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martes, 1 de mayo de 2018

PRIMERO DE MAYO, EVOCACIONES


Hace poco preparé y realicé en mi barrio una charla sobre el Primero de Mayo de 1890, el primero en celebrarse en el estado español, y en cómo fueron las cosas en aquella Barcelona tan diferente de la actual. Había cierta relación entre aquella celebración pionera y mi barrio, el Poble-sec. Una gran parte del Paralelo, en proceso de urbanización, estaba todavía ocupado por una zona que a la gente de la ciudad burguesa les debía parecer remota y salvaje, el Campo de las Carolinas. El dueño del terreno se mostraba reticente a cederlo, por ahí bajaban dos torrentes, desde Montjuïc. En aquel campo tuvieron lugar las reuniones de los obreros y obreras. Las mujeres eran mayoría en algunos de aquellos encuentros multitudinarios, pero los grabados de la época las olvidan a menudo. Los periódicos casi frivolizan su presencia, chicas jóvenes, obreritas alegres, con sus cestitos de comida en el brazo.

Las condiciones de los trabajadores, todavía más las de las trabajadoras,  todavía más la sde los niños y niñas, que empezaban a trabajar a menudo a partir de los seis años, eran horribles, no solo en Barcelona y las ciudades cercanas sinó también en los centros comarcales dónde se había iniciado una industrialización progresiva y constante: Mataró, Manresa, Sabadell... Uno de los aspectos en los cuáles los distintos sectores obreros se habían puesto de acuerdo era en la demanda de la jornada de ocho horas. Pero eso no sería posible hasta muchos años después, al menos de forma generalizada y oficial. Eso todavía no ha sido posible a nivel mundial, lo mismo que no se ha erradicado el trabajo infantil y otras barbaridades. Hoy mismo Pilar Rahola, en La Vanguardia, incide en una realidad evidente e incómoda:


(...)  Lejos quedan esos tiempos oscuros en que el trabajador no tenía ni voz, ni fuerza, ni condiciones básicas.



¿Lejos?, y el adverbio adquiere la categoría de imprecación. Porque 132 años después, la semiesclavitud laboral vive sus años dorados en muchas zonas del planeta, el trabajo infantil es una realidad consolidada –e indiscutida–, y los derechos conseguidos en el primer mundo no están ni planteados en el segundo, tercero y resto de los mundos. Chicago fue la espoleta de un proceso planetario que otorgaría derechos a los trabajadores, pero esa mancha de aceite liberadora quedó frenada allí donde la pobreza estabilizó oligarquías poderosas, sostenidas por grandes masas laborales empobrecidas. Y no está claro que ese paradigma cambie en zonas de Asia o de África, ni tampoco en los rincones de nuestra sociedad, allí donde se esconde la economía sumergida. Al contrario, el primer mundo vive bien, gracias a lo mal que vive el tercer mundo, dentro y fuera de casa. Y aunque esa afirmación es incómoda y antipática, es de justicia obligada recordarla en un día como hoy.c


Ciento treinta y dos años después, la semiesclavitud laboral vive sus años dorados en muchas zonas del planeta.

Hay mucha gente que te descalifica las citaciones cuando son de periódicos como La Vanguardia, a menudo condenado a la picota por conservador, o de personajes como Rahola, que despierta pasiones diversas, a favor y en contra, però creo que en este caso nadie sería capaz de rebatir las razondas afirmaciones de la periodista. 

Pasaron hace poco por los cines, sin pena ni gloria, la última película de Guédiguian, La villa, en la cual un activista desengañado cuenta como comprobó que los obreros, en realidad, no querían ser obreros, sino vivir bien. Una pretensión razonable y poco mítica. Ya en 1890 había periódicos que incidían en el tema, en ese dibujo de Apeles Mestres se compara, con ironía, el obrero de aquel presente y el del futuro, un futuro cómodo y mecanizado en el cual el trabajador parece todo un señorito. 

Después de aquel 1890 las cosas se radicalizaron y el anarquismo violento se propagó gracias a la miopía de una patronal poco dispuesta a ceder a las demandas de los trabajadores. Una patronal que se construía casas muy bonitas, que hoy visitamos encantados pagando precios algo abusivos. La mitificación turística del Modernismo da para mucho.

Ya sabemos todo lo que vino después, pistolerismo, luchas diversas, desunión obrera, enfrentamientos, anticlericalismo visceral, dictadura, guerra civil y un largo etcétera hasta desembocar en un presente rarito e imprevisible. La conciencia de clase se ha perdido en muchos casos pero ahí están esas Kellys que se autorganizan, cosa difícil hoy ya que muchas veces la gente está dividida y fragmentada en empleos basura diversos.

Los sindicatos convencionales tenían su reino y sus triunfos en las grandes empresas de los sesenta y setenta, muchas veces no se preocupaban en exceso de las pequeñas, claro. Los sindicatos deben reflexionar, reconvertirse, parece que tienen buenas ideas algunos líderes actuales, hombres sobretodo, como siempre. Algunos dirigentes sindicales parecen inmortales, eternos, los mismos rostros, las mismas consignas, las mismas proclamas etéreas y poco consistentes.

En tiempos míticos los líders sindicales tenían el orgullo de contarse entre los trabajadores más esforzados y competentes, dedicaban su poco tiempo libre a la lucha obrera, como ese Metello de Pratolini.  Hoy muchos son casi funcionarios 'liberados', sé de alguna maestra que se fue 'al sindicato' porque 'no soportaba las clases', por ejemplo. Hay quién se te enfada cuando criticas a los sindicatos pero podría hacer una lista con hechos de todo tipo, vividos o escuchados en directo, que han contribuído a ese desprestigio actual.

Resultat d'imatges de demostración sindical Primerod e Mayo sardana
Muchas veces han mitificado la lucha obrera personas de origen burgués, muchos revolucionarios  y teóricos de las revoluciones habían tenido una buena infancia, una buena escuela y un plato caliente en la mesa todos los días. Un libro ejemplar a la hora de comprobar como crecía esa izquierda de manual son esas Últimas tardes con Teresa, para  mi gusto lo mejor de Juan Marsé. Es un libro triste, crepuscular y lúcido. Hoy la mayoría de gente, en nuestro país (Catalunya, pero también en toda España), puede estudiar una carrerita pero las carreras ya no son lo que eran y para eso se han inventado nuevos filtros para ricos, esos másters caros, cursos en el extranjero, cosas así. 

Las escuelas privadas caras y de élite parecen proliferar. Recuerdo una familia de una escuela pública en la que trabajé, prosperaron de repente y se llevaron sus dos hijos a una escuela de esas privilegiadas, ni tan sólo a una buena privada de la localidad sinó a una inglesa, de la parte alta de Barcelona, parecían comunistas pero no lo eran, claro. O ya no lo eran. Mucha gente espabilada sabe o cree saber que las escuelas, más que para aprender a leer, escribir y contar y todo eso de los valores sirven para hacer amistades, relaciones.

El Primero de Mayo fue santificado por Pio XII, lo dedicó a San José Obrero, más bien Artesano, e incluso el franquismo, tan camaleónico para según qué, sólo hay que analizar el presente, lo reconvirtió en eso tan bonito de la Demostración Sindical. En los años de la televisión prehistórica fuimos a casa de unos vecinos que tenían televisión, una sobrina de los vecinos bailaba con un esbart y con aquello de los coros y danzas. Interpretaron una sardana multitudinaria, se permitió que fuese nada menos que La Santa Espina y la gente mayor que contemplaba la pequeña pantalla estaba emocionada, incluso algunos lloraban. 

Las cosas cambiaban o parecían cambiar, algo ha de cambiar para que sigan mandando los mismos y los catalanes, cuando nos tratan bien, nos conformamos con poca cosa, algo que se ha olvidado en los madriles del poder, desde hace tiempo. En aquel 1890 los periódicos, todos ellos paternalistas y bien intencionados, con la excepción de La Tramontana, anarquista y reprimida publicación, avisaban contra los peligros de las ideas extranjeras y de las revoluciones y algaradas. El obrero catalán era otra cosa, familiar, conformista, trabajador, esforzado, con ganas de prosperar y convertirse en dueño de algo, ni que fuese una mercería como la Puntual, vaya. Se permitía la música de La Santa Espina pero no la letra, poéticamente patriótica: som i serem gent catalana, tant si es vol com si no es vol, que no hi ha terra més ufana sota la capa del sol...

Hace unos días vi por la tele como un grupo de escolares analizaba las letras de las canciones modernas y el machismo implícito que invocaban. Respecto a valores diversos, patriotismo, lucha obrera, revoluciones imposibles, habría que analizar también muchas letras que cantamos o se cantan de forma inconsciente y repetitiva. Hoy se canta poco, en general, y la mitad, en inglés, pero por mi gusto suprimiría de esa letra sardanística lo de la tierra más ufana del mundo y potenciaría la estrofa que dice: canta l'ocell, el riu, la planta, canta la lluna i el sol, tot treballant la mare canta, i canta al peu del bressol... Es un fragmento universal, casi franciscano. Las madres ante la cuna son una imagen verdaderamente universal y por mucho que los padres evolucionen sentimentalmente tenemos maternidades míticas para rato.

Los seres humanos nos parecemos mucho, claro, pero un análisis incluso superficial de lo que se escucha y lee demuestra que  no nos creemos nada de nada esa igualdad. En el Informe Semanal del otro día salió una chica alemana, experta en no sé qué, diciendo que los catalanes, como los bávaros, nos creemos superiores. Eso de la paja en el ojo ajeno es universal, ese libro de tanto éxito, Sapiens, razona sobre eso de creerse superior, un mal extendido y quizás ligado a la necesidad humana de creernos privilegiados en alguna cosa.

El sentimiento de superioridad funciona a nivel de barrio, de pueblo, de calle, de familia, de etnia, de centro recreativo o de profesión ejercida. Una maestra conocida, algo elitista me dijo en una ocasión que en Barcelona, por debajo de la Diagonal, no había nada que valiese la pena. Oh, le repliqué, yo vivo cerca del Paralelo... Insistió en qué por allí abajo todo era gentuza. Pero dándose cuenta de qué había metido la pata, en el fondo era buena persona y me apreciaba, puntualizó: es que tú eres un diamante en bruto.  

Murió hace algunos años, recuerdo con humor retrospectivo aquellas opiniones, sinceras en el fondo y qué mucha gente comparte aunque no se atreva a manifestar a menudo. Una persona joven me contó que una compañera de trabajo se había ido a vivir a la parte alta de mi ciudad y que cuando bajaba a la Gran Vía se sentía incómoda y notaba la diferencia. No se puede generalizar, hay de todo, pero la pijería es una plaga y tiene su deriva incluso intelectual, como fue aquello de la gauche divine qué todavía existe, con otras denominaciones.

Cap geperut es veu el gep, decíamos, por aquí, algo equivalente a eso de la paja en el ojo ajeno. La dama alemana se expresaba con una especie de superioridad aparentemente razonada pero decía muchas tonterías, según los comentaristas del espacio televisivo, sabía del tema por haber vivido en Catalunya. No debía haber vivido en el País Basco, según ella los bascos no tenían ese sentimiento de superioridad. Hay demasiados expertos sobre todo opinando sobre todo, pocos obreros de la opinión que sean imparciales y las teles de hoy seleccionan en virtud de sus propios discursos teledirigidos y de su público incondicional

Pasaron aquellos tiempos en los cuales era un honor ser trabajador. Los maestros se convirtieron en treballadors de l'ensenyament durante un tiempo. El Primero de Mayo ya no es lo que fue ni lo que pudo haber sido pero, quién sabe, puede volver a serlo en cualquier momento. Qué San José, artesano u obrero, nos proteja y acompañe.

lunes, 25 de diciembre de 2017

CUANDO LA RADIO ES UN ORÁCULO

Resultat d'imatges de josé ramon sánchez

Suelo dormir bien, con alguna excepción puntual. Gracias a mis pocas madrugadas de insomnio he descubierto un montón de programas interesantes de radio que no conocía. Cuando los conozco puedo recurrir, gracias a la tecnología del presente, a recuperarlos con facilidad y escucharlos mientras tecleo en el ordenador o dibujo.

La radio en horas intempestivas funciona, para mi, casi como esas biblias que se abrían al azar esperando respuestas milagrosas a nuestras inquietudes. Hace años, cuando mi madre estaba enferma, ingresada en un centro de recuperación aunque no llegó a recuperarse, solía despertarme de madrugada pensando en ella y en su soledad, de la cual no sé si ella era o no consciente. 

En aquel tiempo recuerdo que escuché a menudo un programa emblemático, que ya no se emite, Voces con swing. Me encantaba el repertorio, pero también la voz del locutor que me evocaba los años dorados de la radio, los de mi infancia. Pero lo más extraño es que en ese programa descubrí y recuperé la historia de canciones que había oído tararear a mis padres. Una de ellas era aquel corrido republicano de Guty Cárdenas, un prometedor cantante mejicano que murió joven, de forma violenta, cosas de las cuales supe a través del programa mencionado. Mi madre no recordaba a Cárdenas, recordaba que de pequeña, al volver de la escuela, en alguna esquina del actual Raval un ciego lo cantaba, acompañándose con un organillo.

Otra canción que recuperé gracias a aquel inolvidable programa, que dejó de emitirse en 2011, pero que todavía podemos encontrar por internet, fue La colegiala. Mi padre la cantaba alguna vez, bromeando, y mi madre se enfadaba porque la encontraba descarada. En el programa contaron su historia, era la versión de una canción americana, se utilitzó en una película, Abajo los hombres, y su intérprete más conocida fue la gran Carmelita Aubert, tan ligada también a la causa republicana y que se exilió en Portugal, donde la adoraban. 

Podría hacer una larga lista de los muchos programas que, cuando puedo, escucho en diferido, Radio 3 es una mina pero también otras emisoras cuentan con espacios interesantes, con titulos tan sugerentes como La vispera del infinito, Viaje al centro de la noche, Jardines en el bolsillo, Ser Historia o Sucedió una noche. No todos mis programas a recuperar se emiten de madrugada, algunos proceden de primeras horas de la tarde, horarios difíciles, vaya. En catalán acostumbro a escuchar En guardia, de historia, y Tot es comedia, un magazine sobre teatro, cine y espectáculos en general, en el cual participa de vez en cuando uno de mis mitos particulares, Emilio Gutiérrez Caba. También me gustan mucho los programas del Club Trébol, sobre músicos y orquestas catalanes, y, evidentemente, los de Albert Malla y su Cocodril Club.

El tiempo no da para escucharlo todo, claro. Ya se ve que tengo más afición al cine, la música y la literatura que no al campo de la ciencia, sobre el cual también existen espacios muy interesantes. Gracias a la radio actual he descubierto películas, libros, autores, cantantes. La televisión, es mi opinión, se ha quedado obsoleta en eso de los temas culturales, con alguna excepción, también en horarios difíciles y canales minoritarios. Pero puede que existan programas, en la radio pero también en la tele, que desconozco todavía. 

Hoy, por ejemplo, me he despertado muy pronto y el oráculo me ha puesto en contacto, al azar, con el Viaje al centro de la noche, hablaban sobre máscaras y entrevistaban a José Ramón Sánchez, que ha escrito un libro sobre Lon Chaney. Sánchez me evoca esos tiempos añorados de una televisión innovadora, con programas infantiles llenos de arte e imaginación, ahora que tanto se habla de la Constitución quizás mereceria una reedición su versión ilustrada, para niños, que se ha de buscar en bibliotecas virtuales de lance. 

Lon Chaney es también un mito, todo un personaje extraordinario, no es extraño que Sánchez, polifacético y genial en tantos campos, se haya dejado fascinar por aquel hombre de las mil caras del cual ya me contaban anécdotas de pequeña y que mereció un buen biópic en cine, interpretado pro Cagney, lo pude ver no hace mucho tiempo en esa tele que a menudo critico de forma global, quizás injusta, las iaies rondinaires nos volvemos muy criticonas y con una tendencia indiscriminada a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque otro buen programa de radio, Cualquier tiempo pasado fue anterior, pone las cosas en su sitio.


viernes, 5 de junio de 2015

EL SUR MÍTICO Y EL NORTE HOSTIL



La televisión nos está ofreciendo un largo y admirable ciclo sobre el cine español pero que no escapa a uno de los problemas de nuestro tiempo, la acumulación.  Demasiadas películas en pocos días castigan el producto, a mi entender e incluso ya se ha comentado que esos espacios tienen poca audiencia, las malditas audiencias presuponen que todo se calcula a lo grande y que la bondad de un producto va ligado al número de consumidores. 

Ya sé que en la actualidad una se puede grabar lo que sea, volverlo a ver cuando le parezca y todo eso, pero hay algo indefinible que nos hace valorar más las cosas cuando se nos ofrecen en dosis controladas y digeribles. Algunos canales recuperan en ocasiones miniseries de cuatro o más horas, pensadas para emitirse en capítulos semanales y que se passan seguidas, de arriba a abajo, en alguna larga tarde de sábado, cosa que las frivoliza aunque sean interesantes.

Hace tiempo comentaba con algunas personas que tengo películas en DVD que no me miro nunca y que, en cambio, vuelvo a mirar cuando las pasan por televisión. Me sorprendió combrobar que no era yo sola quién hacía eso, sinó que resulta bastante corriente. No sé el motivo, quizás hay algo misterioso que nos hace apetecible aquello que se supone que compartimos, cosa que explicaría el hecho de qué a veces se generen colas para contemplar cuadros de un pintor que tenemos olvidado en el museo local.
Resultat d'imatges de Víctor erice
Ayer pasaban por televisión ese monumento que es El Sur. Víctor Erice es un director inclasificable, que ha hecho muchas cosas poco conocidas y muy interesantes. Sin embargo el público normalito nos quedaremos siempre con El espíritu de la colmena y El Sur, con esas imágenes que recordamos incluso fuera de contexto y que forman parte de nuestro imaginario sentimental. Erice estuvo casado con otro personaje inclasificable, la escritora Adelaida García Morales, que tuvo un éxito brillante y efímero con ese relato y con El laberinto de las sirenas. Siguió escribiendo pero no fue lo mismo y en nuestro país, como cuenta con ironía Fernán Gómez en sus memorias, nunca eres famoso del todo, siempre has de estar renovando tus credenciales artísticas. 
García Morales se retiró a las Alpujarras y murió de forma todavía algo prematura, ya que hoy queremos creer que morir antes de los ochenta es morir joven. Falleció en septiembre de 2014 y su muerte la recogió la prensa de forma algo mezquina, ignoro si la gente joven de hoy, en general, sabe quién fue aunque El laberinto de las sirenas fue un libro obligado en algunos institutos como lectura de bachillerato, cosa que quizás lo perjudicó porque está lleno de referencias culturales muy elaboradas y para todo hace falta una cierta madurez aunque probablemente sirvió de semilla en algunas almas sensibles y precoces.


Parece que hubo un proyecto para llevar al cine El laberinto de las sirenas como hubo otro para filmar la segunda parte de El Sur. También hubo el proyecto de qué fuera Erice el director de El embrujo de Shangai pero acabó en manos de otro director que no fue capaz de extraer del libro de Marsé toda la magia posible. Hace poco comentaba que Delibes había tenido suerte con las adaptaciones de sus libros al cine, a Marsé le ha sucedido lo contrario.

El universo de los proyectos fallidos es muy interesante, casi tanto como el de los amores imposibles. El sur, la película, es mucho más que una historia ambigua y llena de nostalgias, es un libro de poesía visual en donde no sobra ni falta nada. Cada una de sus imágenes nos podría inspirar otras historias, poemas, pintura, dibujos, música. Todos los actores están muy bien pero resulta imposible no admirar a una Rafaela Aparicio en estado de gracia,  una de esas actrices de raza, a menudo mal entendidas y mal aprovechadas, condicionadas por su apariencia física.

Vimos a menudo fotos de Adelaida García Morales de joven, en el tiempo de sus éxitos literarios, aunque siempre fue persona discreta. Era una mujer muy bella, misteriosa, poco convencional. De mayor ya no la vimos tanto, seguía siendo hermosa y misteriosa pero nuestra sociedad no aprecia la belleza de la madurez, de la vejez, todavía menos si la gente engorda, las mujeres lo tienen peor que los hombres y muchas actrices y cantantes siguen el camino absurdo de los retoques y las dietas hasta quedar reducidas a momias. 

Una de esas personas que salen por la tele a hablar de tonterías comentaba en una ocasión que antes las damas preferían estar gorditas y tener menos arrugas, y que ahora prefieren estar delgadas y elegantes aunque tengan más repliegues.  Las mujeres se han liberado en teoría pero siguen, en gran parte, sujetas a modas absurdas como esos zapatos con talones imposibles e incómodos que limitan el movimiento o esos temas de estética tonta, siempre surgen nuevos corses con los cuales controlarnos y, encima, los encontramos bonitos.
El sur, aunque no tienen nada que ver, me evocó una película algo anterior en el tiempo de la cual también tengo hermosos recuerdos, Los días del pasado, de Mario Camus, lo mejor que hizo Marisol en ese papel de maestra andaluza perdida por un norte hostil para recuperar lo irrecuperable, la ilusión, personificada por ese fugitivo castigado por la guerra civil y que todavía quiere seguir luchando, interpretado por Gades, entonces pareja de la actriz. Dicen que la memoria es el mejor crítico aunque yo creo que también es un crítico subjetivo, extraño, a veces incluso injusto. 

Las películas, como los libros, van ligadas al momento vital en el cual las contemplamos, al lugar dónde las vimos, a las personas que nos acompañaban entonces. Por eso las relecturas, a veces, decepcionan. Sin embargo ayer comprobé que la película de Erice conserva, aumentada incluso, toda su magia. Y eso que ver una película por la tele no tiene nada que ver con disfrutarla en una sala convencional, cómoda, llena de gente, en pantalla grande.

Hay mucha literatura relacionada con los puntos cardinales, existe una filosofía para cada uno de ellos, una poesía del norte, del sur, del este y del oeste. A veces mitificamos alguno de ellos, el más desconocido para nosotros y queremos creer que un cambio de rumbo hará variar nuestra suerte, sin embargo la rosa de los vientos está en el interior de nuestras frágiles almas soñadoras.


martes, 28 de septiembre de 2010

Llevar los pantalones

Se ha publicado en Francia el libro del cual muestro la portada, su autora es Christine Bard, historiadora feminista, y diferentes periódicos españoles han hablado de él, a menudo en páginas poco culturales y más bien algo frívolas. La autora reflexiona sobre los problemas que en el mundo occidental provocó querer ponerse pantalones, prenda, por cierto, habitual en otras culturas, aunque fuese bajo falditas más o menos largas. En Francia, aunque en desuso, evidentemente, continua vigente una ley que prohibe su uso y en ámbitos formales todavía continua siendo la falda obligatoria, como en el caso de muchos uniformes de escuelas de prestigio.

Recuerdo los años en los cuales, gracias al turismo y al desarrollo, comenzaron a verse en nuestro país señoras -extranjeras- con esa prenda. Cierto que se habían dado casos allá por los años treinta, incluso recuerdo también que, en el campo, cuando las mujeres debía ayudar en algunas tareas se ponían pantalones viejos de forma puntual. Pero los pantalones de vestir eran algo casi pecaminoso, aunque tapaban tanto o más que las faldas.

Cuando hacía ingreso, allá por finales de los cincuenta, tuve una profesora muy joven y le preguntamos que le parecía eso de llevar pantalones. Nos hizo reflexionar sobre el tema, según su opinión estaban bien para mujeres nórdicas -empezaban a llegar las temidas suecas- que no presentaban redondeces excesivas, pero no para las mediterráneas, más llenitas. Hoy, con la moda de las mujeres-fideo eso ya no sería problema. En catalán, de esos tipos rectilíneos se comentaba: no té ni tripa ni moca.

Un cura conocido, de una zona rural catalana, en esa época, negó la comunión a dos chicas ricas del pueblo que fueron a comulgar con pantalones. La cosa tenía dos lecturas, la de la inmoralidad de la prenda y el conservadurismo del cura, pero también la valentía de ese mismo señor al atreverse con dos pijas poderosas (de derechas), la cosa le podía haber costado cara, en aquella época. Los esnobs y las gauches divines son los primeros en aceptar las excentricidades pues les gusta provocar. Además, se lo pueden permitir, tiene recursos para afrontar las condenas morales con tranquilidad. Después, cuando el pueblo llano las asume ya se convierten en una vulgaridad.

Al cabo de cuatro o cinco años todas las adolescentes que habíamos hecho gimnasia con bombachos y falda, un montaje horrible, llevábamos pantalones, siempre que fuese para ir de excursión, a patinar, al campo. Para la vida cotidiana se tardó un poco más. En muchos trabajos se exigía -y se exige todavía- la falda. En la época de Tarradellas se comentó mucho que obligaba a las damas de la Generalitat a llevar falda, sin embargo el tema no levantó demasiadas protestas.

El pantalón se impuso por su comodidad, como se había impuesto en el ámbito masculino. Abriga más que la falda, evita fajas y ligueros y medias frágiles y reduce la dependencia de la depilación obligatoria. Las señoras mayores, como mi madre, fueron reticentes a su uso, pero cuando los probaron ya no los abandonaron nunca del todo. Sin embargo la imposición de la moda pasa a menudo por encima de la comodidad como en el caso de esos talones altísimos y rompepiés, con los cuales incluso huyen del maniático las chicas guapas de las pelis de miedo. Y todavía se exige falda para según qué. O no se exige pero se supone que hay que disfrazarse en ocasiones como bodas de postín, por ejemplo, incluso con faldas largas o con lo que sea.

Tenemos cierta tendencia al disfraz y por esos se aprovechan las grandes festividades para vestirnos de forma rara, incluso con vestidos que no aprovecharemos nunca más. Es un signo de bienestar econòmico, antiguamente todo se reformaba y arreglaba e incluso se volvía la ropa del revés para alargarle la vida. Por suerte, de momento, vivimos en una sociedad que, de forma generalizada y con todas la excepciones que he comentado, no se mete mucho con esas cosas. De momento. 


Sobre la ropa vuelta del revés, recuerdo un anuncio autárquico de la radio. Era un diálogo entre amigos:
-¿Abrigo nuevo?
-No, reformado y vuelto del revés por Poveda sastre.


El sastre Poveda tenía su taller en la plaza del Peso de la Paja, inmortalizada por Terenci Moix. Desde la calle se veía a la gente coser, me encantaba. Sastres y modistas han desaparecido bastante de nuestros paisajes, muchas sastrerías han ido cerrando y sólo quedan algunas excepciones. No sé el motivo, pero en los escaparates de las sastrerías se solían poner chistes dibujados, quizá para llamar la atención. Las mujeres han cocinado, cosido, peinado, pero a la hora de la verdad los famosos han sido ellos y parece que todavía dura. Un buen traje chaqueta de señora -con falda- requería de un sastre aunque también existían algunas sastresas. Hoy todo ha cambiado, la confección en serie se ha impuesto y las grandes marcas son las que mandan.

La moda impone su frívola dictadura, no hay más que ver esos desfiles de monigotes con cara de pocos amigos y hechos un saco de huesos, andando como caballos. La anorexia no existe cuando se pasa hambre de verdad, es una enfermedad de ricos, de clases medias. Se busca la originalidad con atuendos raros, no hay más que ver la salida de los institutos, que son de todo menos cómodos. Al final se acaba formando parte de una tribu más y la originalidad se diluye en el conjunto.

Creo que el libro debe ser interesante, sin embargo no me gusta la cubierta, una modelo joven y guapa al uso, con una pose estudiada, una cubierta, creo, muy poco feminista. Al fin y al cabo los libros, la mayoría de libros, se escriben para venderse lo mejor posible.

Hace años llevar los pantalones era una frase muy gráfica y hacía referencia a la persona que mandaba, en los hogares. Se suponía, era mucho suponer, que había de ser el marido y así, incluso, lo recogían las leyes injustas de los años oscuros. Quizá quede en el idioma como frase hecha, perdido ya su sentido literal, como han quedado otras cosas. En catalán hablabos de ir mal engiponat, massa engavanyat, el gipó era el corpiño, el gavany, el gabán. La frase sobrevive a la prenda, es curioso.

La historia del vestido, de los pequeños objetos, de la vida cotidiana, a menudo es más interesante y próxima que la gran historia y dice mucho más sobre el pasado que los manuales sobre teorias sociales y batallas gloriosas.

lunes, 20 de julio de 2009

Veranos y músicas


El verano siempre me ha provocado un sabor agridulce. De pequeña viví muy mal eso de no tener pueblo, ya que muchas compañeras de escuela iban de vacaciones a pueblos lejanos, en abarrotados trenes o en coches de línea baratos, eran generalmente los pueblos donde vivían todavía sus abuelos. La ciudad, con menos turismo que ahora, quedaba solitaria y aburridísima. En alguna ocasión íbamos unos días a visitar a algun pariente y poca cosa más. Y algún domingo por la tarde, a la Barceloneta, en tranvía jardinera a los baños, como decían entonces. Recuerdo que en una ocasión, en la escuela, hace muchos años, un alumno de diez o once años me preguntó de dónde era yo.
-De Barcelona -le contesté.
-¿Y tu marido? -insistió.
-De cerca de Barcelona...
-Pues... ¿a dónde vas de vacaciones, en verano? -exclamó, sorprendido.

Hoy casi todo el mundo veranea, poco o mucho. Hay además un gran número de actividades de colonias o centros diversos para niños y niñas, piscinas, mejores playas y las posibilidades econòmicas han aumentado mucho pero, durante años, un recurso habitual era irse al pueblo de vacaciones. Es lo que hacen hoy, aunque les cueste un esfuerzo, muchos magrebís. Hay quien ha establecido con el pueblo familiar lazos sólidos y allí reencuentra amigos en verano y continua con el viaje tradicional de su infancia, pero también hay quien quedó harto de pueblo y no quiere verlo más ni en pintura.

El verano tiene una cara alegre, pero también una cara nostàlgica. Se paran las actividades habituales, los amigos se van aquí y allá, todo cambia, el calor molesta y según a dónde vas a parar te encuentras con un número excesivo de gente veraneando. El verano va ligado también a su música propia, hortera y pachanguera, entrañable. Hay un tipo de canción del verano romántica, nostálgica y evocadora, con canciones como La mer, Sapore di sale o La plage, que suelen hablar de amores de playa efímeros y algo tristes. Y después existen las canciones de juerga y fiesta, como el repertorio emblemático del gran Georgie Dann, cantante que ha ido reinventado sus looks y que ha envejecido sin perder su aparente inocencia, su aspecto juvenil, algo amojamado, y su eterna sonrisa. Georgie Dann ha sido parodiado, imitado, ridiculizado pero supongo que le da lo mismo o que incluso le halaga el hecho de ser ya eso que llaman un icono. Hace poco, buscando por el inefable youtube de nuestros tiempos me he encontrado con un espacio televisivo donde se burlaban del reciente pacto de finaciación catalán, entrevistando a un supuesto Georgie Dann con pelucón, unos gags malísimos. No me molesta ningún tipo de humor si es inteligente, aunque se metan con mis esencias más profundas y sagradas, pero cuando se hacen chistes malos siento una gran tentación de fusilar a los responsables. El humor es difícil y quema pronto a los que lo practican profesionalmente, ya mi abuelo decía que era mucho más fácil en teatro hacer llorar que hacer reir.

Con todos sus defectos, la musiquilla georgiedanera me trae recuerdos muy precisos de mi vida. Quizá no recuerde qué hacía mientras el hombre llegaba a la Luna o cuando asesinaron a Kennedy, pero sí que recuerdo instantes maravillosos con mi bebé en brazós, bailando en una noche de cámping, mami que será lo que quiere el negro... O sueños adolescentes al ritmo del pijama. O verbenas inefables y románticas con el bimbó de por medio. Y un festival magnífico de la escuela, con un grupo de niños y niñas que nos ofrecieron una coreografía impresionante de la macumba. Y a mis hijos, adolescentes, bromeando, disfrazados, bailando el chiringuito o la barbacoa.

Quisiera que mis referentes culturales fuesen más cultos y selectos, pero son los que son. Esas canciones del verano común nos hermanan y acercan mucho más que cualquier arenga política compartida. Letras que todo el mundo sabe y corea, en instantes alegres que no volverán, en noches de veranos de ayer y de hoy. Así es la vida.


sábado, 7 de marzo de 2009

Cuando tal día como hoy era Santo Tomás...

Hoy había sido, hace años, Santo Tomás de Aquino. Mi padre habría cumplido hoy 92 años, sin embargo murió a los 84. Mi padre era de un pueblo de Gerona, en la comarca de la Garrotxa, precioso lugar, que se llama Mieres, como el asturiano, aunque es un pueblo más modesto y pequeño. Pertenecía mi padre a una familia numerosa, fueron trece hermanos, de los cuals sobrevivieron y llegaron a adultos once. Él fué el más pequeño, el benjamín, como decíamos antes, aunque ahora ya casi nadie sabe quién era Benjamín, el último de aquella lista que sabíamos de memoria: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. La historia del casto José también se esta perdiendo en la nebulosa del pasado y hay quién piensa que es una zarzuela, por aquello de la corte de Faraón y las mujeres de Babilonia... Benjamín se llamó aquel botellín de champán, esa cosa que ahora se llama cava.


Mi padre pertenecía a una família bastante modesta aunque contaba que en su pueblo había gente aún más pobre y que ellos, al menos, comían de modo habitual. He sabido con los años que mi abuelo de Mieres, que se dedicó al oficio de carretero constructor de carros en un tallercito alquilado, había tenido que emigrar, con su familia, de pequeño, desde la zona de Camprodón, a causa de las guerras carlista, en las cuales se habían significado bastante, perdiendo el poco dinero que tenían a favor de la causa. Mieres forma parte de la zona que se ha llamado la Navarra catalana, conservadora y carlista.

Se habla poco de las guerras carlistas, es un error porque muchas cosas de aquel tiempo explican también hechos posteriores de la guerra civil. El caso es que mis abuelos a partir del quinto hijo, más o menos, ya ponían a la descendencia el santo del día. Por eso a mi padre le pusieron Tomás, Tomás de Aquino, en concreto. Con los años, se cambió el día de la fiesta, cosa que fastidiaba mucho a mi papá, que ya no celebraba su santo y cumpleaños con la ilusión de antaño. Actualmente Santo Tomás se celebra el 28 de enero. Santo Tomás, como se sabe, es el patrón de los estudiantes.

Yo creo que la fiesta estudiantil ya no es lo que era. Marzo era mejor tiempo para salir de fiesta, los días son más largos, la primavera empieza a asomar su naricilla por todas partes, aunque el frío dé todavía buenos sustos. En mis tiempos juveniles las tascas de Barcelona, de la zona de la Merced, estaban en este día, tarde y noche, llenas de gente joven. Bebíamos sangría y comíamos patatas bravas, pan con tomate y champiñones y lo que fuese, cantando a voz en grito cosas que ahora parecen políticament incorrectas, como aquello del niño de Asunción, que no juega al balón, hoy homófoba tonada, o lo de los estudiantes navarros que persiguen a las criadas por las posadas, canción misógina y clasista. También cantábamos en catalán, baixant de la font del gat una vella es fot de cap, la porten a l'hospital, el metge era un animal... en fin, tampoco eran lieders de Schubert, las vernáculas de juerga.


Era un buen día para hacer amistades y, como dijeron después, ligar. ¡Qué bien se pasa de joven, con prácticamente nada más que esos pocos años, con tanta vida por delante y todavía sin obligaciones contundentes! Tomás es un nombre que hoy no se pone tanto, lástima. Las monjas de mi escuela remarcaban que había que decir 'santo' Tomás y que en el cielo había tres santos y un santito, chiste inocente y monjil. Los tres santos eran Santo Tomas de Aquino, Santo Tomás Apóstol y no sé si Santo Tomás de Villanueva. El santito era San Tito, claro. Tomás de Aquino no goza hoy de muchas simpatías, pues la enseñanza antigua le obligó a monopolizar la filosofía de la enseñanza media durante mucho tiempo. Si hay cielo espero que Tomás de Aquino esté allí, instalado en un buen despacho celestial con biblioteca y cuidando de mi padre, claro. De algo ha de servir llevar el santo del día aunque luego te cambien el día del santo.

martes, 23 de diciembre de 2008

Apuntes navideños algo nostálgicos


Escuché hace unos días por radio a las Hermanas Serrano en la actualidad, recordando sus éxitos de los cincuenta y tuve un ataque de nostalgia. Tuvieron una carrera breve, pero grabaron el primer disco de música ligera en catalán de después de la guerra y yo tarareaba de pequeña su Mandolino de Texas y aquello de ola, ola, ola, ola, no vengas sola, ola, ola, ola, ven con mi amor... Me vino a la cabeza todo un mundo infantil imitando artistas ante un espejo, celebrando fiestas con familiares que ya no existen, recitando poesías subida a una silla.

Las Navidades nos traen esa melancolía especial, añoranza, autocompasión, ternura. A pesar de las muchas tonterías que hacemos durante esos días, (compras excesivas, regalos absurdos, felicitaciones vacías de contenido), no nos podemos escapar del ambiente, muy pronto, en nuestra vida, ligado a recuerdos familiares, a personas que nos han dejado, a fiestas del pasado y a belenes con olor a musgo.

Cuando era joven y estudiaba, una vigilia de Navidad, quedamos en casa de un amigo con un grupo de mi edad. Lo pasamos muy bien y después, al salir, fuimos a pie hasta el metro, pasando por delante de la catedral de Barcelona. En aquella época la feria de Navidad duraba hasta Nochebuena, hacía poco que habían desmontado los tenderetes y el suelo estaba lleno de cartones, suciedad, ramitas polvorientas. En la Rambla había borrachos, prostitutas decadentes y grupos de personas ruidosas. Era un año en el cual empezó a ponerse de moda un vaso con un cordoncito encerado que imitaba el ruido de una gallina y mucha gente iba haciendo ese ruido por la calle. Tuve como una revelación de madurez, había un mundo marginal detrás de la paz navideña, me deprimió la visión de aquella otra Navidad absurda y trágica. Pau Riba tiene dos canciones sobre Navidad desmitificadoras, que hablar de eso, de la otra verdad de la Nochebuena y del día después, cuando ya se han matado los gallos, en la mañana de San Esteban, día, en Catalunya, de hacer canelones con los restos del cocido.


Hay una película inmensa sobre la Navidad real, Plácido, de Berlanga, con un Cassen en estado de gracia. Se ironiza sobre la solidaridad de entonces, con aquellos pobres viejecitos invitados a la mesa de los ricos. Hoy hemos variado la solidaridad adaptándola a los nuevos tiempos, pero sigue siendo bastante folklórica. Hace años se decía que en el futuro no haría falta caridad, ni compasión, ni limosnas, pero parece que no nos escapamos de maratones ni colectas, en estos días. A pesar de todo, de los papanoels de plástico colgados de los balcones, de las lucecitas histéricas y de toda la parafernalia, hay algo mágico que resurge en esos días: los niños, los Reyes Magos, los lazos familiares. Después, lentamente, los días iran alargando sus horas de sol y volveremos a la sagrada vida cotidiana, a la santa rutina que, con los años, me parece mucho más agradable que las fiestas extraordinarias.

jueves, 17 de enero de 2008

De cuando cambiábamos revistas y novelas...

Cuando yo era pequeña, unos de los establecimientos más emblemáticos y mágicos de mi barrio eran las papelerías-librerías. Había un montón, la mayoría han cerrado y tan sólo resiste, cerca de casa, la entrañable Nitus, de la calle Blay, aunque últimamente ha experimentado cambios en sus resistentes escaparates antiguos. Además, está situada en esa especie de semisótanos que van desapareciendo, y eso de bajar escaleritas daba a los comercios un componente de misterio añadido.

Debajo mismo de casa de mis padres había una de esas tiendas, donde también se entraba bajando algunos peldaños, la papelería de la señora Hilaria. Yo la veía muy grande, profunda, entonces, pero ahora hay un restaurante y lo veo pequeño y estrecho. Tenían material escolar, algunos libros, juguetes baratos, cromos y postales y, cuando llegaban las verbenas, material pirotécnico, que entonces se vendía sin ningún tipo de limitación, de forma inconsciente, en cualquier sitio. Plumillas y tinta, claro. Y unas libretas con las hojas en blanco para dibujar, y el lapisabio y estampas…

Un poco más arriba, en la calle Blasco de Garay, había otra papelería-librería, que respondía al evocador nombre de La Carabela. No hace mucho tiempo, al arreglar los bajos donde se encontraba este establecimiento, vi resurgir el rótulo, con una carabela y el nombre en letra gótica, posiblemente elaborado de forma artesanal por los antiguos propietarios. El dueño de la tienda era aficionado a los pesebres y en Navidad colocaba en el escaparate algunas muestras de su arte, que llamaban la atención de los niños. Otro producto habitual de la época eran las postales, clasificadas por temas, en álbumes de cartón.

Delante de La Carabela había otra papelería, que fue la que duró más años, hasta hace poco, y que cerró después de la muerte de su último propietario, algo más joven que yo, por cierto. Todavía había encargado a menudo, para reyes, los juguetes para mis hijos y sobrinos en esta tienda. Su dueño tenia puesto de venta en los encantes y en las ferias de libros viejos y era muy amable, aunque más de una vez nos había perdido fascículos para encuadernar, pero, después de tantos años de verlo, le acabábamos perdonando errores tan imperdonables. Durante mi infancia, sin embargo, la tienda no era exactamente una papelería, ya que estaba especializada y se dedicaba, sobre todo, al cambio y alquiler de novelas y tebeos. El abuelo del último propietario era un hombre grueso, afable, y que, según mi abuelo, había sido un excelente camarero de los de antes, en lugares de categoría, con una gran cultura, pues sabía, incluso, francés, según me contaban.

Cambiar tebeos, revistas y novelas era habitual, entonces. En unas grandes cajas se amontonaban, por temas y precio, todo tipo de publicaciones. Salía más barato cambiar que no comprar cosas nuevas y, además, el cambio posibilitaba la variedad. Claro que las revistas no eran actuales, muchas veces tenían unos cuantos años. Una de las revistes de más éxito era el Para Ti, una publicación argentina que no sé como debía llegar al Pueblo Seco. Las revistas de entonces, locales o del extranjero, femeninas, eran mucho más literarias que en la actualidad y tanto el Para Ti como el Lecturas contaban con un volumen notable de novelas cortas, a veces de bastante calidad y de autores importantes. Por eso, en el fondo, resultaba indiferente que fuesen antiguas.
El Para Ti tenía entonces unas tapas magníficas, dibujadas, lo recuerdo bien porque la firma era clara, por Raúl Manteola, chileno, quien, según he sabido después, era y es un mito del grafismo en Argentina y que, además de las cubiertas de Para Ti retrató a muchos personajes de la época, entre los cuales Eva Perón, además de hacer carteles de cine y numerosas ilustraciones de todo tipo. Eran, aquellas cubiertas, rostros de damas de los años cuarenta y cincuenta, bellísimas, que yo intentaba, sin éxito, copiar cuando dibujaba, afición que siempre he tenido, aunque con resultados poco brillantes, la verdad. Ir a cambiar paratís era una actividad extraordinariamente excitante. Yo decía paratís, todo junto, y tardé en darme cuenta del significado evidente del nombre de la revista. No creo que ahora lleguen a nuestro país los paratís, pero la revista aún se publica y tiene un espacio online, aunque en la línea actual de publicación femenina, más frívola. Además de los paratís, a veces había otra revista argentina, creo que se llamaba Nosotras, donde, en una ocasión, me tropecé incluso con una traducción en forma novelada de Terra Baixa. De nuestro país se encontraban, sobre todo, Lecturas, pero también Fotogramas. La aparición re revistas baratitas como Garbo, más asequibles, hizo disminuir el interés por los cambios. Había también una revista de moda, Siluetas, de la cual yo recortaba, para jugar, maniquíes, las actuales modelos, chicas mucho menos esqueléticas que las de hoy, que lucían vestidos elegantísimos de Pertegaz, el Dique Flotante…

La papelería en cuestión se llamaba como el apellido de su propietario, Sabadell, pero todo el mundo decía 'las novelas' y las novelas breves, de género, eran un gran objeto de cambio y alquiler. Marsé ha retratado muy bien el ambiente humilde y de barrio alrededor de estas lecturas y actividades. La tienda de las novelas olía a papel viejo y humedad, a polvo y cartón, una mezcla muy característica que en alguna ocasión recupero, los domingos, en los encantes, donde, en ocasiones, todavía he visto paratís. No había mucha publicidad en la revista, pero recuerdo que siempre se repetía el anuncio de una chica con vestido de noche, de la Lavanda Inglesa de Atkinsos, que decía algo así como avant la fette, en francés. Y también anunciaban el jabón Lux, que, según la publicidad, utilizaban nueve de cada diez estrellas del cine, y el Palmolive, que después llegó aquí con aquella cancioncilla tan bonita, palmolívese y embellézcase, palmolive le da suavidad.. La Argentina del Para Ti era mítica, moderna, patriótica -eran habituales las narraciones donde aparecía el general San Martín y también los anuncios de mate-, también recuerdo una especie de historietas que publicitaban un extraño producto que con los años averigüé que debían ser compresas prehistóricas y que yo, inocente de mí, por el contexto, pensaba de niña que eran una especie de tiras de algodón para ponerse en el sobaco y no sudar! Todavía era vivo el recuerdo de la visita glamourosa de Eva Perón y de su trágica muerte, en aquellos años.
Los paratís y la radio, con el cine de barrio, colorearon muchas infancias de entonces y creo que está bien recordar estas cosas de vez en cuando. Una tragedia papelera de nuestro tiempo es esta problemática actual con las distribuidoras, que sufren los vendedores de periódicos y que, me temo, puede acabar de hundir el sector, que ya lo está pasando bastante mal.
Texto original: La Panxa del Bou