jueves, 6 de enero de 2011

De cuando recitábamos a Rubén Darío


Hace algunos días una evocació de Rubén Darío en un blog amigo me recordó a ese gran poeta, recitado y leído  en tiempos de mis padres e incluso en mi infancia, aunque siempre de forma parcial y, en muchas ocasiones, reduccionista.

En una de las escuelas en qué he trabajado coincidí con una maestra muy joven. Otra compañera de mi edad y yo, bromeando, acostumbrábamos a recitar poemas de nuestra infancia, habituales en los libros de texto. Rubén Darío no sonaba casi de nada a nuestra joven compañera y acabamos regalándole una antología.

Mi madre tenía una especie de publicaciones baratas que se compraba su abuela, unas revistas con poesías de autores conocidos o no tanto, populares en su época: Bécquer, Campoamor... Y Rubén Darío, por supuesto.  Mi madre recitaba de memoria bastantes poemas; en sus tiempos y en una gran parte de los míos era habitual que las personas normales, incluso sin una gran cultura académica se supieran de memoria y recitasen bastante bien poemas diversos. Aprendí a leer catalán, en una época en la que mi lengua había desaparecido del contexto escolar, a través de libros familiares, con poemas para recitar.

Recuerdo el mundo mágico que me evocaban aquellas extrañas historias poéticas recitadas por mamá, en concreto ésta:

Era un aire suave, de pausados giros; 
el hada Harmonía rimaba sus vuelos, 
e iban frases vagas y tenues suspiros 
entre los sollozos de los violoncelos.

Sobre la terraza, junto a los ramajes, 
diríase un  trémolo de liras eolias 
cuando acariciaban los sedosos trajes, 
sobre el tallo erguidas, las blancas magnolias.

La marquesa Eulalia risas y desvíos 
daba a un tiempo mismo para dos rivales: 
el vizconde rubio de los desafíos 
y el abate joven de los madrigales.

Cerca, coronado con hojas de viña, 
reía en su máscara Término barbudo, 
y, como un efebo que fuese una niña, 
mostraba una Diana su mármol desnudo...

La poesía más popular de Rubén Darío, en las escuelas de mi infancia, era aquella de Margarita, esta linda la mar... Otra de las habituales era la historia de la princesa triste, tan parodiada, incluso en broma. Mi preferida, sin embargo, fue siempre Sinfonía en gris mayor, que encontré en una magnífica antologia destinada a libro de lectura, elaborada por el gran pedagogo Herminio Almendros, padre del también genial Néstor Almendros: Pueblos y leyendas. Aquel libro de lectura, de 1937, se ha reeditado en numerosas ocasiones y hoy es todavía moderno, porque refleja una sociedad diversa y multicultural. 

El mar como un vasto cristal azogado 
refleja la lámina de un cielo de zinc; 
lejanas bandadas de pájaros manchan 
el fondo bruñido de pálido gris. 


El sol como un vidrio redondo y opaco 

con paso de enfermo camina al cenit; 

el viento marino descansa en la sombra 
teniendo de almohada su negro clarín. 

Las ondas que mueven su vientre de plomo 
debajo del muelle parecen gemir. 
Sentado en un cable, fumando su pipa, 
está un marinero pensando en las playas 
de un vago, lejano, brumoso país. 

Es viejo ese lobo. Tostaron su cara 
los rayos de fuego del sol del Brasil; 
los recios tifones del mar de la China 
le han visto bebiendo su frasco de gin. 

La espuma impregnada de yodo y salitre 
ha tiempo conoce su roja nariz, 
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta, 
su gorra de lona, su blusa de dril. 

En medio del humo que forma el tabaco 
ve el viejo el lejano, brumoso país, 
adonde una tarde caliente y dorada 
tendidas las velas partió el bergantín... 

La siesta del trópico. El lobo se aduerme. 
Ya todo lo envuelve la gama del gris. 
Parece que un suave y enorme esfumino 
del curvo horizonte borrara el confín. 

La siesta del trópico. La vieja cigarra 
ensaya su ronca guitarra senil, 
y el grillo preludia un solo monótono 
en la única cuerda que está en su violín.


Rubén Darío no llegó a los sesenta años, su vida fue una especie de torrente arrollador. No voy a escribir aquí su biografía, que se puede encontrar, bastante completa, en wikipedia. También, afortunadamente, una gran parte de su obra poética se halla en internet, en un lugar o en otro de ese extraño país entre imaginario y real. Envidiado, imitado, criticado, reivindicado, Rubén Darío tuvo una virtud que, en nuestro país, es un defecto:  ser prolífico. Escribió mucho y bien, poemas que reflejan una cultura extensa y profunda. Su archivo personal fue donado a España por su compañera de los últimos años, Francisca Sánchez, y se encuentra en la Universidad Complutense. Tiene también una extensa producción en prosa, poco conocida todavía, entre la cual muchos artículos periodísticos. Por la obra de Darío desfila todo el mundo de su época, personajes, lugares, mitos, creencias, incluso manías. Quizá por la dificultad que entraña esa totalidad diversa y compleja ha sido muy poco traducido a otras lenguas y hoy todavía hay quien cree que es una especie de autor folklórico. Hoy poca gente, con la excepción de los estudiantes de la especialidad, puede valorar el uso de los versos y estrofas clásicas que Darío utilizó en su excelente castellano o captar las muchas referencias cultas que se esconden en sus grandes poemas.

2 comentarios:

Ricardo Miñana dijo...

Muchas felicidades para este año, dale vida a tus sueños y que la crisis económica pase de largo.

¡¡Feliz año 2011!!

Un abrazo.

Júlia dijo...

Gracias, Ricardo, igualmente!!!