El cine de Berlanga nos ha acompañado a lo largo de muchos años. Desaparece con él la última B de la gran tríada capitolina de nuestro cine de culto. Bardem fue el más politizado, Buñuel el más mitificado. Berlanga, sin embargo, fue el único que generó un adjetivo popular, berlanguiano.
Reconocemos con facilidad situaciones y personajes berlanguianos, aunque no siempre sepamos explicar en qué consiste esa característica hispánica y fallera, tierna y ácida, humorística y tiernamente trágica.
No todo su cine me convence del todo. Pero incluso en los títulos menores se pueden encontrar escenas geniales, de esas que quedan en el recuerdo personal y que tienen vida propia.
De todas las películas me quedaré siempre con Plácido, la historia navideña más rompedora y entrañable del panorama estacional. Cada vez que la veo me gusta más. Ese Cassen en estado de gracia también me trae muy buenos recuerdos, en medio de un mar de secundarios magníficos. Me produce siempre una nostalgia agridulce y una sonrisa desacomplejada y sincera la contemplación de ese triciclo épico convertido ya en un símbolo entrañable.
Se aprende más historia de España o de las Españas viendo esas películas que leyendo manuales escritos por expertos.
2 comentarios:
Un director de cine que está por encima del bien y del mal, por encima de lo que opinemos: casi nada era este hombre.
Toda una època además, Francisco. Cada momento de mi vida (pasada) tiene una escena de Berlanga cerca.
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