viernes, 27 de marzo de 2009

Teatro, vida y historia: Ricard Salvat



Ha muerto Ricard Salvat, un personaje más de los pocos que nos quedan ya de esos que enlazaban nuestro presente a nuestro pasado más reciente y también al más lejano.

No le conocí personalmente, aunque fue mi profesor hace muchos años, cuando después de estudiar magisterio nocturno me animé a seguir aquella antigua carrera de filosofía y letras, en horario nocturno y que tuve que dejar por problemas de horario, sobre todo, pero también porque la agitación política hacía que las clases se interrumpiesen a menudo, que la policía de entonces entrase en el recinto y que el resto del tiempo se perdiese en asambleas y propuestas etéreas. Me quedó el gusanillo y muchos años después hice Humanitats en la UOC, pero ni la universidad ni la cultura ni Catalunya ni España eran las de antes, en general para bien, aunque también se perdieron iniciativas y conquistas audaces, porque casi nunca la realidad es como la soñamos y la democracia, tampoco. Sobre las protestas universitarias, creo que sería coherente buscar formas de manifestar la discrepancia que no comportasen la pérdida de clases. Cada vez creo de forma más contundente que la huelga no es, en según qué sectores (sanidad, educación), y menos aún en un contexto democrático, una forma razonable de protesta, sobre todo cuando perjudica a terceros y no a los empresarios, aunque se ha convertido en una especie de paradigma obligatorio de la izquierda que no evoluciona. Las clases que se pierden no se recuperan y con tanto aprobado político hemos generado un personal educador que, con algunas excepciones, no tiene ni de lejos la talla de los de antes.


La universidad nocturna de entonces estaba absolutamente masificada. En las aulas yo creo que había bastante más de cien alumnos, aulas con humo y tabaco, por cierto. Hice con Salvat dos asignaturas, no recuerdo el nombre exacto, pero es lo de menos, porque era un hombre muy sabio y nos hablaba de Cultura con mayúscula. Allí recuperè la tradición cultural catalana, tan importante antes de la guerra civil, pero también la española y la europea. Nos traía a clase personalidades como Palau i Fabre, que nos recitó varios poemas. Sin embargo, ya entonces no era santo de la devoción de la progresía, que lo tildaba, aunque era todavía bastante joven, de patum, de forma absolutamente injusta.



He seguido su espléndido teatro y he visto como la sociedad catalana de la cultura oficial lo marginaba, aunque ahora se oigan alabanzas diversas. Le dedicaron hace algunos años una exposición con el nombre, creo, de Ricard Salvat i la seva època. Cuando a un personaje se le dedica un título así significa que esa época ya ha pasado, claro. Sin embargo Salvat seguía en activo, era conocido en todo el mundo y Meteora, una pequeña editorial valiente y exigente, había recuperado una novela suya, perdida como tantas otras en el etéreo espacio de los libros olvidados. Meteora me ha publicado también una novela recientemente y me sentía ingénuamente orgullosa de la coincidencia. No ha tenido tiempo de asistir a la presentación, que será el primero de abril. Descanse en paz.

sábado, 7 de marzo de 2009

Cuando tal día como hoy era Santo Tomás...

Hoy había sido, hace años, Santo Tomás de Aquino. Mi padre habría cumplido hoy 92 años, sin embargo murió a los 84. Mi padre era de un pueblo de Gerona, en la comarca de la Garrotxa, precioso lugar, que se llama Mieres, como el asturiano, aunque es un pueblo más modesto y pequeño. Pertenecía mi padre a una familia numerosa, fueron trece hermanos, de los cuals sobrevivieron y llegaron a adultos once. Él fué el más pequeño, el benjamín, como decíamos antes, aunque ahora ya casi nadie sabe quién era Benjamín, el último de aquella lista que sabíamos de memoria: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. La historia del casto José también se esta perdiendo en la nebulosa del pasado y hay quién piensa que es una zarzuela, por aquello de la corte de Faraón y las mujeres de Babilonia... Benjamín se llamó aquel botellín de champán, esa cosa que ahora se llama cava.


Mi padre pertenecía a una família bastante modesta aunque contaba que en su pueblo había gente aún más pobre y que ellos, al menos, comían de modo habitual. He sabido con los años que mi abuelo de Mieres, que se dedicó al oficio de carretero constructor de carros en un tallercito alquilado, había tenido que emigrar, con su familia, de pequeño, desde la zona de Camprodón, a causa de las guerras carlista, en las cuales se habían significado bastante, perdiendo el poco dinero que tenían a favor de la causa. Mieres forma parte de la zona que se ha llamado la Navarra catalana, conservadora y carlista.

Se habla poco de las guerras carlistas, es un error porque muchas cosas de aquel tiempo explican también hechos posteriores de la guerra civil. El caso es que mis abuelos a partir del quinto hijo, más o menos, ya ponían a la descendencia el santo del día. Por eso a mi padre le pusieron Tomás, Tomás de Aquino, en concreto. Con los años, se cambió el día de la fiesta, cosa que fastidiaba mucho a mi papá, que ya no celebraba su santo y cumpleaños con la ilusión de antaño. Actualmente Santo Tomás se celebra el 28 de enero. Santo Tomás, como se sabe, es el patrón de los estudiantes.

Yo creo que la fiesta estudiantil ya no es lo que era. Marzo era mejor tiempo para salir de fiesta, los días son más largos, la primavera empieza a asomar su naricilla por todas partes, aunque el frío dé todavía buenos sustos. En mis tiempos juveniles las tascas de Barcelona, de la zona de la Merced, estaban en este día, tarde y noche, llenas de gente joven. Bebíamos sangría y comíamos patatas bravas, pan con tomate y champiñones y lo que fuese, cantando a voz en grito cosas que ahora parecen políticament incorrectas, como aquello del niño de Asunción, que no juega al balón, hoy homófoba tonada, o lo de los estudiantes navarros que persiguen a las criadas por las posadas, canción misógina y clasista. También cantábamos en catalán, baixant de la font del gat una vella es fot de cap, la porten a l'hospital, el metge era un animal... en fin, tampoco eran lieders de Schubert, las vernáculas de juerga.


Era un buen día para hacer amistades y, como dijeron después, ligar. ¡Qué bien se pasa de joven, con prácticamente nada más que esos pocos años, con tanta vida por delante y todavía sin obligaciones contundentes! Tomás es un nombre que hoy no se pone tanto, lástima. Las monjas de mi escuela remarcaban que había que decir 'santo' Tomás y que en el cielo había tres santos y un santito, chiste inocente y monjil. Los tres santos eran Santo Tomas de Aquino, Santo Tomás Apóstol y no sé si Santo Tomás de Villanueva. El santito era San Tito, claro. Tomás de Aquino no goza hoy de muchas simpatías, pues la enseñanza antigua le obligó a monopolizar la filosofía de la enseñanza media durante mucho tiempo. Si hay cielo espero que Tomás de Aquino esté allí, instalado en un buen despacho celestial con biblioteca y cuidando de mi padre, claro. De algo ha de servir llevar el santo del día aunque luego te cambien el día del santo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Sobre libros y lenguas


El miércoles presenté mi nueva novela en la Casa del Libro de Barcelona, gracias a la Editorial Meteora que confió en ella. Me la presentó Jordi Cervera, también escritor y periodista, que hizo comentarios elogiosos sobre ella, cosa que le agradezco infinitamente.


Vinieron amigos, parientes, conocidos. Se vendieron los cincuenta ejemplares que la librería tenía; por extrañas razones organizativas en las presentaciones no ponen más volúmenes a la venta. La Casa del Libro tiene cada día presentaciones de libros, se edita mucho y de todo. Flotar en ese mar de papel impreso es difícil. Ahora, el éxito y la venta ya pertenecen al misterio del azar.


La novela es en catalán. Me gustaría traducirla al castellano para poder hacer una edición en esa lengua, que también es la mía, yo misma haría la traducción, pero eso, tal y como va el sector editorial, en mi caso es todavía un sueño.
El libro es una historia familiar, la de una de esas familias desgraciadas que lo son cada una a su manera, como cuenta Tolstoy al inicio de ese gran libro que es Ana Karenina. El protagonista -aunque es bastante coral, según como se mire- vive en las barracas de Montjuïc, intenta mejorar, estudia, se casa, todo parece irle bien, pero un suceso desdichado le hunde en la desesperación y le encara con el lado oscuro de la vida. Es también la historia de los últimos cincuenta años de nuestro país, de mi ciudad, de mi barrio, de nosotros mismos.


Empecé a escribir hace años, muchos, en castellano, porque en mi infancia todo era en castellano por obligación, como se sabe. En mi casa eran catalanes, teníamos algunos libros en catalán, con los cuales aprendí a leer en mi lengua familiar, entonces reducida al ostracismo. Con la apertura de los sesenta el catalán pareció resucitar lentamente, muchas iniciativas en música y literatura, en periodismo, dieron de nuevo al catalán categoría y difusión. Más adelante llegó a la escuela, primero de forma tímida y casi disimulada. En la Normal hice, en horas que no eran de clase, mi primer cursillo para aprender a escribir mi lengua con un mínimo de corrección. Luego hice más cursos y cuando el catalán entró en la escuela yo ya tenía suficientes títulos para convalidar que me otorgaban el nivel requerido.


No hubiese imaginado que la inmersión llegase a generalizarse, pero así fue. Es un tema hoy otra vez polémico. En el fondo, con los cambios sociales, el catalán ganó las aulas pero perdió mucho terreno en las calles de las zonas urbanas. Las lenguas no pueden separarse de la política, despiertan recelos, incluso odios. Hace años, en la transición, incluso recuerdo unos libros de lectura escolares donde había textos en gallego, euskera i catalán, con su traducción al castellano al lado. Creo que hemos perdido en relación y convivencia, con las parcelitas de las autonomías la permeabilidad ha disminuïdo. Personalmente, creo que todos los españoles deberían tener unas nociones de 'las otras lenguas', incluso saber algo más de una de ellas elegida de forma personal, por lo menos en secundaria. Me sorprende que en alguns pueblos se quiera hacer inmersión... en inglés. Hay que aprender inglés, pero el tema llega a unos niveles de papanatería educativa que dan un poco de pena, la verdad. El utilitarismo excesivo perjudica, es mi opinión.


También me molesta que me digan que el castellano me fue impuesto, cuando en mi barrio se convivía de forma normalizada en épocas pasadas y sentí esa lengua, siempre, como propia, también. Claro, es un barrio popular, que siempre ha tenido mucha inmigración, interior y, ahora, exterior. Las lenguas, en abstracto, no son nada. A nivel político son un arma carga de futuro... inquietante. A nivel educativo, por deformación profesional, creo que debería favorecerse el intercambio de escolares entre las distintas autonomías, dar a conocer músicas, leyendas, formas dialectales, tradiciones y costumbres de forma normal y desacomplejada. Me asusta comprobar lo poco que sabemos los unos de los otros, en ese contexto hispánico que a lo largo de la historia ha sufrido tantas tragedias (pero no más que otros, claro). En cambio, me parece que las cosas no van por ese camino. A veces tiene más peso lo que dicen los medios de comunicación, especialmente aquellos especializados en echar gasolina al fuego, que la realidad. La realidad de la convivencia de cada día, de la gente normal que nos encontramos en todas partes y en cuyo conjunto hay de todo, con un gran predominio de personas buenas y amables, afortunadamente.


El franquismo ha generado una especie de complejo de inferioridad sobre nuestra historia. O eso, o un exceso de orgullo patrótico, desmesurado y ridículo. La verdad, como dice el refrán, es que en todas partes cuecen habas y en algunas, calderadas. Lo mejor es condimentar las habas lo mejor que podamos y compartirlas generosamente.


Sobre el catalán, se ha perdido mucho también en iniciativa social. Las lenguas minoritarias no pueden ganar nunca en cantidad, ni precisan de leyes proteccionistas excesivas para sobrevivir. La obligatoriedad excesiva acaba perjudicando. Han de luchar en el campo de la calidad, de las buenas publicaciones, de los buenos programas de televisión, de la música. Es ahí donde noto yo el bajón, en comparación con otras épocas. Claro que también a nivel español, por lo que hace a cultura en general, las cosas no son como fueron. Contemplar algún antiguo programa de televisión, constatar lo que se hacía exprimiendo la inteligencia, a pesar de la censura y las muchas trabas políticas, muestra qué gandules nos hemos vuelto. Por lo que hace a literatura, pensar que Tolstoy o Balzac, o Mozart, sin buena luz, ni ordenador, ni siquiera bolígrafo, hacían lo que hacían nos tendría que dar un poquito de vergüenza, la verdad. Uf, no sé cómo me he ido de mi novela a todas esas reflexiones político-lingüísticas!!!