jueves, 6 de febrero de 2014

SUEÑOS ANTIGUOS

Cuando era pequeña no entendía eso de que vivíamos en una dictadura rancia y extraña. En algún momento empecé a crecer y a pesar de la horrible situación política y de la tristeza de una sociedad que salía a trancas y barrancas de la pobreza ancestral tenía muchas esperanzas, pensaba que era mejor ser de un país en desarrollo que no de uno con hambrunas irreversibles o en alguno de esos que ya tenían de todo y no sabían que pedir a los Reyes Magos.

El cambio vino, ay, por muerte natural del dictador y no por movimientos populares masivos. Estábamos todavía demasiado ocupados, la gran mayoría, ganándonos la vida, enamorándonos, intentado sobrevivir a las circunstancias con dignidad pero también con cuarto de baño propio. Jamás pensé que vendría una monarquía, incluso parecía más probable otra guerra que el retorno de la corona. Pero las cosas fueron así y mi sueño, el de una república federal y respetuosa, en la cual se valorasen las diferencias y todas las lenguas y formas dialectales y costumbres e historia conviviesen en libertad e igualdad de derechos, me parecía todavía un futuro que se conseguiría de forma progresiva pero contundente.

También se hablaba hace años del comunismo con rostro humano, de los Estados Unidos de Europa, aquella Europa de los pueblos y de las nacionalidades y de lo que fuese, porque al fin y al cabo lo de menos es el nombre que se da a una forma de convivencia seria y eficiente. Y sin embargo... llegaron las decepciones, el barrer para casa, el retorno al centralismo brutal con rostro pintado de democracia imposible, llegó gente de todo el mundo que se encontraba en circunstancias lamentables y los miramos de reojo, casi sin querer.

No sé cómo hemos llegado hasta aquí. No es sólo un problema español, ni catalán, ni tan solo europeo. Es más fácil montar un supermercado universal que hacer el amor y no la guerra. Se retrocede en derechos humanos, renacen las cavernas, las ideas fascistoides que dormían como una bella durmiente encantada se despertaron al beso de no sé qué consignas que parecían muertas y enterradas. Los síntomas no los encontramos tan sólo cerca de casa; a nivel europeo, incluso internacional, se percibe asimismo un retroceso en eso que llamamos derechos humanos. Muchos medios de comunicación no hacen nada más que arrojar gasolina al fuego o a los rescoldos y hace falta mucha comprensión para no entrar en ese juego siniestro. Luego, la realidad, el día a día, es mucho más amable, porque la gente en su vida cotidiana pasa de la ideología y del dogma, pero no podemos olvidar que convivencias que parecían sólidas acabaron muy mal cuando el contexto fue favorable al enfrentamiento y al desastre. A veces, como en el famoso chiste, tan repetido, piensas: Virgencita, que me quede como estoy...

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