sábado, 16 de noviembre de 2013

ESAS PESADAS CARGAS FAMILIARES...


Malo es no tener familia pero a veces entiendo que se justifique el celibato de los curas con eso de qué deben amar a todo el mundo y no tan sólo a los suyos. Sin embargo, aunque debe haber de todo, esa medida no les exime ni les ha eximido de mirar por los parientes. Si no hay hijos, legítimos o no, hay sobrinos, hijos de amigos, parientes lejanos. Tener un cura bonachón y conocido libró de la muerte a mucha gente en tiempos difíciles con aquello de los avales de postguerra, todas las circunstancias tienen su cara buena y su cara mala, claro. Una de las debilidades del pobre Jacint Verdaguer fue la familia, su hermana y sus sobrinos eran de cuidado, unos buitres, y además se dejó abducir por la otra, la que lo acogió aparentemente de buena fe y que también buscaba el provecho propio.

Me acaba de llegar por internet una información sobre el pariente bien situado de un líder d'Esquerra Republicana. Bueno, nada nuevo bajo el sol. Los hermanos bien colocados de líderes políticos de derecha, centro e izquierda han sido una plaga bíblica contra la cual parece que poco se puede hacer. Los escándalos, grandes, medianos y pequeños, que han implicado a maridos, esposas, hijos, sobrinos, nietos y cuñados han existido hoy, ayer y siempre. Incluso sobre Franco había quien opinaba, santa inocencia, que él no era malo del todo pero que su entorno familiar era de cuidado. No puedo ni imaginar lo que hubiese podido representar que doña Carmen Polo hubiese sido una señora simpática y carismática, populista como Evita. Es imaginar un imposible y hacer política ficción, claro.

Cuando llegó la monarquía, esa extraña y surrealista restauración que tan bien acogimos con gran ingenuidad, unos de los comentarios populares habituales era que se trataba de gente afable, muy distinta de los de Villaverde y el resto, con tantas ínfulas. Con el tiempo se ha demostrado que el talante no lo es todo y que no eran tan sencillitos como parecía, vaya. Y lo peor, el yerno advenedizo, que ha dado al traste con la poca credibilidad monárquica de los inocentes. En la política más cercana, la de los ayuntamientos grandes y pequeños, he visto a menudo como se recurría a enchufes. En una ocasión hace años, un señor socialista y sindicalista que era de mi club de cámping me contó, sin vergüenza ninguna, que cuando él dejase el ayuntamiento de su pueblo, a causa de la edad, entraría su hijo: para que pongan a otro...

En tiempos de escasez laboral el enchufismo familiar y amistoso funciona mucho más, claro. Casi un noventa por ciento de empleos se consiguen a través de conocidos y saludados. Se busca el padrino, si no se tiene. A través de los padrinos se consigue trabajo pero también cosas más temporales, como entradas para el teatro gratis, por ejemplo. Si escribes un libro, lo llegas a publicar -sin enchufe- y quieres que en algún periódico te lo comenten has de recurrir a conocidos o intentar conocer a quiénes tienen ya su sitio en el olimpo intelectual del momento. Bueno, es así. Nos hemos acostumbrado desde abajo a este estado de cosas, a esa amoralidad casi cultural, genética. En eso no hay mucha diferencia entre derechas o izquierdas, entre ricos y pobres, cada cual enchufa cuanto puede o se corrompe a su nivel y además los pobres nos justificamos con eso de qué los ricos lo hacen más, mejor y con más beneficio. Conozco maestras que, hartas de niños, se colocaron en algún sindicato dónde tenían el conocido durante una temporadita.

No anem bé. Siempre surge por algún lado el hermano corrupto, impresentable, o el negociete de la cuñada, redondo gracias al soporte del político colocado en un buen lugar. No se instala en los lugares clave a la gente que vale sino al conocido o al conocido del conocido. Funciona el tema, también, en el mundo académico. De la universidad y las capillitas existentes en algunas facultades podría contar un montón de anécdotas que he ido conociendo a lo largo de mi vida, a través de afectados pero también de favorecidos. De ahí viene en parte el demagógico rechazo populista a determinados exámenes y oposiciones, en el fondo un sistema más permeable, abierto y revisable que el dedo que señala al candidato. También se convocan concursos de méritos para plazas ya otorgados de antemano, de forma casi secreta, no fuese el caso que se les diera demasiada publicidad.

No estoy en contra de la ayuda a los hijos, a los hermanos, cuando se puede y cuando éstos lo merecen, todos somos humanos y no hay que llegar al otro extremo, también he conocido gente muy purista y dura en eso de no dar un empujoncito cuando se puede a quién lo necesita, porque es de la familia. Pero hay casos y casos y los políticos debieran ser muy serios en ese tipo de cosas o, al menos, lo suficientemente discretos como para que el enchufe no trascienda, cosa difícil en la actualidad. A veces te enteras, como por casualidad, que ese o aquel son sobrinos de alguien. La gente de la calle, la sencilla, incluso justifica el tema con comentarios como yo también lo haría si pudiese. Si claro, y una servidora, que para eso es madre, tía, esposa y abuela. Pero un sistema serio debe ser aquel que no permita hacer ese tipo de cosas o que, al menos, puede controlarlas con un mínimo de ética. Sin embargo, me temo que nada cambiará. Sólo querría que ese clientelismo mediterráneo, según dicen heredado de los romanos, mejorara un poquito. Estoy harta de recibir mensajes por las redes sociales sobre hermanísismos y cuñadísimos, la verdad. 

2 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

Yo vengo de una familia compleja (como todas las familias), y uno siempre anda dándole vueltas al asunto de la herencia. No me refiero a la herencia testamentaria, ya que se redujo a unos pocos miles de euros que sirvieron para obtener una cierta calma temporal y gastar más dinero de la cuenta en libros y música.
Freud dijo que el infierno suele estar en la familia, y es evidente. Sartre pensaba algo similar.
Mi hermano (el único que tengo) me dijo hace años: "la familia mejor lejos", y se marchó a vivir en un punto recóndito del Pirineo.

Júlia dijo...

La familia que nos toca, Lluís, es azar, como tantas otras cosas, se puede tener suerte o no tenerla, puede ser una ayuda o una maravilla pero también una carga pesada, cierto. O una desgracia.

Por eso, en el fondo, la gran mayoría de literatura nos cuenta historias de familias, más bien desgraciadas o un poco de todo.