Llegó Navidad de nuevo con su mitología propia, que se te va acumulando con los años en la memoria sentimental. Muchas cosas cambian y se renuevan pero Navidad sigue siendo el Belén, con árbol y Papá Noel añadidos, la decoración habitual, las lucecitas en la calle, aunque ahora sean de bajo consumo y sus canciones de siempre, a las cuales se va incorporando repertorio nuevo, incluso en inglés.
Una alegría infantil de mi época autárquica eran los almanaques de los tebeos, algo caros. El del TBO era el rey de todos, claro. Esta portada que he encontrado por internet es ya moderna y veo que el almanaque valía la friolera de más de cuatrocientas pesetas en esa época. Muchos de sus personajes fueron incombustibles hasta que desaparecieron, a finales de los noventa, aunque todavía es posible encontrar reediciones y recopilatorios de aquellas historietas irrepetibles.
Unos de los personajes más famosos de aquella revista fueron La familia Ulises, con su abuelita sin dientes, una familia típica de una época, con la cual se identificaban las familias modestas, o sea, ni pobres ni ricas, que eran muchas. Cuando a alguna familia una persona, normalmente con algunos añitos, nos dice que parecemos La familia Ulises sabemos que hace referencia a cierto pintoresquismo indefinible, algo parecido a lo que pasa con la expresión los de Calatorao, cuando un gran grupo de gente se desplaza de forma gregaria y unida haciendo un poco de ruido y que procede de una famosa zarzuela, cosa que ignoré durante años.
Los Ulises salían en la contraportada del tebeo TBO, que es un lugar indicado para promocionarse, como saben muy bien los periódicos actuales. En Navidad, durante años, el TBO también incluyó en su almanaque un magnífico Belén recortable del prolífico y genial Opisso, un artista cada día más valorado, polifacético, cuya obra muestra de forma muy gráfica el paso del tiempo y los cambios en las costumbres. Un día me sorprendí, hojeando unas antiguas revistas del inicio del siglo XX, Hojas Selectas, al encontrar en ellas un chiste político, a toda página, genial, de Opisso. Me pareció que no podía ser el mismo pero sí que lo era, dibujó mucho y bien durante años, pintó cuadros extraordinarios y creo que a las personas trabajadoras las perjudica este exceso que pone en evidencia la pereza de muchos supuestos genios poco productivos.
En mi casa y en mi tiempo infantil y adolescente había, como es natural, una enorme melancolía tras el paso de aquella horrible guerra civil, no se hablaba mucho de ella y a veces se hacía como si se tratase de una especie de cuento, de leyenda antigua. O así lo vivía yo entonces, de pequeña, ya que la dimensión del tiempo varia mucho con la edad y de niño las cosas de veinte o treinta años atrás resultan tan lejanas como la prehistoria o el tiempo de los romanos.Tardé en darme cuenta de lo cercanas que estaban para mi familia, todavía. Había un mundo, el de antes de la guerra, en el cual habían pasado cosas extraordinarias y la llegada de los almanaques de tebeos de los cincuenta evocava cada Navidad, en casa, unos almanaques míticos, los del Patufet en catalán, como aquellos no había nada.
El Patufet tuvo una época de gran esplendor, se leía en Barcelona y en todas las zonas rurales, creó una mentalidad muy particular y conectó con la gente de todas las clases sociales de la época. Los intentos de tebeos en catalán posteriores, cuando la cosa fue posible, no lograron nunca aquel éxito multitudinario. Sin embargo tuvo sus detractores, se le achacaba sentimentalismo, excesiva religiosidad, carrincloneria. Sus virtudes eran sus defectos. En el fondo casi todos tenemos una vertiente sentimentaloide y aunque tomemos las cosas en broma e ironicemos sin piedad sobre ese costumbrismo que conforma nuestra memoria sentimental no podemos olvidarlo ni dejarlo aparte. Ser patufetista, en catalàn, es una expresión ligada a esa devoción por tradiciones y sentimientos algo horteras.
Vino la tele y sus programas navideños, sus anuncios y sus canciones, que hoy también, a los que somos mayorcitos, nos despiertan ese patufetismo universal inexplicable.
FELIZ NAVIDAD, aunque sea un tópico, a todas las personas de buena voluntad que pasen por aquí. Recupero del moderno youtube una de aquellas canciones de mi juventud, Ven a mi casa esta Navidad, aunque si viene todo el mundo no cabremos. Patufetismo universal en estado puro, vaya.
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