lunes, 20 de julio de 2009

Veranos y músicas


El verano siempre me ha provocado un sabor agridulce. De pequeña viví muy mal eso de no tener pueblo, ya que muchas compañeras de escuela iban de vacaciones a pueblos lejanos, en abarrotados trenes o en coches de línea baratos, eran generalmente los pueblos donde vivían todavía sus abuelos. La ciudad, con menos turismo que ahora, quedaba solitaria y aburridísima. En alguna ocasión íbamos unos días a visitar a algun pariente y poca cosa más. Y algún domingo por la tarde, a la Barceloneta, en tranvía jardinera a los baños, como decían entonces. Recuerdo que en una ocasión, en la escuela, hace muchos años, un alumno de diez o once años me preguntó de dónde era yo.
-De Barcelona -le contesté.
-¿Y tu marido? -insistió.
-De cerca de Barcelona...
-Pues... ¿a dónde vas de vacaciones, en verano? -exclamó, sorprendido.

Hoy casi todo el mundo veranea, poco o mucho. Hay además un gran número de actividades de colonias o centros diversos para niños y niñas, piscinas, mejores playas y las posibilidades econòmicas han aumentado mucho pero, durante años, un recurso habitual era irse al pueblo de vacaciones. Es lo que hacen hoy, aunque les cueste un esfuerzo, muchos magrebís. Hay quien ha establecido con el pueblo familiar lazos sólidos y allí reencuentra amigos en verano y continua con el viaje tradicional de su infancia, pero también hay quien quedó harto de pueblo y no quiere verlo más ni en pintura.

El verano tiene una cara alegre, pero también una cara nostàlgica. Se paran las actividades habituales, los amigos se van aquí y allá, todo cambia, el calor molesta y según a dónde vas a parar te encuentras con un número excesivo de gente veraneando. El verano va ligado también a su música propia, hortera y pachanguera, entrañable. Hay un tipo de canción del verano romántica, nostálgica y evocadora, con canciones como La mer, Sapore di sale o La plage, que suelen hablar de amores de playa efímeros y algo tristes. Y después existen las canciones de juerga y fiesta, como el repertorio emblemático del gran Georgie Dann, cantante que ha ido reinventado sus looks y que ha envejecido sin perder su aparente inocencia, su aspecto juvenil, algo amojamado, y su eterna sonrisa. Georgie Dann ha sido parodiado, imitado, ridiculizado pero supongo que le da lo mismo o que incluso le halaga el hecho de ser ya eso que llaman un icono. Hace poco, buscando por el inefable youtube de nuestros tiempos me he encontrado con un espacio televisivo donde se burlaban del reciente pacto de finaciación catalán, entrevistando a un supuesto Georgie Dann con pelucón, unos gags malísimos. No me molesta ningún tipo de humor si es inteligente, aunque se metan con mis esencias más profundas y sagradas, pero cuando se hacen chistes malos siento una gran tentación de fusilar a los responsables. El humor es difícil y quema pronto a los que lo practican profesionalmente, ya mi abuelo decía que era mucho más fácil en teatro hacer llorar que hacer reir.

Con todos sus defectos, la musiquilla georgiedanera me trae recuerdos muy precisos de mi vida. Quizá no recuerde qué hacía mientras el hombre llegaba a la Luna o cuando asesinaron a Kennedy, pero sí que recuerdo instantes maravillosos con mi bebé en brazós, bailando en una noche de cámping, mami que será lo que quiere el negro... O sueños adolescentes al ritmo del pijama. O verbenas inefables y románticas con el bimbó de por medio. Y un festival magnífico de la escuela, con un grupo de niños y niñas que nos ofrecieron una coreografía impresionante de la macumba. Y a mis hijos, adolescentes, bromeando, disfrazados, bailando el chiringuito o la barbacoa.

Quisiera que mis referentes culturales fuesen más cultos y selectos, pero son los que son. Esas canciones del verano común nos hermanan y acercan mucho más que cualquier arenga política compartida. Letras que todo el mundo sabe y corea, en instantes alegres que no volverán, en noches de veranos de ayer y de hoy. Así es la vida.


sábado, 11 de julio de 2009

Carles Riba, cincuenta años después



A través de un blog amigo he sabido que mañana, domingo, doce de julio, se cumplirán cincuenta años de la muerte de Carles Riba. También en aquel lejano 1959 el día doce de julio era un domingo. Riba fue un gran intelectual, profesor, traductor de los clásicos, poeta, y figura aglutinadora en tiempos difíciles para la lengua y la cultura catalanas. Fue de los últimos en marchar al exilio, lo hizo con Machado, por cierto. Regresó de los primeros, en 1943 y aunque no puedo volver a dar clases se volcó en la traducción, gracias a mecenazgos y ayudas diversa

Acogió durante la primera postguerra a un núcleo importante de intelectuales que se reunían en su casa. Fue respetado por personas de diversa ideología, por su sabiduría y erudición. Dionisio Ridruejo lo invitó al congreso de poesía de Segovia, un hecho importantísimo en aquella época gris y difícil. Las relaciones con intelectuales castellanos fueron, gracias a Riba, significativas y enriquecedoras.

Casado con una poetisa, Clementina Arderiu, la casa familiar fue una universidad alternativa para muchos jóvenes. Se ha criticado su poesía por la excesiva elaboración, pero lo cierto es que tiene poemas espléndidos. Escribió también para niños y sus traducciones de los clásicos resultan aún hoy insuperables, conocía muchas lenguas antiguas y su sabiduría era inmensa.

Cierto que aquellas iniciativas debían protegerse bajo una pátina clerical ilustrada, cierto también que el mundo universitario era muy minoritario y que aquella cultura clandestina tenía mucho de burgués. Pero también es cierto que no podía ser de otro modo y que gracias al esfuerzo de personas como Riba el franquismo no fue el páramo cultural que muchos jóvenes de hoy imaginan. Sorprende comprobar las muchas inciativas culturales, revistas y actividades que, de forma discreta, consiguieron enlazar el pasado y el futuro. Con mucha más libertad y muchos más medios hoy se hace mucho menos, me parece. Recuerdo haber oído hablar de ese tema al gran Buero Vallejo, que después de haber estado condenado a muerte y preso, consiguió desarrollar una carrera profesional de gran brillantez en aquellos años difíciles y que decía que no defendía la censura, pero sí al intelectual, al escritor, que con inteligencia y esfuerzo intentaba deshacerse del lastre de la cultura oficial.

Creo que vale la pena recordar figuras como Riba, hoy poco conocidas, en general. La cultura clásica, base de la educación de Riba y de otros grandes intelectuales se encuentra hoy en declive, por desgracia, aunque, quien sabe, quizá en cualquier momento la juventud redescubra el valor de aquella herencia inmensa y necesaria.



Carles Riba contó con buenas traducciones al castellano de muchos de sus poemas, un ejemplo:


ELEGIA SEGONA

Súnion! T'evocaré de lluny amb un crit d'alegria,
tu i el teu sol lleial, rei de la mar i del vent:
pel teu record, que em dreça, feliç de sal exaltada,
amb el teu marbre absolut, noble i antic jo com ell.
Temple mutilat, desdenyós de les altres columnes
que en el fons del teu salt, sota l'onada rient,
dormen l'eternitat! Tu vetlles, blanc a l'altura,
pel mariner, que per tu veu ben girat el seu rumb;
per l'embriac del teu nom, que a través de la nua garriga
ve a cercar-te, extrem com la certesa dels déus;
per l'exiliat que entre arbredes fosques t'albira
súbitament, oh precís, oh fantasmal! i coneix
per ta força la força que el salva als cops de fortuna,
ric del que ha donat, i en sa ruïna tan pur.

Traducción:

Segunda elegía de Bierville

¡Sunion! Te evocaré de lejos con un grito de alegría,
a ti y a tu sol leal, rey de la mar y el viento:
por tu recuerdo, que me eleva, feliz de sal exaltada,
con tu mármol absoluto, noble y antiguo yo como él.
¡Templo mutilado, desdeñoso de las otras columnas
que en el fondo de tu salto, bajo la ola risueña,
duermen la eternidad! Tú velas, blanco en la altura,
por el marinero, que por ti orienta su rumbo;
por el ebrio de tu nombre, que a través del desnudo carrascal
viene a buscarte, extremo como la certeza de los dioses;
por el exiliado que a través de oscuras arboledas te vislumbra
súbitamente, ¡oh preciso, oh fantasmal!, y conoce
por tu fuerza la fuerza que lo salva de los golpes de fortuna,
rico de lo que ha dado, y en su ruina tan puro.

Versión de Ramón Gallart


martes, 7 de julio de 2009

Porcel en el recuerdo

Ha muerto, todavía joven, según los parámetros de nuestro presente, Baltasar Porcel. Fue un personaje controvertido, polémico, contradictorio y brillante, que comenzó a escribir y publicar motivado por su relacion con Camilo José Cela, que residía en Mallorca durante algunas temporadas. Porcel fue muchas cosas, hombre muy culto, sin formación universitaria convencional, periodista en castellano y catalán, cercano al poder en ocasiones, contrario a él en otras, exasperante, ambicioso y, al mismo tiempo, atractivo y, como se dice vulgarment, con glamour, ya desde su juventud en la cual trabajaba en la editorial Planeta y convivía con la escritora, hoy injustamente olvidada, Concha Alós.

Luego, de más mayorcito, se casó de forma convencional, tuvo hijos a los que bautizó e hizo hacer la comunión, y continuó polemizando desde diversos frentes. Hace tres o cuatro años se le detectó un grave cáncer, lo vimos por aquel entonces, casualmente, en el Hospital Clínico, donde también estaba mi madre, ya que la enfermedad y la muerte nos igualan a todos. Superó temporalmente el tema, con gran valor, y recibió muchos homenajes y premios, porque no hay nada que provoque más prisa a los premiadores oficiales que saber que aquel a quien debieron premiar más a menudo está grave y en peligro de extinción. Hay casos dramáticos como el del gran áctor y cantante Ovidi Montllor, por poner un ejemplo de tantos como podría encontrar.

Su prosa me encandilaba de joven. Más adelante me cansaba su barroquismo algo vacío. Sin embargo, no se le puede negar brillantez, ni tampoco se puede dejar de admitir que escribía bien, muy bien, aunque los argumentos a veces parezcan poco claros o mal estructurados. El personaje, como pasa con tantos contemporàneos, superó al escritor, pero el tiempo, gran crítico, pondrá las cosas en su sitio, aunque también las modas literarias, como la bolsa, sufren altos y bajos.

Con él, creo, muere una época y una manera de tener ambición y osadía, muy característica de los jóvenes airados de otro tiempo. Generó envidias a su alrededor, la libertad desacomplejada siempre provoca reticencias. Y admiraciones secretas o públicas. Descanse en paz.