viernes, 18 de enero de 2013

ESCRITORES, BIOGRAFÍAS Y CASUALIDADES LITERARIAS







El pescador

Este hombre que aquí levanto es un hombre de arena.
Todo en él transita; sólo la mar se queda.
Yo sé que ante su alma se inclina la marea;
Que el viento pone un halo de azul en su cabeza.
Su mirada es lejana. ¡Cuánto horizonte lleva!
Y en sus manos hay algas, peces, soles, estrellas.
¡Cómo manda este hombre en su brava frontera!
Los pies, los pies desnudos son el grado que ostenta.


Antonio Oliver Belmás ('Andrés Caballero')

Los Reyes Magos me obsequiaron con un calendario que relaciona cada día del año con un autor literario. Admito que un gran nombre de autores de los que se evocan en este bonito calendario no me suenan o me suenan poco. Hoy, por ejemplo, evoca el nacimiento de Alan Alexander Milne (1882-1956), autor inglés, conocido sobre todo por sus libros infantiles y por su personaje estrella Winnie-the-Pooh. 

Google, en cambio, recuerda hoy los 146 años del nacimiento de Rubén Darío (1867-1916). Ya he escrito en diferentes ocasiones sobre ese autor inmenso, a veces medio olvidado pero que siempre vuelven a recuperar los poetas jóvenes y curiosos y los intelectuales desacomplejados. No ha sido hasta ahora un autor muy conocido fuera del ámbito hispánico, tiene pocas y malas traducciones pero hay que admitir que no debe ser fácil traducirlo con cierta excelencia.

Hace un tiempo hablábamos con mi hermano sobre Rubén Darío, de su estancia en Barcelona. Sagarra lo conoció y escribe sobre él en sus magníficas Memorias aunque el poeta era ya entonces una sombra enferma, dominada por aquel alcoholismo excesivo e inexplicable que acabó con él. Quizás determinadas genialidades comportan esa tendencia hacia la autodestrucción y la aceleración vital.

Unos días después de aquella conversación, un domingo, encontré por casualidad en las paradas de lance de Sant Antoni, en perfecto estado aunque sin sobrecubierta, la biografía del poeta escrita por Antonio Oliver Belmás (1906-1968), otro intelectual  algo olvidado más allá de su Cartagena natal. Oliver empleó a menudo el pseudónimo de Andrés Caballero en su poesía y fue el esposo de Carmen Conde.

Esta biografía fue Premio Aedos en 1960. Oliver Belmás fue un integrante de la generación del 27, sobrevivió a la guerra con dificultades y prácticamente estuvo en la clandestinidad y el exilio interior hasta 1946. La biografía está escrita en un estilo que ahora nos puede parecer retórico pero muy de aquella época, leerla me retorna a la radio de mi infancia y a aquellos locutores que, según mi familia, hablaban muy bien. Hoy, a fuerza de banalizarlo todo y de buscar la imposible naturalidad se ha caído en el otro extremo, el de la baratija verbal.

El libro me costó cinco euros y me sabe mal haberlo comprado tan barato. Sorprende comprobar todo lo que puede encontrarse hoy en esos mercadillos, a precios tirados. Se vacían pisos y hay un exceso de todo, los libros molestan y pesan. Al abrir el volumen me encontré con unos ex-libris, estampados en diferentes hojas del volumen, resulta que había pertenecido a Manuel Tarín Iglesias, cosa que le daba un valor añadido. Tarín fue todo un personaje, nació y vivió en mi barrio, el asesinato de su padre cuando era adolescente, por parte de eso que llamaron incontrolados le hizo tomar partido hacia opciones de derechas, cosa que comportó que durante la guerra fuese encarcelado, torturado y condenado a muerte, con otros amigos falangistas, en el castillo de Montjuïc. Salvó la piel porque era muy jovencito, por pelos, vaya. 

Tarín conservó siempre sus ideas y tuvo cargos muy importantes, fue director de Radio Barcelona, consiguió que se empezasen a recuperar programas en catalán y gente como Agustí Pons, que lo tuvieron como jefe en algunos periódicos admiten que era una muy buena persona, que ayudó a muchos jóvenes de la época que tuvieron problemas políticos y que pertenecían a opciones absolutamente distintas de la suya. Cuando todo el mundo empezó a cambiar de chaqueta y a transicionarse Tarín continuó como siempre, con sus propias ideas, cosa que hizo que le miraran bastante mal. 

Quizá no fue un gran escritor pero intentó la narrativa con una novela, Pena de vida, que sucede en mi barrio y que podría inscribirse en la temática de eso que se llamó la reconciliación nacional. Lo mejor de la novela es un largo prólogo en el cual describe el Pueblo Seco de su infancia y de su juventud, que siempre recordó, un paisaje perdido de la ciudad, reflejado con gran ternura en ese prólogo amable y largo. La estrategia seguida con esas personas incómodas, en nuestro presente, es no hablar de ellas, hacer como si no hubiesen existido, incluso los que les deben muchos favores actuan a menudo así. Hoy los de derechas han de ser malos y los de izquierda buenos, antes era al revés, por decreto. La compleja realidad no responde a esos maniqueismos y nos inquieta.

Dicen aquello de los seis grados de separación entre todas las cosas y quizás sea así. De Sagarra a Rubén Darío, de Rubén Darío a Oliver Belmás, de Oliver Belmás a Tarín Iglesias, de Tarín Iglesias a mi, pasando por Agustí Pons, admirado escritor y periodista que, por cierto, ha publicado recientemente una biografía de Salvador Espriu que tengo muchas ganas de leer.  Y de todos ellos a mi hermano a quién regalé este libro, regalo que, por cierto, tuvo mucho éxito y le hizo mucha ilusión, aunque su precio fuese modesto. Su precio, no su valor, no hay que confundir.

3 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

Yo, que a pesar de todo he publicado algunas obras, le tengo pánico al día en que, inevitablemente, vea alguno de "mis" ejemplares en las paradas de Sant Antoni. Pero es una emoción que no puedo anticipar: el día que eso suceda vamos a ver como me siento, porqué a lo mejor resulta una agradable nostalgia.

Júlia dijo...

Lluís, mejor que acaben en Sant Antoni que fulminados en el reciclaje, me cuentan fuentes fidedignas que más de un noventa por ciento de lo que se publica acaba a los dos años reconvertido en pasta de papel. Estarías al lado de Tolstoi, i de otros muchos grandes, por cierto. De hecho, los grandes libros hoy valen menos de un euro.

Lluís Bosch dijo...

Visto así, la idea incluso me gusta. Terminar en una masa de papel donde se unen Tolstoi i mis cuentos parece muy sugerente.