domingo, 26 de junio de 2011

El año del escritor gallego que editó en castellano en Barcelona


Este año se celebra en Galicia el Año Cunqueiro. Hará en diciembre cien años del nacimiento de este autor singular y original, todo un personaje, treinta hizo en febrero de su muerte. Escribió muy bien en gallego y castellano, tenía muchos amigos catalanes, editó gran parte de su obra en castellano en Barcelona e incluso escribió, dedicado a su amigo Tomás Garcés, algún poema en catalán.

Formaba parte del círculo de intelectuales que salían habitualmente en las páginas de la revista Destino, que compraba mi abuelo los sábados y que olía profundamente a papel y tinta de entonces. Los cambios sociales de los sesenta valoraban más el realismo social que aquella literatura singular, realista y fantástica a la vez, que hacían autores como Cunqueiro o Perucho. Sin embargo, cuando de hispanoamérica nos empezó a llegar magia lejana la cosa cambió. 

Hoy Cunqueiro es muy valorado en Galicia. Perucho también lo es en Cataluña. Los dos escribieron, y muy bien, en castellano y en su lengua propia. Ciertos sectores también los condenaron a un cierto olvido al identificarlos con la culturilla del tiempo oscuro y con el franquismo. El franquismo fue largo y complejo y no resultó, incluso a pesar de Franco, ningún páramo cultural, más bien al contrario, aunque determinades expresiones culturales y las lenguas no oficiales quedasen reducidas a ámbitos limitados y resistentes. Todos no eran malos. No creo, sin embargo, que esos dos autores sean demasiado conocidos hoy en la España que habla sólo en castellano.

Tengo la sensación de que en eso de las lenguas peninsulares y su conocimiento y valoración hemos empeorado bastante, así como en el conocimiento mutuo de tantas otras cosas. Soñaba yo hace años en un mundo hispánico de respeto y admiración entre la gente, de amor, admiración, curiosidad e interés hacia todas las lenguas y formas dialectales de la península, de escolares itinerantes, ávidos de conocer todos los rincones de eso que entonces se llamaban regiones y hoy son autonomías y quién sabe qué serán en el futuro. El españolismo rancio, que puede ser de derechas o de izquierdas, resucitó triunfante para desesperación de los moderados desacomplejados, quizá jamás había muerto. Sólo el futbol parece unirnos de vez en cuando en sus selecciones nacionales y sus triunfos sonados. Soñé también en un mundo hispánico en el que fuese habitual que cualquier habitante del país conociera a la perfección una o dos de las tres  lenguas no castellanas. Un mundo en el cual las leyendas y tradiciones asturianas o manchegas fuesen valoradas y contadas en Galicia, en Andalucía, en Cataluña. Y a la recíproca. A veces casi añoro el espíritu 'bueno' de aquello de los Coros y danzas.

Eso de las lenguas y los dialectos es una convención arbitraria. Sin embargo seguimos moviéndonos dentro de corses reduccionistas. Los indepentismos crecen, son una reacción a un centralismo miope y a la defensiva. Afortunadamente, la vida de la gente, en la calle, es mucho más amable que la percepción que difunden determinados políticos o determinadas televisiones y radios lamentables y apocalípticas, además de directamente horteras. Para aumentar el conocimiento las televisiones autonómicas deberían poderse contemplar con facilidad en todas partes. Parece que cada cual ha ido defendiendo lo suyo, cosa que está muy bien si al mismo tiempo se tiene el mismo interés por conocer lo otro.

Tuve yo en la escuela, hace años, en la biblioteca, una magnífica colección de libros con leyendas de toda España, contadas a los niños, una delicia de libros y luego, al cabo de los años, los vi amontonados en una feria, casi de regalo. Cierto que los libros pierden peso y que todo se puede encontrar en internet, pero me pareció aquello un símbolo del futuro que nos esperaba. El mundo se globaliza y el individualismo se acentúa. Me sabe mal que acabes teniendo que ser de unos o de otros, cuando lo mejor es no ser de nada o ser de todo. Si al menos el año de Álvaro Cunqueiro sirviese para hacernos leer a todos su obra en castellano, pero también en gallego. Incluso sus dos o tres poemas en catalán, en versión original...

Si es que yo creo que todos los derivados del latín, lengua que, al fin y al cabo también se nos impuso, se entienden hablando un poco despacito o leyendo con atención positiva y buena voluntad. En el fondo, por encima de las leyes, todo es cuestión de buena voluntad. Al paso que vamos cualquier día nos tenemos que entender en inglés para evitar reticencias.


La televisión, tan criticada, tiene cosas excelentes, como la serie Imprescindibles, que dedicó su último programa a Álvaro Cunqueiro. Sin embargo la televisión mayoritaria va por otros caminos. Qué diferente es todo de aquellos tiempos de dos canales, en los cuales todo el mundo veía y comentaba los excelentes A fondo del señor Soler Serrano quien, por cierto, también dedicó a Cunqueiro una de sus magníficas entrevistas... A veces, aunque no se quiera, se acaba siendo nostálgica por imperativo moral.



Pau Casals en Prada

No medio do dourado retablo
o xigantesco San Pedro inclínase pra diante
e eu sei o porqué:
porque do cello de Casals saíu
unha frase que se volveu bolboreta
e Pedro séguelle o voo por saber
en que vide ou roseira de que columna
vai a pousarse.
—O bosque do retablo en abril florece
e en outono deita follas secas.
Co arco Pau Casals vainas apartando
as que se pousan nas cordas do seu cello.


Álvaro Cunqueiro

jueves, 9 de junio de 2011

Final del largo viaje de Jorge Semprún





Imaginaba que estos días en muchos blogs se hablaría bastante de Jorge Semprún, però no ha sido así, aunque me he tropezado con reflexiones interesantes sobre su persona. La razón principal creo que responde a una cuestión generacional, mucha gente de mi edad utilitza poco internet y Semprún pertenecía a un imaginario colectivo algo lejano para los más jóvenes.

No sé la razón pero siempre pensé que no tenía tantos años. Había eternizado una cierta imagen de señor maduro y de buen ver, muy distinta de la que tenía de joven. Llegamos a Semprún, los sesentones de hoy, a través de revistas como Triunfo y otras, revistas magníficas que marcaron el tiempo del tardofranquismo y la transición.

No eran aquellas épocas de grandes viajes para los modestos, pero desde Catalunya no era difícil viajar a Perpiñán, a Ceret, para ver cine prohibido, por motivos políticos o sexuales. Se aprovechaba el viaja para ver un poco de todo. Y es que Semprún fue un prolífico guionista comprometido. Vimos a su alter ego, Ives Montand, en aquella historia algo decadente que era La guerre est finie. Hoy aquellas películas parecen excesivamente discursivas, su valor quizá sea más histórico y político que cinéfilo.

Semprún ha sido uno de los últimos intelectuales, fruto de su tiempo, con luces, sombras y misterios biográficos. Argumentava que para él mismo también su propia persona era un misterio. Lo sedujo el comunismo sólido y despiadado de la época, en un tiempo en el cual, de jóvenes, no habíamos percibido del todo que no era lo mismo ser antifranquista que demócrata. Abandonó el partido, se centró en la literatura, en gran parte de la cual convirtió en ficción su propia vida. El tiempo es un gran crítico y valorará la cuestión desde un punto de vista más objectivo y literario.

Francés, español, decía que su patria era la literatura. Eso de las patrias y las filiaciones produce muchos problemas a los dogmáticos. Felipe González hizo con él un fichaje estrella en cultura que no gustó a todo el mundo, de hecho vivía en Francia y seguro que en España había candidatos al cargo con bastantes méritos. Tuvo sus problemillas con Guerra, un aspirante eterno a intelectual del partido, duró poco en política como suele pasar con las personas brillantes en un contexto en el cual sobreviven y medran los mediocres espavilados, hàbiles en las intrigas habituales. El expresidente Pujol evocava ayer su sensibilidad ante el tema catalán.

Tuvo premios, reconocimientos. Estos días se leerán y escucharan los panegíricos habituals en estos casos. Fue el caso típico de chico de muy buena familia evolucionando a guía espiritual de las izquierdas, nadie le quita el mérito, aunque quizá maquillase su tragedia personal en el campo de exterminio. Nada que decir, era joven y los tiempos, terribles. Creo que con él muere toda una época que ya quizá ni tan sólo existía. Una época de universidades muy minoritarias, de sueños franceses y ansias de libertad política y personal. Los sueños y las admiraciones excesivas producen desencantos que hay que superar para madurar. Hoy no existe ese tipo de intelectual, todo ha cambiado. Se lamenta la decadencia de las humanidades pero la educación llega a todos los rincones y la permeabilidad social es importante. También ha mejorado la situación de la mujer, una mujer que Semprún no acabó de entender en su obra literaria y cinematográfica, cosa que se le recriminó acusándole de una cierta misoginia subliminal.

Descanse en paz.