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martes, 28 de enero de 2020

HERENCIAS FAMILIARES


Emilio Gutiérrez Caba, (Valladolid, 1942), ha publicado un libro excelente y entrañable, dedicado a las mujeres de su familia. Los que ya tenemos algunos años y somos, más o menos, de la generación del actor, evocaremos teatros, obras, situaciones y hechos que, de forma inevitable, se van borrando con el paso del tiempo. Muchas de esas cosas forman parte de nuestro imaginario sentimental, de nuestra propia vida. El libro va más allá del tema familiar, es un repaso por la historia del teatro en España, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Del teatro, del cine, de la televisión... 

A la generación de mis padres también les habría gustado el libro y habrían recordado a mucha gente del pasado, olvidada hoy. Las mujeres de la familia del actor tienen un espléndido inicio con esa tía Leocadia, impresionante y valiente personaje, que no se casó ni tuvo hijos. Ni tampoco consiguió que llevase su nombre alguna descendiente, lástima. Sobrinas suyas fueron Julia e Irene Caba Alba, está última madre del autor. Irene estuvo condicionada por sus responsabilidades familiares y no pudo brillar como merecía, aunque trabajó mucho. Hoy existe una actriz joven y en activo, Irene Escolar, nieta de Irene.

Julia Caba Alba va ligada al imaginario de mi infancia, nos reímos mucho con ella, salia en un montón de películas de la época, de esas que más adelante consideré españoladas, con pocas excepciones, y que hoy me merecen un gran respeto, sobre todo a causa de los excelentes actores y actrices que dignifican guiones mediocres. Irene y Julia Gutiérrez Caba ya pertenecen a la modernidad televisiva, aunque trabajaron mucho en el teatro y también, sobre todo Julia, en el cine. Irene murió de forma prematura, Julia todavía está en activo. Son actrices que en otro contexto y con más oportunidades serían del nivel de Mirren, de Katherine Hepburn, de Meryl Streep, lo mismo que su hermano pequeño, que las evoca y reivindica con ternura y objetividad.

Emilio Gutiérrez Caba fue uno de esos jóvenes actores de los cuales nos enamoramos en la adolescencia, lo vimos en el cine, en la televisión, en el teatro. Es hoy un gran actor que merecería, también, más reconocimiento. La familia, en cierta manera, condicionó la vocación familiar de sus componentes. En algún momento, dice el autor  del libro, tuvo ganas de escaparse y no ir al teatro a trabajar. Eso pasa en todas las profesiones, en general. La vida nos condiciona, nos limita, nos encarrila. Y, como se refleja en el libro, siempre quedan cosas por saber, por preguntar, afectos que no hemos manifestado como desearíamos.

Algunas reflexiones me evocaron al gran Fernán Gómez y su tiempo amarillo. Emilio Gutiérrez Caba, que yo sepa, solo ha publicado otro libro, el interesante Vinos de cine. Espero que con todo lo que sabe sobre la profesión se decida a escribir y publicar más, ahora que se encuentra en ese tiempo de madurez irreversible, de experiencia inteligente acumulada. El libro hace un homenaje a las mujeres de su familia y está dedicado a las actrices, los hombres, en algunos casos, parecen hacer, como decimos en catalán, més nosa que servei. Actualmente tengo preferencia por ese tipo de libros que por las novelas, puede ser porque he leído algunas de bastante mediocres en los últimos tiempos, muy bien promocionadas, eso sí. Una delicia de libro, obsequio de los Reyes Magos.


jueves, 14 de abril de 2016

LA CASA DE LAS CHIVAS, PASIÓN Y MISTICISMO EN TIEMPOS DE GUERRA




Ayer la segunda cadena recuperó La casa de las chivas. Era una obra con elementos fuertes, la guerra, que se veía por primera vez de forma algo razonable, casi en directo y sin juicios preconcebidos de valor sobre los bandos enfrentados. Salom fue un autor brillante y eficaz, de éxito y posibilista, con oficio. Puede que hoy no se valore a fondo su aportación al teatro, el tiempo no pasa en vano y hemos cambiado mucho.

De esta obra se realizaron, en toda España, más de siete mil representaciones. La película también tuvo su qué, la dirigió Klimovsky, un director más bien especializado en cosas de terror. La narración tiene la habilidad de centrarse en las personas más que en la guerra, una serie de tristes personajes que coinciden en esa casa de pueblo requisada y ocupada. El tema central, a juzgar por el desenlace, es la redención, un tema presente en otras obras de Salom y en muchas de la época, hoy poco habitual aunque autores como Tolstoy en Resurrección también hicieron de esa redención el tema central.

Se dice en el final de la versión en cine que se inspiró en un hecho real, puede ser. Hoy esta de moda cierto anticlericalismo que contribuye a hacernos muy lejanos los curas antiguos, las conversiones, los arrepentimientos, pero lo cierto es que después de la guerra civil hubo mucho de eso a todos los niveles. Hoy sólo parecen tener interés los malos curas, los pederastas, aunque de pederastas hay muchos más en las casas particulares. Por eso, según se cuenta y se puede leer en algunas crónicas, los matacuras de otros tiempos tenían preferencia por los curas buenos, ya que hacía más daño a la ideología radical que los otros, claro. En un libro de Sartre los comunistas de un campo de concentración se ponen en marcha cuando se dan cuenta de que ellos, los curas católicos prisioneros, están empezando a organizar redes de ayuda y resistencia.

Los grandes desastres incomprensibles favorecen la esperanza en algo bueno y lejano, la interpretación de qué si ganó Franco fue a causa de la voluntad de Dios parece actualmente una estupidez pero hubo gente que estaba en las antípodas ideológicas del catolicismo y se convirtió, cosa que explica la especie de histeria colectiva que acompañó durante un tiempo las manifestaciones religiosas de todo tipo, así como el incremento de vocaciones que el exceso de mártires, causado por la sinrazón de ciertos estamentos del otro lado, había propiciado. Las cosas no son sencillas, el comportamiento humano a menudo es errático, surrealista.




La casa de las chivas se estrenó en Barcelona, en el Moratín, en 1968. Allí la vi entonces y me gustó, contó con un cuadro actoral de categoría con Carlos Ballesteros, con su pelo blanco a lo Jeff Chandler en el papel principal, aunque es una obra bastante coral. Estaba acompañado por Telere Pávez, Amparo Baró, Estanis Gonzàlez y otros. En el cine Juan, ese objeto del deseo íntegro y casto, fue Simón Andreu, un actor siempre eficaz, guapísimo en su juventud y en su madurez, todavía de vez en cuando le dan papeles de lucimiento en alguna producción. Las mujeres fueron Charo Soriano y Maria Kosti, también se contó con Ricardo Merino y Pedro Mari Sánchez en el papel del muchacho joven y enamorado que cede a las presiones sexuales del momento. Hoy nos puede parecer algo inocente ese papel, claro. La castidad ya no es lo que era.

Ricardo Merino, un actor eficaz que hizo de todo, murió relativamente joven. Tampoco está entre nosotros Ballesteros, que hizo una carrera larga y productiva, brillante. Y, claro, también es otro de los ausentes Estanis González, que en mi infancia hacia cosas por la radio y fue muy popular con un divertimento radiofónico del mediodía, compartido con una locutora que se llamaba Esperanza, recuerdo que lo patrocinaba La Mallorquina. Estanis González estuvo muy presente en los inicios televisivos, recuerdo un concurso muy interesante que presentaba, Ayer noticia, hoy dinero. Las preguntas iban en torno a lo sucedido en un año determinado. También fue el inquietante pero inocente buhonero de Los bulbos, una historia de terror que estaba muy bien y con la cual ya empezó a darme miedo Tina Sainz. Como tantos otros fue uno de los grandes del doblaje, una actividad que ha contribuido durante años a la digna supervivencia del sector.

Charo Soriano y Terele Pávez fueron, en cine y teatro, las protagonistas de carácter. Son dos de esas actrices de rompe y rasga que se comen todas las escenas, todavía hoy, magníficas en cualquier papel, por breve que sea. En el teatro la joven Trini fue Amparo Baró y en el cine, María Kosty, felizmente en activo. La obra se llevo a la televisión en dos ocasiones. En  la segunda, ya en los años ochenta, había perdido la fuerza inicial y la televisión también había cambiado. En el teatro se representó a menudo con diferentes protagonistas, entre los cuales, Valladares. Muchos de nuestros actores y actrices serían en otro país conocidísimos, condecorados, oscarizados. Aquí su paso por pantallas y escenarios se olvida pronto, todo lo más se recuerda a media docena. 

Pedro Mari Sánchez, que se inicio en teatro, cine y televisión de niño, ha hecho una carrera brillante, larga y extraordinaria, pero  me temo que es también hoy poco conocido, en general, aunque, quién sabe, a veces un papel preciso en el momento adecuado tiene extraños efectos. Ahora ya se encuentra en su madurez pero en determinada época me recordaba a Marlon Brando, en Barcelona lo vi en un breve paso por el Teatro Condal hace años, muchos, en 1994, en el Calígula de Camus, al lado de un algo histriónico Luis Merlo, aunque en esa obra y con ese personaje parece inevitable cierto histrionismo. Sánchez le robaba todas las escenas. Hoy las obras duran poco en los escenarios, muchos teatros han desaparecido, todo ha cambiado, las televisiones no apuestan por el teatro sinó por esas series interminables que, al menos, dan trabajo algo estable a tanta gente de categoría. Y muchas obras no llegan a Barcelona, por todos esos motivos y muchos más, o lo hacen de forma breve y efímera.

La casa de las chivas, con todas sus limitaciones relacionadas con la época y la moral vigente, es para mi hoy todo un clásico. La película matizo algunos excesos dramáticos que en el teatro, sin embargo, funcionaban muy bien. No estamos en una buena época para arrepentimientos ni redenciones aunque no iría mal algo de eso aunque hoy los pecados sexuales son lo de menos, la verdad. Los pecados sexuales de las damas ligeras de cascos ofrecieron mucho material para la ficción, hace pocos días pasaron también Malvaloca, Maribel y la extraña familia, todas ellas en el contexto de adaptaciones teatrales llevadas al cine pero es curioso que los tres títulos jueguen con eso de la redención de las pecadoras aunque desde diferentes puntos de vista. 

La mujer arrepentida y redimida, pero eso sí, guapísima y con buen corazón en el fondo, forma parte de ciertas fantasías masculinas, me temo. Lo mismo que forma parte de esas fantasías la mujer sacrificada y fiel que perdona todas las calaveradas, otro clásico. Pero eso ya sería material para psicólogos y psiquiatras. En el fondo aquella canción de querer dos mujeres a la vez y no estar loco es la expresión musical popular de todas esas fantasías eróticas.

sábado, 24 de octubre de 2015

CINE, TEATRO, TELEVISIÓN, ACTORES Y EVOCACIONES


Afortunadamente El largo viaje del día hacia la noche ha venido a Barcelona después de su éxito en el Marquina madrileño. Es una obra triste y profunda, el mejor O'Neill según dicen, una obra autobiográfica, póstuma, larga en su versión original que aquí se ha reducido a la mitad aunque se ha hecho de forma respetuosa y correcta. Los actores están magníficos todos, Vicky Peña, sublime,  para mi gusto es la mejor actriz de su generación, española y catalana o española o catalana, como se prefiera, que no corren buenos tiempos para matices inclusivos. O'Neill fue un hombre difícil y atormentado al cual conocimos antes, cuando yo era jovencita, a causa de la fuga de su hija adolescente con Charlot que no por su obra literaria, producto de una vida difícil y complicada, la de ese Edmund teatral en su difícil futuro de superviviente.
Precisamente hace pocos días pasaron por la tele, en ese interesante espacio sobre el cine español, La petición, una película hoy bastante olvidada y que sin menospreciar sus méritos artísticos dio que hablar a causa de sus tórridas escenas, en especial aquella en la cual el pobre Gutiérrez Caba, joven e inquietantemente atractivo, muere accidentalmente en pleno furor erótico sin que Ana Belén se de cuenta hasta que no termina su actividad amorosa. Pilar Miró fue una persona inteligente, compleja, difícil en muchos aspectos, contradictoria en otros. 
No todo lo que hizo me gusta pero eso pasa con todo el mundo. En el breve reportaje que se emite antes de la emisión de la película se recordó su labor televisiva antes de realizar su primera película, La petición. Ah, aquella radio, aquella televisión... Nos daban a conocer obras interesantes, innovadoras, sorprende recordar lo que vimos y oímos en tiempos complicados, como todos. Una de las realizaciones de Miró en teatro televisivo fue una muy buena versión de otro O'Neill, Deseo bajo los olmos, en un lejano ya 1976. También fue su protagonista Emilio Gutiérrez Caba, por cierto.
En el Goya de Barcelona tenemos también a la gran Concha Velasco con una obra amable, Olivia y Eugenio. No es un O'Neill pero su autor es un panameño interesante, Herbert Morote. Los entendidos quizás critiquen la propuesta, el sentimentalismo del texto, pero es un tipo de teatro que cumple su función y es necesario. Mucha gente irá para ver a Velasco que ofrece un extraordinario recital interpretativo con un texto a su medida. Velasco ha hecho de todo y todo lo ha hecho bien. En una entrevista reciente recordaba, como no, a su extraordinaria Santa Teresa, dirigida por Josefina Molina, una de las pocas dadas vivas de aquella pléyade de realizadoras, Miró, Vilaret... Al Eugenio de la obra de Morote, por cierto, le pusieron así por la afición al teatro de sus padres, ya que Eugenio se llamaban Ionesco y O'Neill. 



Emilio Gutiérrez Caba, otro de los grandes actores de su generación, permaneció durante un tiempo en un cierto olvido, cosas del país, Catalunya incluida. Albaladejo y Álex de la Iglesia lo recuperaron con éxito. El tiempo reconocerá la labor de de la Iglesia y de Santiago Segura en eso de la recuperación de olvidados e incluso en haber sabido sacar matices inesperados de actores encasillados en algún aspecto concreto. Después de sufrir con O'Neill tenía ganas de pasar un buen rato y me fui a ver Mi gran noche, una buena muestra de eso de sacar del encasillamiento a la gente y conseguir que los guapos salgan feos, las listas, tontas y que los divos se autoparodien y descubran su vis cómica como ese extraordinario Raphael-Alphonso que está sublime. 
Hay quien dice que la peli es repetitiva y todo eso, pero más repetitivo es Woody Allen y le quieren hacer un museo en Barcelona que ya dijo Unamuno que a los de por aquí nos pierde la estética. A mi me gustó y pasé un buen rato con ella, es una de esas pelis que serán de culto de aquí treinta, cuarenta años, un divertimento caótico y con su carga de irónia malévola sobre la televisión cutre, hoy tan vigente como ayer y, además, con más medios tecnológicos a mano. 

Quién creo que promete y se supera y espero que no lo tengan durante un tiempo en el olvido cuando se haga mayor, como suele pasar, es Mario Casas, un actor que también hace de todo y lo hace bien cuando encuentra la ocasión. A quién también le veu futuro es a Blanca Suárez, mucho más que una chica guapa, que también. El elenco actoral de esa noche loca es extraordinario, con un ramillete de secundarios en estado de gracia que no nombraré porque me dejaría alguno o alguna.


martes, 21 de julio de 2015

SÓCRATES Y EL BURRO



Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano
Hasta el 2 de agosto de 2015
AUTORES: Mario Gas i Alberto Iglesias
DIRECCIÓN: Mario Gas



Hasta el dos de agosto,  en el marco del FESTIVAL GREC, se puede ver en el Teatro Romea Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano, después del triunfo en Mérida de esta obra imprescindible que nos evoca la figura del filósofo y las circunstancias de su juicio y condena. La escenografía,  pobre y austera, con un blanco con matices en el  vestuario, incide en la personalidad del  personaje, en su desprecio por los bienes materiales y consigue que nos parezca aún más absurda su conocida condena.

El texto potencia paralelismos con la realidad actual de un mundo en el cual los  sinceros e incorruptibles que no tienen pelos en la lengua provocan inquietud y reticencias.  La situación de Grecia y los sucesos políticos de estos últimos tiempos contribuyen a esos guiños a la actualidad. Posiblemente todo se repita, en el fondo la naturaleza humana es siempre la misma aunque muchas cosas han cambiado, al menos en una parte del mundo. También ha evolucionado en apariencia, nuestra mentalidad. Sin embargo los miedos y la inseguridad son terreno abonado para la barbarie y la sinrazón.

Creo que se percibe un feliz regreso al teatro de ideas y con cierta profundidad retórica que durante un tiempo parecía pasada de moda. Sócrates fue el protagonista de un recordado montaje de principios de los años setenta, con texto de Enrique Llovet y Marsillach en el personaje principal. Fue aquella una buena época teatral y, a pesar de las circunstancias, llena de esperanza. Todo vuelve y los temas universales siempre tendrán público ya que nos hablan de nosotros mismos, de nuestras miserias y de nuestros esfuerzos por subsistir con dignidad. Desencanto y esperanza se alternan en nuestra percepción del presente.

Ignoro si en un contexto en el cual las humanidades en general van perdiendo peso específico la figura de Sócrates es tan conocida como hace años. La obra tiene la virtud de ser relativamente breve,  una hora y media en la cual se exponen las circunstancias y el contexto de ese juicio sin sentido y de esa condena irreversible. Josep Maria Pou interpreta de forma magistral un Sócrates burlón, irónico, discursivo hasta el final. Unos secundarios de lujo lo acompañan, Carles Canut, Pep Molina, en un papel poco amable pero muy interesante, el de ese antagonista convencido quizás de la culpabilidad del condenado, pero que manifiesta sus dudas e incluso el convencimiento de actuar de forma inmoral.

Y debe destacarse a Amparo Pamplona, una  gran actriz a la cual tenemos pocas ocasiones de ver en Barcelona, inmensa en sus intervenciones puntuales, sobre todo cuando interpreta a la esposa de Sócrates y contrasta la realidad cotidiana de una vida doméstica llena de escasez con esos ideales de un esposo que se dedica a filosofar. Única mujer en un mundo de hombres, la singularidad de su sexo en el conjunto nos recuerda que aquella supuestamente perfecta democracia tenía muchos puntos débiles y unos cuantos seres marginados de las decisiones colectivas.

Los otros actores, más jóvenes, tienen intervenciones  breves pero igualmente excelentes. La dicción, un tema que hoy parece menor pero que en el teatro  es importantísimo, roza la perfección. Todo se entiende sin dificultad y la expresión oral, ni lenta ni rápida, juega con los silencios y el ritmo de forma precisa. El texto quizás pierde fuerza en algún momento puntual  pero no estamos ante una obra de acción ni nos enfrentamos a  un argumento convencional. Ya conocemos de antemano el desenlace, que se nos cuenta al principio y al final cerrando el círculo de una condena ridícula si no fuese irreversible. Es aquello tan conocido de la banalidad del mal, los discípulos pagarán el gallo y la vida seguirá, con sus miserias y sus ambiciones y sus injusticias.

No puedo dejar de pensar que esta obra habría encontrado un marco excelente en el Teatre Grec, aunque el Romea sea un espacio en el cual se respira historia y tradición teatral. Estará en cartel hasta el dos de agosto pero probablemente regrese al Romea en otoño.


(Sócrates, al principio de la obra, comenta 'si un burro me da una coz, ¿debo llevarlo a los tribunales? Imposible no evocar temas judiciales del presente...)





miércoles, 8 de julio de 2015

BANGKOK, TEATRO CONTEMPORÁNEO EN LA VILLARROEL



Resultat d'imatges de Bangkok villarroel

En el marco del Festival Grec de este año podemos ver en La Villarroelhasta el dos de agosto, Bangkok. Su autor y director es Antonio Morcillo López, quien recibió el XXIII Premio SGAE de Teatro de 2013 por esta interesante obra realista, absurda y kafkiana a la vez, que bebe en muchas fuentes del teatro contemporáneo y nos evoca a autores como Albee, Pinter o Becket.

En un aeropuerto sin aviones ni pasajeros se presenta un anciano, posiblemente estafado a través de internet, que quiere viajar a ese Bangkok que da título a la obra. En un escenario aparentemente fantasmal, pero que sabemos que en la sociedad de nuestro presente puede ser absolutamente real y cercano, sólo encuentra a un joven guardia de seguridad dedicado a absurdas tareas, como, por ejemplo, entrenar halcones que eviten la proliferación de pájaros molestos para el tráfico aéreo. Se supone que en el aeropuerto hay alguien más, un joven chino al cual no vemos nunca y con el cual el guardia se comunica por teléfono.

La situación parece absurda pero explicable. ¿Acaso no conocemos la existencia de espacios inútiles parecidos, en los cuales se han gastado montones de dinero público? El diálogo entre los dos personajes se mueve entre pinceladas de humor amargo, esperpéntico y nos evoca dos vidas no tan alejadas de la realidad actual, reconocibles. El joven, casado y con un hijo, tiene un impresionante currículum académico pero sólo ha podido acceder a este trabajo monótono, aburrido y sin sentido. El  anciano parece un ejecutivo decadente y aburrido, solitario y amargado, que desea alejarse, incluso de su propia vida.

Sin embargo el texto evoluciona hacia una ambigüedad inquietante, con el telón de fondo de la crisis económica, de la falta de valores y objetivos de un mundo en el cual se puede incluso sobrevivir en medio de la escasez, en trabajos que no responden a ninguna necesidad, precarios y frustrantes. Antes, explica el anciano al joven, el trabajo encontraba al trabajador y éste acababa por ser un maestro en su oficio. Pero este viejecito que reflexiona a fondo sobre la vida tiene una extraña ocupación inexplicable y poco clara. De la misma manera que los halcones matan pájaros como los sisones, molestos para esos vuelos inexistentes, en el mundo existen personas cazadoras y personas susceptibles de convertirse en presas, pero esos papeles son intercambiables y confusos.

La obra tiene la gran virtud de ser breve, no llega a la hora y media, y eso hace que algunas reiteraciones e incluso tópicos recurrentes, en ese fondo crítico con los grandes capitales y los bancos, no resulten demasiado evidentes. Otro tema peligroso en los textos actuales es la proliferación de palabras malsonantes, de tacos, buscando un relativo realismo, es éste un recurso que habría que usar con tiento y sin excesos ya que en algunas ocasiones se maneja de forma algo gratuita. Tiene la obra, sin embargo muchísimos elementos positivos: se trata de teatro del presente, de texto, que bebe en muchas fuentes, que nos habla de nosotros mismos aunque sea de forma más o menos simbólica y que no tiene complejos a la hora de ser claramente filosófico o discursivo.

Y un elemento definitivo que hace que el montaje de La Villarroel resulte totalmente recomendable en estos días calurosos, las interpretaciones, inmensas y contundentes, de esa pareja de actores de dos generaciones  distintas, unidos en ese espacio sobrio, en medio de una escenografía austera que sitúa al público en la sala de espera de ese aeropuerto angustiosamente inútil. Dafnis Balduz, a quien muchos espectadores recordarán por sus papeles en series de televisión, interpreta a ese guardia de seguridad aparentemente amable, con cambios de humor incoherentes,  cobarde, indignado y puede que incluso peligroso para ese sistema que, de forma más o menos oculta y gracias a sus redes ocultas, maneja las vidas de la población.

Carlos Álvarez-Nóvoa, un actor con una larga e impresionante trayectoria, con un currículum de más peso que el del joven personaje de ficción, al cual descubrimos o redescubrimos en el cine gracias a Solas, interpreta a ese aparentemente inofensivo anciano, que va desvelando aspectos siniestros de su trabajo sin perder la apariencia bondadosa, detrás de la cual podría esconderse un torturador, un experto sicario de esos capitales anónimos y omnipotentes que mueven el mundo kafkiano de nuestro presente, aunque posiblemente el pasado fuese igualmente cruel con los desfavorecidos.

Obra casi de tesis, Bangkok es un texto muy bien dirigido e interpretado que exige una reflexión posterior, un debate colectivo,  un foro real o virtual. El final puede resultar abierto o cerrado, según la interpretación de cada cual. Incluso los aeropuertos inútiles pueden utilizarse en caso de emergencia o de necesidades represivas y no es la primera vez que Bangkok es un destino simbólico, literario, mítico e inquietante. Los milagros, como el de ese avión que por fin parece dar sentido a un no-lugar, pueden resultar absolutamente indeseables y peligrosos. Las personas y los lugares nos hacen a menudo evidente aquello tan antiguo de que las apariencias engañan.

Júlia Costa
(Publicado en el blog cultural 'Llegir en cas d'incendi')

viernes, 30 de enero de 2015

REFLEXIONES SENTIMENTALES SOBRE EL TEATRO Y OTRAS COSAS


Cuando yo era pequeña a veces en casa comentaban la muerte de alguien popular, en aquella época toda la información nos llegaba por la radio o por la prensa. A mi, la mayoría de aquellos nombres me decían poca cosa, la gente mayor de nuestra infancia parecía que siempre había sido mayor. Ahora resulta que está desfilando ya hacia el misterio de la nada toda una generación que me ha acompañado toda la vida, esa que tenía diez, quince o veinte años más que yo. Y no me refiero tanto a parientes, amigos, conocidos del entorno de nuestra vida cotidiana sino personajes populares que eran jóvenes, hermosos y admirados cuando éramos niños, que no nos conocieron aunque nosotros los hayamos conocido y reconocido y que forman parte de nuestro imaginario sentimental.

En mi infancia escuché muchos lamentos a causa de la supuesta muerte del teatro. Un gran número de teatros se habían reconvertido en cines, el cine sonoro y popular acabó con un paisaje antiguo, el del teatro como único lugar de ocio. En eso del teatro se pueden incluir muchas cosas, desde salas de categoría hasta ínfimos locales baratos y, también, sociedades donde los aficionados actuaban en cada día festivo. Zarzuela, comedia, drama, opereta, revista, mimo. 

Hubo de todo, bueno y malo. Y grandes actores y actrices y autores que merecieron monumentos, nombres de calles. Hace unos días, en mi otro blog en catalán, recordé a Teodoro Bonaplata, tiene una calle dedicada en mi barrio. En el teatro Victoria del Paralelo se ha repuesto la versión catalana y musical de Mar i Cel pero Bonaplata fue su primer protagonista, un inmenso Said,  y su buen hacer se comparó al de otros grandes actores franceses, italianos. Muchos de aquellos actores y actrices después de trabajar mucho se vieron casi en la miseria, en aquella época todo era más difícil. A menudo habían hecho largos viajes en barco, para ir a actuar a la América hispana, algunos incluso murieron en naufragios, como el gran Robreño, que falleció de sed en un islote olvidado.

Llegó la televisión y el teatro pareció revitalizarse. Los actores de la televisión se convirtieron en muy populares, eran buenos, muy buenos, un gran reclamo para las carteleras. Y se volvieron a reconvertir en cines algunos teatros y se abrieron incluso de nuevos, como el Moratín, en Barcelona, dónde vi a Amparo Baro, Terele Pávez y Carlos Ballesteros en una obra que ha envejecido mal, La casa de las Chivas, de Jaime Salom. En aquel momento impactó, se consideró una obra subida de tono y tocó un tema tabú, la guerra civil, aunque sin que se pusiera en duda quiénes eran los buenos y envuelta en un tono de redención santificada muy del gusto de la época.  También se hizo en cine aunque ya no tuvo el mismo empuje que en el teatro. La televisión nos ofrecía muy buen teatro, también en catalán, en unas incipientes emisiones en aquello que se llamó lengua vernácula ya que estábamos todavía en tiempos de eufemismos oportunistas y posibilistas.

Aquella tele también pasó a la historia. Olvidamos a algunos actores que siguieron trabajando en lo que podían. Las series americanas llenaron nuestras pantallitas de nuevos sueños y de nuevos héroes. De pronto volvieron nuevas series de televisión españolas, catalanas, el género se había casi olvidado pero se renovó y los viejos actores tuvieron nuevas oportunidades. Lo mismo pasó en otros países. Muchos actores del cine se adaptaron a la televisión y a lo que fuese. 

Amparo Baró tuvo suerte y volvió a ser un rostro popular, su apariencia apenas había cambiado, tampoco su voz. Volvimos a ver a Gema Cuervo, a Emma Penella. Incluso Tony Leblanc resucitó e incluso mejoró de salud gracias a la ilusión de volver a trabajar en lo suyo. Estas circunstancias han hecho que al desaparecer algunos de ellos no fuesen ya unos grandes olvidados y que la gente joven los conociese. No todos los de antes han tenido la misma suerte. Todos los trabajos tienen sus condicionantes pero me temo que el de actor o actriz tiene un componente añadido, el glamour, la fama efímera, nada es justo y no siempre triunfan los mejores. En todo cuenta la oportunidad, la casualidad, el azar. Fernando Fernán Gómez decía en una ocasión que los actores tenían, todos, vocación de triunfadores y que eso causaba mucha frustración. Pero eso mismo se podría decir de los escritores, de los pintores, de los cantantes, de los cocineros o los peluqueros. 

Todo pasa muy deprisa. Hoy el teatro también juega con la fama de las personas que salen en las series de televisión, hay muchos buenos actores jóvenes, ya no podemos ver buen teatro por la tele y las  series convencionales a veces se alargan demasiado aunque también eso creo que está cambiando. Todo cambia, se renueva, vuelve, resucita, nada vuelve a ser igual pero todo puede ser parecido, como pasa con las modas en el vestir. 

Ahora hay quién llora por los cines cerrados, esos cines que tan criticados fueron en mi infancia pues siempre parece que en el pasado había más calidad, cuando la verdad es que había de todo aunque a menudo sólo recordemos lo bueno. Con la desaparición de esos personajes se va también un poquito de nuestra propia vida, de nuestra historia íntima y sentimental, morimos a cachitos, sin darnos cuenta, a través de la muerte de los demás, por eso dicen que la gente longeva, que llega a ser centenaria, se siente muy sola y fuera de lugar, a pesar de la suerte, relativa, de haber vivido tanto.



lunes, 22 de junio de 2009

Aquellos actores, aquel teatro...



Me entero algo tarde de la muerte de Fernando Delgado, actor inmenso de quién, en mi adolescencia, anduve algo enamorada. No entiendo la afición de los señores a disimular sus calvas cuando hay y ha habido calvas tan atractivas. Calvas casi siempre colocadas, por cierto, sobre cerebros privilegiados. De Fernando Delgado, además de su calva, enamoraba su voz y su dicción.

No puedo dejar de añorar aquellos Estudios 1, muchos irrecuperables. Doce hombres sin piedad, sin embargo, se ha vuelto a editar y se puede encontrar incluso en bibliotecas públicas. Hace algún tiempo jugábamos con mi hermano, otro nostàlgico, a recordar quiénes eran aquellos doce hombres, actores inmensos, algunos de ellos todavía entre nosotros.

Delgado fue también director, hombre polifacético, trabajador incansable. Lo vimos en papeles buenos y no tan buenos, pero él, como tantos actores y actrices de su época, dignificaban cualquier guión. Impresiona ver la lista de obras que llegaron a montarse como decimos en catalán 'amb una sabata i una espardenya', o sea, con medios de lo más baratos, sencillos y rudimentarios. Qué tiempos aquellos... Bueno, reconozco que yo también era más joven y eso también pesa. De todas maneras creo que si me ofreciesen algún programa de teatro tan bueno de vez en cuando no sentiría tanta añoranza televisiva.

viernes, 27 de marzo de 2009

Teatro, vida y historia: Ricard Salvat



Ha muerto Ricard Salvat, un personaje más de los pocos que nos quedan ya de esos que enlazaban nuestro presente a nuestro pasado más reciente y también al más lejano.

No le conocí personalmente, aunque fue mi profesor hace muchos años, cuando después de estudiar magisterio nocturno me animé a seguir aquella antigua carrera de filosofía y letras, en horario nocturno y que tuve que dejar por problemas de horario, sobre todo, pero también porque la agitación política hacía que las clases se interrumpiesen a menudo, que la policía de entonces entrase en el recinto y que el resto del tiempo se perdiese en asambleas y propuestas etéreas. Me quedó el gusanillo y muchos años después hice Humanitats en la UOC, pero ni la universidad ni la cultura ni Catalunya ni España eran las de antes, en general para bien, aunque también se perdieron iniciativas y conquistas audaces, porque casi nunca la realidad es como la soñamos y la democracia, tampoco. Sobre las protestas universitarias, creo que sería coherente buscar formas de manifestar la discrepancia que no comportasen la pérdida de clases. Cada vez creo de forma más contundente que la huelga no es, en según qué sectores (sanidad, educación), y menos aún en un contexto democrático, una forma razonable de protesta, sobre todo cuando perjudica a terceros y no a los empresarios, aunque se ha convertido en una especie de paradigma obligatorio de la izquierda que no evoluciona. Las clases que se pierden no se recuperan y con tanto aprobado político hemos generado un personal educador que, con algunas excepciones, no tiene ni de lejos la talla de los de antes.


La universidad nocturna de entonces estaba absolutamente masificada. En las aulas yo creo que había bastante más de cien alumnos, aulas con humo y tabaco, por cierto. Hice con Salvat dos asignaturas, no recuerdo el nombre exacto, pero es lo de menos, porque era un hombre muy sabio y nos hablaba de Cultura con mayúscula. Allí recuperè la tradición cultural catalana, tan importante antes de la guerra civil, pero también la española y la europea. Nos traía a clase personalidades como Palau i Fabre, que nos recitó varios poemas. Sin embargo, ya entonces no era santo de la devoción de la progresía, que lo tildaba, aunque era todavía bastante joven, de patum, de forma absolutamente injusta.



He seguido su espléndido teatro y he visto como la sociedad catalana de la cultura oficial lo marginaba, aunque ahora se oigan alabanzas diversas. Le dedicaron hace algunos años una exposición con el nombre, creo, de Ricard Salvat i la seva època. Cuando a un personaje se le dedica un título así significa que esa época ya ha pasado, claro. Sin embargo Salvat seguía en activo, era conocido en todo el mundo y Meteora, una pequeña editorial valiente y exigente, había recuperado una novela suya, perdida como tantas otras en el etéreo espacio de los libros olvidados. Meteora me ha publicado también una novela recientemente y me sentía ingénuamente orgullosa de la coincidencia. No ha tenido tiempo de asistir a la presentación, que será el primero de abril. Descanse en paz.