viernes, 16 de marzo de 2012

Del pasado bárbaro y del presente frágil



He sabido por casualidad que tal día como hoy, en el lejanísimo año 1244, se ejecutó a doscientas personas en Montsegur, en el Prat dels Cremats, lugar en el cual actualmente existe un monolito que recuerda aquellos desdichados sucesos.

Los cátaros, como los templarios, han sido personajes amados o odiados según los avatares de la historia, de la historia oficial o de la historia extraoficial que se convierte en oficial. Hoy es casi un sello turístico añadir a algún lugar, castillo o monasterio la etiqueta de su origen templario y los lugares ligados al catarismo han sido durante años un punto de atracción turística.

Hace muchos años compré algún libro, en Francia, sobre el tema. He de decir que no estaba entonces de moda y las publicaciones que se referían a todo aquello no pasaban de las librerías especializadas. De pronto, en algún instante puntual, la cosa despegó y muchos libritos divulgativos, la mayoría refritos bien intencionados de los libros serios anteriores, se vendieron como rosquillas. Algunas personas que se especializaron en aquello fueron requeridas en tertulias y debates muy a menudo.

Como era de esperar, la cosa pasó de moda, como pasan todas las modas, no sólo las del vestido. El tema ha mantenido un cierto interés y se han establecido lugares de culto y rutas senderistas diversas. Actualmente hay rutas de todo, nuestros antepasados ya fueron hábiles en crear senderos turísticos y comerciales con excusas, en su caso, religiosas, las peregrinaciones. 

El tema cátaro tiene una lectura catalana interesada, parece que allí perdimos el peso específico que una supuesta Catalunya podía haber mantenido de no existir aquel problema. Se olvida de forma interesada que la primera Inquisición se estableció con el motivo de aquella herejía o lo que fuese, por parte de los aragoneses que también eran los catalanes. La historia de aquellos hechos es negra, con traiciones y sacrificios, algo parecido a ese terrible historia de Vargas Llosa sobre La guerra del fin del mundo, pero con más intereses políticos de por medio.

También las creencias de los cátaros se han idealizado, así como sus personas y su forma de vida. Es fácil mitificar lo que sea, creer que todo fue mejor de lo que es y de lo que ha sido. Sin embargo la especie humana mejora a trompazos y recaídas, esa es la realidad. Hace unos días veía por televisión un programa breve sobre la pena de muerte, con su peso específico en morbo, como todas esas cosas. Se obvia a menudo que aquella gente bárbara del pasado creía de veras que había que matar al contrario y que la tortura y la pena de muerte estaban legalizadas y controladas, además de ser, la segunda, un espectáculo con una gran acogida por parte de las masas. Eso hace que tengamos documentados esos terribles procesos. 

La eficacia es un gran peligro para la posteridad, recuerdo que en una ocasión un profesor comentaba que el carácter germano hizo que todo lo que se hacía en los campos de exterminio fuese contabilizado y controlado de forma coherente y profesional. Los campos de trabajo franquistas, incluso algunos que tuvo la otra parte, la republicana, para reeducar, todavía poco conocidos, se beneficiaron de la poca seriedad hispánica a la hora de llevar las cuentas con seriedad y así podemos saber poca cosa sobre su existencia y características. 

Hoy, en general, se mata y tortura en secreto o casi, en nuestras sociedades bien intencionadas, cuando hace falta. Los siglos más torturadores y exterminadores no han sido los del pasado sino los más cercanos, las dos grandes guerras, los gulags, los campos de exterminio. En nuestros tiempos han convivido los sistemas de tortura más medievales con la sofisticada técnica moderna aplicada al mal. 

También existe una triste tendencia, por parte de los peninsulares y mediterráneos, a creernos más malos que los demás. Hace unos días estuve en un acto literario en el cual se introducía la edición de un libro de narraciones de un colectivo con una pequeña representación teatral en la cual una supuesta bruja comentaba las características de la publicación. Las brujas han sido, en nuestros tiempos, objecto de reivindicación mitificadora. Seguramente las hubo de buenas, pero también de malas, aunque hoy sabemos que sus maleficios eran bastante inocuos. En la representación se hacía mención de la Inquisición y de la quema de esas damas, en un tono desenfadado e informal pero, claro, con los tópicos de siempre. 

Pero es que resulta que el mundo mediterráneo fue muy tolerante con la brujería y que incluso un montón de inquisidores, jueces en los casos denunciados, se dieron cuenta de qué no había habido en algún lugar brujas ni brujos hasta que se empezó a hablar de ellos. El número de brujas ejecutadas fue muchísimo menor que en la Europa central y del este dónde sí existió una exterminación brujeril impresionante. Otra cosa fue la herejía, que hay que situar en el contexto de una monarquía para la cual el único modo de intervenir en todos sus territorios, más allá de los poderes feudales resistentes, era el inquisitorial.

Pero los tópicos funcionan. Defender esas tesis que se pueden comprobar con números en libros especializados, incluso en wikipedia, hace que te miren mal, cómo si estuvieses defendiendo algo perverso. Evidentemente, una ejecución ya es un acto repugnante y una injusticia a una persona es una amenaza contra todo el mundo, como dijo Montesquieu, aunque hemos de admitir que la mayoría de justicieros, ya fuesen del poder o del pueblo, que era quién acostumbraba a denunciar a esas personas sospechosas, creían hacer algo bueno en su época, achicharrando a los enemigos. El respeto generalizado a la vida humana, como creencia aceptable y universal, es algo de hace cuatro días y siempre se encuentra en riesgo de desaparición.

Nos desengañamos bastante cuando llegamos a saber que personas que nos merecían respeto, grandes pensadores, políticos importantes, fueron crueles, malvados, oportunistas. Hoy, las películas sobre, por ejemplo, la Guerra Civil, se han convertido en una especie de cuento de buenos y malos pero de vez en cuando alguien te comenta, en voz baja, porque teme ser señalado por los bien pensantes, que en su lejano y recóndito pueblo los rojos hicieron, de entrada, un montón de barbaridades. Claro que existe la ideología, y que una ideología igualitaria es, de entrada, más admirable que otra clasista, pero a la hora de la verdad creo que a la mayoría nos daría igual la ideología de alguien que hiciese con nosotros, o con nuestros seres queridos, albondiguillas, aunque creyese, de buena fe, que estaba haciendo algo bueno. Todavía se habla poco de Stalin, su época y sus seguidores. Hoy hace también años del secuestro de Aldo Moro, después, como se sabe, lo asesinaron y creo que hubo gente que en su interior sintió simpatía por aquel hecho repugnante, al fin y al cabo era un político de derechas, claro.

Para justificar según qué cosas siempre se recurre a otra leyenda que quizá en ocasiones puede ser verdad; había provocadores infiltrados, del otro bando. Eso sucede cuando en manifestaciones actuales las cosas se le van de las manos a la organización y esos elementos incontrolados que casi nunca son identificados del todo y que, si lo son, despiertan grandes solidaridades, empiezan a romper de todo de forma indiscriminada. De los elementos incontrolados me libre Dios -o el destino- que de los controlados ya intentaré librarme yo como pueda.

Nos da miedo entrar a fondo en los temas del pasado que no nos gustan pero es necesario querer ser un poco objetivo para intentar vacunarnos, ni que sea temporalmente, de cierta inocencia absurda que nos hace ver de color de rosa lo que es, de hecho, de un color mucho más oscuro y turbio. De momento creo que las brujas televisivas de nuestro tiempo no han de temer nada, las iras van por otros caminos, aunque nunca se sabe a dónde va a parar la piedra que se tira de forma visceral contra algo o alguien.

4 comentarios:

Joan Josep Tamburini dijo...

Me gusta mucho la objetividad de lo que has escrito. Desgraciadamente "releemos" la historia desde nuestro mundo, nuestra ideología y eso la desvirtúa. Se escriben y se dicen muchas tonterías en los medios. Desgraciadamente, como casi siempre, la desaparición de los Templarios y la eliminación de los Cátaros, tuvieron motivaciones más políticas que religiosas. Un abrazo: Joan Josep

Eastriver dijo...

Supongo que por todo cuanto dices en tu artículo yo soy de los que huyo como gato escaldado cuando me lo simplifican todo demasiado. A priori, por decir algo, estoy en contra de las retalladas. Porque me afectan. Pero voy a una mani sobre el tema y siento una parte de desacuerdo, de incomodidad, como si allí nos estuvieran contando, o estuviéramos denunciando, sólo una parte.

Y sin embargo, acabo pensando que el hilar fino es válido para los análisis. No, válido no: necesario. Pero seguramente no tan válido para la acción. Estoy leyendo en estos días un análisis breve sobre el rumor y acabo analizándolo un poco en la misma línea que tu artículo: el rumor mueve a la gente, porque verdad o mentira es una simplificación.

Buen artículo.

Júlia dijo...

Gracias, Joan Josep!!!

Júlia dijo...

Gracias Eastriver, con las manifestaciones ya hace tiempo que me pasa eso que dices, la incomodidad i, además, dudo que sirvan para nada, tengo la impresión de qué todo está pactado o casi de antemano. Quizá tampoco el debate profundo sirva para mucho, para intentar entender un poco más el mundo y la vida, no lo sé. Cada vez entiendo más a los que se meten en su casa y no quieren saber nada de nada, la verdad. Sin embargo, la curiosidad mató al gato pero no se puede dejar de ser gato.