Hace pocos días una escritora de origen magrebí se quejaba del insulto recibido por su hijo en la escuela, en Vic, en concreto el desagradable moro de mierda. Otra dama periodista, habitual en diversas tertulias, que tiene una hija china adoptada le contestó en otro periódico, amablemente, a su hija también le había pasado algo parecido, a causa de sus rasgos, pero reflexionaba sobre el medio escolar, en el cual cualquier diferencia sirve de insulto en momentos de ira infantil a causa de cualquier tontería. Como esos temas provocan normalmente un exceso de consideraciones filosóficas, otros escritores han pontificado -más o menos- desde otros medios sobre la gravedad del asunto o sobre aspectos diversos que tienen como telón de fondo el supuesto -o no- racismo ambiental de nuestra complicadas sociedades urbanas.
Creo que una cosa es la sociedad adulta, los políticos y su oportunismo en fomentar la confrontación o hacer volar palomitas de la paz y otra la sociedad escolar, aunque en ella se reflejen las manías vigentes. Incluso en el caso de la sociedad adulta en muchas ocasiones es distinto lo que se dice en momentos de debate tabernario y otra lo que se hace en la realidad. En épocas difíciles, como guerras o persecuciones, la gente ha vivido experiencias en las cuales ha comprobado como la ayuda, en muchas ocasiones, le ha llegado de quien menos esperaba, a causa de sus ideas o de su verborrea excesiva y grosera.
En la escuela se pasa mal a menudo, por mucho que los maestros intenten esforzadamente controlar y suavizar estas cosas. He trabajado muchos años en la escuela pública y me he dado cuenta de que a veces valía más dejar pasar el asunto sin meter ruido, aquellos que se acababan de insultar y pelear eran amigos al cabo de cinco minutos, después de haberse dicho de todo. En la escuela se ha insultado a los gordos, a los débiles, a las feas, a los afeminados, a los miopes, a quién no jugaba bien a futbol o no saltaba bien a la comba, incluso a los pobres 'empollones'. Los sufrimientos escolares, incluso en la autoritaria escuela franquista, venían más veces a causa de los compañeros y de las amigas que no de los profes perversos.
Si en una escuela hay personas de diferentes procedencias geográficas, como es habitual en la actualidad, los conflictos viscerales recurriran al insulto especializado. Tengo un pariente, muy buena persona en realidad, que disfrutaba insultando a los árbitros de fútbol según su procedencia, si eran vascos los llamaba etarras, terroristas, por ejemplo. En la escuela también me he encontrado con familias oportunistas que intentaban magnificar esos temas para sacar algún beneficio, por desgracia, en el mundo hay de todo. En general la profesión educadora hace grandes esfuerzos para paliar esas agresiones pero creo que el mundo es como es y nada se erradicará de forma absoluta. En la escuela se mueven extrañas mafias imperceptibles, los niños recurren a la violencia directa, las niñas, a menudo, al ninguneo y al maquiavelismo infantil más sofisticado. A veces cuesta percibir esas cosas, el afectado calla -nada hay más mal visto que un 'chivato'- y disimula, a menudo desea ardientemente ser aceptado por sus verdugos, precisamente. Hay quien no quiere ver esas cosas y quien, sencillamente, no se da cuenta de nada. Hace poco ha salido a la luz uno de esos temas de crueles novatadas que sólo se saben cuando producen daños excesivos.
En Francia, sobre todo en el sur, donde mucha gente tenía origen español, era bastante habitual lo de 'español de mierda'. Hemos sido 'catalanes de mierda' en muchos sitios mientras llamábamos 'charnegos' a los recién llegados de los cincuenta y los sesenta. Yo fuí una 'nariz de loro' y lo pase muy mal, como lo pasan mal los 'orejones' y los 'gordos'. He oído a un mellizo llamar a su hermano 'hijo de puta', por no hablar de 'maricón', 'maricona' y el resto. Incluso escuché hace pocos años, en una escuela multicultural, un extraño insulto, 'filipino blanco'!
Hacer de cada insulto escolar un artículo periodístico de denuncia es echar, a menudo, leña al fuego. Que ya arde bastante en estos últimos años, sólo hay que mirar la tele para ver como nos tratan -a los catalanes- en algunos canales surrealistas al máximo. Y como los políticos aprovechan el tema para barrer para su casa particular. Dejarse llevar por la ira que nos provoca el insulto injusto al colectivo, un colectivo también diverso en el cual hay de todo, es bastante absurdo aunque sea comprensible.
Otra ingenuidad es suponer que la escuela tiene la culpa de todo y lo puede solucionar todo. La escuela es producto en cada momento de la sociedad vigente, los hijos reflejan el mundo de los adultos, de sus familias, de su barrio, de la televisión. Trabajar los valores, la paz, todo eso, está muy bien, debe hacerse, pero no vacuna ni mucho menos, contra la irracionalidad verdaderamente peligrosa. Las cosas no son sencillas ni los remedios infalibles.
4 comentarios:
Es veritat, e lescola començen els complexes, forma part de levolució però també s'apren a respectar els altres.
No podem pretendre que avui dia, que amb 5 anys el meu fill ja escriu a més hagi aprés totes les normes de comportament civilitzades d'un mon adult.
De vegades els exigim més del que el temps els permet aprendre.
No hemos de olvidar que en Madrid,actualmente nos llaman "polacos" por que dicen que no nos entienden cuando hablamos en nuestra lengua,nuestros vecinos y catalanes,los de Gerona, nos llaman "pixa pins" y "camacus",no por ello nos molestan los calificativos que nos dan los unos o los otros,siempre hay que pensar de quien procede y hasta a lo mejor nos lo dicen en plan simpático,hay que tomarse las cosas,en este caso las palabras, tal como vienen, siempre y cuando no lleguen a casos extremos con las manos. ¿Dónde está el libro de Urbanidad que yo tenía de pequeña?Pero....como ya no existe....!,hay que tomarse las cosas con educación y "A palabras necias , oídos sordos.
Sandra, s'ha de donar a les coses la seva dimensió justa i evitar inferir coses massa greus dels comportaments infantils. En la vida no acabem mai d'aprendre.
Tienes toda la razón, Harmonia. Respecto a eso de los pixapins, ahora parece que queda bien reirse de los 'de Barcelona' como antes quedaba bien reirse de los 'paletos'. En todo hay que poner un cierto grado de humor y no exagerar las cosas.
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