
martes, 28 de enero de 2020
HERENCIAS FAMILIARES

jueves, 14 de abril de 2016
LA CASA DE LAS CHIVAS, PASIÓN Y MISTICISMO EN TIEMPOS DE GUERRA
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sábado, 24 de octubre de 2015
CINE, TEATRO, TELEVISIÓN, ACTORES Y EVOCACIONES







martes, 21 de julio de 2015
SÓCRATES Y EL BURRO

miércoles, 8 de julio de 2015
BANGKOK, TEATRO CONTEMPORÁNEO EN LA VILLARROEL

viernes, 30 de enero de 2015
REFLEXIONES SENTIMENTALES SOBRE EL TEATRO Y OTRAS COSAS

En mi infancia escuché muchos lamentos a causa de la supuesta muerte del teatro. Un gran número de teatros se habían reconvertido en cines, el cine sonoro y popular acabó con un paisaje antiguo, el del teatro como único lugar de ocio. En eso del teatro se pueden incluir muchas cosas, desde salas de categoría hasta ínfimos locales baratos y, también, sociedades donde los aficionados actuaban en cada día festivo. Zarzuela, comedia, drama, opereta, revista, mimo.
Hubo de todo, bueno y malo. Y grandes actores y actrices y autores que merecieron monumentos, nombres de calles. Hace unos días, en mi otro blog en catalán, recordé a Teodoro Bonaplata, tiene una calle dedicada en mi barrio. En el teatro Victoria del Paralelo se ha repuesto la versión catalana y musical de Mar i Cel pero Bonaplata fue su primer protagonista, un inmenso Said, y su buen hacer se comparó al de otros grandes actores franceses, italianos. Muchos de aquellos actores y actrices después de trabajar mucho se vieron casi en la miseria, en aquella época todo era más difícil. A menudo habían hecho largos viajes en barco, para ir a actuar a la América hispana, algunos incluso murieron en naufragios, como el gran Robreño, que falleció de sed en un islote olvidado.
Llegó la televisión y el teatro pareció revitalizarse. Los actores de la televisión se convirtieron en muy populares, eran buenos, muy buenos, un gran reclamo para las carteleras. Y se volvieron a reconvertir en cines algunos teatros y se abrieron incluso de nuevos, como el Moratín, en Barcelona, dónde vi a Amparo Baro, Terele Pávez y Carlos Ballesteros en una obra que ha envejecido mal, La casa de las Chivas, de Jaime Salom. En aquel momento impactó, se consideró una obra subida de tono y tocó un tema tabú, la guerra civil, aunque sin que se pusiera en duda quiénes eran los buenos y envuelta en un tono de redención santificada muy del gusto de la época. También se hizo en cine aunque ya no tuvo el mismo empuje que en el teatro. La televisión nos ofrecía muy buen teatro, también en catalán, en unas incipientes emisiones en aquello que se llamó lengua vernácula ya que estábamos todavía en tiempos de eufemismos oportunistas y posibilistas.
Aquella tele también pasó a la historia. Olvidamos a algunos actores que siguieron trabajando en lo que podían. Las series americanas llenaron nuestras pantallitas de nuevos sueños y de nuevos héroes. De pronto volvieron nuevas series de televisión españolas, catalanas, el género se había casi olvidado pero se renovó y los viejos actores tuvieron nuevas oportunidades. Lo mismo pasó en otros países. Muchos actores del cine se adaptaron a la televisión y a lo que fuese.
Amparo Baró tuvo suerte y volvió a ser un rostro popular, su apariencia apenas había cambiado, tampoco su voz. Volvimos a ver a Gema Cuervo, a Emma Penella. Incluso Tony Leblanc resucitó e incluso mejoró de salud gracias a la ilusión de volver a trabajar en lo suyo. Estas circunstancias han hecho que al desaparecer algunos de ellos no fuesen ya unos grandes olvidados y que la gente joven los conociese. No todos los de antes han tenido la misma suerte. Todos los trabajos tienen sus condicionantes pero me temo que el de actor o actriz tiene un componente añadido, el glamour, la fama efímera, nada es justo y no siempre triunfan los mejores. En todo cuenta la oportunidad, la casualidad, el azar. Fernando Fernán Gómez decía en una ocasión que los actores tenían, todos, vocación de triunfadores y que eso causaba mucha frustración. Pero eso mismo se podría decir de los escritores, de los pintores, de los cantantes, de los cocineros o los peluqueros.
Todo pasa muy deprisa. Hoy el teatro también juega con la fama de las personas que salen en las series de televisión, hay muchos buenos actores jóvenes, ya no podemos ver buen teatro por la tele y las series convencionales a veces se alargan demasiado aunque también eso creo que está cambiando. Todo cambia, se renueva, vuelve, resucita, nada vuelve a ser igual pero todo puede ser parecido, como pasa con las modas en el vestir.
Ahora hay quién llora por los cines cerrados, esos cines que tan criticados fueron en mi infancia pues siempre parece que en el pasado había más calidad, cuando la verdad es que había de todo aunque a menudo sólo recordemos lo bueno. Con la desaparición de esos personajes se va también un poquito de nuestra propia vida, de nuestra historia íntima y sentimental, morimos a cachitos, sin darnos cuenta, a través de la muerte de los demás, por eso dicen que la gente longeva, que llega a ser centenaria, se siente muy sola y fuera de lugar, a pesar de la suerte, relativa, de haber vivido tanto.
lunes, 22 de junio de 2009
Aquellos actores, aquel teatro...
Me entero algo tarde de la muerte de Fernando Delgado, actor inmenso de quién, en mi adolescencia, anduve algo enamorada. No entiendo la afición de los señores a disimular sus calvas cuando hay y ha habido calvas tan atractivas. Calvas casi siempre colocadas, por cierto, sobre cerebros privilegiados. De Fernando Delgado, además de su calva, enamoraba su voz y su dicción.
No puedo dejar de añorar aquellos Estudios 1, muchos irrecuperables. Doce hombres sin piedad, sin embargo, se ha vuelto a editar y se puede encontrar incluso en bibliotecas públicas. Hace algún tiempo jugábamos con mi hermano, otro nostàlgico, a recordar quiénes eran aquellos doce hombres, actores inmensos, algunos de ellos todavía entre nosotros.
Delgado fue también director, hombre polifacético, trabajador incansable. Lo vimos en papeles buenos y no tan buenos, pero él, como tantos actores y actrices de su época, dignificaban cualquier guión. Impresiona ver la lista de obras que llegaron a montarse como decimos en catalán 'amb una sabata i una espardenya', o sea, con medios de lo más baratos, sencillos y rudimentarios. Qué tiempos aquellos... Bueno, reconozco que yo también era más joven y eso también pesa. De todas maneras creo que si me ofreciesen algún programa de teatro tan bueno de vez en cuando no sentiría tanta añoranza televisiva.
viernes, 27 de marzo de 2009
Teatro, vida y historia: Ricard Salvat

Ha muerto Ricard Salvat, un personaje más de los pocos que nos quedan ya de esos que enlazaban nuestro presente a nuestro pasado más reciente y también al más lejano.
No le conocí personalmente, aunque fue mi profesor hace muchos años, cuando después de estudiar magisterio nocturno me animé a seguir aquella antigua carrera de filosofía y letras, en horario nocturno y que tuve que dejar por problemas de horario, sobre todo, pero también porque la agitación política hacía que las clases se interrumpiesen a menudo, que la policía de entonces entrase en el recinto y que el resto del tiempo se perdiese en asambleas y propuestas etéreas. Me quedó el gusanillo y muchos años después hice Humanitats en la UOC, pero ni la universidad ni la cultura ni Catalunya ni España eran las de antes, en general para bien, aunque también se perdieron iniciativas y conquistas audaces, porque casi nunca la realidad es como la soñamos y la democracia, tampoco. Sobre las protestas universitarias, creo que sería coherente buscar formas de manifestar la discrepancia que no comportasen la pérdida de clases. Cada vez creo de forma más contundente que la huelga no es, en según qué sectores (sanidad, educación), y menos aún en un contexto democrático, una forma razonable de protesta, sobre todo cuando perjudica a terceros y no a los empresarios, aunque se ha convertido en una especie de paradigma obligatorio de la izquierda que no evoluciona. Las clases que se pierden no se recuperan y con tanto aprobado político hemos generado un personal educador que, con algunas excepciones, no tiene ni de lejos la talla de los de antes.
La universidad nocturna de entonces estaba absolutamente masificada. En las aulas yo creo que había bastante más de cien alumnos, aulas con humo y tabaco, por cierto. Hice con Salvat dos asignaturas, no recuerdo el nombre exacto, pero es lo de menos, porque era un hombre muy sabio y nos hablaba de Cultura con mayúscula. Allí recuperè la tradición cultural catalana, tan importante antes de la guerra civil, pero también la española y la europea. Nos traía a clase personalidades como Palau i Fabre, que nos recitó varios poemas. Sin embargo, ya entonces no era santo de la devoción de la progresía, que lo tildaba, aunque era todavía bastante joven, de patum, de forma absolutamente injusta.
He seguido su espléndido teatro y he visto como la sociedad catalana de la cultura oficial lo marginaba, aunque ahora se oigan alabanzas diversas. Le dedicaron hace algunos años una exposición con el nombre, creo, de Ricard Salvat i la seva època. Cuando a un personaje se le dedica un título así significa que esa época ya ha pasado, claro. Sin embargo Salvat seguía en activo, era conocido en todo el mundo y Meteora, una pequeña editorial valiente y exigente, había recuperado una novela suya, perdida como tantas otras en el etéreo espacio de los libros olvidados. Meteora me ha publicado también una novela recientemente y me sentía ingénuamente orgullosa de la coincidencia. No ha tenido tiempo de asistir a la presentación, que será el primero de abril. Descanse en paz.