viernes, 19 de junio de 2015

NAPOLEONADAS, VANIDADES Y GLORIOSAS DERROTAS

La vanidad es la base de toda revolución, la libertad no es más que un pretexto (Napoleón)

Napoleón es un personaje mítico, como Julio César y tantos otros, y además incluso bien tratado por la posteridad. De todos los hombres que han contribuido a la mortaldad masiva de gran parte de la humanidad unos tienen buena prensa y otros no. Se perdonan las barbaridades cuando se hacen en nombre de ideas supuestamente progresistas, de esas que se consideran de izquierdas aunque sobre el tema habría mucho a comentar.

Napoleón, además, era francés y había sido revolucionario. Francia ha tenido una gran habilidad para fagocitarlo todo en provecho propio y de su mitología cultural, supongo que todos los países-estado pretenden hacer lo mismo pero no siempre el éxito y la suerte los acompañan. Hace pocos días leí en la prensa que el gobierno francés protestaba de la próxima emisión de una moneda belga que conmemoraba el resultado de la batalla de Waterloo. Waterloo ha sido transformada por la historia oficial francesa en gloriosa derrota. Hace ya doscientos años de la batalla y se han organizado unos fastos algo ridículos, con parafernalias diversas, jefes de estado elegantes y disfraces absurdos, para conmemorar tantas muertes. Si con aquello hubiesen acabado los enfrentamientos entre europeos la cosa tendría sentido pero considerando que luego vinieron tragedias peores la cosa más bien tiene un cierto aire de carnaval inquietante.

Resultat d'imatges de doscientos años waterloo

La revolución americana fue más efectiva que la francesa, algo menos sangrienta y sus principios se los copiaron nuestros vecinos sin casi ninguna referencia a los derechos de autor però la Revolución siempre fue la francesa, al menos hasta que llegó lo de Octubre. A Napoleón se le subió la grandeur a la cabeza y quiso exportar el invento francés sin darse cuenta de qué nadie quiere que lo modernicen a la fuerza, cosa que deberíamos tener en cuenta en la actualidad. Tropezó en España, un país que era mirado de arriba a abajo por el resto de Europa, ya algo al margen de las potencias efectivas que dibujaban los mapas europeos. Quizás fue una lástima aquello, mirado en perspectiva, porque José Bonaparte no era un borracho sinó un señor inteligente, dicen que incluso más que su hermano,  y hubiese podido iniciar una dinastía nueva y progresista, incluso más allá de Waterloo y Napoleón, como hizo Bernardotte en Suecia. Pero elucubrar con posibilidades pretéritas es absurdo y no sirve para nada, ni a nivel individual ni colectivo.

Lo que puedo haber sido y no fue, no fue, y además es imposible de imaginar. Los franceses soñaron de nuevo en grandezas y propiciaron aquello del Segundo Imperio e incluso empujaron a Napoleon III a una guerra que le costó el trono con una excusa española, por cierto. Por lo menos él y su esposa, nuestra Eugenia de Montijo, que pena pena, después de perder de forma trágica a su único hijo pudieron retirarse a la plácida Inglaterra en la cual quizás coincidieran con el tigre del Maestrazgo, convertido en señor de posibles y casado muy bien, con una heredera del país. Las guerras carlistas todavía están por estudiar a fondo y de forma desacomplejada.

Francia consiguió, de forma brutal y expeditiva, eliminar eso de los regionalismos y aspiraciones secesionistas diversas, con una escuela efectiva y unitaria, enviando los jóvenes brillantes a la capital y a los no tan brillantes a la guerra. Es impresionante comprobar en esos grandes monumentos de nuestros vecinos la inmensa cantidad de jóvenes bretones, catalanes, corsos, muertos por la patria francesa en aquella carnicería que fue la Primera Guerra Mundial. En España el siglo XIX fue lamentable para nuestro país, que había entrado en ese siglo con buenas perspectivas después de Carlos III, el ilustrado.

Hace algún tiempo escuché al ya desaparecido escritor José Luis Sampedro comentar con ironía lo ridículo del dictador Franco y hacer una especie de comparación con Napoléon, el cual, según él, tenía cierta grandeza. Es cierto que nuestros dictadores y políticos parecen salidos de una mala zarzuela pero Franco tuvo, quizás por desgracia, la suerte de los espabilados, murió de viejo, los sobrevivió a todos. Bueno, Mao y Stalin también fallecieron de muerte natural. Napoleón acabó en Santa Elena y murió de cáncer aunque la leyenda haya escrito a menudo sobre venenos y otras posibilidades. Yo, a Napoleón ya no le veo ninguna grandeza. 

No creo en países buenos y malos. La suerte, el clima, el azar, el contexto internacional, incluso aspectos aparentemente banales contribuyen a marcar el destino de los pueblos, de los estados, a delimitar fronteras siempre artificiales por las cuales, ay, muere la gente, y no siempre por el capricho de los que mandan, la especie humana también tiene una tendencia general y transversal a la autodestrucción, que resucita de vez en cuando en un lugar o en otro, de forma individual o colectiva.

Se supone que la cultura, la lectura y todo eso mejoran a la gente. Eso es una visión elitista, hay y ha habido gente culta malísima y analfabetos que nunca matarían una mosca si no es en defensa propia o de sus crías. El aristócrata Villalonga, en una ocasión, hablando sobre la guerra civil hizo un comentario de ese tipo, según él era comprensible que un paleto degollase a un cura pero que un caballero español leído y culto matase unos cuantos de forma brutal era más inexplicable. Para mi tan inexplicable es una cosa cómo la otra, la verdad. Y lo cierto es que las guerras demuestran lo peor de la gente, a todos los niveles sociales, económicos y culturales, pero también lo mejor, personas, cultas o incultas, ricas o pobres, que se arriesgan por defender a sus contrarios, cosas así. Se ha escrito algún libro sobre esos héroes de los dos bandos pero han tenido menos éxito que las listas de barbaridades y tragedias con buenos y malos claros y etiquetados.

Napoleón admitió en una célebre, terrible y repetida frase que las revoluciones se hacían por vanidad. Desde hace tiempo, en un contexto menos sangriento, creo que, en general, la política se hace por vanidad y que se buscan excusas diversas, el bien del pueblo, la democracia, la unidad de la patria, la diversidad de la patria, el nacionalismo, los valores que sean, para justificar tanta vanidad. Los no vanidosos duran, en política y en lo que sea, dos días. Tener en cuenta esa realidad nos puede ahorrar muchos disgustos y explica un montón de hechos que parecen inexplicables.


viernes, 5 de junio de 2015

EL SUR MÍTICO Y EL NORTE HOSTIL



La televisión nos está ofreciendo un largo y admirable ciclo sobre el cine español pero que no escapa a uno de los problemas de nuestro tiempo, la acumulación.  Demasiadas películas en pocos días castigan el producto, a mi entender e incluso ya se ha comentado que esos espacios tienen poca audiencia, las malditas audiencias presuponen que todo se calcula a lo grande y que la bondad de un producto va ligado al número de consumidores. 

Ya sé que en la actualidad una se puede grabar lo que sea, volverlo a ver cuando le parezca y todo eso, pero hay algo indefinible que nos hace valorar más las cosas cuando se nos ofrecen en dosis controladas y digeribles. Algunos canales recuperan en ocasiones miniseries de cuatro o más horas, pensadas para emitirse en capítulos semanales y que se passan seguidas, de arriba a abajo, en alguna larga tarde de sábado, cosa que las frivoliza aunque sean interesantes.

Hace tiempo comentaba con algunas personas que tengo películas en DVD que no me miro nunca y que, en cambio, vuelvo a mirar cuando las pasan por televisión. Me sorprendió combrobar que no era yo sola quién hacía eso, sinó que resulta bastante corriente. No sé el motivo, quizás hay algo misterioso que nos hace apetecible aquello que se supone que compartimos, cosa que explicaría el hecho de qué a veces se generen colas para contemplar cuadros de un pintor que tenemos olvidado en el museo local.
Resultat d'imatges de Víctor erice
Ayer pasaban por televisión ese monumento que es El Sur. Víctor Erice es un director inclasificable, que ha hecho muchas cosas poco conocidas y muy interesantes. Sin embargo el público normalito nos quedaremos siempre con El espíritu de la colmena y El Sur, con esas imágenes que recordamos incluso fuera de contexto y que forman parte de nuestro imaginario sentimental. Erice estuvo casado con otro personaje inclasificable, la escritora Adelaida García Morales, que tuvo un éxito brillante y efímero con ese relato y con El laberinto de las sirenas. Siguió escribiendo pero no fue lo mismo y en nuestro país, como cuenta con ironía Fernán Gómez en sus memorias, nunca eres famoso del todo, siempre has de estar renovando tus credenciales artísticas. 
García Morales se retiró a las Alpujarras y murió de forma todavía algo prematura, ya que hoy queremos creer que morir antes de los ochenta es morir joven. Falleció en septiembre de 2014 y su muerte la recogió la prensa de forma algo mezquina, ignoro si la gente joven de hoy, en general, sabe quién fue aunque El laberinto de las sirenas fue un libro obligado en algunos institutos como lectura de bachillerato, cosa que quizás lo perjudicó porque está lleno de referencias culturales muy elaboradas y para todo hace falta una cierta madurez aunque probablemente sirvió de semilla en algunas almas sensibles y precoces.


Parece que hubo un proyecto para llevar al cine El laberinto de las sirenas como hubo otro para filmar la segunda parte de El Sur. También hubo el proyecto de qué fuera Erice el director de El embrujo de Shangai pero acabó en manos de otro director que no fue capaz de extraer del libro de Marsé toda la magia posible. Hace poco comentaba que Delibes había tenido suerte con las adaptaciones de sus libros al cine, a Marsé le ha sucedido lo contrario.

El universo de los proyectos fallidos es muy interesante, casi tanto como el de los amores imposibles. El sur, la película, es mucho más que una historia ambigua y llena de nostalgias, es un libro de poesía visual en donde no sobra ni falta nada. Cada una de sus imágenes nos podría inspirar otras historias, poemas, pintura, dibujos, música. Todos los actores están muy bien pero resulta imposible no admirar a una Rafaela Aparicio en estado de gracia,  una de esas actrices de raza, a menudo mal entendidas y mal aprovechadas, condicionadas por su apariencia física.

Vimos a menudo fotos de Adelaida García Morales de joven, en el tiempo de sus éxitos literarios, aunque siempre fue persona discreta. Era una mujer muy bella, misteriosa, poco convencional. De mayor ya no la vimos tanto, seguía siendo hermosa y misteriosa pero nuestra sociedad no aprecia la belleza de la madurez, de la vejez, todavía menos si la gente engorda, las mujeres lo tienen peor que los hombres y muchas actrices y cantantes siguen el camino absurdo de los retoques y las dietas hasta quedar reducidas a momias. 

Una de esas personas que salen por la tele a hablar de tonterías comentaba en una ocasión que antes las damas preferían estar gorditas y tener menos arrugas, y que ahora prefieren estar delgadas y elegantes aunque tengan más repliegues.  Las mujeres se han liberado en teoría pero siguen, en gran parte, sujetas a modas absurdas como esos zapatos con talones imposibles e incómodos que limitan el movimiento o esos temas de estética tonta, siempre surgen nuevos corses con los cuales controlarnos y, encima, los encontramos bonitos.
El sur, aunque no tienen nada que ver, me evocó una película algo anterior en el tiempo de la cual también tengo hermosos recuerdos, Los días del pasado, de Mario Camus, lo mejor que hizo Marisol en ese papel de maestra andaluza perdida por un norte hostil para recuperar lo irrecuperable, la ilusión, personificada por ese fugitivo castigado por la guerra civil y que todavía quiere seguir luchando, interpretado por Gades, entonces pareja de la actriz. Dicen que la memoria es el mejor crítico aunque yo creo que también es un crítico subjetivo, extraño, a veces incluso injusto. 

Las películas, como los libros, van ligadas al momento vital en el cual las contemplamos, al lugar dónde las vimos, a las personas que nos acompañaban entonces. Por eso las relecturas, a veces, decepcionan. Sin embargo ayer comprobé que la película de Erice conserva, aumentada incluso, toda su magia. Y eso que ver una película por la tele no tiene nada que ver con disfrutarla en una sala convencional, cómoda, llena de gente, en pantalla grande.

Hay mucha literatura relacionada con los puntos cardinales, existe una filosofía para cada uno de ellos, una poesía del norte, del sur, del este y del oeste. A veces mitificamos alguno de ellos, el más desconocido para nosotros y queremos creer que un cambio de rumbo hará variar nuestra suerte, sin embargo la rosa de los vientos está en el interior de nuestras frágiles almas soñadoras.