Hay cosas en las cuales, por más que me esfuerce en entender y en participar, me son indiferentes, me aburren o no les veo la gracia. Una de ellas es gran parte del arte llamado moderno y la otra, el fútbol.
Un profesor que tuve, muy bueno, de Historia del Arte, comentaba que para entrar en algún tema hay que tener voluntad de creer. Así, para un no creyente, en general, ir a misa no tiene ningún sentido. También el contexto tiene importancia, la imagen de una virgen en un museo no es lo mismo que esa misma imagen en una iglesia, en una ermita. Incluso así, no todas las imágenes son iguales aunque representen la misma virgen.
Creo que ir al campo de fútbol, como ir a cualquier manifestación multitudinaria, debe hacer sentir algo extraño, esa comunión con la gente a la cual somos tan sensibles. Es lo que ocurre, a menudo, en las grandes manifestaciones, engañosas, ya que mover mucha gente no quiere decir nada a la hora de la verdad o, por ejemplo, de las votaciones. La masa emociona y también asusta. Me inquieta el contexto en el cual se pierde o diluye la individualidad.
Hoy el fútbol ha ocupado, en nuestra hispánica sociedad occidental, en muchos aspectos y, en cierto modo se puede considerar un factor positivo del deporte, el lugar de las peleas y las batallas. Como en política, parece que el interés se va concentrando en España en un evidente bipartidismo, Barcelona y Madrid, claro. Dos conceptos de ciudad, de política, incluso de cultura, se identifican con sus equipos. El resto son secundarios de más o menos lujo, pero secundarios.
Sin embargo, he visto a menudo más violencia en partidos de fútbol locales, de pueblo, que en los grandes estadios hispánicos. Lo sabían muy bien los pobres árbitros de tercera regional que habían sufrido ataques incluso físicos aunque ahora todo ha cambiado, porque la vida rural también es muy distinta a cómo era hace años. Las rivalidades entre pueblos vecinos, entre barriadas cercanas, habían provocado mucha violencia, hoy casi olvidada.
Me sorprende todavía la cantidad de información deportiva que ocupa los telediarios, los informativos, los programas de televisión. Los héroes de nuestro tiempo son esos chicos ricos, uniformados, que juegan bien a pelota y cobra millonadas que la gente normal no puede ni soñar. Claro que su vida profesional es corta, cortísima, pero también lo es la de los bailarines y nos resultan mucho menos conocidos y están peor pagados.
El fútbol canaliza todo tipo de manías y creencias. También es política, claro, mucha política sobretodo en el caso del Barça. Hay quién cree que se debería exigir a esos héroes un compromiso mayor. En el caso de Guardiola hay quién cree que debería manifestarse abiertamente como independentista, por ejemplo. Y quién no entiende que los futbolistas catalanes no hagan una plantada ruidosa cuando son llamados a jugar en la selección. Demasiadas exigencias que parten de un autoengaño colectivo algo peligroso. Sin embargo nadie dejará de ir al fútbol porque los jugadores o el entrenador no sean héroes políticos.
Hoy seremos felices en Catalunya, porque el Barça es lo que no debiera ser, más que un club, eso que dijeron que dejaría de ser con la democracia, hace muchos años, ya que entonces los partidos políticos tomarían el relevo del catalanismo militante. Los madridistas me imagino que estarán de mal humor y que incluso la Cibeles, a la que habían tenido que proteger con vallas de los entusiasmos previstos en caso de victoria, pondrá mala cara.
En los años sesenta Delfí Abella, un médico cantante, ya fallecido, compuso una canción muy crítica con el fútbol, que tuvo bastante éxito. Sin embargo, Guillermina Motta, entonces joven y amiga de algunos jugadores, hizo una nueva versión de una canción de antes de la guerra, La Barcelonista, muy divertida, cambiando la alineación original por la de su época.
No sé si mi rechazo relativo del tema futbolero tiene que ver con mi infancia, asocio los partidos a mi pobre padre, que las tardes de domingo se ponía a hacer la siesta con la radio al lado, escuchando las retransmisiones. Tardes tristes de tiempos pobres. Por la noche se iba a trabajar de panadero. En aquella época el futbol se jugaba en horarios normales de tarde, no había televisión. Rita Pavone también cantaba aquella canción del señor que dice que se va al fútbol, solo, y del cual la mujer sospecha alguna infidelidad, que nuestra Gelu versionó muy bien. Hoy día van muchas mujeres al fútbol, muchas más que antes, pero diría que todavía predominan los varones, en la afición.
A menudo se habla de escuelas y pedagogía. Pero nadie se mete con las escuelas de fútbol. Se supone que en la escuela se debe controlar mucho el tema de ser competitivo y en esas escuelas lo importante es la competición. La escuela pública es hoy mixta y se critica algunos centros religiosos que separan por sexos, pero en el caso del fútbol eso parece bien a todo el mundo y la aspiración de muchos papás y mamás sería tener un hijo jugando en un equipo importante. Se critican los uniformes pero los futbolistas han de ir uniformados. En Catalunya las escuelas públicas realizan inmersión lingüística y se supone que todos los niños salen con un nivel aceptable de esta lengua pero futbolistas que han pasado años, a veces desde pequeños, en equipos catalanes no son capaces de decir ni bon dia en catalán, a menudo, si son extranjeros, tampoco es que hablen el castellano con una corrección excesiva. Lo importante, claro, es la pelota, la excelencia en el juego, lo demás son francesillas culturales para la tropa.
Nos movemos entre grandes contradicciones pero me asusta un poco la gran capacidad de convocatoria del fútbol, sobretodo de esos grandes equipos que generan tantas expectativas. Los políticos envidian ese poder para convocar multitudes. Ah, si Guardiola tuviese aspiraciones políticas, parece ser que tendría el éxito asegurado aunque las cosas pueden cambiar y quizá eso creía el señor Laporta, que fue quién contrató al técnico, contrato que en aquella época, a veces hay que tener un poco de memoria, fue bastante criticado entre el pueblo porque, entre otras cosas, decían que el chico estaba aún verde.
De fútbol, como de educación, todo el mundo entiende poco o mucho, sabe qué se debería hacer, critica al entrenador cuando las cosas no salen bien y es ese un tema de conversación habitual en cualquier grupo humano con mayoría masculina, en general, aunque las cosas hayan cambiado. Los partidos que se retransmiten pagando han propiciado un resurgimiento de los bares vecinales, donde te puedes comer un bocadillo mientras vociferas y hacer nuevas amistades, un aspecto muy positivo del tema.
Debe existir una necesidad colectiva de canalizar muchas cosas en el fútbol. Como a los héroes olímpicos a los vencedores de las Ligas y los Mundiales se les pasea en procesión. Si pierden o juegan mal se les puede insultar sin piedad, hace años, cuando las cosas no iban tan bien para el barcelonismo me hacía mucha gracia un insulto amable que se incluía en los chistes futboleros, yogures caducados. Creo que su creador fue el dibujante Óscar Nebreda. No hace mucho, en un programa dedicado a Carles Reixach, éste recordaba como en un mismo partido pasaban de lanzarles piropos a cubrirlos de insultos en cinco minutos.
Estos días se pasa por la tele un anuncio bastante educativo y de buen rollo, en el cual un jugador del Madrid, Xavi Alonso, y uno del Barça, Puyol, comparten la gula del Norte tan amigos. Así es la vida, afortunadamente y creo que podían haber hecho el anuncio incluso con políticos de partidos distintos. En el fondo, en ambos casos, la gente anónima nos peleamos, miramos el anuncio, compramos el producto, y ellos se lo zampan alegremente y encima cobran por publicitarlo. El anuncio me ha recordado aquellos suquets de peix en los cuales los políticos antiguos confraternizaban en tiempo de vacaciones.
5 comentarios:
He passat una bona estona amb la Guillermina, jaja, sembla una paròdia.
Això del Pep i el 10A no ho sabia, bé, suposo que el noi és jove i no sap on acabarà. Jo naturalment m'alegro dels triomfs del Barça, però no em fa perdre la son. Si guanya bé, i si perd, què hi farem, cal ser pràctics.
Fa temps pensava que aquestes manifestacions col.lectives eres bàsicament dolentes. Deshumanitzadores i tot plegat. Ara segueixo pensant el mateix, però alhora penso que un no pot fugir de la seva veritable naturalesa, i que la naturalesa humana ens porta a aquestes simplificacions. Així doncs, siguem fidels a la nostra naturalesa, deixem-nos endur per la massa. El repte, doncs, és un altre. Saps quin, segons el meu parer? Mesurar bé quan de temps i quanta intensitat hi posem en la massa, per saber-ne sortir a temps i que no quedi malmesa la nostra capacitat crítica. Vull dir, visca el Barça, visca Canaletes, i tot plegat, deixem-nos endur per la passió col.lectiva. Però d'hora cap a casa, que cal estar frescos demà per tornar a ser crítics fins i tot amb nosaltres mateixos i les nostres humanes circumstàncies.
Jo crec, Eastriver, que el perill és perdre la teva individualitat quan participes en aquestes coses 'massives' i arribar a fer coses que no faries de forma individual. Sembla una cosa molt senzilla però no ho és tant.
Hace poco, en un debate televisio, escuché a Luis Goytisolo explicando eso: cuando terminó la dictadira de Franco, los intelectuales pensaron que el fútbol entraría en un declive definitivo porqué la gente estaría menos manipulada, tendría más criterio y sería más culta, responsable y educada.
A mi em futbol no me gusta, me aburre terriblemente y por eso me cuesta entendre qué le pasa a este país, qué les pasa a los redactores de las noticias de las TV públicas con la cosa del deporte en general, y del fútol en particular. Pero ya he renunciado a comprender.
Lluís, tú aún eres 'joven' pero con los años no dejas de sorprenderte con tanta contradicción. Durante el franquismo había este convencimiento, el fútbol era cosa de las masas alienadas, un substituto de la política, con la democracia entraría en su ocaso, cosa que más bien ha sido al revés.
Ahora se habla mucho del tema monárquico, los mismos políticos progres que dejaban verde al entonces 'delfín' de Franco lo aceptaron todo y hicieron reverencias al rey, por no hablar de la emoción que sentían en sitios como Rosa Sensat cuando la infanta y su prima iban allí a seguir cursillos de catalán.
La cosa era más sorprendente cuando en muchas escoles d'estiu de los setenta corrían muchas aucas y pasquines ridiculizando a Juan Carlos de forma bastante burda y grosera.
Ahora la tortilla vuelve a dar la vuelta y toca ser antimonárquico. Vivir para ver. Ya no me extraño de nada. El fútbol sólo es un ejemplo más.
A veces me acuerdo mucho de mis padres, muy decepcionados con la guerra, los cambios de camisa, los políticos del gobierno republicando huyendo al extranjero y anarquistas reconvertidos en falangistas o incluso curas. Es triste pero es así.
Gracias por el "joven", Julia, pero acabo de cumplir los 47. Joven no, pero igual ingenuo muchas veces sí.
Aunque eso es cierto: yo también recuerdo el periplo de mi padre, cada vez más decepcionado después de haber luchado y pasado por comisarías y calabozos, cuando veía a los antiguos colegas de trifulcas saludando autoridades o jurando constituciones. Enfin, que no siempre nos acordamos de que somos humanos.
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