la ciudad a mediados de ese siglo XIX y los pintores sólo se dividen en dos grupos, los de brocha y los históricos. Se aprende más historia contemplando estas obras de arte y buscando referencias sobre ellas y sobre las escenas y personajes que se representan que no en nuestras escuelas y universidades de hoy, tan mezquinas y limitadas en muchos aspectos y que suelen recurrir a tópicos y a mitologías bastante restrictivas. La historia es complicada, poliédrica, como las personas, pero entrar a fondo en esa complejidad pide incluso valentía, la valentía de poder admitir, si hace falta, que nada es como nos gustaría que fuese o hubiese sido. Otra cosa es pensar en cómo queremos el futuro pero para eso no hace maldita falta recurrir a pasados gloriosos para justificar nuestros deseos. En todo caso, mejor mirar hacia Pi i Margall que no hacia el Cid o hacia los almogávares.