jueves, 19 de noviembre de 2009

Relicarios, reliquias y recuerdos tergiversados



Hace pocos días se subastó un pelo de Elvis Presley, que se pagó a buen precio, parece que lo había guardado su barbero. Recuerdo la subasta, hace años, de otro objeto extraño y original, un trozo de tostada mordida por George Harrison. Parece que el culto por las reliquias es ancestral, anterior incluso a aquellos años de la Edad Media en los cuales se llegó a extremos de pillaje y picaresca muy inquietantes, ya que las reliquias daban valor a un lugar, a una iglesia, y propiciaban su prosperidad, visita, limosnas y turismo religioso. Así, hay santos que han tenido centenares de dedos incorruptos venerados. Hace muchos años existía en Ávila un vómito de Santa Teresa e incluso un santo prepucio de Jesús, conseguido en su circuncisión, había sido venerado con respeto no sé dónde.


Las reliquias más importantes eran partes del cuerpo del santo, a tal extremo llegó la cosa que uno de los motivos de prohibir el comercio de reliquias fue el exceso de profanación de tumbas. En tiempos de rogativas para pedir lluvia algunas reliquias se remojaban en mares y rios, costumbre que también se prohibió por el deterioro que provocaban en los santos restos. En época ya más moderna la santificación de personajes como María Goretti volvió a provocar la limpieza de sus tumbas. Una vez calmadas las aguas de la Revolución Francesa, se empezó pronto a mitificar su dramática realidad y se generó un coleccionismo ferviente de todo tipo de cosas raras relacionadas con aquel período. Si ya el paganismo antiguo tenía también ese tipo de costumbres, los regímenes políticos de base atea los conservaron, sólo hace falta recordar la exhibición de la momia de Lenin durante muchos años. Hubo también la costumbre de guardar un órgano de los hombres importantes, normalmente el corazón, que se depositaba en algún lugar dónde no estaba el resto del cuerpo, un caso curioso fue el corazón de Macià, que anduvo exiliado durante años. El corazón de Chopin fue llevado a Polonia. Otro caso misteriosos y extravagante, del cual se habló bastante, fue el del cuerpo de Eva Perón, del cual se separó la cabeza. En general, parece que hay una tendencia, hoy en recesión en el mundo occidental, al culto a partes del cuerpo difunto.


Fue frecuente guardar mechones de cabello, de vivos y de muertos. Aún se diseñan relicarios modernos para guardar alguna cosita pequeña. Las funerarias actuales ofrecen un extraño servicio, reconvierten un mechón de pelo en un diamante, cosas de la cienca de hoy, imagino que la cosa debe funcionar. El relicario más famoso de nuestro folklore fue el del torero del cuplé popularizado por Raquel Méller, hecho con el trocito de capote que había pisado el lindo pie de la morena de la copla. Existe actualmente un culto importante a personajes del cine o de la canción, como Elvis Presley o el recientemente desaparecido Michael Jackson. Hay seguidores suyos que coleccionan todo tipo de objectos relacionados con ellos, hace algunos años vi una exposición en Barcelona en la cual unos coleccionistas de cosas diversas relacionadas con Marilyn Monroe exhibieron para el público su interesante fondo. El conocido y joven Mag Lari colecciona cosas de Jackson desde hace tiempo, con la muerte prematura del cantante esos objetos han subido de precio. Porque lo cierto es que parece que la cosa también tiene su parte econòmica, claro. 


Los cantantes y artistas objeto de veneración, en general, han muerto jóvenes, de forma más o menos trágica. La plácida vejez lleva al olvido de tus días de gloria, generalmente. En el caso de los artistas muertos a edad avanzada, esos que aparecen en algún obituario de los periódicos y que la gente joven ya casi no recuerda, aunque fueron famosísimos, no se genera ese culto a su personalidad, sobre todo si han llevado una vida familiar normal y sin escándalos conocidos. En general soy poco fetichista aunque guardo objetos familiares, quizá demasiados, la fotografía ha permitido conservar el recuerdo de los rostros de las personas que quisimos y desaparecieron, incluso, ya, de algunos antepasados que no llegamos a conocer, cosa impensable para la gente humilde de tiempos pretéritos.  En el caso de los autógrafos, en mi adolescencia fui a que algún cantante de la época, por cierto, hoy olvidado, me firmara algún papel pero hoy sólo me gusta tener libros firmados por sus autores cuando los conozco y me conocen, la verdad.


A veces el culto a los muertos quiere hacerles una justicia que no se les hizo en vida. No opinaré sobre el afán actual en abrir tumbas de muertos a causa de la guerra civil, en mi caso, si tengo algún pariente olvidado en alguna fosa común o en algún barranco de la Sierra de Pàndols prefiero que acabe de descansar en paz dónde está. Otra cosa es que se quiera esclarecer alguna circunstancia histórica de su muerte, cosa difícil después de tanto tiempo, cuando tantos de sus contemporáneos han muerto. Ferrer y Guardia no es un personaje que me caiga excesivamente simpático, fue un hombre ambiguo y complejo, que predicaba la violencia como solución a los problemas de la época y que en vida tuvo pocas simpatías pero que murió fusilado, con cuatro víctimas más, mucho menos conocidas y bastante más inocentes, a causa de los hechos de la Semana Trágica de Barcelona, de forma repugnante e injusta. Nadie movió un dedo por él en aquel momento, ni aquellos de ideología afín, pero al cabo de un año, a causa de movimientos anarquista europeos, se le empezó a homenajear y también la picaresca propició que se vendieran puñaditos de hierba del foso donde lo fusilaron, como reliquias. Ferrer insiste en su testamento en pedir que no se homenajee su recuerdo, pues hay que dedicar los esfuerzos a los vivos y al presente y no a recordar el pasado. Parece que no consiguió lo que pretendía, de momento es el personaje que más monumentos tiene en mi ciudad. La insistencia en el recuerdo del pasado, basando las reivindicaciones y creencias del presente en él, olvida las injusticias actuales y no creo en eso que recordando el pasado no lo repetimos. Se repite y se vuelve a repetir, con matices y variables según la época, se recuerde o no, porque así somos, por desgracia. Los personajes mitificados, santos, artistas, escritores, músicos, políticos, no son reales, son también reliquias sacralizadas, ya sea de forma religiosa o laica.


Por cierto, durant los inefables años en los cuales se paseó bastante el brazo incorrupto de Santa Teresa por nuestro país, corría uno de aquellos ingenuos e inocentes chistes sobre Franco. Era entonces papa Pablo VI, que había sido el Cardenal Montini. Franco enviaba un telegrama al papa con este texto:
Cambio brazo incorrupto Santa Teresa por pierna Sofía Loren.
A lo cual respondia Su Santidad:
Me llamo Montini, no Tontini.



viernes, 6 de noviembre de 2009

Virus, síndromes y pandemias





Cuando yo era jovencita mi abuelo materno, que vivía con nosotros, enfermó. Fumaba bastante, tenia un enfisema pulmonar. El único médico que entonces se consultaba era el de medicina general, que venía por las casas, sin miedo a los largos tramos de escalera sin ascensor. El doctor de entonces se llamaba Teófilo, era simpático, campechano, siempre llegaba resoplando, pero con su puro en la boca.
-Bueno, es malo, pero mira... -admitía, condescendiente.
Don Teófilo inspiraba confianza. Conocía a la familia, a los vecinos. Ahora, mi abuelo tendría que soportar toda una serie de hospitalizaciones y entubaciones, seguramente. Posiblemente no moriría en casa, tampoc en casa se haría el velatorio. Quizá, con los medios actuales, hubiese vivido siete, ocho o diez años más. Parece que alargar la vida al precio que sea es un valor en alza.


La verdad es que actualmente voy al médico con poca fe y poca confianza. Me he vuelto miedosa y tengo cierta prevención por tanto control y tanta prueba. A lo largo de la vida percibes las contradicciones científicas, los pies de barro de un macrosistema basado en fármacos y aparatos sofisticados. Si necesitas alguna intervención pasas por una burocracia que te obliga a firmar papeles donde aceptas las muchas posibles complicaciones. Pasé con mi madre por ese calvario hospitalario, pruebas, operación, radioterapia, embolia, sonda de alimentación nasal, hospitalización. No tengo queja de la asistencia médica, ni de la profesionalidad y humanidad de las personas que la trataban, pero en realidad nadie nos conocía demasiado. En la última hospitalización, en una de esas naves hospitalarias para enfermos sin regreso coincidí, en la habitación, con otras tres abuelas enfermas y tuve la suerte de hacer amistad con sus familiares, cada día compartíamos un rato de charla y aquello me proporcionó un calor humano muy neesario, fue cosa de suerte, del azar.


No dudo de qué hoy hay muchos medios para mejorar eso abstracto que llamamos calidad de vida. Sin embargo... A veces parece que la medicina oficial nos asusta con los mismos males con que nos asustaban los curas, cuando nos hablaban del infierno y del purgatorio. Actualmente, con el tema de la gripe A y otros han surgido voces críticas sobre la cuestión de la medicalización, como el de Teresa Forcades o el del periodista Miguel Jara, o el doctor Laporte. Los dogmáticos convencidos no entran en un debate serio, suelen poner en entredicho la cualidad profesional del mensajero. Pero esos mensajeros críticos no hacen más que decirnos, de forma más clara y explícita, aquello que temíamos o sospechábamos. Estudié magisterio y humanidades, hice un montón de cursillos pedagógicos y metodológicos, trabaje casi cuarenta años en la enseñanza, pero admito que sé muy poca cosa todavía sobre la infancia y la educación. Es más, he escuchado verdaderas barbaridades en boca de supuestos expertos en el tema. No sé porque ha de ser distinto en otras profesiones.


La libertad, el acceso a mucha información, nos produce inseguridad, nunca podemos estar seguros de hacer lo correcto, pero hay que vivir con eso ya que así es la vida, fragilidad, misterio, una cierta incoherencia, bastante casualidad. Nos gusta pensar que lo tenemos todo controlado, hace unos días, en una conversación con gente más joven, hablando de esos grandes centenarios recientemente fallecidos, Ayala, Levi-Strauss, se consideraba que si tienes curiosidad tendrás una larga y productiva vida. ¡Qué ingenuidad! Será que no han desfilado hacia el otro mundo cincuentones y cuarentonas con una gran curiosidad e inteligencia, de vida sana y aparentemente controlada! Hay mucho de azar, de genética, de casualidad, en nuestra biología. Echo en falta a los Teófilos, quizá no sabían demasiado, pero acompañaban más.