jueves, 28 de enero de 2010

De aquel tiempo de tebeos y cuentos de hadas: Emili Freixas y su época




Como en alguna ocasión he comentado, tengo una gran pasión por la historia en todos sus amplios, diversos y controvertidos aspectos. Pertenezco a una asociación de mi  barrio, Poble-sec, dedicada a la recuperación y difusión de nuestra historia local: hechos, lugares, personajes... Somos cuatro gatos pero hemos conseguido, desde hace unos cuantos años, organizar una charla mensual en la biblioteca del barrio y publicar cada temporada un modesto volumen con artículos sobre el contenido de esas mismas charlas, además de organizar otras actividades o participar en algunas de colectivas, con otras asociaciones parecidas, como en el caso, actualmente, del centenario de la Semana Trágica, por ejemplo.






Este martes, 26 de enero, dedicamos la charla, que organicé yo misma, al gran dibujante Emilio Freixas, que vivió en el barrio toda su vida. Tuvimos la suerte que dos de sus hijos, Margarita y Emilio (los otros dos han fallecido ya) nos acompañasen. Los padres de Emilio Freixas fueron actores de teatro, quizá por eso el entró a trabajar en un taller escenográfico, de muy joven, cosa que le sirvió para dominar los recursos de perspectiva que aplicaría después en sus dibujos. Emilio Freixas hijo se dedica al doblaje. Carlos Freixas, el otro hijo del dibujante fue también un gran artista gráfico, aunque es menos conocido que el padre, porque trabajó bastante en el extranjero. Una bisnieta del dibujante es, también, actriz. Freixas empezó a trabajar muy joven, sus primeros dibujos tiene el aire innovador y moderno de los años veinte. Después se adaptaron a las necesidades, circunstancias, posibilidades y gustos de la época.






El volumen de producción de Emilio Freixas es impresionante. Hizo ilustraciones, tebeos, portadas, orlas, publicidad, escribió artículos sobre arte... Ponía tanto entusiasmo e interés en ilustrar la portada para la novela de un autor clásico como en ilustrar la cubierta de una novelita del oeste o romántica, de aquellas que se cambiaban en las papelerías de barrio en unos tiempos sin televisión. Se documentaba exhaustivamente, en bibliotecas y archivos, sobre trajes, épocas, ambientes... He de decir que mi infancia está ligada, sobre todo, a sus maravillosos dibujos para los cuentos de la editorial Molino y la editorial Meseguer, que recuerdo con gran precisión y nostalgia. 





En aquella época todo el mundo tenía que trabajar muchas horas, Freixas llevaba a sus hijos a Montjuïc, los vigilaba mientras jugaban, se sentaba en un banco y dibujaba y dibujaba, dejando que otros niños pululasen a su alrededor, maravillados de su facilidad para dibujar tigres, caballos o dragones sin ningún modelo delante, por ejemplo. Freixas hizo muchos trabajos para revistas como El Hogar y la Moda o Lecturas, que era entonces una revista de verdaderas lecturas, con excelentes narraciones cortas de autores importantes, resúmenes de películas, artículos culturales...



Una publicidad en prensa de principios de los años cincuenta muestra un anuncio de la editorial Meseguer con una niña soriente, contenta porque los Reyes Magos le traeran libros ilustrados por Freixas. Es curioso que sea una niña, la protagonista. Quizá porque se suponía que las niñas eran mejores lectoras, sobre todo, de aquellos cuentos de hadas, de La Cenicienta o de Los Pastorcillos. Puede que aún sea así, incluso entre los adultos de hoy las mujeres leen más y leen más novelas. No entraré en motivos biológicos ni culturales, las cosas son así y sólo hace falta darse una vuelta por los muchos grupos de lectura que proliferan en bibliotecas y asociaciones para comprobarlo.





Los niños, nos contó Margarita Freixas, escribían a menudo al dibujante. Al contrario de lo que pasaba con los cuentos de hadas, parece que eran los chicos quiénes más consumían sus cómics, que se publicaron en revistas como Chicos. Uno de esos muchachos fue Antonio de Mateo Remacha, un señor segoviano, especialista en este tema y en muchos otros, interesante promotor cultural,  que estableció una larga relación con la familia, y que no llegó a conocer personalmente al dibujante, aunque sí a su hijo Carlos. Gracias a él se realizó, el año 1999, con motivo del centenario del nacimiento del dibujante, una exposición en Caja Madrid, que se pudo ver en Barcelona y Madrid. Hoy la ilustración, sujeta a las modas del momento, ha cambiado mucho. Parece que no se pueden tener gustos diversos, sinó que hay que seguir las tendencias del momento, en arte. En cambio, el cómic tiene su público y recientemente se recuperó en Madrid la obra en cómic de Emilio Freixas, en otra exposición. 




En Catalunya hemos tenido grandes dibujantes, pero la ilustración siempre ha parecido ser una especie de arte menor, no sé por qué. Hay previsto un Museo de la Ilustración, que se ubicará en Badalona, pero creo que aún tardaremos en poderlo visitar. Lo peor de todo es que existen pocos originales de la obra de Freixas y de muchos otros, vivió en tiempos difíciles, con la guerra de por medio y con una larga postguerra. Las editoriales se quedaban con muchos derechos de autor y no daban demasiado valor al tema, lo primero era la subsistencia y la posible ganancia material. Los intentos por editar de forma más cuidada a menudo se estrellaban en la realidad de una época de escasez. Antonio De Mateo Remacha, en el interesante artículo que acompaña el catálogo de la exposición mencionada, cuenta cosas como éstas, después de comentar el buen trato dado en Norteamérica y algunos países europeos a sus ilustradores y dibujantes:


...para la exposición que se presenta se han podido reunir unos pocos originales de su densa producción, pues la mayoría no fueron devueltos por los editores. Casi todos tuvieron por destino fatal la papelera (...). Un panorama de la desolación.


El trabajo tan esclavizado no impidió el que Freixas fuera conocido y sean legión los que se acuerdan de su nombre...







Me contó su hija que había una persona que lo imitaba y que imitaba incluso su firma, aunque el nombre de pila era distinto, una cosa así como eso que se hace con las marcas de moda, vaya. También me contaron algunos problemillas con la censura, en los dibujos de sus señoras bellísimas e idealizadas, que marcaron toda una época. Freixas recibió reconocimientos internacionales, premios en Italia, Estados Unidos, pero tuvo que trabajar muchísimo para mantener una família numerosa de ocho personas, pues también los abuelos vivían con ellos. Murió en 1976. Las modas y la época habían cambiado mucho. 





A  veces, hoy, parece que sólo existía el Capitán Trueno, de cuyos cómics se han hecho reediciones diversas y, por lo que se refiere a ilustración, conocemos más la obra de Rackham , De Raymond  o Hergé, que la de nuestros artistas. Emilio Freixas, con su hijo Carlos, crearon también un método de dibujo, con unas series excelentes de láminas temáticas y progresivas, que todavía se venden en establecimientos especializados. Hasta hace poco más de un año había una persona, el señor Mir, que iba reeditando esos materiales y los comercializaba en el Mercat de Sant Antoni, pero ese señor murió hace poco y no sé si alguien continuará con su labor. 




Hace poco leí un comentario sobre las recientes películas para niños, algo inquietantes, con una estética oscura y algo siniestra, que también he percibido en colecciones de cuentos ilustrados actuales, muy valorados por los especialistas. Freixas, me cuentan, y se puede percibir en sus ilustraciones, intentaba que ni tan sólo los seres malignos asustaran, eran algo inocentes e ingenuos, a pesar de su barroquismo detallista. Quizá en épocas de escasez, grises, necesitamos soñar en maravillas imposibles y en épocas en qué, afortunadamente, vivimos mejor, necesitamos también evocar nuestro lado más tenebroso. Me parece bien que se renueve la estética del cuento ilustrado y del tebeo, pero creo que en la escuela y en las bibliotecas debe haber de todo. Una reedición de aquellos magníficos cuentos de hadas de todo el mundo, hoy, que tanto se habla de multiculturalidad  sería de gran interés. Por cierto, el magnífico catálogo que editó Caja Madrid, con motivo del centenario, es hoy imposible de encontrar. Sólo he podido conseguir uno, a través de la Biblioteca Tecla Sala, de L'Hospitalet de Llobregat, que tiene un fondo dedicado a cómic y que también conserva alguno de esos libros de cuentos de hadas ilustrados por Freixas.


domingo, 10 de enero de 2010

La nieve y la historia




La nieve es hermosa vista de lejos, disfrutada de forma deportiva, al lado de un buen fuego o en medio de una calefacción generosa. No nieva mucho en Barcelona, donde la nieve es excepción. Viví aquella excepción del 62, en una època gris, disfruté de aquella maravilla hasta que el regalo meteorológico se convirtió en condena, restos de nieve sucia y encharcada, un frío de aquellos de antes, que no te sacabas de encima, resfriados y sabañones e incluso la muerte, imagino que a causa del tiempo, de un pobre periquito casero. Los periquitos habían sufrido una cierta marginación social, corría el bulo de que propagaban la poliomelitis y la gente los dejaba en libertad. Una libertad para la que no estaban preparados. En casa acogimos a un par de esos fugitivos desorientados. Uno de ellos fue el que murió aquel año.


Ha nevado y mucho en esa comarca fronteriza y singular que es la Terra Alta, un topónimo relativamente reciente para etiquetar una tierra hermosa y agreste, con poca población y, hasta hace cuatro días, mal comunicada y con problemas de agua, como en muchas zonas aragonesas cercanas. Alguien determinó que una línea separara Catalunya de Aragón, en algún momento. Pero existe esa zona intermedia, con un catalán brillante y vivo. Las divisiones políticas, nos guste o no, acaban por formar el carácter y hoy los del lado aragonés se sienten aragoneses y los del lado catalán, catalanes. Aunque se intente establecer ciertos vínculos relacionados con el Ebro y sus cercanías, inevitables, cuando hay muchísima gente con parientes en uno y otro lado.


Existen muchas Catalunyas, todavía más Españas, infinitas Europas. Pero los tópicos parecen acabar por imprimir carácter. Esa zona y la del cercano Bajo Aragón sufrieron mucho durante la guerra. El frente estaba allí mismo. Eran pueblos pobres, donde incluso los considerados medio ricos eran pobrísimos. Eso ocasionó grandes dramas. En La Fatarella, pueblo de otra comarca cercana, hubo una verdadera batalla entre los campesinos y los grupos radicales que intentaban colectivizar a la fuerza sus humildes propiedades. Tuvo que intervenir la Generalitat. Josep Termes tiene un libro excelente, Misèria contra pobresa, donde explica todo aquello. Creo que no existe, por desgracia, traducción al castellano. En Bot, uno de los pueblos que ofrecen hoy esa imagen nevada y supuestamente idílica intentan, a pesar de todo, mantener vivo el recuerdo de sus caídos por Dios y por la patria, en realidad caídos por nada, por la sinrazón del momento. El monumento ha sido objecto de algunos ataques, en una ocasión unos jóvenes forasteros conocidos, como tantos otros, se quedaron sorprendidos, contemplando la lista de asesinados, tan bien conservada, en unos tiempos en los cuales los símbolos de ese pasado que no queremos aceptar  desaparecen rápidamente. Un hombre mayor se les acercó, y les dijo, algo enojado, quizá imaginando su conversación, probablemente una condena del recuerdo fascista, bastante anacrónico: 'eran trabajadores, eh, buena gente, humilde, nada de ricos ni explotadores!!!!'


Miseria contra pobreza, que gran título para explicar muchas cosas, como esos brotes que se etiquetan como racistas, porque hoy hay que etiquetarlo todo, y que son la defensa del pobre contra el mísero que amenaza con invadir su territorio, tan limitado. Los míseros siempre van a vivir a los barrios pobres y generan conflictos que los políticos e incluso las clases medias bien situadas no quieren ver, ignoran, o sienten muy lejanos de sus propias vidas. Irene Polo fue una gran periodista de antes de la guerra civil, de las pocas que hizo un cierto periodismo de investigación, marchó a América y acabó suicidándose, quizá por amor. Era, dicen, lesbiana, en una época en la cual era muy difícil serlo. Polo tiene unas páginas inolvidables sobre unos sucesos que se dieron en la comarca del Bages, en qué en el pueblo se atacó a unos inmigrantes procedentes de Murcia, de Almería, de unas tierras que en aquella época eran míseras y olvidadas. Decían que algunos de aquellos inmigrantes provocaban peleas, no había trabajo para todos. Polo explica sus condiciones de vida, familias asustadas, viviendo en cuevas, con niños pequeños. Intenta comprender, como lo intentaban algunas buenas gentes del mismo pueblo. 


Miseria contra pobreza es lo que ha provocado de vez en cuando esos rebrotes supuestamente racistas en nuestro país. Lo mismo en Italia, sólo hay que ver el aspecto de los atacantes. Una Italia que es también muchas Italias, con problemas que nunca se acaban de solucionar, más allá de su diseño y sus ciudades ricas y admirables, llenas de historia, arte y turistas. Tendimos a los tòpicos, porque nos resultan más comprensibles, pero la verdad, si es que hay alguna, se encuentra en la suma de las pequeñas historias individuales, en la suma de las distintas percepciones de los hechos.


Hace algunos años tuvimos unos inviernos bastante suaves. En un pueblo de la Terra Alta un señor mayor me dijo que ya no nevaba como antes, tenemos una tendencia extraña a pensar que el pasado era muy distinto, que ya no volverá a ser como antes, ni para lo bueno ni para lo malo. Sin embargo ha vuelto a nevar, copiosamente, generosamente, hasta el punto de provocar verdaderos problemas y mostrarnos la fragilidad de todas las cosas. Pensamos que estamos a salvo de muchas tragedias pero siempre puede a volver a caer una gran nevada inesperada sobre nuestras creencias y nuestras seguridades, una nevada que provoque apagones e  incomunicación generalizada.

jueves, 7 de enero de 2010

Camus en la Europa de nuestro tiempo



Se han cumplido cincuenta años de la muerte de Albert Camus, en un trágico y absurdo accidente de coche. Camus, un poco como el Guadiana, surge y resurge de vez en cuando, siempre es actual, porque responde a un humanismo integrador, que flota por encima de las ideologías y que, por ello, siempre resulta incómodo a los predicadores de causas diversas.


Sarkozy quería llevar sus restos a ese panteón patrótico francés, tan xauvin. Parece que el hijo de Camus se opone al tema y que su hija, Catherine, que se ocupa del legado del escritor, no lo tiene claro. Espero que Camus siga reposando en su cementerio de pueblo, con tranquilidad, y espero también que no encuentren nunca los huesos de García Lorca. Esas parafernalias mortuorias gustan mucho a los poderes vigentes, que así tienen excusas para organizar actos y fotografiarse. En una España en qué vuelven a resurgir los problemas de diversidad por resolver, un panteón patrótico parecido, a la francesa, sería un peligro más, una excusa para echar gasolina al fuego de las pasiones políticas y para reconvertir a los muertos en aquello que quizá nunca quisieron ser.


Camus, como se sabe, nació en una Argelia colonizada por Francia, que entonces era un lugar de acogida para muchos pobres desesperados de aquel país y de muchos otros lugares. Su abuela materna era menorquina, su madre se llamaba Caterina Sintes. Una madre analfabeta, muy humilde, que perdió a su marido muy pronto, en aquella carnicería del Marne, en una guerra que respondía a intereses poderosos reconvertidos en patriotismo de consumo y que salpicó el país vecino de monumentos a les infants de la patrie. 


Camus pudo estudiar gracias a un maestro que vio en él algo más que en el resto de alumnos pobres de su escuela. A ese maestro dedicó el escritor su discurso en la concesión del Nobel. No sé si hoy podría pasar algo así, en una escuela que ha acabado por castigar la excelencia parece que destacar es pecado, que hay que tender al igualitarismo monocromo y comunistoide de estar por casa. Camus vivió en la Europa en ebullición de la segunda guerra mundial, de la guerra de España, de la postguerra. Fue el único intelectual que criticó, en su momento, el lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki por parte de los aliados. Abandonó la Unesco cuando esta institución aceptó la España franquista, una España que había levantado pasiones europeas progres durante la guerra civil pero que después fue abandonada a su suerte dictatorial, por parte de unas potencias que ya habían firmado antes de la segunda guerra mundia el vergonzoso pacto de no intervención, y a  quienes no interesaba en absoluto una vecina desarrollada y moderna, competitiva, quizá con tendencias demasiado izquierdosas...


Rompió con Sartre, con ese grupo de comunistas dogmáticos, cuando se dio cuenta de la trampa comunista, de las barbaridades de Stalin, que tanta izquierda ortodoxa silenció y sigue, más o menos, olvidando. Cuando le concedieron el Nobel, en 1957, recibió críticas irónicas del sector sartriano que le quiso considerar un escritor acabado. La guerra de Argelia, una Argelia que él hubiese querido integradora y fraternal, francesa y argelina al mismo tiempo, sacudió sus esperanzas, sus deseos, su propia historia familiar. Los franceses, que tanto admirábamos por sus revoluciones, su cine, su literatura, sus canciones, guillotinaban, ahogaban y torturaban rebeldes. Conocer la historia europea hace que vaya superando mi complejo de inferioridad por ser peninsular, mataron más gente allí en esos años que en nuestro país dictatorial y franquista, las cosas son como son y también hay que admitirlo, aunque no nos guste.


Camus estaba contra toda violencia, también contra la de los rebeldes, cuando ponían bombas de forma indiscriminada. A un estudiante argelino que lo entrevistó le manifestó que entre la justicia y su madre se quedaba con su madre. Era una respuesta bastante literal, tenía a su madre en Argelia, en peligro, pero fue criticado sin piedad por ese tipo de manifestaciones. El fin, para Camus, evidentemente, no justificaba los medios. Es un tema que se olvida hoy, cuando incluso películas de moda como Avatar muestran que hay que achicharrar a los malos sin manías. A Camus le costó el tema àcidas críticas de todos los sectores. En el fondo, como en tantas cosas, había también celos y envidia de un Sartre mucho más feo y menos atractivo que él, de una Beauvoir a quien, decían, había rechazado sexualmente Camus. El Nobel, que también barajaba los nombres de Malraux y de Sartre, fue la puntilla. Años después, Sartre se negaría a aceptarlo, por cierto. Me pregunto si no lo hubiese aceptado, de habérselo concedido antes que a Camus.


Camus fue un hombre atractivo y mujeriego. Sus contradicciones personales se centran en su vida familiar, su esposa Francine sufrió fuertes depresiones a causa de sus muchas infidelidades, él mismo sentía bastantes remordimientos por su comportamiento, pero parece que la cosa no tiene enmienda, menos aún si eres famoso, brillante, interesante, y las señoras brillantes, famosas, interesantes y de buen ver se te ponen a tiro con facilidad. Una de sus grandes pasiones fue Maria Casares, la gran actriz, hija de Casares Quiroga, que se sintió extranjera en todas partes, y que volvió a España de forma breve, en la recuperación de la democracia, pero que no quiso ser convertida en un símbolo extraño y manipulable y regresó, algo decepcionada, a una Francia donde tampoco estaba del todo a gusto.


Camus fue casi olvidado durante años en un país con una mitología sartriana en alza, por encima del humanismo camusiano, que parecía tibio y cobarde. La historia ha dado la razón a ese humanismo de Camus, con la caída y reconocimiento de las miserias de un comunismo que empezó intentando crear al hombre nuevo y acabó como acabó, con un cruel estado policial y con la evidencia de matanzas numerosas, torturas y represión indiscriminada. Hoy es más actual que nunca, ese existencialismo con rostro humano de Camus, que debemos recuperar sin complejos. Esa valoración de las personas por encima de las ideas, de la vida por encima del sacrificio y el martirologio. 


El cincuentenario, y el centenario de su nacimiento, de aquí a pocos años, van a hacernos derramar mucha tinta, tinta virtual, sobre todo, en ese mundo permeable en el cual tenemos la libertad de escribir en blocs i webs de producción propia, sin limitaciones de filtros editoriales. Al menos, de momento. Y que dure. Camus, en una ocasión, poco antes de su accidente, manifestó que seguía siendo de izquierdas pese a la izquierda y pese a él mismo. ¿Cuántos de nosotros -y nosotras- no firmaríamos esa frase, en pleno siglo XXI?