martes, 23 de diciembre de 2008

Apuntes navideños algo nostálgicos


Escuché hace unos días por radio a las Hermanas Serrano en la actualidad, recordando sus éxitos de los cincuenta y tuve un ataque de nostalgia. Tuvieron una carrera breve, pero grabaron el primer disco de música ligera en catalán de después de la guerra y yo tarareaba de pequeña su Mandolino de Texas y aquello de ola, ola, ola, ola, no vengas sola, ola, ola, ola, ven con mi amor... Me vino a la cabeza todo un mundo infantil imitando artistas ante un espejo, celebrando fiestas con familiares que ya no existen, recitando poesías subida a una silla.

Las Navidades nos traen esa melancolía especial, añoranza, autocompasión, ternura. A pesar de las muchas tonterías que hacemos durante esos días, (compras excesivas, regalos absurdos, felicitaciones vacías de contenido), no nos podemos escapar del ambiente, muy pronto, en nuestra vida, ligado a recuerdos familiares, a personas que nos han dejado, a fiestas del pasado y a belenes con olor a musgo.

Cuando era joven y estudiaba, una vigilia de Navidad, quedamos en casa de un amigo con un grupo de mi edad. Lo pasamos muy bien y después, al salir, fuimos a pie hasta el metro, pasando por delante de la catedral de Barcelona. En aquella época la feria de Navidad duraba hasta Nochebuena, hacía poco que habían desmontado los tenderetes y el suelo estaba lleno de cartones, suciedad, ramitas polvorientas. En la Rambla había borrachos, prostitutas decadentes y grupos de personas ruidosas. Era un año en el cual empezó a ponerse de moda un vaso con un cordoncito encerado que imitaba el ruido de una gallina y mucha gente iba haciendo ese ruido por la calle. Tuve como una revelación de madurez, había un mundo marginal detrás de la paz navideña, me deprimió la visión de aquella otra Navidad absurda y trágica. Pau Riba tiene dos canciones sobre Navidad desmitificadoras, que hablar de eso, de la otra verdad de la Nochebuena y del día después, cuando ya se han matado los gallos, en la mañana de San Esteban, día, en Catalunya, de hacer canelones con los restos del cocido.


Hay una película inmensa sobre la Navidad real, Plácido, de Berlanga, con un Cassen en estado de gracia. Se ironiza sobre la solidaridad de entonces, con aquellos pobres viejecitos invitados a la mesa de los ricos. Hoy hemos variado la solidaridad adaptándola a los nuevos tiempos, pero sigue siendo bastante folklórica. Hace años se decía que en el futuro no haría falta caridad, ni compasión, ni limosnas, pero parece que no nos escapamos de maratones ni colectas, en estos días. A pesar de todo, de los papanoels de plástico colgados de los balcones, de las lucecitas histéricas y de toda la parafernalia, hay algo mágico que resurge en esos días: los niños, los Reyes Magos, los lazos familiares. Después, lentamente, los días iran alargando sus horas de sol y volveremos a la sagrada vida cotidiana, a la santa rutina que, con los años, me parece mucho más agradable que las fiestas extraordinarias.

martes, 9 de diciembre de 2008

Reflexiones barcelonesas de camino hacia la Rambla



Me gustaría poder montar un blog con anécdotas, paisajes, historias y fotos de Barcelona, aunque ya existen algunos de muy buenos sobre el tema. También Madrid, ciudad que me encanta y donde siempre me he sentido muy bien, tiene blogs estupendos, yo diría que más ambiciosos que los de Barcelona, pero, qué sería de nosotros sin esa rivalidad ancestral?

La verdad es que me cuesta la especialización, tengo más tendencia a la variedad de colmado de barrio o de bazar chino, de todo un poco. Ahora estoy intentando mantener un blog com mujeres poetas,
en català, y me representa un esfuerzo importante.


Admito que soy barcelonesa vieja, que mis paseos se limitan a eso que se ha llamado, 'la vuelta de la Moños, personaje típico de la ciudad anterior a mi nacimiento. Esa vuelta comprende ir desde el Paralelo a la Rambla, sobre todo, por las viejas calles del Raval, hoy llenas de recién llegados de todo el mundo. Ahora tengo metro, pero continuo, si puedo, haciendo este trayecto a pie. En el Raval se desarrolló una buena parte de la vida de una parte de mi familia, aún me parece escuchar a mi madre contándome cosas de su infancia, de una casa importante, Ca l'Erasme, de industriales pioneros, donde havia servido su abuela y donde había trabajado su bisabuelo. De camino a la Rambla, con amigas o sola, siempre me pesaba en la báscula de El Regulador, la Joiería-relojería Bagués, que era gratuita. En esa báscula vi como aumentaba mi peso al ritmo de cinco quilos cada diez años, cosa que antes se consideraba razonable y hoy parece una vulgaridad. Ahora están convirtiendo esa joyería en un hotel, ay. No sé qué será de la báscula. Los joyeros barceloneses formaron una clase algo aristocrática, en la novela Mariona Rebull la familia de la chica, de joyeros, no ve con buenos ojos su unión al fabricante Rius. Muchos intelectuales catalanes venían de familias de joyeros o relojeros.


Mariona Rebull se hizo en cine allá por los años cuarenta, fue una digna versión para la época, protagonizada por Blanca de Silos, gran actriz que vivió muchos años, aunque se retiró joven y que ha tenido la desgracia de pasar a la posteridad por haber sido la protagonista de Raza, con guión del mismísimo Franco. De Mariona Rebull se hizo una serie en blanco y negro, por la tele, protagonizada por Jesús Puente y María José Alfonso y en épocas más recientes La saga de los Rius, en color, un poco lenta, pero bien ambientada e interpretada. A mi es que Maribel Martín me gustaba mucho hiciera lo que hiciera, lástima que ahora no se deje ver.

Mariona Rebull la escribió Ignacio Agustí, que había sido una promesa de la poesía catalana de antes de la guerra, pero que se unió al bando franquista y se pasó al castellano. A pesar de que por ese motivo hay quien le tiene manía, la historia de los Rius es todavía un interesante fresco sobre la Barcelona de la época, sobre todo en sus dos primeras partes. El pobre viudo Rius que encuentra a su esposa en el palco del Liceo, en compañía del seductor Villar, el día de la bomba, que ya es desgracia, lo pasa muy mal, aunque en la segunda parte tiene un pequeño lío con Lula, que en la peli antigua era Sara Montiel, joven y espléndida, pero no se decide a tirar canas al aire y vuelve al trabajo, como ha de ser y como eran los catalanes tópicos y típicos de aquella època gloriosa y convulsa.


Blanca de Silos hizo muchas películas, se casó con un noble polaco y murió muy mayor, en el 2002, sin que se hablase demasiado de ella. En una de sus películas, En un rincón de España, salían como extras muchos niños polacos acogidos en Barcelona. Estos niños fueron en muchas ocasiones robados a sus familias a causa de su aspecto ario, por los alemanes, y entregados a familias alemanas. Después de la guerra algunos regresaron con sus padres biológicos o fueron acogidos en algun lugar, en Barcelona residieron durante unos años algunos de ellos, y parece que guardan muy buen recuerdo de España. Hace pocos días se ha vuelto a reunir en mi ciudad un buen grupo y se ha hablado bastante del tema. Por casualidad coincidió este hecho con mi lectura del libro Marcas de nacimiento, de Nacy Huston, cuya historia está basada en uno de esos casos dramáticos.


Las guerras son horribles y generan todo tipo de injusticias y tragedias. La paz es frágil y hay que protegerla como sea, nunca estamos del todo vacunados contra la barbarie o la sinrazón. Lástima que siempre hay guerras en un sitio u otro, parece que moriré sin haber conseguido contemplar aquella vieja utopía de la paz mundial. Bien, la esperanza es lo último que se pierde, dicen.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Misterios inexplicables, verdades ocultas

Me gusta el nombre que he puesto al blog, me recuerda el de un libro de Pere Calders, 'Cròniques de la Veritat Oculta'. Calders es un gran autor de narraciones breves, el mejor hasta hoy, según mi opinión, en catalán. Creo que existen algunas traducciones al castellano de sus cuentos.


Sin embargo su espíritu literario me ha jugado algunas malas pasadas. He citado alguna vez un cuento suyo, el de un jinete que regresa a su casa de noche, y al releerlo, después de algunos años, me he dado cuenta de que lo he citado mal, de que, prácticamente, he inventado otro cuento. La memoria es traidora y hay que tener cuidado con lo que se afirma de forma poco documentada. Los políticos de hoy suelen citar mal frases literarias, poemas. En eso tendrían que aprender de personajes como Fraga, a quien tantos defectos podemos encontrar, pero que era un lince en sus citaciones diversas, cosa que le hacía ameno, a pesar del fondo de la cuestión.



Una vez escribí una narracion en la que salía un loro catalán. Más adelante me di cuenta, también, de que era casi un plagio de otra de Calders, que habla de un catalán que encuentra un loro que habla ese idioma, por las américas. La verdad es que plagié de forma inconsciente, por eso ahora tengo más benevolencia con los plagiadores, quizá no siempre lo hacen de forma intencionada.



Hace años, por la tele, emitieron una breve historia que creo que protagonizaba Carlos Estrada, gran y guapo autor, creo que ya fallecido. Un creador, no recuerdo si escritor o músico, al imaginar sus obras se encontraba con que un extraño personaje 'leía' sus ideas y las plagiaba antes que él las diese a conocer. La historia era sumamente inquietante, aunque quizá tampoco, por lo que he contado de la memoria, fuese exactamente como la cuento ahora. No sé quién era el autor del guión, por cierto.



Verdades ocultas, misterios de la memoria, facultad del alma hoy algo despreciada, por desgracia, de forma injusta. Tanto que se la llego a llamar 'inteligencia de los torpes'. La memoria es necesaria para todo, perder la memoria es un drama y sin memoria no se puede hacer nada. Respecto a los plagios inconscientes, quizá tengamos una especie de alma colectiva que nos juega esas malas pasadas.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Menorca en otoño y otras evocaciones

El primer viaje que hice sin mis padres, de joven, fue a Menorca. Recuerdo la emoción de aquellos días, era la primera vez que iba en avión y las ocasiones de viajar eran pocas, todavía más para las chicas a quienes costaba bastante conseguir los permisos 'familiares' necesarios. Todo me parecía una aventura excitante, allí conocimos algunos chicos y nos metimos ocho personas en un seiscientos, cosas de la edad. Los padres que tanto vigilaban nuestra moral no se enteraban demasiado de las imprudencias habituales a las cuales nos empujaba la edad, por cierto.


Tenía veinte años más o menos y fui con otras tres amigas, a una de las cuales la había conocido haciendo aquello que se llamaba 'Servicio Social', necesario para sacar el pasaporte, conducir, y otras actividades por el estilo. Se aprendía economía doméstica, cocina, puericultura y unas pinceladas de política hispánica del momento pasada por frases joseantonianas diversas. Eramos gente que trabajábamos y estudiábamos, el desarrollo de los sesenta había empezado a dar algunas facilidades de acceso a estudios superiores en aquella época. Todo parecía que sólo podía mejorar.


Cursé aquel servicio en el mismo edificio donde ahora voy a hacer unos cursos de dibujo, en la magnífica sede de la Baixa de Sant Pere, que después de la guerra y hasta la transición pasó a la sección femenina, que tuvo allí escuela, incluso de magisterio. Tuve también una amiga que estudió allí para maestra y en ocasiones había ido a escuchar teatro leído, actividad frecuente en las actividades lúdicas de la sección femenina. Era la directora por aquellos años una señora que se llamaba Ángela, dinámica y con carácter, que luego me volví a encontrar en la Normal de Sans, dándonos formación política que también llamaron del espíritu nacional, y que resultó tan poco exitosa, a juzgar por la historia, cosa que demuestra como machacar en la escuela sobre determinados valores no asegura nada de nada. Los tiempos cambiaban y se tendía a mostrar una actitud más dialogante, recuerdo unos comentarios sobre Juan Carlos que resultaron bastante acertados. En aquella época nadie creía que sería rey, era el tiempo en qué se votó la Ley de Sucesión y se hacían muchos chistes crueles y groseros sobre su servitud hacia Franco, es un hombre mediocre, pero él lo sabe y se aconseja bien, dará sorpresas, nos comentó Ángela, más o menos.


He vuelto a la Baixa de Sant Pere que ha recuperado su tradición catalana, con l'Escola de la Dona y la Biblioteca Bonnemaison. Por cierto, la biblioteca se respetó siempre, aunque ahora ha mejorado mucho. He vuelto a Menorca y también ha sido una primera vez, la primera vez con el Imserso. Se bromea mucho de más joven con el Imserso, pero los años pasan y vale la pena aprovechar sus baratas ofertas. La primera vez en Menorca fue en primavera, en Semana Santa y en la primavera de mi vida. Ahora ha sido en otoño, noviembre en Menorca, después de más de treinta años y también en el otoño de mi vida. Todo ha cambiado bastante, aunque es una isla que intenta respetar el medio ambiente y el paisaje con grandes esfuerzos y sacrificando una parte de ganancia económica acelerada, un buen ejemplo para muchos otros lugares de la costa peninsular. Maó se ha convertido en una ciudad modernísima, con una gran actividad y Ciutadella conserva su pátina aristocrática y algo decadente, extraordinaria y misteriosa.


La historia de Menorca fue bastante trágica hasta la llegada de los ingleses, era un lugar estratégico, sometido a ataques diversos, los pueblos cercanos al mar son muy bonitos ahora pero durante siglos vivir en la costa fue un peligro constante a causa de los ataques de piratas. Los hoteles para jubilados son enormes, como unas grandes casas de colonias y la situación no difiere demasiado de los tours operators masivos de épocas pasadas. Se puede ironizar mucho sobre todo pero es una suerte vivir ahora y aquí y poder disfrutar de ese tipo de cosas a buen precio, cuando, en las familias normalitas, a menudo los abuelos trabajaron hasta muy viejos sólo por un pedazo de pan y poco más. Con demasiada frecuencia no acabamos de darnos cuenta de la fragilidad de la historia, de como nunca estamos vacunados contra las tragedias colectivas, de la felicidad hogareña de la cual disfrutamos, a pesar de la crisis. Quizá los habitantes de los impresionantes poblados talayóticos también vivían en paz y, a su modo, felices, sin saber que todo cambiaría tanto con el tiempo.

martes, 21 de octubre de 2008

Vanidades y violencias

Uno de los temas que más me inquietan y, todavía, sorprenden, es el de la vanidad humana. Vivimos entre tópicos, cuesta desprenderse de ellos, de los lugares comunes, de las supuestas verdades históricas, educativas, médicas. Con los años una se va dando cuenta de que nada es verdad, aunque esa constatación resulta, ciertamente, algo dolorosa porque evidencía nuestra impotencia ante todo.
Se cree, por ejemplo, en general, que las grandes ciudades son peores para la vida y la convivencia que las zonas rurales, si es que hoy existen, todavía, zonas plenamente rurales. El espejismo del campo, de la casita y el huerto, de los paraísos perdidos y recuperables es totalmente vigent y ello ha propiciado el exceso en la construcción de casas unifamiliares. Sin embargo, las ciudades ayudaron a hacer libres a los hombres y en circunstancias dramáticas, como las de la guerra civil, las venganzas y crueldades fueron mayores en esas zonas campestres que en las grandes ciudades, cosa que todavía sucede en la actualidad en muchos conflictos bélicos. Quizá es que la tranquilidad, la paz, se llevan dentro de uno mismo y el entorno tiene muy poca importancia. Se puede ser razonablemente feliz en un barrio ruidoso y cultivar amistades y relaciones en una urbe aparentemente deshumanizada. Leía, hace poco, en el periódico, la desarticulación de una potente banda dedicada al comercio de droga en Berga, ciudad provinciana y encantadora, situada en un entorno privilegiado. Sin embargo, parece que todo pase en Barcelona, en Madrid, donde, afirman los ignorantes o los misántropos, nadie se conoce...
Uno de los tópicos de nuestro tiempo es el del poder de la educación. Se juzga en Barcelona actualmente a los jóvenes que quemaron a una indigente en un cajero automático. Los ataques a indigentes son, por desgracia, más frecuentes de lo que parece pero, en este caso, hay un componente añadido que ha hecho el caso más relevante. Los jóvenes eran de buena familia, clase media, buena educación, catalanes. Esa situación, que, según como se mire puede ser un factor a su favor se ha convertido también en un agravante. Las familias, ay, están bajo sospecha. Sé, por un conocido cuyo hijo había compartido con uno de esos muchachos excursiones y actividades, que esa familia era normal, pero por comentarios leídos o escuchados he percibido el rebrote del tópico: algo debía pasar, los padres no se preocupaban, vete a saber qué sucedía allí dentro...
Si bastante desgracia tiene una familia con contar con un caso como éste, encima la sociedad bien pensante la acusa y culpabiliza, porque hay la tendencia generalizada a creer que todo es culpa de la escuela, de la familia, que todo es evitable, previsible, controlable. Conozco casos de personas normales que han tenido hijos drogadictos y se han tenido que escuchar también ese tipo de cosas. Además, el caso ha levantado los fantasmas anticatalanistas, en muchos comentarios en periódicos se pueden leer verdaderas barbaridades sobre el tema, pijos catalanes, cosas así. Y también se ha percibido la prevención contra las clases privilegiadas, en este caso poca más que clases medias, personas, en definitiva, como tantas otras. Comprobar que cualquier cosa puede pasar en las mejores familias añade siempre morbo a las tragedias.
Es doloroso ver sufrir a un hijo, tener un hijo o hija víctima de alguna crueldad o violencia debe ser horrible. Tener un hijo verdugo, culpable de las crueldades o hechos violentos, ha de ser mucho peor todavía. Una tía mía, con hijos jóvenes cuando yo era pequeña, recuerdo que comentaba con mi madre, haciendo referencia a algún acto delictivo: 'siempre pienso en los pobres padres del que lo ha hecho, cuando pasa eso'. La piedad y la compasión no son virtudes que se valoren en nuestro presente. Hay un refrán muy gráfico, que había oído hace años: a nadie digas ladrón, si tienes hijo varón; no digas puta a ninguna, si tienes hija en la cuna. Ser ladrón o puta era, según el sexo, lo peor que se podía ser por aquel entonces. Hoy hay cosas mucho peores. Pero ningún papá o mamá esta libre del riesgo de pasar por cualquier tipo de tragedia, sabemos poco de la mente humana, de nosotros mismos. Y, por más que nos gustaría, la educación, ni la familiar ni la escolar, no vacunan contra nada, aunque puedan ayudar. Como me comentó un director escolar muy sabio, hace años, desengañado ante la historia de nuestro país y de Europa, en general: Alemania era un país con un gran nivel cultural y ya ve lo que pasó. Hace muchos años se creía aquello de que abriendo una escuela se cerraba una cárcel, él lo había creído, me contó, pero dudaba ya de todo, como me está pasando a mí. Ante la realidad ser, por lo menos, algo compasivos y no tirar primeras piedras, me parece una actitud moral muy necesaria y saludable.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Homenaje a Gerard Vergés


En las Terres de l'Ebre, muy activas literàriamente en estos últimos años, se ha hecho un homenaje al escritor Gerard Vergés y me sumo a la propuesta de colgar en el blog alguno de sus poemas. He encontrado en la Biblioteca Cervantes una breve antología suya, con traducciones al castellano excelentes, de Ramón García Mateos, una pequeña muestra de su genialidad poética. Las versiones originales, en mi blog en catalàn.



Sierra de Pàndols

En la tierra surcada de trincheras,
donde la flor azul
y dulce del espliego

sin tregua convocaba a las abejas:

Allí permanecían
los soldados vencidos.


Poema que versa sobre distintos olores


Gatos surrealistas fornicaban
blancos de luna por las azoteas.
Por la ventana —noches de verano—
entraba la fragancia del jazmín.
Y en las noches de lluvia me llegaba
un aroma de tierra y de simiente.

Yo tenía diez años, y aquel pueblo
era un pueblo río arriba, con huertas,
norias y una calle muy larga, polvo
y moscas rehilando entre las meadas

de perro y el estiércol. (Nada lírico
era en el mes de agosto, al mediodía,
aquel hedor hiriente). Bien distinto

el pequeño comercio de mis tías
—de María y Clotilde— siempre en sombra,

con fragancia y frescor de mejorana
y albahaca florida en el jardín.

Y recuerdo el aroma del tabaco
dispuesto en los estantes, el olor
de azúcar cande, olor de regaliz,
de pimentón, de moscatel, de cáñamo,
de pliegos de papel donde pintaba
altas torres y pórticos soñados.

(María me entregó un libro de solfa
y Clotilde, soldaditos de plomo
y bolas nacaradas de colores).

Hubo una vez que el río inundó el pueblo.
Cuando menguó, era todo hediondez
de albañales y escamas de pescado,
de fruta descompuesta y de sentina.

Cálida fue después la primavera,
brotaron los perales y sus flores
eran la espuma blanca del paisaje.
Los pájaros cantaban. Conocí

a Josefina: doce años y rubia.
(La piel le olía sólo a jabón y a agua).




viernes, 19 de septiembre de 2008

Verdades, mentiras, estudios y estadísticas

He escrito en mi blog en català sobre el tema de los estudios. No sé si en el resto de España se hacen tantos estudios, estadísticas y cosas parecidas. El hecho es que una vive con cierta normalidad, en mi caso hasta ahora y desde hace treinta años, trabajando en una escuela pública que ha cambiado bastante, no siempre para mejorar, sobre todo en aspectos no materiales, y que contempla los niños y niñas de hoy con cierta ternura de abuelita en potencia. Una va de vacaciones y encuentra por todas partes veraneantes y personas comiendo en restaurantes y haciendo excursiones. Gente, por lo general, amable y educada, con alguna excepción puntual que no vale la pena tener en cuenta.

De pronto surgen los estudios. Estudios que nos advierten de que los niños de hoy son obesos, están mediocremente educados, que Cataluña está peor que nunca en educación, que España está a la cola de no sé cuantas cosas, que la crisis nos atenaza. Datos supuestamente objectivos, recogidos por estudios hechos por fundaciones privadas, muchas veces con dinero público. Además, desde una institución medica de prestigio se nos avisa del gran número de niños con depresiones y diversas enfermedades mentales. Y aún hay más, los niños se sienten solos, los padres sólo hacen que trabajar y pagar hipotecas y nuestros cachorrillos se pegan al ordenador y a la video consola, demonios de nuestro tiempo, con afición desmedida. Y nuestros adolescentes y jóvenes no tienen proyectos de trabajo, no usan condones y desperdician los fines de semanas en juergas inacabales. Para colmo de males, la immigración es una especie de bomba en potencia que ha contribuído a bajar niveles de sueldos y de educación...

Más todavía, según estudios, los catalanes somos no sé como, nos sentimos incómodos en España, donde no nos quieren ni nos pagan lo que hace falta, y una gran mayoría querría tener un estado propio. Propio de los que manden, claro. Y aún más, en el resto de España creen que se persigue el castellano de forma cruel y genocida, cosa que mucho periodismo integrista fomenta desde radios y periódicos. La vida normal y corriente nos dice, sobre muchas de todas esas cosas, todo lo contrario, que tenemos escuelas dignas, aunque se hagan muchas tonterías en ellas, tonterías fomentadas por ese tipo de estudios y por políticas de buenismo tonto, que los niños son como siempre, que las familias los quieren y protegen y hacen lo que pueden por ellos, trabajando y llevándolos al cámping durante el fin de semana. Que en Catalunya la gente habla y escribe como quiere, que en el resto de España hay un montón de gente estupenda y acogedora que no te mira de reojo a causa de ser catalana, aunque siempre es de esperar algún tópico recíproco al uso, cosa que también pasa en otras partes, ya que recuerdo una tertulia vecinal en Francia, donde tenemos parientes, en la que aguanté estoicamente un exceso de chistes sobre toreros españoles, de bastante mal gusto vistos desde mi óptica peninsular, pero que no me tomé a mal, ni mucho menos, cuando yo misma he dicho grandes tonterías sobre los franchutes en muchas ocasiones. Cuando alguien me dice cómo són los madrileños, los gallegos, los alemanes, los musulmanes, los hispanoamericanos, los del pueblo de al lado o los del barrio vecino, así, en bloque, se me ponen los pelos de punta. Aún se me ponen más de punta cuando me dicen ‘como somos’ los catalanes...

Los estudios son peligrosos cuando afirman según qué cosas con bases supuestamente serias y científicas sin tener en cuenta qué és lo que se quiere conseguir con ellos. Muchas veces no se explica la metodología seguida con precisión, por cierto. Corre por internet la historia de un padre analfabeto que pone un negocio boyante de bocadillos, gana dinero y manda el hijo a la universidad. Cuando el hijo va a vistar al padre, ya licenciado, le explica que hay una crisis, que hay que reducir gastos, y el padre baja el nivel de su producción, no hace publicidad y acaba por echar a rodar el negocio. ‘Suerte que mi hijo, que tiene estudios, me explicó que había crisis’, razona. Hace poco vi por televisión la excelente película ‘Europa, Europa’ que cuenta el caso real de Solomon Perel, un jovencito judío que sobrevivió fingiendo ser nazi, ya que prefirió vivir como pudo que morir heroicamente, cosa muy humana. Las clases que se daban a esos jóvenes alemanes, reproducidas en la película, eran supuestamente científicas, basadas en estudios ‘serios’, los judíos eran así y asá y había que eliminarlos. Los arios, raza superior sin duda, eran muy distintos, superhombres, claro, estaba plenamente demostrado. Fue un caso extremo, pero a distintos niveles las guerras basan su lógica en estudios y informaciones periodísticas interesadas. En mi juventud había estudios médicos serios y científicos que mostraban, con fotografies incluso, como la masturbación conducía a la locura y la ceguera. El caso es que tienes un vecino con el cual convives como puedes, a veces incluso muy bien, pero de pronto los estudios te lo muestran como perteneciente a algún grupo poco deseable o él te ve a ti como integrante de un grupo ideológico detestable, de una minoría étnica peligrosa, y las cosas se vam liando, liando, hasta que acabamos muy mal. Veáse la historia. Y tienes unos alumnos normalitos, en una escuela con un tanto por ciento alto de immigración, grupos donde hay de todo, con minorías excelentes incluso, y también alguna oveja negra, como ha pasado siempre, con unos padres trabajadores y, en su gran mayoría, responsables al nivel que pueden y les dejan, y de pronto empiezas a mirarlos a todos con cierta prevención: gordos, mal educados, deprimidos, inconscientes, solitarios, adictos a la vídeo consola????



sábado, 13 de septiembre de 2008

Raquel Meller y Tarazona





He estado en Tarazona, hermosa ciudad aragonesa, en un pequeño, céntrico y encantador hostal, Santa Águeda, situado en la calle Visconti. He buscado información sobre esos Visconti de Tarazona y he encontrado poca cosa, más allá del hecho que un personaje de la familia emparentó con una familia de la ciudad y tuvo una gran relevancia social durante el siglo XIX. Me cuenta el dueño del hotel que la casa donde está situado es sefardita y tiene seiscientos años, que la hermosa cama de hierro de mi habitación tiene doscientos.


El hotel alberga una impresionante exposición documental sobre Raquel Meller. Montse, la dueña, pertenece de forma muy activa a la Asociación dedicada a esta cantante que existe en la ciudad. Mi marido escogió el hotel porque vio en la web la existencia de ese pequeño museo y hace poco tiempo di una charla sobre la artista en mi barrio, Poble-sec, pertenezco también a una asociación sobre historia local, modesta, modestísima. Tengo una gran fe en las asociaciones cívicas de todo tipo, culturales, deportivas, musicales. Y también en los historiadores locales. Hacen un trabajo muy importante, a veces poco reconocido, en ocasiones utilitzado a la larga por los poderes públicos que se apuntan al carro cuando la cosa toma dimensiones importantes.


No soy especialista en Raquel Meller ni en nada. Creo que la casualidad ha hecho que el personaje llegase hasta mí a través de mis recuerdos infantiles, durante la época de Sara Montiel se recuperó el cuplé y yo había cantado muchos, disfrazada, delante de un viejo espejo de la habitación de mi abuelo. Una vecina de mi escalera había sido también artista y contaba anécdotas sobre ella y su carácter, difícil. Meller odiaba la forma de cantar de Montiel, entonces no lo entendía, porque Montiel me sonaba más moderna, pero sí ahora. El último cuplé pretendió ser una biografía no oficial de Raquel, pero Meller, que tenía un carácter fuerte y luchador llevó a los tribunales a los responsables. De hecho, la película tiene sabor y me gusta porque sale en ella el viejo Molino del Paralelo, pero de biografía de Meller, nada de nada.



En Tarazona hay también un museo sobre Raquel Meller en el Teatro Bellas Artes, pero no tiene horario fijo, ya que sólo es visible cuando hay cine o alguna actividad. Creo que el tema mejorará con el tiempo, cuando los poderes públicos vean el gran potencial cultural y turístico que puede generar el recuerdo de esa artista que nació en Tarazona, vivió algún tiempo en la Rioja, empezó y triunfó como artista en Barcelona, residió en París y la Costa Azul y regresó a Barcelona, donde murió. Recordar a alguien en las ciudades grandes es difícil, hay demasiado material y el presente borra el pasado muy pronto. De hecho, Meller fue una ciudadana del mundo, estuvo en muchos países, trabajo en Hollywood y reinó en el País de entreguerras, mítico y mitificado, al mismo nivel de popularidad que Baker o Mistinguette. Me cuenta la señora Montse que van a publicar un libro muy completo y ambicioso sobre la artista, hay muchas pequeñas biografías, pero con poca documentación y poco rigor detrás. Compré un delicioso volumen editado recientemente, con fotos, de María Dolores Calvo, la presidenta de la asociación, de esos libros que es imposible, ay, encontrar en librerías convencionales. Me cuentan que se encontró mucha documentación a través de Matilde, la hija de Carlos Vazquez, el artista que más la pintó, y con la cuál tuvo Meller una gran amistad. Hablamos de su carácter, difícil, fuerte, capaz de reacciones violentas pero también de generosidades sin límite, de los muchos mitos que corrian sobre ella, como su supuesta participación en el trágico fin de Mata-Hari, en el que no tuvo nada que ver.



Me entero que hace poco estuvieron en Barcelona, en la Casa del Mar, cerca de mi casa. Y yo sin saberlo! Es también poco conocida, más allá de los círculos interesados, Corita Viamonte, la mejor cantante de cuplés que existe actualmente, aragonesa y que actúa a menudo en esos actos. Resulta casi imposible hoy encontrar discos de Raquel Meller, las películas se han olvidado, aunque creo que está en camino una copia de Los arlequines de seda y oro. La gente que desayuna en el minúsculo y encantador comedor del hotel queda fascinada, me doy cuenta, por las imágenes de la artista. Esa mirada entre ingenua y distante, ese rostro expresivo, distante, familiar, exótico, tradicional, modernísimo. Meller, creo, es mucho más fascinante seria que sonriendo. Meller vestida de mil maneras, peinada de centenares de formas distintas, pero siempre atractiva, con ese atractivo que no responde a nada concreto sinó a una especie de don celestial. Los clientes preguntan, se sorprenden. La alabaron como artista todas las personas importantes de su tiempo, Guimerá, Apel·les Mestres, Huxley, Machado, Chaplin, Sorolla, María Guerrero y Sara Bernhard que lamentaban que no se dedicase más al teatro. Hay en la pequeña salita una minicadena con algunas canciones de Meller, La Violetera, doña Mariquilla.

Quizá hoy no somos capaces de valorar el cambio que en la interpretación de los cuplés representó Meller, vocalizando de forma perfecta, sin recurrir a la picaresca algo grosera, en boga en aquel momento. Hubo también otras grandes cantantes del género y algunas se retiraron al casarse, cosa habitual en la época, como la gran Mercedes Serós, catalana. Meller cantó también tangos, incluso sardanas, hizo cine de forma excelente, su fotogénica mirada muestra ese extraño don de seducción que tuvo. Somos, en general, en nuestro país, poco fieles al recuerdo de los grandes. Una gran diferencia con la vecina Francia, donde por la radio se pueden escuchar a menudo cantantes ya desaparecidos, vivos siempre en el imaginario colectivo. Creo que la guerra rompió muchas cosas, también esa capacidad de recuerdo, es como si un largo camino de cultura se hubiese visto de repente al borde de un precipicio inmenso pero hoy, cuando para circular de un lugar a otro se construyen esos puentes impresionantes, es tiempo también de puentes espirituales y de recuperación de paisajes perdidos. Al menos, ese es mi sueño.
La imagen es la del famoso cuadro de Carlos Vázquez, con Meller cantando El Relicario. Al fondo, la encantadora plaza de toros antigua de Tarazona.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Josephine Baker, un recuerdo



Entre mis lecturas veraniegas he recuperado un libro que me regaló mi hijo y que tenía en espera. En mi juventud era casi imposible tener en casa libros sin leer, pero no había la oferta de bibliotecas actual y el libro no se había convertido en un objeto de consumo, relativamente barato si no es de actualidad.
El libro del que hablo es Jazz Cleopatra, una biografía sobre Josephine Baker, atendiendo también a la época en que vivió. Este libro, de Phiyllis Rose, pasó por nuestros mostradores sin pena ni gloria, poca gente recuerda hoy y aquí a Baker. De pequeña, en la gris Barcelona de postguerra, había oído hablar de ella como de una bailarina escandalosa, medio desnuda, con su cinturón de plátanos y sus movimientos sensuales y extraños. Sin embargo, en aquella época Baker ya se había convertido en una gran señora del music-hall, una mujer comprometida con muchas causas, con una tribu multicolor de doce niños adoptados.
Baker nació en el Saint Louis de las luchas raciales y pasó muchas penalidades de pequeña. Europa la entendió mejor que América, quizá porque el París de la época se había forjado una fantasía sobre la sensualidad africana que ella, en teoría, mostraba, aunque de africana no tenía nada, ya. El exotismo siempre tiene éxito y despierta curiosidad. Sus movimientos flexibles, incluídos unos ojos que controlaba a voluntad, ejercían un gran magnetismo en el público de la época.
Sirvió a muchas causas justas, la Resistencia, la Cruz Roja, la defensa de los derechos de los afro-americanos... Murió antes de los setenta años, en 1975 y Francia le rindió honores militares, era respetada y querida, aunque pasó también apuros económicos en muchas ocasiones.
Yo la vi por televisión, en uno de aquellos programas en blanco y negro que emitían desde Barcelona, desde los estudios de Miramar, hoy destrozados con la construcción de un hotel exagerado y absurdo. Franz Joham, el hombre de los Vieneses, presentaba un programa musical las noches de los martes. Educado, de un estilo que se ha perdido, Joham colocaba una escalera cuando venía una gran señora de la música, para hacer descender por allí la estrella invitada. Baker fue una de ellas: elegante, glamourosa, con plumas y vestido largo, muy lejana ya de la escandalosa joven de los años veinte y el charlestón, Baker despertó la expectación de mi vecindario. Entonces sólo tenía televisión una vecina de la escalera y nos invitaba a contemplar los programas en su casa, a menudo.
Ante aquellos sobrios programas de variedades televisivas siempre se hacían inocentes comentarios sobre la diferencia entre Madrid y Barcelona, Barcelona, claro, siempre era más fina y elegante en su programación y presentación, como no podía ser de otro modo, mirando la televisión desde el Poble-sec. Incluso yo fuí a Miramar una vez, a un concurso que hacían los domingos, después de las marionetas de Herta Frankel, dirigido a niños y niñas de tercero del bachillerato de entonces, Matrícula de Honor. Era aquel estudio como una salita casera y el presentador, Luis Pruneda, desaparecido prematuramente, y su esposa, trataban a los participantes con una gran amabilidad. Todo era pequeño, a medida humana. He ido con la escuela a algún programa de los de ahora y todo es a lo grande, impersonal y bastante falso. O me lo parece. Gané un reloj Duward, era entonces el reloj un objeto de deseo importante para niños y mayores.
Podemos contemplar a Baker fàcilmente, en muchos vídeos a nuestro alcance y escucharla en discos comercializados actualmente, ha tenido más suerte que 'nuestra' Meller, artista tanto o más conocida en su época, aunque no tan simpática ni tan humana como Josephine, las cosas como son, aunque esa es otra historia. Por cierto, Marujita Díaz, en sus buenos tiempos, interpretó muy bien uno de los éxitos Bakerianos, La pequeña tonkinesa, en una película ambientada en los años veinte.

jueves, 7 de agosto de 2008

Sobre canciones y películas

He ido a ver la película Caos Calmo. Opino que no es nada del otro mundo, pero se deja ver con agrado, sobre todo por la interpretación de Moretti. Es una película en la que pasa poca cosa, con una escena de sexo que para nada exige el guión y que resulta algo hilarante. Me ha recordado la historia, incluso, la de ese barón rampante al cual todo el mundo va a ver a su retiro arborícola. En la película, el protagonista, ante la muerte de su mujer, toma asiento ante la escuela de su hija y desde allí contempla el mundo, ‘su’ mundo, un mundo bastante burgués y escucha todo lo que le vienen a contar los distintos personajes que forman parte de ese mundo personal.

Más allá de la historia, he de decir que me gusta ver cine italiano, francés, sobre todo porque nos llega poco y a pequeñas dosis. También mucho cine español desaparece pronto de las salas, servidumbres de la programación actual. La música de la película es buena y en el epílogo, cuando al fin el protagonista abandona su retiro, suena una canción italiana, Amore transparente, de Ivano Fossati.

Fossati es un veterano de la canción italiana, poco conocido entre nosotros. Tuvo amores con otra gran señora de la canción de aquel país, Mia Martini, que puso fin a su vida de forma trágica a causa, dicen, de los altibajos en su carrera y, supongo, de tendencias depresivas personales. Cada persona es un misterio y las reacciones que puede tener ante lo que le sucede, a menudo imprevisibles.

Yo, que crecí con la canción francesa e italiana, que vi mucho de su cine, constato que los cantantes italianos de los sesenta eran popularísimos entre nosotros. De los setenta para acá la cosa cambió mucho, hay que ser casi un ‘iniciado’ para saber qué se cuece en el mundo musical francés, italiano y de donde sea, más allá de las grandes promociones discográficas habituales y convencionales. Muchos de los grandes de entonces aún continuan felizmente en activo, pero pocas noticias nos llegan de ellos.

La radio, a veces, nos ofrece programas curiosos, extraordinarios, como Voces con swing, en radio Nacional, en el que se emiten discos de aquellos antiguos, de piedra, casi irrecuperables hoy. Com ràdio, en Barcelona, ofrece un programa sobre canción francesa y otro sobre tango. Ignoro si hay alguna cosa sobre canción italiana. Incluso nuestros cantantes actuales, cantautores, grupos algo más minoritarios, son poco conocidos, en general, más allá de los de siempre. Por no hablar de cantantes y grupos buenísimos, en el ámbito de la canción más folklórica, aunque actualizada, muy populares en su comunidad y poquísimo en el resto de la península. La televisión también ha olvidado los programas musicales clásicos, juveniles. Las operaciones triunfo se nos han tragado las iniciativas.

No sé si soy pesimista. En cine, lo mismo, o me lo parece. Incluso la televisión, que en otras épocas y, sobre todo, en verano, emitía alguna película antigua poco conocida pero ‘de culto’, española o extranjera, parece no esforzarse en el tema. Además, la publicidad ha alcanzado cotas agobiantes. De vez en cuando, hay algún extraordinario sin ‘cortes’, pero es una especie de extravagancia singular. Claro que, a veces, las cosas cambian y a una moda la sucede otra. Así, que, quién sabe...

domingo, 3 de agosto de 2008

De cuando queríamos parecernos a BB

(He decidido no ceñir el contenido del blog a las traducciones de los artículos que publico en catalán, porque me limita la temática y a veces me da más trabajo traducir que volver a escribir sobre el tema).

Hace unos días escuché por televisión al periodista Angel Casas, hablando de músicas de su vida y recordando Brigitte Bardot. La mitología del pasado es engañosa y llegamos a creernos que éramos más fans de los Beatles que del Duo Dinámico, a veces por pura presunción de modernidad. Casas afirmavaba que Marilyn Monroe no le hacía, como decimos en catalán, ni fred ni calor, de joven, y que el objeto de sus deseos adolescentes era Bardot.

Bardot era el gran modelo sexi. Con sus despeinados y escotes, con su películas que pocas veces veíamos en España pero que algunos de los primeros afortunados catalanes poseedores de seiscientos y gogomòbils conseguían contemplar en el sur de Francia, con su escándalos que hoy son de instituto de secundaria, Bardot monopolizó la temática atrevida de toda una época.

Bardot cantó, bastante bien, y en el programa pusieron un disco suyo. Para mi gusto, mejor que la señora Bruni de Sarkozy, la verdad. Llegó a cantar con Gainsborough aquello tan atrevido de je t’aime mais non plus, canción llena de suspiros explícitos que hoy da un poco de risa y que luego grabó la esposa del cantante, Birkin, dicen que muy celosa de la versión de la Bardot, quién, posiblemente había tenido algo con su marido. Recuerdo la moda de los vestidos de cuadritos de colores, ribeteados con puntillas, cortitos y juveniles. Bardot la popularizó. Salió en una revista con su marido de entonces, el soso Charrier, un reportaje de esos estúpidos en la cocina de casa, con un alegre vestido de ese estilo.

Las chicas la imitábamos o la queríamos imitar. La prima de una amiga mía se le parecía un poco y los chicos andaban locos por ella. Bardot hizo malas películas, quizá no encontró un director adecuado, aunque ella no era Moreau, claro, pero hay que reconocer que tenía su gracia. Tuvo un romance con Sacha Distel, un cantante simpático del cual bailamos aquello del Monsieur Caníbal, y, sobre todo, la divertida historia del bombero que no encuentra la manguera ni la escalera mientras todo se está quemando.

Pero Bardot no murió joven, por suerte para ella. Tuvo la habilidad de retirarse a tiempo, a los cuarenta años. Ha envejecido y ha defendido y defiende los animales, focas, ballenas, e incluso a Le Pen, cosa que le quita brillo mediático a cualquiera. Un cantante brasileño le dedicó una samba que también bailamos a gusto en aquellos veranos de antes: Brigitte Bardot, Bardot, tu estilo triunfó, triunfó, BB, BB, el secreto de tu hechizo y de tu encanto no lo sé... Su belleza consolidó la moda dictatorial de las narices respingonas para tragedia de las personas como yo, con apéndices nasales más contundentes. Por suerte, la cirugía no estaba al alcance de todas las españolas por aquel entonces, y sólo actrices o gente de posibles se sometían a recortes nasales desafortunados, perdiendo mucha personalidad por los quirófanos pioneros.

La moda en el peinado era también muy dictatorial, pero esa es, afortunadament, reversible. Las chicas con el pelo rizado sufrían mucho y tenían que dormir con una especie de ensaimada en la cabeza, la toga, la llamaban. Yo, con el pelo finito y de poco volumen, cada noche de mi vida de entonces me ponía rulos y pinzas, ya empecé en los tiempos escolares con esa deleznable costumbre y en una ocasión, estudiando la Revolución Francesa, soñé que me cortaban la cabeza por orden de Robespierre y era una pinza que tenia en el cuello la culpable de la pesadilla. Además, debía consolidar la construcción peluquera diaria con chorros de laca maloliente o los efectos del cardado matinal me duraban diez minutos.

Mi madre tenía el pelo rizado y yo la encontraba muy anticuada. Una vecina más joven le aconsejaba alisárselo, en aquella época mamá debía tener unos cuarenta años, pero yo la veía inmensamente mayor. Ella protestaba diciendo que las negras también lo tenían rizado.
-Uf! –decía la vecina- Ya no hay ninguna negra moderna con el pelo rizado!!!
Lo dijo como si el estiramiento capilar fuese una muestra de avance técnico para las personas de piel oscuara y supongo que lo creía. Muchas señoras de buen ver de color, por cierto, de conjuntos musicales, lucían cabellos lisos y moños imposibles, supongo que les debía costar un buen dinero y muchos sacrificios, pero presumir comporta sufrimiento. Después vino la liberación, la moda afro y todo eso, y tuvimos que hacernos la permanente.

Los chicos tenían que ir también con mucho pelo, patillas e incluso barbas, que eran un signo evidente de progresismo político. En algunso trabajos se prohibía o casi llevar barba. La calvície era ya un problema, en aquella época decían que la provocaban los cascos y gorros de la mili pero ya no hay mili y parece que es más bien genético y que no se ha encontrado una solución definitiva. Las chicas de moda son hoy mucho más flacas que las de entonces y ese tema, como se sabe, ha generado una enfermedad casi nueva, la anorexia. Aceptarse gordo, flaco, calvo, peludo, chato o narigudo, con pelo rizado o liso, es un proceso que requiere años y madurez. Hasta que, mirándonos las fotos antiguas, nos damos cuenta de lo guapos y guapas que éramos en aquellas épocas, cuando estábamos cargados de manías y complejos. Es una lástima, porque hay muchos vendedores de tontería por el mundo que se aprovechan de esta estupidez que hoy se define como ‘no estar contento con tu cuerpo’. Massa farts (demasiado hartos), que decían mis antepasados. Al fin y al cabo, todos envejecemos y morimos, para eso sí que no se ha inventado nada, de momento. Nada efectivo, claro.



domingo, 13 de julio de 2008

Tesoros y herencias








Cuando era pequeña, en el pasillo de mi casa se encontraban cuatro cuadros que no sé de dónde habían salido, pero que me fascinaban. Eran unas láminas que parecían muy antiguas, representaban las estaciones de la vida y los titulos estaban escritos en francés y castellano, debajo de las ilustraciones.

Pensé durante años que mi madre los había tirado. En una ocasión me explicó que no tenían valor, que las láminas las habían dado con alguna revista que compraba su abuela y que el papel estaba muy deteriorado. Había revistas ilustradas que regalaban, ya entonces, a principios del siglo XX y finals del XIX, cosas de este tipo y que ofrecían coleccionables que después se encuadernaban. Creo que tambien tiene ese origen un folletín en dos volúmenes muy antiguo, Óscar y Amanda, que parece que en sus tiempos fue un exitazo, de
Regina Maria Roche, escritora irlandesa gótica y algo delirante, muy al gusto de la época. El título original en inglés era The Children of the Abbey y se publicó por primera vez en 1796. Estos libros todavía los conservo y son de mediados del XIX, cosa que me hace pensar que debieron pertenecer a la madre de mi bisabuela. De pequeña, con once o doce años, como tenía poca cosa para leer me los tragué enteros, tienen unas láminas muy evocadoras que me daban miedo. La historia estaba llena de malentendidos, hermanos abandonados, madrastras malvadas y un señor que era el más villano de todos, Belgravé. Ver la imagen de Belgravé en las láminas del libro, con aquellas patillas de la primera mitad del siglo XIX, me aterrorizaba.

Al vaciar armarios han surgido del túnel de tiempo los cuadros con las láminas, estan muy deterioradas, pero han sobrevivido hasta el 2008. En cambio, libros y otras cosas que pensaba encontrar han desaparecido, supongo que durante alguna limpieza materna debían desfilar hacia el cielo de los objetos perdidos. Me sabe mal haber perdido cuentos de cuando mi madre era pequeña, libros de cuando iba a la escuela, gramáticas con poesías que me gustaban mucho. Me sabe mal porque una ocupación habitual de los días de lluvia, durante mi infancia, era abrir un baúl donde reposaban aquellos libros, algunos juguetes estropeados, ropa antigua, estampas y recordatorios de funeral. También se han perdido unas gorras de dormir, de lino, que me quedaban muy bien pero que debían estar hechas polvo, literalmente hablando. De vez en cuando nos da por esas ansias destructoras, los recuerdos pesan y el espacio es limitado. Conservo aún unos refajos de mi bisabuela con los cuales me disfrazaba cuando cantaba cuplés de Sara Montiel, allà por finales de los cincuenta. Todavía mi hija se había disfrazado con ellos, pero ahora se deshacen al tocarlos.

En la biblioteca de mi barrio han colocado un cesto para dejar o coger libros. Cada día está más llena. He bajado unos cuantos de casa de mi madre, al cesto. Ya no sabemos que hacer con los libros, ni con la ropa, ni con tantos trastos que antes eran tesoros y ahora son estorbos. Podía haber bajado muchos más, pero los empiezo a hojear y no me decido. También hay periódicos y revistas antiguas, que supongo se guardaron por algun motivo, a veces incluso por haber publicado la esquela de alguien que debían conocer mis padres o mi abuelo. Están también muy deteriorados, el papel es efímero y el de periódico aún más. Lo peor es que siempre que voy a la biblioteca a llevar libros acabo por coger algún otro que despierta mi curiosidad...

Mirando las láminas yo, que creía estar en el otoño de la vida, he visto que estoy, ya, casi en el invierno. Las cuelgo en el blog, a ver si alguien me sabe dar algún dato del autor o de la época de los originales. Ya no tienen aquel encanto ancestral y sus damas y caballeros ya no me parecen tan bellos como antes, cosa de las corrientes estéticas en constante evolución. Pensar que algún día los periódicos de hoy y las imágenes más modernas y vanguardistas seran recuerdos evocadores, antiguallas, me produce una cierta inquietud. Pero que le vamos a hacer, todo cambia y desaparece, un dia u otro.

martes, 1 de julio de 2008

Raquel Meller, en el recuerdo


Formo parte de un modesto grupo de historia de mi barrio, el Poble-sec. Cada mes organizamos una charla en la biblioteca y la última de la temporada será esta tarde, a las siete y media. La hemos dedicado a Raquel Meller, gran artista, actualmente poco conocida y la haré yo misma. No soy ninguna expeerta en cuplé ni en artistas pero, por casualidad, dispongo de dos biografías de Meller, así como de una película en vídeo, La venenosa, con un argumento delirante del controvertido Caballero Audaz, de la cual pasaremos un fragmento.


Hoy es poco conocida esta cantante y actriz, que había sido famosísima y muy homenajeada. He hablado con jóvenes que ni tan sólo no sabían quién era o a qué se dedicaba. En sus tiempos se hablaba muy bien de ella como artista, pero no tanto como persona, pues tenía un carácter bastante difícil. Hizo películas mudas, y alguna de sonora. Era expresiva, con un gran atractivo, capaz de transformar su rostro y de adaptar su vestuario a cada representación. Fue una mujer moderna, pionera en adoptar los recortes en faldas y pelo que llegaron con los felices veinte. En su época fue alabda por personajes como Sarah Bernardt y Charlot, que quiso, sin éxito, a causa de los muchos compromisos de Meller, contratarla para una película. Trabajó y vivió en Francia, viajó por América. Se la puede considerar de la categoría de Baker o Mistinguette, pero en nuestro país se olvidan pronto esos mitos que en otros lugares son respetados, recordados y reivindicados.

Hoy resulta imposible encontrar la mayoría de sus películas y muy difícil conseguir sus grabaciones si no es a través del mercado de ocasión. Durante la década de los cincuenta, con el éxito de Sara Montiel, el cuplé resucitó y la misma Meller, que murió en 1962 criticó durament las interpretaciones del género que hacían Montiel, de Celis y otras. Era bastante sarcástica siempre, con las actrices de la competencia. Fue una diva, en toda la extensión de la palabra, y su vida familiar fue complicada. No cantó sólo cuplés sinó también tangos y otros tipos de canciones, además de algunas en catalán con letras escritas por Rusiñol y Guimerà. Con ella el cuplé alcanzó una categoría inmensa, ganó en elegancia y se convirtió en género de culto de muchos intelectuales, alejado de la picaresca vulgar que había dominado el tema al principio.

En Madrid se ha representado con gran éxito, durante tres temporadas, el musical de pequeño formato, Por los ojos de Raquel Meller. En Tarazona, ciudad donde nació, existe un museo dedicado a ella y una asociación que reivindica su memoria. Se considera que actualmente una de las grandes intérpretes de cuplé, por desgracia también poco conocida, es la gran Corita Viamonte. Mientras tanto, en Barcelona, ciudad que la vio crecer como artista, es poco recordada y su monumento se vio hace poco maltrecho por la acción de unos gamberros no identificados, aunque, ahora que ya se ha arreglado, alguien sigue poniendo flores en su cesto de Violetera. Quizá la resurrección del nuevo Molino, cuando llegue -ayer se puso la primera piedra- pueda acoger el homenaje que el recuerdo de la artista merece, haciendo venir a nuestra ciudad el musical mencionado, dirigido por Hugo Pérez. Creo que resultaría muy adecuado al entorno de nuestro hoy decadente Paralelo.

miércoles, 11 de junio de 2008

Ciao, Dino Risi!



Cuando era jovencita, los chicos y chicas más mayores que yo presumían de ir a ver películas supuestamente atrevidas. Una de las que marcó época fue La escapada, Il sorpasso, al ritmo de la música de la cual movimos el esqueleto adolescente, durante muchas tardes de domingo de las de entonces, en aquellos guateques habituales entre amigos.

Yo vi por primera vez la peli de mayor, en la filmoteca. La encontré inmensa. Unos años después Risi tuvo mucho éxito con otra película, Profumo di donna, de la cual se hizo, al cabo del tiempo, un remake americano bastante digno, pero que no nos hizo olvidar el original italiano, con un Gassmann genial, como siempre.

El director de aquellas dos películas y de muchas más,
Dino Risi, ha muerto recientemente, el 7 de junio y me parece que no se ha hablado excesivamente de él, mucha gente joven casi lo desconoce. A pesar de que estuvo en activo hasta hace pocos años un repaso a su filmografía nos muestra lo mucho que no hemos podido ver del director. Llega poco cine francés, poco cine italiano, y lo mismo se puede decir de la música popular. Parece que hemos pasado directamente al inglés, como ironizó una vez Riba, en una discusión con Unamuno sobre el idioma catalán.

De vez en cuando llega alguna cosa y si la promoción es buena, si da tiempo a funcionar el boca-oreja, tiene éxito. La comedia italiana tiene hoy herederos interesantes y muchos de los jóvenes de antes todavía trabajan. Lo mismo, sin embargo, pasa con muchas películas españolas, catalanas. Algunas ni tan sólo llegan a las salas convencionales, como, por ejemplo, una versión de principios de los noventa de la novela
Solitud dirigida por Romà Guardiet, por poner el primer ejemplo que me viene a la cabeza. O, en castellano, casos como Vida y color o Ochocientas balas, buenas historias que pasaron brevemente por los cines sin darles tiempo a nada.

Tenemos la tele, pero parece que se complacen en los refritos de siempre, con tantos anuncios en medio que ya no sabes qué estás mirando, a pesar de algunos esfuerzos en BTV y en la dos, pocas veces se recuperan películas como las de Risi y si se hace suele ser en horario surrealista.

Mientras creo que a La Escapada, con su musiquita del
guardacomedondolo no le ha pasado el arroz, algunos éxitos de antaño, como Un hombre y una mujer, dabadabadà, que emitieron hace poco por la tele, por cierto, el tiempo los ha situado en la nada. En mi época joven se valoraban mucho las escenas eróticas, ahora dan risa, y recuerdo que en la oficina donde trabajaba en aquella época se discutió bastante sobre si en la escena de cama entre Trintignant i Aimée habían puesto alguna sábana entre el hombre y la mujer implicados.
-Sí, sí, pero algo deben notar –decía una compañera conservadora, muy enfadada a causa del atrevimiento cinéfilo que ya amanecía en nuestra reprimida sociedad, y que anunciaba la caída irreparable de las buenas costumbres antiguas.





Por cierto, ayer por la tarde planchaba con afición contemplando por enésima vez el poema pedagógico protagonizado por
Sidney Poitier consiguiendo educar a una pandilla de mal educados. A mi, en la escuela, esas metodologías didácticas que a los actores, cuando hacen de profes, les van tan bien, no me han funcionado jamás. Pero claro yo no tengo la planta de ese señor ni su mirada penetrante y algo maliciosa. Poitier es ya un abuelito de buen ver, de ochenta años, por cierto, con unas cuantas hijas guapísimas, algunas de las cuales dedicadas también al cine. El género de profesores sobresalientes y incomprendidos siempre ha sido un género de éxito. Poitier fue el primer galán negro importante, cuando a alguien de mis tiempos le preguntaban si se casaría con un negro, solía contestar:
-Hombre, si fuese Sidney Poitier...

Y es que el color no es tan importante, hay cuestiones estéticas de más peso, la verdad. Aunque me gustó contemplar Poitier en su época de esplendor, me habría gustado más planchar al ritmo del twist de La escapada, me habría salido mejor la actividad de plancha doméstica. No me la van a pasar, en homenaje al director desaparecido? Por favor, si alguien tiene influencia...

domingo, 1 de junio de 2008

Sin tele y sin sentido común


Una servidora de ustedes se hace mayor y ya no se sorprende de casi nada. Però una de las tonterías que todavía me provocan cierta inquietud es cuando me endiñan como noticia bomba cualquier cosa intranscendente y estúpida. Las noticias de los noticiarios están llenas de cosas absolutamente prescindibles, mientras que los hechos serios y las situaciones dramáticas de verdad, mezcladas con el resto, parecen calderilla. Eso sí, de vez en cuando no nos escapamos de ver algun cuerpo mutilado, manchas de sangre –es preocupante esa afición a enfocar las manchas de sangre cuando no hay nada más- y operaciones de cirugía con unas cuantas tripas o pulmones en primer plano.

Hoy leo esta perla sobre unos niños que, en Estrasburgo, han participado en la excitante experiencia de vivir unos cuantos días sin tele ni consolas, pero consolados por los muchos juegos y talleres que la comunidad que los acoge ha organizado.

Han sido 10 días sin televisión, ordenador ni consola de juegos. Diez días de abstinencia tecnológica que han convertido a los 254 alumnos de un colegio de primaria de Estrasburgo (al este de Francia) en auténticos héroes de la pantalla. Paradojas de la sociedad mediática, la hazaña de estos niños de entre 6 y 11 años, sometidos voluntariamente a esta experiencia inédita en Europa, no ha parado de salir en los informativos de todas las cadenas de televisión...


Me temo que alguien no pase la experiencia, algo elaborada, al papel convencional, y que de aquí una temporada no nos vengan orientaciones curriculares con un anexo sobre la conveniencia de repetir la cosa por nuestras latitudes. En la escuela, con la escuela, y, se supone, para la escuela y para los niños se puede hacer de todo, toda clase de ensayos, como en la cocina de El Bulli. La paradoja es que los niños salen en la tele porque no ven la tele, vaya, que cosas.

Pues resulta que hay muchos niños, muchos más que en Estrasburgo, que pasan sin tele y casi sin probar bocado, currando mucho más que los adultos en edad laboral del mundo que va sobrado de proteínas, o sobreviviendo como pueden. Que en el barrio de los franceses bien alimentados la cosa haya tenido eco, en la tele local de la ciudad, por ejemplo, pase, que todos somos humanos y hemos tenido niños pequeños. El resto, un producto de esta sociedad cómoda, que cuando no sale agua del grifo, tanto del literal como de los grifos simbólicos, ya no sabe para donde tirar ni a qué santo encomendarse. Ya me lo decían mis padres, cuando no quería tragarme las papillas:’De qué pan hacéis mendrugos, demasiado hartos!’. Al fin y al cabo, la filosofía es la misma que la de la isla de los famosos o la masía de principios de siglo, programas televisivos de concienciación anticonsumista. Por favor, que a los poderes culturales y educativos no se les ocurra inventar experiencias raras y dejarme sin ordenador un mes y medio!!!

lunes, 26 de mayo de 2008

Paisajes bajo la lluvia


Cuando eres pequeña, las historias de los mayores tienen una dimensión mítica extraordinaria. Los envidias, porque han vivido lo que tú nunca vivirás, ellos quizá envidian tu futuro, que no conocerán. Te cuesta diferenciar las historias reales de las leyendas, y por eso la muerte y la tragedia no tienen el mismo peso para un niño que para un adulto. El hecho de vivir en Barcelona y de salir poco hacía que, además, las historias de pueblo que explicaban mis padres me pareciesen extraordinarias

Mi padre había nacido en
Mieres (Girona) que era, hace años, un pueblo poco conocido. Además, el hecho de compartir nombre como su homólogo asturiano, más importante, hacía que casi todo el mundo diese por hecho que hablabas de este último, claro. Las pocas guías turísticas que se editaban hace décadas sobre la comarca de la Garrotxa mencionaban Santa Pau, Olot y poca cosa más, de aquella zona. Mi padre, que marchó pronto del pueblo, siempre consideró que Mieres era ‘su pueblo’ y durante unos años, ya de mayor, lo llevábamos a comer allí por las fiestas, a la misa solemne, a escuchar las sardanas y visitar algún pariente que aún quedaba. Yo creo que, como nos pasa a todos, tenía mitificado el lugar, patria de su infancia, escenario de su primera juventud, estropeada de forma brutal a causa de la guerra civil. Mieres estuvo durante mucho tiempo más relacionada con Banyoles que con Olot, pero a la hora de determinar a qué comarca se adscribía optó por la Garrotxa, cuya capital es Olot, i no por el Pla de l’Estany, con Banyoles a la cabeza, ignoro con qué criterios.


Con los años supe que mi abuelo Sidro, constructor de carros, no era de Mieres, sinó de Beget, y que había tenido que huir de aquella zona a causa de las guerras carlistas. Mieres fue siempre un lugar conservador y carlista. Me habría gustado saber mas detalles de estas historias, pero mi padre era el pequeño de once hermanos y poca cosa he llegado a averiguar sobre el tema, más allá de entender que la huída debió representar, en la época, un drama, además de la pérdida de muchos bienes materiales invertidos en ‘la causa’. Las guerras carlistas todavía están mal explicadas y las interpretaciones que se hacen a menudo son interesadas y parciales. No se pueden entender muchos aspectos de la guerra civil sin intentar entender las guerras carlistas.

Durante años yo también mitifiqué aquel lugar. En mi novela Ombres (Sombras) inventé una Mieres mítica y la llamé Userda, que es como llamaba mi padre a l’alfalfa. Al editor no le gustó el nombre, decía que le sonaba a hierba de las vacas, y, efectivamente, es una hierba para los animales aunque ahora dicen que también adecuada para las personas, por cierto. Mieres ha sido también una población muy relacionada con el cercano santuario del Collell, donde muchos chicos del pueblo, como mi padre, iban a estudiar, a pie, y donde hubo un conocido seminario. Ahora es más famosa la zona por la novela de Cercas pero ya en los libros de Gironella se mencionaba el lugar y su relación con la guerra civil, durante la cual fue cárcel republicana. Hay muchos hechos todavía mal explicados o explicados de forma fragmentada, con relación a aquel lugar y aquella época. A mi Userda me sonaba como la casa Usher de Poe y me evocaba paisajes con niebla, decadentes, misteriosos y húmedos, con escondrijos profundos y grandes dramas familiares. Sagarra recoge el nombre de la hierba en aquel poema tan bonito: vinyes verdes vora el mar, sou més fines que l’userda... Mieres fue también un escenario muy importante en las luchas campesinas, remences. Todo ello me parecía que ligaba muy bien, además del hecho que, el nombre de Mieres, que puede proceder de Miliarius, se decía también que provenía de los campos de mijo, un alimento vegetal hoy casi limitado a los pajaritos domésticos. He recuperado esta Userda inventada en otros relatos y aún tengo tema para rato.

Mis parientes de Besalú y otros pueblos conocían persones de Oix, otro pueblo de la Garrotxa, lugar donde yo no había estado nunca, hasta hace pocos años. Oix era, en mi imaginario particular, lleno de relatos familiares, maquis, contrabandistas, guardias civiles, estraperlo, amantes clandestinos, misterios diversos. Me sabe mal, he olvidado muchas cosas o las recuerdo mal, cuando eres pequeño no escuchas a los mayores con bastante atención y ellos tampoco te cuentan toda la verdad, aún menos en aquella época.

Esta semana he vuelto a
Oix, para ir a una excursión, la Marxa de Veterans que organizaba el Foment Martinenc. Nos ha llovido mucho, pero la marcha se ha hecho igualmente, y, a pesar de quedar bien remojada, el paseo bajo la lluvia me ha evocado excursiones juveniles entre niebla, y el paisaje de la Garrotxa me ha vuelto a parecer lleno de secretos y enigmas. Actualmente hay más turismo, los pueblos han cambiado, son, de hecho, lugares dedicados a los servicios, con una agricultura casi testimonial, si la comparamos con la de otras épocas. Ya no huelen a vacas ni a algarrobas y las casas no se ven ennegrecidas por el humo ya que presentan un saludable aspecto, algo artificial, como las señoras demasiado bien vestidas y maquilladas en exceso.

A pesar de que Ombres tuvo alguna crítica aceptable, no se vendió mucho, pero en ocasiones en qué le he dado un repaso me ha parecido todavía una novela muy digna. La época de La Magrana con
Carles-Jordi Guardiola como director editorial fue importante, lástima que muchos de aquellos títulos hoy se encuentren prácticamente olvidados, porque el conjunto de la colección de narrativa Les ales esteses era muy bueno. Creo que me la etiquetaron como novela rural, se habían publicado hacía poco Pedra de Tartera y Camí de Sirga, quizá el tema ya cansaba, a pesar de que creo que la mía es muy distinta y que estas etiquetas son absolutamente arbitrarias. Probablemente no la encuentre nadie en las librerías, ya se sabe como va eso de los libros, pronto desaparecen de las estanterías comerciales. En alguna biblioteca pública catalana se puede recuperar. Sobre la traducción al castellano, que yo había imaginado, nada de nada. Siempre he creído que podía ser una buena película, una interesante serie de televisión, soñar cuesta poco. En la época en que la publiqué en el canal catalán de la dos hacían unos programas breves sobre libros, muy interesantes, y tuve la suerte, gracias a la editorial, de grabar uno. Recuerdo que fui a Mieres con el periodista, creo que era Lluís Quinquer, y dos técnicos, y expliqué como era la novela delante de la casa, entonces prácticamente en ruinas, donde había nacido mi padre, con un bosque de maleza ante su puerta. Era una casa de alquiler, el propietario nunca la quiso vender. Hoy la han rehabilitado, es una casa rural de cierta categoría y ha conservado el nombre de Cal Carreter. Almorzamos en el pueblo, en Can Met, y les sorprendió al equipo televisivo aquel pueblo, aquel valle, el silencio profundo y la iglesia imponente, con sus cipreses y su cementerio al lado. Yo me sentía escritora consagrada, pobre de mí. Ya hace más de quince años de todo aquello.

Cada paisaje tiene sus características y su belleza. La Garrotxa es muy especial, espero que el exceso turístico no acabe con sus misterios ni con su mágica belleza, un poco salvaje, un poco trágica. Una belleza que se muestra más contundente bajo la lluvia y entre la niebla, como este domingo.

viernes, 16 de mayo de 2008

Imágenes recuperadas



Mañana, sábado, por la tarde se celebra el gran encuentro de La Catosfera Literària, una iniciativa que ha llevado a la publicación de un libro con 100 páginas de blogs en catalán, con contenido básicamente literario. Temo que en ese encuentro no me tropiece con alguien que conozco a través de alguna fotografía de su blog y no lo reconozca, no sería la primera vez que me ocurre. Cuando estudié Humanitats en la UOC, en todos los emails se incluía una foto-carné, i muchas veces me costaba reconocer a la gente en los encuentros presenciales, había quien creía, incluso, que no lo quería saludar.

La imagen real de una persona tiene muchos matices que ninguna fotografía, ni tan sólo una película, pueden reflejar. El cine ofrece a menudo una imagen física muy diferente de la real y al ver actores o personas conocidas en la realidad muchas veces nos decepcionan, o, en todo caso, no responden a aquello imaginado. Gente que pasaría desapercibida por la calle levanta pasiones desde las pantallitas iluminadas. Por eso también, afortunadamente, fealdades aparentes, defectos físicos que provocan complejos dolorosos, se diluyen con la personalidad vital y llegan a olvidarse cuando se conoce a alguien en directo, con toda su complejidad y diversidad humana.

Cuando no había fotografías el recurso de la gente con dinero eran las estatuas y las pinturas. De los tiempos más lejanos las pinturas, muchas veces, han desaparecido, y nos quedan estatuas, despintadas, ya que, probablemente, tuviesen policromía, como esta de
Julio César que han hallado en el lecho del Ródano, río ahora de actualidad por motivos que no vienen a cuento. Durante los últimos tiempos he visto desfilar hacia el dudoso más allá bastantes parientes y conocidos, viejos y no tanto, de los cuales me quedará, tan sólo, alguna fotografía que ayudará a mantener vivo su recuerdo. Los pobres de antes, sin fotos, pienso que debían tener dificultades para recordar. En todo caso, todo es vanidad, llegará un momento en el cual nadie nos recuerde.

Perpetuar nuestra imagen es una manía muy humana. La fotografía digital ha hecho que el tema sea más barato y ahora nos podemos permitir retratarnos y filmarnos democráticamente, haciendo toda clase de tonterías. Los principios de la fotografía mostraban retratos parecidos a las pinturas, con al gente seria, que pocas veces sonreía. Era un momento trascendente y se vivía como tal. Sonreían, en todo caso, las actrices de cabaret, sonrisas picantes, hechiceras, las de aquellas postales algo atrevidas.

Incluso hoy, cuando se quiere hacer una fotografía formal hay quien opta, todavía, por la profesional, la de estudio, que, en mi opinión, está absolutamente pasada de moda e incluso provoca hilaridad. Pero las fotos de boda, de comunión, todavía recurren a esas falsas posturas con ínfulas artísticas, difuminados e iluminaciones diversas, muchas veces. Por no hablar de esos vídeos de encargo, que parecen pequeñas películas, con puestas de sol y miradas perdidas en el infinito, con el mar o paisajes etéreos detrás, enmarcando el amor de la parejita a punto de casarse.


En una de las noticias publicadas sobre el hallazgo se habla de la preocupación de César por tapar su calvicie, con peinados forzados, hoy aún vigentes, o con una corona de laurel, cosa que él inventó. Hay cosas que no cambian o que cambian poco. Dicen también que posiblemente el busto se echó al río en momentos de cambios políticos, en los cuales no tocaba ser seguidor de Julio César y conservar una imagen suya resultaba peligroso o inconveniente. Me ha recordado el retorno de un busto de Macià, hoy ene el museo de Historia de Catalunya, por parte de un trapero de mi barrio, que lo había escondido desde los tiempos de la posguerra, aunque Macià no tuvo que pasar tantos siglos en remojo, claro.

viernes, 9 de mayo de 2008

Aquellas guerras, aquellos héroes


Admirose un portugués
al ver que en su tierna infancia
todos los niños de Francia
supieran hablar francés.

"Arte diabólico es"
dijo torciendo el mostacho,
"que para hablar el
gabacho
un hidalgo en Portugal
llega a viejo, lo habla mal
y acá lo parla un muchacho".
Después de todo eso de los polacos (ver La Panxa del Bou) y del caudal de teorías y opiniones sobre el tema, me ha venido a la cabeza este conocido poema de Moratín, vecino, según parece, de la barcelonesa calle de Petritxol (en un pis, no sabem quin/ hi va viure Moratín). Gabacho ha sido durante mucho tiempo un término peyorativo para bautizar a los franchutes, con los cuales nos hemos movido, por lo que respecta a Catalunya, en una relación constante de amor y odio, según soplaran los vientos. Dicen que el mote tiene el origen en un río francés, Gave, y que hacía referencia a los hombres groseros y que hablaban de forma extraña. Hay también sobre la palabra teorías diferentes y usos diversos, incluso tenemos unos melocotones muy buenos de variedad gabacha. En épocas lejanos hubo en Catalunya una importante inmigración occitana, por cierto. El gran Moratín también fue, como tantas otras personas avanzadas de su época, un agabachado que acabó en el exilio.
La cosa viene a cuento porque hace unos días asistí a una charla en mi barrio, la primera de un breve ciclo sobre el castillo de Montjuïc y la Guerra del Francés. En la charla se habló bastante del castillo, de su pasado, presente e imprevisible futuro, polémico, como se sabe. Y poco de la Guerra del Francés. Me temo que, a pesar de los muchos actos programados sobre ese segundo centenario, nos vamos a quedar un poco como antes, o sea, a oscuras o en penumbra, y atados a toda una iconografía heroica y antigua con la cual mecimos nuestros sueños patrióticos escolares.

El bicentenario de la Guerra de la Independencia o del Francès, como decimos por aquí, quizá para no confundir las cosas, en este presente algo peliagudo en el cual los temas patrióticos se han complicado y diversificado, ha generado actos diversos, en Catalunya y en España en general, pero me temo que la cultura histórica colectiva no mejorará. Se han programado muchos actos locales, en poblaciones diversas, y, por lo tanto, destinados al público local y sobre la situación precisa de aquel lugar durante la guerra. También, no faltaría mas, teatralizaciones de esas que ‘me gustan tanto’. Días atrás veía por la tele las de Madrid, con eso del Dos de Mayo. En todas partes cuecen habas y en algunas, calderadas.
La historia, como tants cosas, se ha frivolizado, sirve para hacer turismo y dinero. Desde una pintura prehistórica o un excremento de dinosaurio petrificado a un campo de concentración, todo vale para el tema. De todos modos, según la época, hay cosas que venden más que otras, claro. Cuando yo iba a la escuela, la Guerra de la Independencia era, todavía, una guerra heroica y justa, en el imaginario colectivo, una guerra para echar al extranjero y en la cual el pueblo unido no fue vencido. Yo pensaba que era injusto que el sitio de Zaragoza fuese más famoso que los de Girona, ay, pobre de mí. La música del Sitio de Zaragoza era y es todavía un clásico de las varietés, tocada con acordeón. Recuerdo a una actriz muy guapa, que trabajaba el El Molino y que siempre la interpretaba, murió joven; siento no recordar su nombre, vivía en mi barrio. Todavía, durante mi infancia, en muchos chocolates, como por ejemplo los Tupinamba, salían cromos con estampas históricas, un género que sobresalió durant el XIX y que conformó nuestra idea de los hechos del pasado. Muchos pintores catalanes de la época pintaron estampas religiosas y històricas, hoy injustamente olvidadas o casi. Una tía mía, en una sala y alcoba que me hacía estremecer, de la calle de Santa Margarita, tenia un cuadro con Ramiro el Monje y su campana de cabezas cortadas a un lado, y, al otro, aquello de 'no serviré a señor que se me pueda morir', de cuando Francisco de Borja vio lo que los gusanos habían hecho con su admirada reina. Y, en el centro, un espejo inmenso que creo que escondía a un montón de espíritus familiares detrás suyo.

El cine de la época imitaba aquellas pinturas, su escenografía, conveniente a la época imperial que nos tocaba padecer. Y también los libros de texto, las entrañables enciclopedias, reproducían de forma poco afortunada, en blanco y negro, descubrimientos de América idealizados y sitios de Zaragoza con doña Agustina en pie de guerra, cromo éste, el de la señora y el cañón, que incluso pintores como Goya recrearon, malas lenguas dicen que por necesidad de sobrevivir en aquel turbio contexto del retorno del Deseado. Aurora Bautista fue Juana la Loca y Agustina de Aragón, para llegar a ser la imaginaria, pero mucho más realista, tía Tula. Era el emblema de la época, al lado de Fernando Rey, que fue Felipe el Hermoso y, si no recuerdo mal, Palafox, en su juventud.
Una lectura crítica sobre el tema, que incida en las miserias de la guerra de forma seria, de esta guerra o de las otras, civil incluída, todavía está por hacer, al menos a nivel nacional y/o nacionalista. Demasiada complejidad para nuestras necesidades de mitología. El otro día escuchaba por radio al autor de un libro actual sobre aquella guerra, reivindicaba que en todo caso ‘los buenos’ eran los franceses y también hablaba de la figura de José Bonaparte, injustamente tratado por la historiografia popular, que lo tildaba de borracho. Yo tampoco diría tanto, la verdad, porque también es simplificar la cuestión. Sobre el rey, unas coplas que parecen la letra de un rap del verano, sobre el tema, hacen referencia a su incapacidad sexual a causa de la bebida:

Cuando la reina se pone
Bon bon
La mantilla de franela
Bon bon
La dice José Pepino
Bon bon
Ese cuerpo pide guerra
Bon bon.
Pero, claro, como el rey llevaba más vino en la cabeza que en los pies no podía hacer nada con la reina, cosas del alcohol, de los caldos españoles, vaya. José Bonaparte y Amadeo de Saboya fueron dos reyes frustrados y odiados, cuando, en realidad, eran dos personas inteligentes y serias, dispuestas a modernizar el país. No fueron populares ni aceptados por este conjunto humano que llamamos pomposamente ‘el pueblo’. El siglo XIX empezó mal y acabó peor, por no hablar del XX. La diferenciación entre guerras contra el invasor extranjero y guerras civiles suele ser oportunista, espinosa, ya que al fin y al cabo todas la guerras producen conflictos civiles entre partidadios de los unos o de los otros, y llamar traidor a alguien es fácil, pero profundizar en los motivos de su traición, mucho más complicado.

En Catalunya nos ha quedado el recuerdo de la inmortal Gerona, donde Álvarez de Castro hizo resistir a la gente de grado o por fuerza, hasta límites terribles, frustado, dicen, por la facilidad con que los franceses habían logrado entrar en Barcelona, gracias a las presiones militares que en aquel momento aconsejaban facilitarles la cosa. También contamos con la imagen emblemática del Timbaler del Bruc, haciendo correr a los franceses a causa, según cuenta la leyenda, del eco de su redoble, gracias a la orografía.

La primera vegada
que al Bruc vàreu anar
molt contents i alegres
hi vàreu arribar.

Amb els canons de fusta
els llevàrem la pell.
Es varen posar a córrer
fins a Molins de Rei.
Las gaditanas se hacían tirabuzones con las bombas y Napoleón tuvo que hacer mutis por el foro. Ahora dicen que fue gracias a los ingleses, siempre nos estropean las ilusiones. Tanta sangre y heroicidad para hacer regresar a Fernando VII y para entrar en una época de inestabilitad constante, guerras locales como las carlistas, repúblicas frustrada y finalmente, de ya se sabe qué. Yo creo que con los grabados de Goya sobre los desastres habría bastante para entender lo que hace falta, que la guerra sirve a menudo para empeorar la situación, sobre todo de tanta gente que no tiene culpa de nada y recibe palos por todas partes. Pero para entender, también, que no se puede hacer volar palomitas y que despreciar armas y ejércitos es, todavía, suicida. Por desgracia, aquello de si quieres paz prepárate para la guerra, todavía funciona. Hace poco leía declaraciones de personas muy serias, en el sentido del peligro que representa convertir los ejércitos en ongs, sin tener en cuenta que, muchas veces, es necesario tomar medidas que comportan un cierto grado de violencia, para restablecer el orden, sin el cual no se puede hacer nada. Eso del diálogo está muy bien, pero si una de les dues partes va con la pistola o el trabuco en la mano es difícil, imposible, vaya.

No es extraño que toda esta época histórica, desde la Revolución Francesa en adelante tenga, para nosotros, una gran atracción. Resulta lejana, pero cercana en muchos sentidos, también. Yo, de pequeña, meditaba a menuda sobre mis antepasados y quería imaginar cuáles de ellos habrían visto la Guerra de la Independencia, con una cierta envidia generacional, ya que creía que las guerras, como tantas otras cosas, eran una especie de película que se veía pasar, santa inocencia. Hay personajes como Napoleón, magnificados e idealizados por la mitomanía especializada. En una ocasión leí una especie de comparación entre Franco y Napoleón. Al menos, escribía el comentarista, Napoleón tenía categoría intelectual, grandeza. Grandeza megalómana que llevo Europa al deastre, claro, porque con grandes ideas se hacen muchos disparates. Los dos eran bajitos, como tantos dictadores. Cuando iba a la Normal, el profesor de psicología nos hablaba en una ocasión del complejo de los hombres bajitos, como si fuese una especie de síndrome que podía derivar en tendencias dictatoriales. Pero Mussolini era más alto. De todo hay y ha habido en la viña del señor, la psicología ya no es lo que parecía y las explicaciones sencillas siempre se escapan de nuestro alcance, como agua en un cesto.