domingo, 14 de julio de 2013

EFEMÉRIDES HISTÓRICAS




Hoy es el aniversario de la Toma de la Bastilla, fiesta nacional francesa, que se celebrará con la parafernalia habitual de esas efemérides patrióticas que me producen repelús. La Revolución Francesa se ha mitificado gracias a la habilidad francesa para releer la historia a la medida de lo que conviene a eso que llaman chauvinismo. Todos los estados o todos los territorios con aspiraciones de llegar a ser estados hacen lo mismo pero algunos tienen más gracia y más habilidad que otros. Admiramos sin fisuras la democracia francesa en épocas grises, sin tener en cuenta sus debilidades. 

Por lo que respecta a Catalunya, se hacia poca crítica sobre la habilidad de los vecinos en eliminar las diferencias interiores, que tuvieron mucha. Aquí, en el Sepharad de Espriu, todo se ha hecho siempre con una sabata i una espardenya, o sea, a medias y de forma poco eficaz. Un cierto grado de inoperancia estatal permite a veces respirar incluso, todo es matizable. Madame Rolland, ante la guillotina, certificó que en nombre de la libertad se cometían todo tipo de barbaridades pero no aprendemos de esas individualidades sino que hay más interés en mitificar la lucha de las masas atacando una cárcel que estaba a punto de derruirse y en la cual había cuatro desgraciados, incluso alguno de noble.

Ayer hizo años también del asesinato de Miguel Ángel Blanco, que despertó grandes protestas masivas y unitarias para, después, ser manipulado por unos y otros. Los mártires tienen una gran utilidad para los poderes de todo tipo, oficiales y no oficiales, aunque sean mártires a la fuerza. Dicen que vale más un perro vivo que un león muerto pero eso lo dice el pueblo llano y vulgar, práctico. Los líderes dicen que vale más morir de pie que vivir de rodillas aunque muchas veces ellos acaben viviendo bien, ni que sea en un exilio dorado, y muriendo de viejos.

Si yo tuviese poder pedagógico, cosa imposible, suprimiría de todos los calendarios las fiestas y fiestecitas ligadas a la historia del pasado, esas proclives a desfiles, banderas, ofrendas florales, antorchas encendidas y consignas diversas. Todo es mentira pero parece que necesitamos ese tipo de cosas y andar por ahí en procesión, por el motivo que sea. Las procesiones, religiosas o laicas, ni consiguen que llueva ni que se detenga una guerra, pero dan brillantez a los que mandan y parece que los justifican. Como las audiencias televisivas, no valen para nada serio, no responden a la calidad del producto. Cuando sale alguna de esas patums televisivas manifestando que su programa tuvo una cuota de pantalla masiva el día anterior, tiemblo. Los enemigos del pueblo, gente lúcida y sacrificada por todas partes, suelen estar en minoría y la cualidad y la cantidad, aunque alguna vez coincidan, generalmente se encuentran separadas y distantes.

Hoy hace también veinte años de la muerte del cantautor Léo Ferré, uno de los grandes. La imitación de aquel tipo de canción, en el contexto de la admiración por la cultura francesa, produjo el movimiento de la Nova Cançó en Catalunya pero también muchos buenos cantantes en castellano. La Nova Cançó, como tantas cosas, murió con la transición. Uno de los peligros de envejecer es que llega un momento en el cual te parece que ya no eres parte activa del mundo, sinó que lo miras desde la distancia del televisor o desde la ventana de la sala de estar. Lennon, un personaje mitificado en exceso, creo que dijo que la vida es aquello que pasa mientras haces otras cosas. O mientras no haces nada. O mientras crees que haces algo que sirve para algo pero que no sirve para nada.

Brassens, otro cantante francés magnífico, con sus propias sombras vitales, cantaba:

Le jour du Quatorze Juillet 
Je reste dans mon lit douillet. 
La musique qui marche au pas, 
Cela ne me regarde pas

La estrofa se tradujo en castellano en la fiesta nacional/yo me quedo en la cama igual. En catalán la traduje yo, más o menos así: durant l'onze de setembre/ jo romanc en el meu llit sempre... Corren malos tiempos para el escepticismo épico y la tibieza patriótica, por cierto. Ai, que patirem.